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sábado, 2 de abril de 2016

Gabriel del Mazo: "Yrigoyen" (28 de noviembre de 1935)

YRIGOYEN

Ha sido el más eminente conductor civil de nuestro pueblo. Otros grandes tuvieron capacidad genial y temple heroico; ninguno como él su unción democrática, su fe en el hombre como entidad sagrada y universal, su vivencia y conjuro prospectivo y mágico. Ninguno como él encarnó la autenticidad de su pueblo. En la actitud hierática del elegido, fue “el portador de la canastilla de mimbre en donde el alma del pueblo, sobre su lecho de arcilla, despierta al devenir”. El movimiento popular que Yrigoyen representa y conduce durante un tercio de la vida nacional, constituye la primera posibilidad cierta en toda nuestra historia de expresión integral de lo argentino.

Yrigoyen fue un místico político y un demiurgo de nuestra realidad. Pero a diferencia de los demás, concibió a la patria como existente, no en las cosas, ni en las construcciones artificiosas de la mente, sino en el corazón sentimental, capaz de ensueño y ardimiento de las multitudes, y en su carne misma, lacerada y doliente. Y él traza en nuestra historia el primer ademán desenvuelto y firme de la ascensión de su pueblo, que por fin yergue sobre el légamo primordial. El alienta durante cuarenta años “seculares”, con la “excelencia de una meditación superior” y con el contagio apostólico de su espíritu, la demanda de las multitudes patrias ansiosas de ser, de crear, de traducir para el lato servicio humano el alma de nuestro pueblo, inexpresada y retorcida por el vasallaje social y mental de un siglo de vida del país.

AUTONOMIA DEL PROPIO QUERER

Contextura de Reformador. Firmes convicciones. Voluntad persistente e indominable. Maduración arraigada de ideas madres y troncales en posesión de lo profundo. Por veces palabras simbólicas: “Causa”, “Reparación”, “Régimen”, “Contubernio”; síntesis calificativas para definir y para armar al pueblo en la contienda. Su pensamiento escrito, dogmático, sobrio, peculiarismo, sin contradicción, es así como el tema conductor –de vuelo lírico y entonación dramática de una vasta sinfonía en desarrollo, rimada en la identificación con su pueblo y con su historia.

Inigualdad, fidelidad consigo mismo, porque su concepción de fondo no es solo modulo intelectual y pensamiento con grandeza, es doctrina viva y polémica de toda la nacionalidad, en su defensa, instauración y destino, enunciada por un gran jefe desde las posiciones más eminentes y responsables de la propia acción que desenvuelve.

Yrigoyen quebró todos los esquemas conocidos. Tomó las masas como unidades, en vez de las unidades por masas y reivindicó al hombre aislado y anónimo en la comunidad nacional. Lo concitó como ciudadano y como hombre, vale decir, como la voluntad civil capaz de integrarse y como espíritu autónomo. Lo nacional deja de ser ejecutoria falsa de grupos detentadores y no puede expresarse ya como entelequia de doctrina extraña, ni como heráldica de símbolos externos. Si la nación es ahora el pueblo, lo nacional es una comunidad palpitante e inequívoca en la plenitud del espíritu con que todos los hombres del pueblo se animan y expresan. Por eso, lo que él llamó Reparación Fundamental, fue una proposición y un tema de lucha que incidieron desechadamente sobre la medula de nuestros problemas. Era junto con un desagravio al pueblo perpetuamente desestimado u ofendido, el planteamiento de la cuestión nacional sobre un plano primario, previo y básico, que hiciera posible erigir las construcciones plenarias del futuro.

LA CANALLA ARGENTINA

Nominada en el poema colonial de Barco Centenera, allá en la penumbra inicial del siglo XVII, para diferenciarla de la gente “de figuración y suelo”, solo aparece en el trabajo esclavo o en la leva de los ejércitos de Mayo. Con ella se exornó demagógicamente una revolución de ciudad con palabras francesas, insertada en un régimen feudal. La grande epopeya, la de los Andes, conquista para el drama, el grande escenario, pero sobre él la movilización del pueblo es casi simplemente corpórea. Conmuévase si un mundo paralizado, en el fervor de la estirpe innominada, que luego es raza ecuestre en montonera. Mas el caos del Año Veinte no pudo verter todo lo fecundo que traía en su seno, y prosigue por treinta años la subordinación feudal de las masas en todas las “figuraciones y desfiguraciones” con que la historia las designa. Multitud “canalla argentina”, alma americana sojuzgada y doliente. Pampa inmensa sin alumbramiento.

La clase territorial se afirma y sus titulares formulan pactos señoriales. La “organización” tradujeses en equilibrio adecuado de intereses materiales con el signo de la Gran Aduana y en la identificación con el programa de Europa. Llega como un imperativo de prohombres, el apotegma pragmático: “hacer el país”. Es decir, colocarle el sistema como un sombrero, y luego encimarle códigos y estructuras; en vez de que el sistema surja de la vida misma, del organismo, como la copa de un árbol.

De la dictadura de los saladeros, al gobierno estancia con forma constitucional. Cría de vacas y absorción de tierras; y siempre, matanza de indios. Frenesí del proceso de materialización propugnado desde mediados de siglo. Con el capital colonizador, la hipoteca de la libertad. Estado a la vez servil y tirano. Usurpación representativa.

Y al final, el peculado y el fraude erigido en Régimen. “Descomposición de mercaderes donde nada se agita por ideal alguno”. Los pueblos, “entidades automáticas que explotar”, friso de su propio drama, coro de la farsa trágica.

Oídlo a Yrigoyen:

“Han avasallado todas las formas de la majestad de la patria, han injuriado y escarnecido todos los atributos morales, y si no la han jugado en las carpetas del mundo y no la han puesto bajo sus dominios personales, ha sido por imposibilidad material de poder hacerlo totalmente”. “Por eso la Republica se ha alzado en armas y lo hará tantas veces como se lo marquen sus sagrados deberes y sus augustos fueros. Si así no lo hiciere, seria indigna de si misma y de la misión que la Providencia le ha fijado en la escena universal”

Y he aquí que Yrigoyen congrega al pueblo argentino por vez primer en su historia para tratar su vida y su libertad:

“La nación ha dejado de ser gobernada para serlo por si misma”.”El Régimen tuvo absolutamente subvertido el orden publico, haciendo que los pueblos fueran para los gobiernos y no los gobiernos para los pueblos.”

Por eso será necesario reemprender la historia “partiendo de las bases del derecho común”, en la inspiración fundamental e imperturbable de que es de la entraña social, de la vida propia de los pueblos, de esa “fuente natural y sana”, de donde surgen las grandes orientaciones, las grandes determinaciones de la justicia social y de la creación característica.

“La autonomía es de los pueblos, no de los gobiernos”. Y como los grandes trazos de nuestra historia expresan el drama social y cultural del desequilibrio metropolitano, Yrigoyen reivindica “la igualdad de las provincias hermanas en la indivisible solidaridad de los pueblos”. Cuéntese que, así como el espíritu de un hombre es federal, toda región con personalidad debe serlo de análogo modo. “Vitalizaremos todos los individuos y todas las regiones de la patria”. El federalismo argentino es el signo anticipado de la grandeza nacional; signo del genio del suelo y del pueblo a revelarse en una creación futura pero integral.

Por eso, Yrigoyen, demócrata esencial, jamás quiso prefijar programas, en el respeto de la personalidad nacional. Y rehuyó el racionalismo de formulas, porque era primordial la fe y el sentimiento. Ocupose de los gérmenes más que de las fuerzas logradas, de la luz más que del objeto, del calor, que el alma de la sangre. Una vida individual hacia adentro del hombre, una vida nacional hacia dentro del continente.

La gran demanda consistía en abolir lo gentilicio de hecho, elaborándolo en sustancia ecuménica y espiritual. Y esta revolución que habría de nutrirse de los jugos más nobles, solo podía ser concitada por fuerzas morales.

Lo yrigoyeneano aparece así como reacción americana e idealista en nuestra política y como requisitoria histórica a la concepción materialista y utilitaria que estaba impuesta en la vida social de nuestro pueblo. Yrigoyen propugnó según su propio decir, una vida más espiritual y sensitiva y el ejercicio de un apostolado humano de la más vasta trascendencia que resumiera en su concepción toda la nacionalidad. Por eso la Unión Cívica Radical, que es caudal y cauce de este movimiento histórico, no esta planteada de esta suerte, como un partido político, como una militancia de “orden común”. No es una parcialidad que luche en su beneficio. Es una unión ciudadana, una fraternidad de profesos que comulga una religión civil de la nación. No advertirlo es caer en todos los errores de apreciación crítica o de conducta ciudadana en su seno. El poder deber para ella solo una contingencia de su acción. Es necesario estar aprestado por si llega, pero el gobierno es “solo una realidad tangible”, mientras que la Unión Cívica Radical es una corriente histórica, un apostolado humano de entraña emotiva y de pulsación radical. Radical porque viene y va a la raíz y esencia de la vida universal y de la nación. Radical porque tal es la irrenunciable condición de intransigencia que surge del propio imperativo moral de una patria que se juega. Si; “hay que empezar de nuevo” para restaurar y reconstruir las bases primordiales de la nación; “y si todo pudiera doblegarse a las eficiencias del poder, mas imperativo aun seria permanecer inquebrantables”.

Desarrollar los intereses materiales había sido el motivo casi exclusivo de la concepción política en auge. Las fuerzas mecanizadas, los hombres sin fe, America como episodio de colonización. Las cosas sofocando a la libertad. La cantidad ahogando al hombre. Una incesan tienda esperaba los bajeles que traerían de fuera los trajes con que vestir nuestra civilización postiza.

Pero así como el sufragio universal fue instrumento primero para la movilización política y el alumbramiento civil de la conciencia nacional, Yrigoyen auspició desde el gobierno el grande movimiento, hoy continental, de la Reforma Universitaria, que surgía aquí por obra de la juventud junto con esa incorporación del pueblo a la vida nacional.

Y ella fue el reclamo emancipador de la nueva generación americana en la esfera de la cultura. Lo tengo dicho, que el acceso del ciudadano a la vida nacional como el acceso del estudiante a la vida universitaria, son dos índices do un mismo fenómeno. Son aspectos distintos de la misma lucha por la integración orgánica de nuestra nacionalidad. El vasallaje social por las oligarquías políticas, dueñas del poder y de la riqueza, consumía nuestro aliento vital, del mismo modo que en el orden educativo el régimen de tutela mental que ejercieron, sofocaba nuestro porvenir en los retoños del espíritu naciente.

Con la muerte del gran republico se cierra un ciclo de la vida nacional y su espíritu se inmortalizara en la devoción popular. Esto quiere decir que un nuevo proceso se abre en los umbrales que pisamos y que la nueva construcción debemos proseguirla bajo la egida de su gran espíritu, o como el dijera: "bajo la estrella de su ensueño esforzado". Nuestra libertad ha sufrido, pero se ha hecho mas honda allí en su seno natural En el fecundo caos nacional e internacional que sobrellevamos y traspasaremos, precipitados los acontecimientos internos por la crisis de un orden social que se derrumba universalmente, nuestro pueblo deberá proseguir — sin apartamientos ni desviaciones — la transformación que guió su gran interprete y conductor. La nueva época habrá de caracterizarse como una gesta por las garantías sociales de la libertad. Juntamente con el ejercicio de la libertad política, hija de la conquista radical, debemos estructurar un nuevo régimen económico y social para garantirla, asegurando con una democracia de los bienes, el nuevo orden social y político.

"La democracia no consiste solo en la libertad política", expreso Yrigoyen en ocasión memorable: "Falta fijar las bases primordiales de nuestra constitución social". De este modo la democracia deberá integrarse, sojuzgando y disciplinando la economía para enriquecer la libertad de loS hombres. La Unión Cívica Radical, al constituir la nacionalidad sobre sus cimientos primordiales no so1o profesa un sentido universal, americano y nacional de culto humano, sino que considera la correlativa exigencia, en punto de proceso, de conquistar .junto .con los instrumentos de la liberación política, el sistema de garantías sociales contra el privilegio económico que ahoga la libertad. Así como Yrigoyen defendió la tierra y el subsuelo de la voracidad imperial o de la entrega traidora, debemos hacer posible la vigencia plena de la libertad individual, colocando el patrimonio común bajo el amparo o posesión de un Estado ampliamente nacionalizado
Pueda así nuestro pueblo, en la total posesión de su cuerpo y en la total tenencia de su espíritu, ser Señor de sus bienes imperecederos. Ser como el mismo, para que su creación corresponda a lo inmortal del hombre, y ponga su nota, su acento propio y argentino a su esencia universal.

Las mismas premisas e inspiraciones que alcanzaron la concepción espiritual y política de la reintegración fundamental de nuestra nacionalidad, tuvieron con Yrigoyen su transporte continental y universal correlativo: proyección Argentina en los ámbitos del mundo A la soberanía de cada ciudadano como hombre, de cada Estado provincial dentro de la comunidad nacional, corresponde la soberanía de cada una do las naciones en su concierto. El destino de cada nacionalidad se realiza e integra como el espíritu de un hombre en la gesta total humana: "nupcias de tierra y cielo, tiempo y eternidad",

Dijo el presidente Yrigoyen: "Ninguna nación puede ser tratada desigualmente, ni invadida su soberanía por creación artificial alguna"

Cada entidad nacional debe cumplir según su propia inspiración, su parte en los destinos de la humanidad. "La Nación Argentina se siente poderosa para llevar al seno de la humanidad, su concurso, íntimamente convencida de que, al fin, la suprema justicia se impondrá en el mundo."

En ninguno de los aspectos de la obra proteica de Yrigoyen se advierte como aquí su sentido mesiánico, su sacerdocio humano. Quiso hacer de su patria lo que el llamo en documento definitivo, "un emblema de la paz universal". Fue un grande americano y un esforzado cultor de la fraternidad humana. En momentos históricos reivindico a los pueblos sometidos, alego qua "Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos" y formulo "su credo americano por la sustentación fundamental de las soberanías de las naciones". Y así como vivió en su patria "custodiando sus altares" y " dándole toda la savia moral y positiva de su vida" quiso infundir mundialmente el nuevo estilo que aquí nacía como preanuncio de destino glorioso. "La nación argentina —dijo a la Sociedad de Naciones— no esta con nadie ni contra nadie, sino con todas para el bien de todas; y lleva en su definición, la unción santa de una nueva vida universal''.

Este es el gran patriarca del pueblo y firme abanderado de su causa nacional y universal.

Este es el gran espíritu rector qua debe inspirar la obra del futuro si somos dignos de continuar- la. Maestro primero de la democracia nacional. Gran Precursor de la construcción venidera. Bien pudo decir en paginas inmortales: "he cobijado bajo el viento de demencia de los míos la chispa argentina de las forjas de la epopeya", "como el alucinado misterioso que los refractarios motejaron de una devoción incomprendida, irreductiblemente identificado con la patria misma"

Pero sobre su tumba de Poeta y Artífice civil, más que coronas y flores y cantos, tendremos que colocar "la espada de un soldado de la libertad".

GABRIEL DEL MAZO














Fuente: El Pensamiento Escrito de Yrigoyen “Compilacion Antologica” por Gabriel del Mazo. Cuadernos de FORJA Año I – Publicacion Quincenal – Buenos Aires ,3 de julio de 1936 N°2.
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lunes, 28 de julio de 2014

Gabriel del Mazo: "Betancourt y la Generación del '28" (1976)

Cuando publique en 1927 mi compilación sobre la Reforma Universitaria, prologada y anotada, en 6 tomos, costeada por el Centro Estudiantes de Medicina de Buenos Aires, a iniciativa de su presidente, Horacio Trejo, lo primero que hice fue conseguir fuese enviada a todas las Federaciones de Estudiantes de nuestra America. Y resulto que, cuando en 1945 visite por primera vez Venezuela, invitado por el Ministerio de Educación, con vistas al proyecto de Ciudad Universitaria que tenia entre manos, fui recibido en la Universidad Central, en Caracas, por Jovito Villalba, aquella brillante figura del Movimiento reformista inicial, quien, al saludarme, en nombre de la Universidad, relato que en 1927, Raúl Leoni, actual Presidente de la Republica, y en ese entonces presidente de la Federación de Estudiantes, Federación que en ese 1927 acababa de ser reorganizada, se le allego un día entusiasmado diciéndole:

"Mira este libro de del Mazo sobre la Reforma. Aquí esta todo lo que andamos buscando, y, además, con la experiencia de los ensayos en la Argentina y otros países. Tenemos que asimilar eso conforme a lo que nos es igual y decidir sobre aquello que en nosotros deba ser diferente".

Y expreso a continuación como el clásico movimiento de la generación llamada del 28 (sucesos del 6 a 12 de febrero de 1928), en cuanto a sus ideas sobre la Universidad y el problema de la popularización de la cultura, era hijo del que nació en la Córdoba argentina de 1918. Esa generación venezolana de 1928, puede decirse, es la que inicia la quiebra del feudalismo gubernamental y, correlativamente, del feudalismo universitario.

De los activantes de ese movimiento generacional venezolano, conocí en aquel entonces, por carta, a Rómulo Betancourt, que había sido secretario de la Federación, ya deportado por los mencionados sucesos. Después, en Buenos Aires en 1941, lo conocí personalmente. Venia desde Chile. Lo primero que hizo fue comunicarse conmigo y  quedar en que iría por casa a las 9 de la noche y que cenábamos juntos. A eso de las 8 recibí otro llamado de el, preguntándome si no podía esperarlo un poco después de las 9, pues a las 8 tendría que cenar con el doctor Repetto, que le acababa de invitar para hacerlo en su casa. Así quedamos.

Llego muy poco después de las 9, sin poder ocultar su risa. No nos conocíamos personalmente, como he dicho, pero el hecho fue que no alcanzo a sentarse para exclamar: "Pero dime, ¿esa es la vanguardia política argentina?" "Esa es la que ustedes consideran que es la vanguardia". "Si es así, yo no tengo nada que ver con eso". "Esta sorpresa mía sucede porque en nuestra America no nos conocemos". Y agrego: "Vengo muerto de hambre. Creía arreglarme el doctor con una presita de pollo y una sopita. El seguía su régimen de noche, yo no. Así que, “¿vamos a cenar?". Así lo hicimos. Contó que la entrevista fue para el incomoda, pues el anfitrión estuvo hablándole de la inexistencia entre nosotros del problema imperialista" tal como los jóvenes lo planteaban". Pero mas aun, venia tomándole examen sobre Venezuela, y de pronto, le dijo: — "Pero dígame señor Betancourt, cual es la posición étnica. . . (y según su modalidad fonológica, repitió "étnica") del pueblo venezolano? " "¿Y tu que dijiste?" "Yo considere que había llegado el momento de cortar por lo sano y le conteste: "¡Café con leche, doctor, café con leche; todos somos mulatos!".

Betancourt estaba de buen ánimo y me dijo porque. Habían asumido la tarea de fundar Acción Democrática y querían que Rómulo Gallegos fuese su presidente. Al final de varias negativas, tenia ahora la noticia de que había aceptado. Y me contó una observación políticamente interesante: Gallegos, que para toda la nueva generación era "el maestro", había sido profesor en el Liceo donde estudiaron todos ellos, pero allí se desempeñaba como profesor y ahora se necesitaba un orador político, y don Rómulo Gallegos se acomplejaba en la tribuna mayor por falta de habito; y eso, desde el punto de vista popular, no andaba. Años después, en 1948, estuve en la asunción presidencial de Gallegos. Poco antes se llevo a cabo un acto de homenaje de los escritores y universitarios que concurríamos invitados, acto que se llevo a cabo en el Hotel Ávila. Arciniegas ofreció la demostración y, cuando se dispuso a contestar Gallegos, acreció la expectativa. Pues, señor, estuvimos en presencia de un gran orador, de preciso y precioso lenguaje y de intencionadísimo concepto de circunstancias. Le transmití' esas impresiones días después a Betancourt y, riéndose como a saltos, según su modo, me dijo: " ¡Ah, si, chico! Muy bueno nos resulto en oratoria nuestro maestro, pero ahora me parece que esta hablando muy bien, pero demasiado". El discurso se llamo en los periódicos "De las armas y de las letras. . .". A fin de año, Gallegos caía dignamente por no ceder a las armas.

Betancourt, en sus años mozos, junto con otros jóvenes de la pléyade estudiantil deportada o perseguida, enseño con su vivir y su conducta a los hombres de su generación en todos nuestros países, y dejo un ejemplo para las generaciones sucesivas. Rómulo Betancourt lega en vida, con propias características una actitud moral de luchador que nunca contradijo, un paradigma de cuanto es el deber de la juventud, y hasta un derrotero de comienzos dramáticos, resultante de una generación sin maestros. Esa generación tuvo que encontrar a tropezones y sufriendo, su camino, es decir aquello que los comunistas llamaban despectivamente "la formula criolla de liberación". Pero, la explicable imantación marxista en aquellos jóvenes que salían al exilio, sin relaciones y con solo "la literatura prostituida y genuflexa de los estilizadores de la dictadura”; mas aun cuando ofrecía programas sociales a quienes no los tenían y los deseaban, obro su parte en los años del destierro de Betancourt.

Pero el reacciono inteligentemente, sin duda por su innato sentido nacional, que obligaba a aplicarse a las cosas nuestras, sin anteojeras ideológicas, ni cartabones impuestos. Su espíritu ágil, crítico, libre lo volvió a los cauces autonómicos proclamados desde 1918, o sea, al de aquel Movimiento que señalo a las futuras generaciones continentales, su destino: realizar las grandes aspiraciones colectivas, según nuestros factores históricos, y marcar con claridad las rutas que en consecuencia, correspondía seguir a nuestros países. Los jóvenes enseñarían a concluir con las tendencias de supeditación imitativa y ciega al ejemplo europeo, que significaba nada menos que entregar la dirección mental y, en consecuencia, política, económica y espiritual. Así, Betancourt pudo decir en ese entonces: "Somos demasiado realistas para importar el socialismo marxista con el mismo criterio servil y colonialista de los abuelos del año 10, cuando trasplantaban a America las constituciones jacobinas, sin previamente adaptarlas a nuestra realidad, distinta de la europea".

Rómulo Betancourt recorrió varios países durante su exilio, siguiendo la política afirmativa de "apunar nuestras verdades", como gustaba decir. Puso una subyugante e infatigable capacidad animadora y organizadora. Poco a poco, su figura joven, con la de sus grandes compañeros venezolanos, fue encarnación del pensamiento y acción renovadores, ejemplo tanto mas valioso cuando después sobrevivió en su vida, con admirable continuidad. Cuando en 1941, según relate, me visito en Buenos Aires, ya tenía en su haber las experiencias del Movimiento de Organización Venezolana y del Partido Demócrata Nacional, primeras aunque insuficientes manifestaciones del despertar político de Venezuela. Estaba a punto de entrar nuevamente a su tierra, donde, como dije, se fundaría Acción Democrática.

Venia en lo inmediato de Chile, donde en un gran acto público, acababa de formular el programa americanista que señalo como opuesto "al criterio con que los gobernantes administraban sus fondos, considerando las fronteras alzadas entre una nación y otra como trasuntos de la alambrada latifundista que separa la gran hacienda de la del vecino y enemigo". En ese acto, refirmo nuestro destino político: "Sin desconocer que formamos parte de una comunidad mundial, y que la forma con que se resuelvan los problemas colectivos en otros continentes repercute sobre el porvenir de nuestras 21 patrias, tenemos el deber irrenunciable de afirmar nuestra personería política, económica y cultural, y luchar por que America sea para los americanos, como etapa insoltable hacia el momento de poder actualizar la aspiración del estadista argentino, de que America sea para la humanidad".
Cuando 4 años después viaje a Caracas, pude comprobar el titánico esfuerzo del notable grupo de hombres que rodeaban a Rómulo Betancourt bajo la egida moral del maestro Gallegos, para reconstruir una Nación y levantar un nuevo Estado, sacando fuerzas de la nada, aunque si de sus sueños y de la progresiva conciencia sobre los grandes problemas nacionales. Conocí esa promoción, muchos de los cuales me visitaron ni bien llegue, pero principalmente en las tertulias del diario "El País" dirigido por Valmore Rodríguez, mientras Betancourt escribía el editorial cotidiano, que iba con el clisé de su firma y se caldeaba el comentario político en ese piso alto de Palma a Municipal, con la participación, entre otros, de Andrés Eloy Blanco, Raúl Leoni, Luis Alberto Figueroa, Gonzalo Barrios, Alberto Carnevali, Luis Troconi Guerrero, Luis Lander...

Luego, con Betancourt recorrimos el valle hasta Carabobo, pasando por Mérida, y, desde ya, por La Victoria y Maracay. Ahí pude valorizar más el esfuerzo de creación y organización. Solamente un puñado de hombres, aunque esforzados y fervorosos, iban fundando y acreciendo el nuevo partido nacional y social, democrático y revolucionario, en todo el país. Vi con emoción como eran los mismos cuadros de la Reforma, que habían pasado al campo político para cumplir con el deber correlativo, y vi ahora en Venezuela, como esta hermandad en todos nuestros países, nos daba conocimiento personal, sin jamás habernos visto, y como era posible de inmediato comprenderse recíprocamente con medias palabras.

Al pasar por Maracay, de regreso, entramos a la casa que fue del tirano que dirigió por décadas aquel país, —como apunta Picón Salas, "convertido en potrero rural donde engordaban, mordían pasto y procreaban los sementales amansados de la dictadura gomecista". La casi presencia virtual del dueño de casa, y de Venezuela, en medio de sus increíbles cachivaches, chafalonías y otros abalorios de mal gusto, como grandes diplomas que exaltaban su genio benemérito, me produjo repugnancia, pero también una triste impresión rememorativa ahora avivada, de lo que habían sido los sufrimientos de ese gran pueblo. De ese pueblo que, con el nuestro, habían hecho de sus capitales los dos focos irradiantes de la revolución de nuestras naciones por la libertad. Betancourt estaba profundamente impresionado. Nos quedo fuerza, e instados por mi amigo Juan Antonio Cova, que nos acompañaba y políticamente era como nuestra contrapartida, visitamos la  tumba del Tirano Gómez. En el camino, riéndose cordialmente, Cova le dijo a Betancourt: "Va a tener que descubrirse ante la tumba del ultimo de nuestros grandes caudillos". Betancour sonrío y, al descubrirse, nos dijo: "Claro que me descubro porque este ni ordena ni mete miedo...; ¡A los muertos hay que respetarlos...!"

Cuando me dispuse a regresar a Buenos Aires, Betancourt estaba en Carúpano, en plena campaña política. Me escribió una carta (9 de marzo de 1945), despidiéndose. Me decía:

"Mi querido Gabriel: 

En esta ciudad donde estoy, con sus 25 mil habitantes, puerto importantísimo del oriente, no hay muelles ni agua potable y el hospital es una vieja casa de bahareque. Traigo en estos momentos la angustia clavada en el espíritu después de recorrer sus salas sucias y destartaladas, y en ellas hacinada una humanidad doliente. Los Estados petroleros visitados -Anzoategui, Monagas- han confirmado el juicio que ya tenía sobre ellos. Lo "americano" suplantando a lo criollo. Carreteras negras, como aquí se las llama, asfaltadas, las carreteras de los "americanos", coexistiendo con pésimas vías de trocha construidas por el Ministerio de Obras Públicas. Pueblos de millares de habitantes construidos con los materiales mas precarios -el cartón sirve aquí para hacer paredes- frente a las organizaciones gringas con sus "bungalows" y sus campos verdes y sus escuelas de coqueta arquitectura. Letreros en ingles sobre las paredes de los mabiles (versión venezolana y dantesca del cabaret). Pero frente a esto, lo negativo y adventicio, lo desvenezolanizante y desamericanizante, la gran fe intacta: de este pueblo, el fervor de la juventud, el ánimo valiente de resistir. Regrese a Caracas con ricos reservorios de confianza. El contacto directo con las multitudes desnutridas fisiológicamente, pero con soterradas energías espirituales, me ha hecho mucho bien. Me ayudara a resistir la tentación de callar, eso que acecha a cada paso a quienes hemos asumido una responsabilidad social.

"No te imaginas cuanto lamento que este viaje inevitable mío me ha restado dos semanas de cordializacion contigo. Si antes te estimaba intelectualmente, ahora te valorizo en tu calidad humana. La gente viene a Venezuela y se las gana lo caraqueño, ese ambiente amable de ciudad frívola y confiada que tiene nuestra pequeña versión "porteña".

"Ojala pudieras dejarme con Carmen copia de tus observaciones. Quiero saber los cambios que señalas para afrontar nuestro problema de educación. Ahondar en el, estudiarlo a fondo, es una de mis aspiraciones mas vehementes. Tengo confianza plena que llegaremos a ser gobierno. No importa el tiempo que se requiera para alcanzar el poder; pero lo cierto es que lo tendremos algún día en nuestras manos. Y entonces será hora de realizar todo esto que es hoy un mundo de sueños y de anhelos.

"Recibe un abrazo de quien te estima y quiere, Rómulo".

Ya estaba presente el estadista en formación plena y el animador encendido de un partido, de un pueblo y de la organización del nuevo Estado. La dura realidad formando parte del idealismo, consustanciado y comprometido con ella para elevarla. Pero el estadista, en la transformación de las estructuras feudales, sin ira ni mesianismo, venciendo el colonialismo económico sin separar de la política de sus valores éticos y humanos. Sentido democrático, hondo convencimiento de que para nuestros hombres y para nuestros pueblos, la dignidad es la libertad o la justicia con libertad.

Me he detenido en la figura joven de Betancourt, que surge del halito de la Reforma, con independencia del enriquecimiento posterior de su personalidad, para mostrar el aspecto señero del estudiante que cumplió su parte en el programa común imperativo de las nuevas generaciones universitarias continentales, que no partieron de nuestra supuesta inferioridad, y combatieron aquello que impedía nuestra autentica expresión: las estructuras de dependencia interna e internacional de nuestras naciones. Inclusive, al futuro Presidente, dio el personal ejemplo, hecho de equilibrio y honradez, de liberarse del consabido infantilismo tremendista que busca realizar prontamente los programas que aparecen como perfectos, desviación tan propia de las iniciaciones políticas juveniles que terminan en el escepticismo, en el descastamiento o en lo que no quisieron, el daño social. Tal cosa pudo ser en Betancourt porque hubo en el un pensador centrado en el quicio de su pueblo, y que enseño que la realidad mas opuesta no resiste la voluntad que revoluciona con el pensamiento creador y la acción ordenada y tesonera.

Al final de ese mismo año, octubre de 1945, Betancourt presidía Venezuela como presidente de la Junta Revolucionaria, y en 1947 se realizaron, por primera vez, elecciones libres y universales, y por primera vez en nuestra America, con voto de hombres y mujeres, dictándose la nueva Constitución democrática. Era yo Ministro de Defensa en el Gobierno argentino y fui designado como Embajador Extraordinario a la toma del cargo. Muchos representantes de otras naciones me preguntaron después de la ceremonia, por que el Presidente, fuera del protocolo, me abrazo. En 1964, cinco años después, según los términos constitucionales, asumió el gobierno como Presidente de la Republica, Raúl Leoni (la primera sucesión normal de jefes de Estado en Venezuela en toda su historia), y lo mismo ocurrió cuando también en el acto oficial lo salude. Es que uno y otro eran el secretario y el presidente, respectivamente, de la histórica Federación de Estudiantes reformistas de 1928. 







Fuente: “Grandes Amigos Americanos: Rómulo Betancourt” en Vida de un Politico Argentino del Ing. Gabriel del Mazo, Editorial Plus Ultra, 1976
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sábado, 29 de marzo de 2014

Gabriel del Mazo: "A los estudiantes de Córdoba" (13 de septiembre de 1945)

La Reforma Universitaria es el movimiento de liberación de las nuevas generaciones de nuestra America en procura de las bases para una cultura nacional autentica. Sus órganos naturales son, en todo el Continente, los Centros y las Federaciones de estudiantes. Es un vasto e histórico empeño por devolver a la Nación, que es el pueblo, las llaves de la inteligencia nacional.

En nuestro país esta por lo tanto planteada, como una lucha porque nuestra mentalidad deje de ser colonial, porque la inteligencia argentina, sin mengua de su universalidad, llegue a ser argentina, preparando así la expresión lucida y constructiva de nuestra emancipación. Esto es lo que se llamo desde 1918 en Córdoba, "la autonomía espiritual de las nuevas generaciones".
Una cultura nacional, y por lo tanto popular y que tenga cepa, como la que se revindica, deberá alimentarse con raíces territoriales e históricas, de suelo y hombre. Este es un problema arduo pero constituyente que no se resuelve por los solos resortes pedagógicos, por la decisiva razón de que la política los tiene tornados, y de la política no son dueños nuestros pueblos. La Reforma Universitaria es entonces, a la vez que una acción cultural, una acción política, de gran política fundadora, que afecta a los estudiantes como ciudadanos. Esto es lo que se llamo desde 1918 en Córdoba, la "Revolución Americana"

El gran reclamo implica, en consecuencia, una doble demanda y compromiso: que el proceso sea o llegue a ser una  Revolución y que esta Revolución sea americana; y una Revolución Americana tiene estas dos exigencias irrenunciables, conforme a la índole connatural de nuestros pueblos: la libertad y la democracia. Solo sobre esas bases no traicionaremos ni nuestra índole ni nuestro destino, y se podrá erigir la esperanza del nuevo mundo: la personalidad y función humana de nuestros pueblos.
Las tendencias dictatoriales o autoritarias, opuestas por lo tanto a la libertad, nos son extrañas y contrarias, cualquiera sea el rótulo social que adopten. Las tendencias oligárquicas también negadoras de la democracia, nos son extrañas y contrarias, cualquiera sea el eventual disfraz con que se exornen.
Nuestra lucha es por lo tanto, contra los absolutismos dictatoriales de uno y otro extremo, destinados a jugar al país como moneda de cambio internacional, y contra las oligarquías, los más antiguos órganos o agentes de nuestra persistente desposesión política, de nuestra entrega económica y de nuestra sumisión mental. Por de pronto, no se concibe cómo los Centros y las Federaciones estudiantiles, responsables en el campo cultural del gran proceso emancipador y depurador que lleva más de un cuarto de siglo, puedan siquiera pensar en solidarizarse en momento alguno con las organizaciones típicas de la oligarquía envilecedora y sucia, culpable de tremendas capitulaciones contra el pueblo argentino.












Fuente: Mensaje enviado a los estudiantes de Córdoba el 13 de septiembre de 1945, Reforma Universitaria y Cultura Nacional de Gabriel del Mazo, Editorial Raigal 1955.


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viernes, 7 de febrero de 2014

Gabriel del Mazo: "Mensaje a la Juventud Radical de la República" (3 de julio de 1954)

TENDENCIAS DEFINITORIAS Y RENOVADORAS

LA UNION CIVICA RADICAL es una condensación de grandes anhelos populares de emancipación y autenticidad nacionales y un órgano publico superior para que la justicia social, sin sacrificio de la libertad, sea discernida a todos los rangos de nuestra sociedad civil. Para que su misión se cumpla debe constituir una gran comunión ciudadana sentimental y espiritualmente unida alrededor de los sentimientos y principios fundamentales de su doctrina liberadora. Los hombres y los grupos que internamente no lleguen a sentir la emoción de sus grandes orientaciones morales ni de sus planteamientos principistas y de renovación social, o aquellos que no aguanten el rigor definitorio de su programa, perturban el desarrollo y el cumplimiento de las obligaciones publicas de esta gran fuerza espiritual que trabaja por el ascenso social en todos los ordenes, y rebajan notablemente su histórico prestigio y su plena afirmación popular.

Bien sabe el Radicalismo que no es radical el que así lo decide sino el que alcanza a serlo. Que la intransigencia radical exige, aparte las definiciones, la continua superación de las actitudes personales y una voluntad constante y muy rigurosa como conducta. Pero aun así, su modalidad mas reiterada es la de proceder siempre, en lo interno, mas que venciendo, convenciendo, educando, hasta el punto de realizar los mayores sacrificios a veces hasta el limite del respeto que corresponde a sus orientaciones fundamentales; como que sacrificio fue, por ejemplo, después de 1930, la reincorporación a la filas de la fuerzas que cometieron la trasgresión del "contubernio", origen de la dictadura de septiembre y de graves acontecimientos posteriores hasta hoy. Por eso, cuando en lo intimo de la UNION CIVICA RADICAL se disputan las orientaciones, los principios y el comportamiento con la amplitud que corresponde a su entrañable índole democrática, la lucha interna —ese aparente desorden para los que no desentrañan su significado correctivo y creador— adquiere la importancia de una gestación permanente del porvenir político de la Republica. Cuando se trata de discernir y resolver sobre los rumbos por los que marchara el Radicalismo, se esta considerando, nada menos, como será el país que anhelan poner en pie los Radicales.

Toda la historia de la UNION CIVICA RADICAL es una lucha de tendencias sucesivamente definitorias y renovadoras. La causa de la reparación moral e institucional de la Republica trajo a sus filas hombres de todas las ideas y modalidades; pero a medida que fue sustanciándose su conciencia política y, particularmente, a medida que a partir de su primer gobierno debió afrontar ciertos problemas nacionales e internacionales, se fue produciendo un fenómeno de diferenciación o segregación de tendencias o individualidades que representan distintas concepciones morales, distintas ideas y distintos intereses de todo orden.

Desde su origen mismo en 1891, la UNION CIVICA RADICAL debió luchar con fuerzas que desde dentro, se levantaron contra ella pretendiendo la desvirtuación de sus fines y el escamoteo de la voluntad popular. En 1897 debió afrontar una nueva crisis casi disolutoria para sostener su bandera, fervorosamente convencida de que ninguna concesión, circunstancial ni de partido, podía legitimarse cuando estaban en juego los intereses nacionales de orden moral e institucional del pueblo argentino. Después, durante los quince años de la Abstención Larga, mantuvo su solemne definición y recogimiento, a veces con el brazo armado, soportando las disidencias y claudicaciones de los apresurados por el poder.
CONFABULACIÓN CONTRA LOS GRANDES PRINCIPIOS

Cuando después de haber pasado muchas nieblas por la frente de los pensadores, el gran ideal congregante que el Radicalismo había sostenido durante un cuarto de siglo, —la instauración de la Republica Representativa— parecía definitivamente realizado al abrirse el periodo del 12 de octubre de 1916, muchos hombres que habían coincidido en sus filas, comenzaron a disentir en la apreciación de ciertos problemas, que el pueblo ya en ejercicio de su soberanía debía resolver, exteriorizándose dentro de la UNION CIVICA RADICAL el citado proceso de diversificación que caracterizo la nueva época del Radicalismo. Mientras un ala socialmente conservadora dentro de sus cuadros trataba de circunscribir su acción a lo formalmente político y con mero sentido de "partido", Yrigoyen y los Radicales en el Radicalismo se adentraron en la sustancia social del problema. Cada hombre y la Nación como conjunto, no asegurarían su libertad si no alcanzaban las condiciones económicas de la libertad. La propia verdad representativa y las libertades emergentes de su logro, quedaban indefensas y estériles si no se instituían las condiciones morales y materiales que debían resguardarlas. Había que ejercer la defensa simultanea en el mundo del espíritu como en el orden económico, en la orbita personal como en la esfera nacional, de la libertad efectiva del hombre y de la Independencia soberana de la Nación. Habíanse auscultado reverentemente las solicitaciones de la justicia social y el Presidente de la Republica señalo desde entonces y para siempre el derrotero de la Reparación Nacional. Cuando llegaron los años 1922-1928, el gobierno de esa época, a pesar de las obligaciones propias de su origen ampliamente popular, desvirtúo el gran rumbo originario. Comenzó una fuerte evolución hacia las fuerzas socialmente reaccionarias y hasta llego con sus partidarios a complicarse en una alianza con ellas. Fueron días de infortunio para la UNION CIVICA RADICAL de cuyo seno aquel gobierno había surgido. El contubernio concertado fue, durante los años 1923-1924, el más rudo golpe sufrido por la Reparación Nacional desde los tiempos iniciales. La crisis de segregación de los "oligarcas de boina blanca" — según la expresión de Yrigoyen— fue popularmente vencida, como siempre lo serán los cismas análogos, pero el innoble contubernio que alimentaba la crisis —que reviviría veinte años después en la llamada "unión democrática"— resulto la matriz de la dictadura de septiembre y de la secuela de acontecimientos funestos de ella derivados. Fue una confabulación contra los grandes principios y tradición radicales y la causa de grandes desgracias, porque la Republica fue despenándose desde los progresos alcanzados, sin que el proceso de declinación pudiera ser detenido por el supremo y dramático esfuerzo de 1928- 1930.

El proceso reaccionario que se precipita en 1930 conduce a nueva crisis del Radicalismo —esta vez no por segregación sino por agregación— a través de la fusión del City en 1931, que fue abatiendo su capacidad radical y revolucionaria, hasta llegar a la realización de los actos necesarios para legitimar la sanción, en 1935 por el Congreso Nacional, de lo que los radicales llamamos "el estatuto de coloniaje". Este periodo de nefasta decadencia caracterizo a las direcciones radicales por su permanente cortejo al privilegio y el relegamiento de los grandes problemas sociales y económicos del país. En el orden legislativo, la diputación presto su asentimiento al régimen gobernante con el silencio o la omisión de la defensa de los bienes institucionales y materiales del pueblo, mientras dicho régimen organizaba progresivamente la supeditación de la riqueza, la producción y otros aspectos del desarrollo nacional, en favor de minorías internas e intereses extranjeros. Iniciativas radicales, como las centrales hidroeléctricas del Estado y los gasoductos, durmieron en las comisiones porque lesionaban al "holding" de la Chade y a los consorcios internacionales proveedores de petróleo y carbón de piedra.

PERDIDA DEL IMPULSO POPULAR

Así comenzó a prosperar el escepticismo popular y se inicio la dilapidación de la gran herencia radical. Así se preparo el campo para el avance de las tendencias totalitarias que mostraban al fraude y la claudicación de las representaciones populares como características inherentes e irremediables del sistema democrático. De modo que, pasados los años, el cuadro del país era la entrega al capital monopolista de su producción esencial —petróleo, carnes y cereales— así como de los transportes y finanzas y, simultáneamente, la entrega de la economía interna en un proceso de monopolización, de dominio del mercado interior por los frigoríficos y de la producción del campo por las grandes casas cerealistas, las que a su vez iniciaron el comercio de artículos de primera necesidad. Es decir, fraude y enajenación económica; o sea, como expresión política total: oligarquía e imperialismo. La desvirtuación del sentido democrático del Radicalismo, la restricción de sus objetivos al campo político-formal, frente al privilegio económico social y de espaldas al alma histórica de la época, enajenaron su característico impulso popular y cancelaron su función nacional, mientras en su propio seno funcionaba una "maquina política", se obstruía el surgimiento de la nuevas generaciones y se silenciaban vergüenzas que tanto desprestigiaban a la UNION CIVICA RADICAL.

FALLAS ANTE LA ESTRATEGIA DICTATORIAL

Mientras tanto, comenzada ya la década del 40, la Republica vivía un estado pre-revolución. Hubiera sido el momento de los rumbos creadores y fecundos, si las esperanzas populares hubieran encontrado eco y cauce en vez de engaño y desesperanza en la vida partidaria. Pero las directivas ahondaron la separación entre el pueblo y la UNION CIVICA RADICAL, y el régimen dictatorial utilizo esta increíble deformación cívica y dilapidación de riqueza política e histórica, para usar una fraseología revolucionaria y agitar como senuelo, sin sentirlas, las consignas tradicionales del Radicalismo: la lucha simultanea contra la oligarquía y los imperialismos. ¿Como contestaron las direcciones del Radicalismo a la estrategia del régimen dictatorial? Urdiendo la "unión democrática" de 1945, negación flagrante de la razón de ser de la UNION CIVICA RADICAL, y reduciendo cuanto había sido el gran Radicalismo —con decisivo abandono de su función protagónica— a una dirección opositora sin propio carácter, decepcionando al pueblo argentino y llevándolo a pronunciarse en la forma que lo hizo, ante la falacia de su programa silenciado por el compromiso y el descreimiento. Pero a pesar de estos grandes y reiterados infortunios, había venido manifestándose —cien veces vencida y cien rediviva— la tendencia de la autenticidad radical: la que seguía creyendo que la política del Radicalismo no podía marchar por otros senderos que los de la vieja Reparación Nacional; la de los hombres o grupos que aspiraban a proseguir la gran construcción que Yrigoyen dirigió desde el gobierno o fuera de el contra el "régimen" visible o embozado, defendiéndose permanentemente de aquellos radicales de la rama bastarda, que al "régimen" se ligaron por medio del "contubernio" para combatir al Radicalismo tradicional. Para tal emprendimiento, no era necesario sacar al Radicalismo de su sencillo planteamiento fundamental de Causa y Régimen, sino esclarecer el sentido actual de tal dialéctica a la luz de las experiencias de varias décadas y del desarrollo de las ideas radicales.

Así fue profundizándose, en toda la extensión de la Republica, una honda comprensión de los problemas nacionales, que llevaría no a reclamar simplemente las libertades propias de toda democracia sino también las condiciones morales, sociales, culturales, económicas e internacionales para su existencia. Además, debía reclamar la correspondiente renovación que depusiera a los dirigentes políticamente caducos, de orientación cuando menos insuficiente. Era ya insoportable y necesitaba corrección la vida interna radical, tironeada por conservadores que se decían radicales, y por agentes del negociado del "chadismo" que transitaban impávidamente entre sus filas y mandaban desde los cargos. Se iba apagando la vocación para una política con grandeza, de rango nacional y carácter revolucionario. El Radicalismo se reivindicaría, como siempre, la libertad como primer reclamo humano y nacional, pero por eso mismo se habría de considerar obligado a afrontar la pretensión contraria del privilegio económico, representado por la vieja y la nueva oligarquía plutocrática extranjerizante, en favor de la reparación moral, espiritual, cultural, política y económica de los argentinos y de la Nación que constituyen.

EL MOVIMIENTO DE INTRANSIGENCIA Y RENOVACIÓN

Así fue fundado el movimiento de Intransigencia y Renovación, para reivindicar la UNION CIVICA RADICAL como la gran fuerza nacional del civismo argentino y retomar su larga lucha a fin de instaurar una democracia política, económica y social. Según su gran tradición, la soberanía popular seria el fundamento de las instituciones; la libertad y derechos de la persona, la exigencia de toda organización social y moral. Como consecuencia, resultaría la afirmación de la personalidad de la Republica ante el mundo con propio carácter. Produjo dos declaraciones iniciales: la de Avellaneda, en abril de 1945, y la de Rosario, en noviembre del mismo año. Declaraciones que integraron un gran programa de afirmación política, económica, social e internacional, sobre la base de la intangibilidad de las libertades, es decir, con la preocupación esencial del hombre como entidad cuyo desarrollo exige la libertad; porque la UNION CIVICA RADICAL no reconocería a ninguna política social, económica, cultural o internacional, sino es sobre esa base. Tanto las doctrinas como sus realizaciones son por ella juzgadas según la suma de libertad real que dan a cada individuo, pues la dignidad del hombre es el origen y la fuerza fervorosa del sentimiento radical. Cuando los poderes del pueblo están en manos de oligarcas o dictadores, estos llevan fatalmente a la formación de una burocracia liberticida —sea en el orden nacional o internacional— enunciando tareas que no se cumplen ni podrán cumplirse por ser ajenas y contrarias al sentido creador de la libertad. Sobre las bases del Movimiento se reconstruiría la UNION CIVICA RADICAL, no para evitar o eludir la implantación de medidas de justicia social, sino precisamente para asegurar su imperio, pues el Radicalismo es el órgano de liberación política, económica y cultural del pueblo argentino, propulsado definitivamente en tal integral carácter por el presidente Yrigoyen desde 1916. No movieron a los declarantes propósitos electoralistas sino la voluntad de contribuir a la construcción de una gran democracia social y económica, avalada por la limpia conducta de los hombres que así lo expresaron, entre los que había viejos luchadores y representantes de las nuevas generaciones. En agosto de 1947 se reunió el Primer Congreso Nacional del Movimiento de Intransigencia y Renovación, y, al condensar la doctrina radical, hizo su "Profesión de Fe" y dio las grandes "Bases" para la acción radical. El Movimiento trajo una intensa y saludable crisis interna, y la Convención Nacional de abril de 1948, surgida de la renovación, por primera vez por el voto directo de sus afiliados en todo el país sanciono unánimemente aquellos importantes documentos, con vertidos así' en textos definitivos de la UNION CIVICA RADICAL. Desde los años 1930 y 1931 y muy particularmente desde la fundación del Movimiento de Intransigencia y Renovación en 1945 y la realización de su Primer Congreso Nacional en 1947, el Radicalismo tuvo el problema irrescindible de atender dos tareas simultaneas: una, la de luchar contra la conculcación de las libertades por el régimen; la otra, la fundamental y permanente, con que aquella se nutre y toma aliento popular: la de luchar por la reconstrucción nacional de la UNION CIVICA RADICAL para la realización de la democracia integral de nuestro pueblo. La de trabajar sin descanso "para quebrar la hegemonía, en ciertos distritos, de los últimos núcleos del conservadorismo interno", como dice el manifiesto de la Intransigencia de la Capital de la Republica, de 1949. La lucha contra el "régimen" va más allá de querer su derrota, porque consiste en librar al pueblo argentino de las influencias de todos los grupos reaccionarios e imperialistas que, desde antes de la caída de Yrigoyen, trabaron la marcha del país, a cuyo dominio no escapo la organización radical.

LA UNIÓN NO ES UN HECHO FORMAL Y EXTERNO

La unión interna carece de sentido, o posee un sentido contrario a la concepción integral del Radicalismo, si implica postergarlas definiciones mas claras y precisas alcanzadas por la conciencia radical frente a los mas graves problemas que afectan la vida de la Republica. La unidad no es un bien en si, ni es un hecho puramente formal y externo, basado en la inconsistencia de un agrupamiento indiferenciado y engañoso de intereses dispares, sino la forma anhelada de un proceso vivo, realizador de una transformación de raíz. La unidad deseada no es un deposito nivelador donde puedan llegar a volcarse los intereses reaccionarios nacionales y exteriores; una postillón exclusivamente negativa, limitada a la critica de lo eventual, que no ayude al país a salir de sus grandes dificultades, sino una organización democrática y eficaz de grandes orientaciones transformadoras y reconstructivas, reserva y garantía contra nuevos desengaños y funestas desviaciones. "No es el caso de mejorar los efectos de las causas —dijo Yrigoyen— sino de extirpar las causas para que no se produzcan los efectos". Un régimen lesivo de la causa nacional obedece a motivos políticos, económicos, morales, espirituales, es decir, a un conjunto de condiciones de la vida nacional, que debemos transformar por la conciencia política y por la acción política para remover sus motivos determinantes o su reiteración posible, mediante un programa hondamente profesado que contemple todos los aspectos de la vida nacional. Bien decía Lebensohn que considerar al Radicalismo solo como un movimiento negativo de un régimen —posición ansiada por el pensamiento conservador— declinando definiciones de futuro, conduciría a la derrota; pues sin los grandes móviles de una justiciera construcción, no habría en la resistencia la voluntad de sacrificio indispensable para superar los recursos de fuerza. En el supuesto caso de llegar al poder, sin conciencia colectiva bastante sobre asuntos vitales, en vez de firmeza en el rumbo se tendría entonces el debate turbulento y anarquizante nada menos que sobre el conjunto de cuestiones que configuran la crisis de nuestro tiempo. En el caos se daría el predominio final de los intereses del privilegio que ejercen el poder económico y retienen posiciones, y otra vez sobrevendría la decepción popular. La desesperanza general y la subsecuente aventura configurarían una nueva frustración radical y argentina.

FECUNDA LUCHA MATRIZ

Estas consideraciones recordativas que dirijo a los jóvenes de la UNION CIVICA RADICAL, legatarios de su destino, tienen viva actualidad, pues una incurable tendencia interna, cuyas direcciones sucesivas, profesantes de una falsa unidad, han sido pacientemente soportadas en lo interno a través de años y de acontecimientos graves, acaba de producir una segregación que permitirá un renacimiento saludable de la UNION CIVICA RADICAL, al liberarse de su contumaz acción regresiva. Su línea política es la de la crisis 1923-1924, la de la dirección decadente del Radicalismo que desemboco en la "unión democrática" y hasta ayer mismo, frente a la retoma de los grandes principios radicales conculcados y la formación de las grandes Bases radicales de reconstrucción nacional, su permanente obstruccionismo del programa y su latente intención de recidivar la mencionada funesta "unión democrática".

Bien dijo Yrigoyen —cuando se le pidió explicara por que se llamaba Radical a la Unión Cívica— que la denominación de Unión Cívica expresaba su origen y el agregado Radical es el vivo anatema a las atroces desviaciones de que ha sido victima "dentro" de su propia entidad, que es donde se decide la historia nacional. Por causa de tales apostasías "se multiplicaron sus crucificaciones y se infirieron a la patria muchos y mas sensibles daños que aquellos que motivaron su convocatoria".

Esta crisis ofrece a la Juventud Radical la oportunidad de contribuir, con una fecundidad que no pudo tener durante muchos años, a la construcción política del país querido, colaborando desde cada pueblo, desde cada Provincia, desde la capital de la Republica, en las tareas y en las orientaciones que se condensan actualmente en el Comité Nacional.


El Radicalismo es lucha por la libertad, y por eso mismo, lucha por las realizaciones sociales para garantizarla. El Radicalismo no solo es así una fuerza esencialmente revolucionaria en el sentido político moral — especie de sencilla religión temporal que aspira a la reforma interior del hombre por la conducta—; sino también como consecuencia una fuerza que lleva un mandato revolucionario en el orden económico, social y cultural. Pero es, por eso mismo, y en primer término, una lucha en sus filas por su estricta radicalidad; una lucha por sustanciar y actualizar plenamente su definición; por afirmar su programa; porque su plan y métodos efectivos sean fielmente profesados por sus dirigentes. ¡Fecunda lucha matriz! Gracias a ella —que ha sido incesante desde hace sesenta y cinco años en permanente elaboración del futuro—, la UNION CIVICA RADICAL esta hoy en pie, en medio de tremendas dificultadas internas y externas y luchando noblemente por superarlas, como la esperanza de la Republica.
Buenos Aires, julio 3 de 1954.







Fuente: "Mensaje a la Juventud Radical de la República"  por el Ingeniero Gabriel del Mazo en el Radicalismo "Un siglo al servicio de la Patria" Compilación Carlos Giacobone y Edith Gallo, 1991 año del centenario.
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miércoles, 10 de octubre de 2012

Gabriel del Mazo: "Meditación en el Día de la Raza Americana" (12 de octubre de 1940)

La expresión Raza, es formula espiritual; símbolo que encierra la definición de América en su deber histórico. Un proceso instaurado en el corazón de nuestras gentes, que ya se reanuda en el piano de la conciencia, recreara con signo americano, la idea de Raza, cargada de errores. Raza no es fatalidad somática ni expresión material; es obligación de una estirpe de libertarse y libertar; emblema de afiliación al linaje humano en su historia. Si América acuna la esperanza milenaria de la especie, dará libertad a cambio de estigma implacable. En sustancia de espíritu quedara resuelta la pretensión no derrotada de arrebatar al hombre su alma. La fuerza y lo que es peor, la impunidad, carece de autoridad para dictar, en carácter de civilización, sus leyes descaradas. Si una civilización abandona los valores éticos, lo que queda es basura, lodo. En el ideal del hombre humano, América desplegara una milicia capaz de aventar con fuerza pura, los males y aberraciones de un tipo de vida basado en lo momentáneo y deleznable.

Con Libertad no ofende ni teme. Y si el Viejo Mundo carece ya de magisterio, es el Nuevo que debe decir su nombre y asumir su propia docencia. Las fuerzas del juego exterior transaran, ellas, con una realidad americana insurgente y afirmativa, cuando se la construya fuerte en el cuerpo y humana en el espíritu. Y nuestra producción material será para los demás tan necesarias en el trueque, como imprescindibles nuestros bienes morales para alimentar la esperanza del mundo.

La humanidad esta sufriente y despedazada, y el ansia de justicia buscan la tierra prometida. La matanza no puede estar en nuestro orbe, y la gran misión de América es crear las condiciones de intervenir no en la guerra, sino en la paz del mundo. América bien entiende el drama lacerante de la soledad del hombre europeo, arrastrando su corazón en el barro, porque América tuvo y tiene su martirio; y no una, sino inacabables guerras de siglos mordieron su carne; y en soledad y escarnecidas estuvieron sus gentes como mercancía colonial. Más, una universalidad de Nuevo Mundo la capacita y la sobrepone, para discriminar la justicia o la fatalidad de cada hombre contendiente en la guerra de Europa. El imperialismo que perturba el mundo, es una maquina ciega que obra conforme a sus necesidades, para las que el hombre y su espíritu son solo útiles de servicio. No podría jamás atender razones éticas, ni tampoco los hombres maquinizados que son sus piezas, ni aun las fuerzas sociales o los Estados que al ceder se incluyen en su engranaje. Y no hay alternativa hoy para la pobre monada humana, en una nueva crisis de sangre, que no sea la de medir su pequeñez, sin embargo sustancia de divino. Pero si el hombre queda consigo mismo sin evasión posible; si el hombre queda en comunión con el hombre, esta forzado a encontrar en ese insto y único ámbito de refugio, su salvación. Tal vez se de el milagro de que nazca con esa raíz, la gloria y redención de un renacimiento.

América debe prepararse en la unión de sus pueblos, para defender su patrimonio moral y material del posible desborde de unos y otros conquistadores. Debe también, en el espíritu del Pueblo, asumir una reconcentración de hondura que le permita en nueva conciencia, erigir las grandes bases de la Nación aún no nacida. Luchara contra el prejuicio de inferioridad con que hemos sido educados, que señala nuestras condiciones de vida como un fatalismo ineluctable, que atañe a nosotros y no a lo que constriñe. América debe librar su cuerpo del sometimiento y su espíritu de los venenos prevadidos, para rehacer aquí la Gracia y distribuir fortuna de Alegría. Su Filosofía comenzará en conocerse; su Política desplegara una pedagogía del Pueblo como persona de autoridad; su Moral ayudara el ascender con respeto humano, desde la necesidad hasta el verbo; hasta toda creación. Es en la fe profunda en lo popular nacional y en lo popular continental donde esta nuestro rumbo cierto y digno, donde están todas las iluminaciones de nuestra salvación.

¿Que es entonces la Raza en América?  Raza en América es una de las rectificaciones fundamentales que este mundo Ande-americano hará a los otros mundos. Raza no puede ser aquí "raya", frontera de agresión (por bárbaro y frívolo deslinde). Raza es, si, raya de hilo; tejido, en acepción de malla; fibra como esta en nuestra lengua—; hebra, del enhebrar solidario de una misma comunidad, trenzando sueño de futuro.

Su  raíz esta en el hombre, dignidad en el seno del Pueblo. ¿Y donde esta la raíz del hombre que no sea en el hombre mismo? Raza es contenido multanime de un grande y único Pueblo-Continente, nuestro y típico. Raza es luz del alma aposentada sobre la carne humana, india, blanca, mora, negra, que ha ido conjugando migraciones, lluvias, mares, fuego, aire y sol de los días. Y por esta síntesis, Raza es creación que busca encanto es el Espíritu del Pueblo, perfumada flor aun enterrada.

Sí. La fuerza de América es el espíritu de su Pueblo; y he tardado en decir por que el cultivo del espíritu de su Pueblo, porque la cultura de la Raza americana, tiene un futuro inmenso. Y es, porque en la ética de ese Pueblo, de esa Raza, la valoración mas alta no es el saber, no es la ciencia, no es la técnica; menos la riqueza o el poderío: es la conducta; es el ser hombre. Nuestros pueblos además, son todavía Pueblos; que a pesar  en su impuesta vida apócrifa, a pesar de la sumisión  a la libre técnica o al vivir regimentado, poseen vivas vertientes. Valor, no es  para nuestras gentes, cierta pacotilla material llamarse civilización. Nuestro pueblo- pueblo, pertenece a un linaje emocional, sobre el que la civilización material cometió muerte y distorsión, pero no triunfó. Y nuestras gentes tienen eticidad igualitaria; de donde nuestro profundo sentimiento democratizo. Todos los hombres pertenecen al Pueblo: participan del Pueblo como unidad de justicia. Solo esta orientación que parte de la personalidad humana y a la vez la erige en fin; sólo este sentido que cuida de los medios porque son formatos; sólo esta doctrina que no invierte los fines del Estado; solo esta concepción social y moral de profundidad, no de superficie, es hoy una latente respuesta a la ansiedad humana.

Lo democrático no es en América pura opción intelectual: es un estado del alma: una categoría religiosa. Le es connatural: esta en su entraña. Nadie que no sea un profeso de la libertad, es un americano. Y todo país, todo hombre que vulnera tal condición, dejaría de pertenecer al Nuevo Mundo.

Como la Patria es situación de alma, y el Pueblo el único patriciado, la moral política se anima y objetiva en la consideración del Pueblo como ser histórico, del mismo modo que se encarna en lo personal, como valoración ética en que late toda la mística humana. Cuéntese que la Democracia no es cosa cumplida, ni ha podido serlo en lugar alguno para medrar en su nombre. La Democracia es el proceso milenario del hombre por integrarse. Es el método que necesita su vida total para desplegarse. Es el nombre de la dignidad humana que va propugnando sistemas sociales conforme a la experiencia secular y a las sucesivas alturas de los tiempos. Y ese proceso es inmortal, no solo porque la Democracia confiere a cada promoción el derecho de construir con su cabeza y con sus manos una sociedad mejor sino porque; solo la Democracia es en la vida social un sistema que concede al hombre corazón.

Cuando vinieron los conquistadores españoles, quedaron impresionados porque los indígenas se alimentaban de raíces; insuperables alimentos brotados, como la vida, de la tierra. La tierra es el tópico intense* de afirmación telúrica que nutre el espíritu de una Raza. Expresión de profundidad y de serenidad, seguirá venciendo, conjugando, transformando, con raíces del suelo y cielo, el espíritu del hombre americano, hijo de la tierra en la sangre a través de los tiempos. ES el espíritu territorial que da alimento a las razas y a las culturas. Nacidas en su tierra, América dio las vitaminas alimentarias al mundo y a Europa, apareciéndose mágica en el camino de las especias, que era la senda para que no se pudriera la carne. Pero también América dió alimento de esperanza, que levantó sobre las proas mareantes, como surgidas de las aguas, las estrellas del Crucero: los brazos en cruz de la ya presentida redención nueva:

“ e vidi quattro stelle non viste mai,

fuor ch'alla prima gente..."

"o settentrional veaovo sito, poi che privato se di mirar quelle!..."

Purgatorio (I, 23-27).

Preñada viene América de esperanza sagrada de integridad humana y universalidad histórica. Por eso ha tornado para su Raza, de todas las razas de su vida. Su Mito es que el Mundo Nuevo de Raza Nueva amparada por cuatro estrellas. Cantemos su destino, que el cantar conjuga la voluntad, la marcha y el vuelo.


Una pregunta ha sido hecha, ¿Que es lo que lleva a los pájaros en vuelo, como si uno solo fueran? Ligados por el cuerpo, ala con ala, (como nuestros pueblos, cuyo Espíritu será América en alas); ligados por el cuerpo, no bastaría para volar unidos. Y una respuesta ha sido dada: lo que les lleva en vuelo, y rumbo, es eminencia y rumbo, el canto. A nuestros pueblos unirá  en el ascender  y andar en vuelo, cuerpo y canto. Pero sepamos que es el Canto quien animando, conduce, transporta, rima.












Fuente: "Meditación en el Día de la Raza Americana" por el Ingeniero Gabriel del Mazo en Reforma Universitaria y Cultura Nacional de Gabriel del Mazo, Editorial Raigal, 1955.

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domingo, 19 de febrero de 2012

Gabriel del Mazo: "Arca Santa" (1955)

La reciedumbre y el fervor de la lucha libertadora radical, siempre han sido logrados por el Radicalismo cuando, volviéndose hacia su historia y ateniéndose a su credo, acentúa los aspectos constructivos de su predica.

Surgen nuevas generaciones; participa la mujer en la vida cívica; se amplia a todo el territorio nacional la actividad política. No debe quedar un argentino que no sepa que es y que quiere el Radicalismo; tarea, en su medida, insistentemente demorada. Nada ha podido apagar la fe radical —sentimiento limpio y genuino— reencendido cada vez en el pueblo, ¿Cómo no había de encontrar sino cauce la vieja esperanza argentina?

La sistemática negación del Radicalismo por sus direcciones de otrora, hizo que el Movimiento de Intransigencia y Renovación encontrara, a su advenimiento, buena parte de las promociones juveniles, o alejadas de la Unión Cívica Radical, o desviadas hacia agrupaciones de tipo exótico, las que, engañosamente, y ajenas a lo que ha sido la moralidad de nuestro pueblo, apreciar como satisfaciendo sus ansias. La retoma por nuevas direcciones del Radicalismo, del principismo radical, de los afanes de justicia que le son propios, de ideas creadoras en vista de grandes problemas nacionales, volvió a llenar con jóvenes las filas. Mandato de la tradición de Alem; garantía de vitalidad y de renuevo; signo de eficacia social.

Los jóvenes argentinos que, actuando en la vida publica llegaron a considerarse adscriptos a unos u otros de los extremos dictatoriales importados, en general no son esencialmente tal cosa: son radicales que no han encontrado al Radicalismo; como tantos hombres, como tantas mujeres. Pero, claro es, que ni ellos ni nadie hallaran al Radicalismo si el Radicalismo no esta. Si no esta ante ellos como fuente emocional, sin lo cual no se concibe, y en la plenitud de su ley moral y social. Si quienes debiendo encargarse de renovarlo, construirlo y mostrarlo remozado, definido y entero; de revelarlo en la excepcional riqueza de su contenido ideal retacearan su significado o declarasen postergado su programa o rebajasen su ley, desconfiando de su grandeza o de la justicia de su causa, o paradojalmente señalasen en su seno como perturbadoras las grandes ideas radicales. Si olvidasen que el Radicalismo no sólo es una fuerza revolucionaria en el sentido político-moral que contribuye a la reforma interior del hombre por la conducta, sino también, y particularmente a partir de su primer gobierno nacional, una fuerza que lleva un mandato revolucionario de orden, económico, social y cultural.

Lucha por la libertad —emprendimiento, por lo tanto, esencialmente argentino—, es, por eso mismo, lucha por las realizaciones sociales necesarias para garantirla; por poner en pie al hombre argentino; por defender su propio carácter, su condición autentica, resguardándolo de la desvirtuación de sus nobles sentimientos y altos ideales; por organizar la vida na­cional para que la justicia le sea discernida con igualdad, así fuese el mas humilde, y no sufra así desmedro el gran destino moral posible de nuestra Nación en el mundo.

Porque no hay programa mis importante a que pueda dedicarse el esfuerzo de la Unión Cívica Radical histórica, po­pular, emancipadora, social, que el de luchar otra vez por la recuperación, plena del sentido ideal de nuestro pueblo, por el integro restablecimiento de su patrimonio de característicos bienes morales, por la custodia del "área santa" que decía Alem, es decir, por la restauración y fortalecimiento del alma argentina, que sigue siendo radicalmente nuestra base más firme de ser una gran Nación.










Fuente: "Arca Santa" por el Ingeniero Gabriel del Mazo en "Breve Historia de la Reparación Nacional" en "Definiciones Radicales", 1955.
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miércoles, 15 de junio de 2011

Gabriel del Mazo: "Radicalismo y Reforma Universitaria" (1955)

La Reforma Universitaria nace y se desarrolla en la República Ar­gentina, simultánea y simétrica con la ascensión del Radicalismo al gobierno de la Nación y en su clima de movilización y realización de lo auténtico. La abstención del país en la primera gran contienda mundial, hecho de extraordinaria conciencia radical, permitió a la Nación reple­garse sobre sí misma y tomar perspectiva para dilucidar los motivos de aquel desastre, la falsedad de una civilización predatoria y superficial; la inhumanidad intrínseca del sistema social en crisis. Por vía de la transformación política radical, en todos sus ámbitos nacía o afloraba la fe en lo propio y en la función y responsabilidad de lo propio, y en esa corriente de la nacionalidad, la Reforma Universitaria labró su cauce fecundándola a su vez. Al llamado de la juventud argentina, la juventud sudamericana asumió, país por país, la decisión de salvar nuestros pue­blos del destino de los pueblos europeos. Frente a las revelaciones de la gran guerra, frente a una cultura que conducía a la muerte, aquel movi­miento le negó magisterio y fué el órgano específico de la transformación que reivindicaba una cultura no impuesta, no sólo nueva y distinta, sino salvadora.


"El acceso del ciudadano a la vida nacional, traído por el Radica­lismo, como el acceso del estudiante a la vida de las Universidades, traído por la Reforma Universitaria, son dos índices de un mismo fenómeno, dos formas de un mismo proceso de alumbramiento civil de la conciencia nacional, de una misma lucha por la integración orgánica de la nacio­nalidad. El vasallaje social impuesto por las oligarquías políticas dueñas del poder y de la riqueza, habían consumido nuestro aliento vital, del mismo modo que en el orden educativo, el régimen de tutela mental que ejercieron, sofocaba el porvenir argentino, en los retoños del espíritu naciente" 
 (G. del Mazo, Reforma Universitaria y Cultura Nacional. Editorial Raigal, Buenos Aires, 1955).


El Radicalismo como gran escuela en el campo de la política y la Reforma Universitaria como gran política en el campo de la Escuela, son movimientos que cada uno en su área, aspiran a formar la persona­lidad del hombre argentino y de la Nación Argentina.












Fuente: "Radicalismo y Reforma Universitaria" por el Ingeniero Gabriel del Mazo en "El Radicalismo" Ensayo sobre su historia y su doctrina de Gabriel del Mazo, 1955.


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martes, 14 de diciembre de 2010

Gabriel del Mazo: "Docencia eminente de Alem e Yrigoyen" (1955)

La docencia de Alem e Yrigoyen para que no se desvirtúe el espíritu nacional en sus esencias emocionales y éticas, es decir en sus grandes po­sibilidades creadoras, y en su concepción de la política como mística hu­mana y no como simple tópico de partido, influye hasta nuestros días. Su escuela, en el pensamiento y en la acción constituyen la auténtica vida histórica nacional en lucha denodada contra lo antihistórico, contra la adulteración de la índole más entrañable, y en favor de una ascensión digna de lo argentino: un denodado esfuerzo por la conexión del auten­tico vivir personal con el espíritu objetivo. Re hace más vivo y más com- pleto el magisterio desde el 97 al 912. Pero desde el 912 al 922 desenvuelve ciclo extraordinario, sin precedentes en magnitud y en modo en toda nuestra historia.

Esas dos vidas, la de Alem que reivindica la personería del pueblo como "único artífice de su destino"; la de Alem, que dijo además, "hay siempre en el aire de la República, dos programas perpetuos, el del posee­dor y el del desposeído", describiendo de tal modo las dos situaciones con que se plantea la injusticia social; la de Alem, el primero que coincidió íntegramente con el sentimiento moral y lírico de su pueblo y con­denó a los que cometieron infidelidad, que por ser menosprecio de ese tipo de bienes, era infidelidad a la Nación. Esas dos vidas, la de Alem que reivindicó con una rotundidad, no sólo de doctrina sino de hechos concordantes, la condición moral como inseparable de la condición po1itica; y la vida de Yrigoyen que refirmó y enriqueció la fundamentación ética propuesta y constituyó de manera definitiva y espiritualmente in­destructible, la Unión Cívica Radical, esas dos vidas, representan lo más alto y lo más ejemplar en el desarrollo histórico argentino después de la grande epopeya inicial de la nacionalidad.

Cuando se examina el significado del Radicalismo a través de esos dos grandes intérpretes y conductores iluminados de la nacionalidad, vemos en su pensamiento y en su obra una absoluta unidad de concep­ción doctrinaria, sucesivamente enriquecida, de tal amplitud y consis­tencia, que puede transportarse al gran escenario del mundo en sus aspectos fundamentales, como una traducción de anhelos superiores a veces inexpresados pero profundamente latentes de todos los pueblos sud­americanos.










Fuente:  "Docencia eminente de Alem e Yrigoyen" por el Ingeniero Gabriel del Mazo en el Radicalismo "Ensayo sobre su Historia y Doctrina", Editorial Raigal, 1955.
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Gabriel del Mazo: "La Unión Civica Radical un movimiento nacional histórico" (1955)

Yrigoyen siempre insistió en este concepto, que han olvidado a veces las direcciones del Radicalismo: que la Unión Cívica Radical no es un mero "partido" político. "No es un partido más, cuya acción se limita a ser sólo una oposición a las calamidades gubernativas, ni "una parcialidad que lucha en su beneficio", ni "una composición de lugar para tomar asiento en los gobiernos", sino "el mandato patriótico de nuestra nativa solidari­dad nacional"; es una convocatoria y organización, un Movimiento nacio­nal histórico, que lucha como consecuencia de responder a una concepción afirmativa de la vida argentina, cuya auténtica cualidad debe sustanciar y defender contra todo cuanto se le opone.

Una fuerza que así se propone realizar la Nación; que viene a con­quistar, en vista del derecho de la Nación, el plano natural constitutivo sobre el que pueda levantarse con autenticidad y grandeza la vida toda, en cuerpo y espíritu, de su Pueblo; no podría por lo tanto ser considerada en el rango de los comunes partidos políticos. Menos aún de "izquierda", o de "derecha", o de "centro", como con mentalidad y lenguaje de copia e increíble desconocimiento de la afortunada originalidad doctrinaria del Radicalismo, hasta algunos radicales suelen pecar en el decir. Esos térmi­nos, acuñados por realidades políticas de países de otros Continentes, a veces organizados en contra nuestra, sustentadores de Estados dictatoriales o imperialistas, corresponden por lo tanto a la concepción amoralista de la política y de la cultura que los rige; y cuanto una política carece de con­textura moral personalizante, no es radical, ni revolucionario ningún *' izquierdismo'' que lo pretenda.

No es el Radicalismo un simple partido, como no pudo serlo el gran ideal congregante que reunió a los patriotas que fundaron nuestra Nación siete las naciones hermanas en la lucha por la Independencia. Es una fuerza de la historia nacional y continental, que concibe la República como idea moral, y que brega por darle constitucionalidad a la Independencia: por constituirla; por dar a la Nación en su pueblo, bases firmes, morales, espi­rituales y políticas, para su desarrollo auténtico.

Su programa, es una suma de programas y una continua lucha prin- cipista, que aspira a introducir la autoridad de la moral en el sistema de la política, con la preocupación, ante todo, del alma del hombre argentino. No advertirlo es caer en todos los errores de apreciación crítica o de con­ducta ciudadana en su seno.

Por ser ético el fundamento del Radicalismo, es propio de su doctrina considerar que la prosperidad y el progreso del país está preferentemente constituido por sus fuerzas morales y su grandeza reside, no en los bienes materiales o en la organización física del poder, sino en las grandes virtu­des de su pueblo, que hay que preservar y estimular para que se traduzcan en bienes de validez universal. Las necesarias construcciones y organizacio­nes materiales deben ser un medio para defender aquellos valores y no para corromperlos o anularlos. Si el Radicalismo es verdadero, constituye así un humanismo a la vez personal y social, para el cual la verdad política no es distinta de la verdad moral. Por eso conduce a la libertad y a la justicia social. Es una íntegra conducta humana que no disocia la doctrina y los hechos, una de cuyas manifestaciones es la vida internacional. Esta gran política reivindicatoría debe ser practicada y defendida en lo esencial con fidelidad, sin concesiones, intransigentemente; intransigencia radical que aspira a ser un método de formación y defensa del espíritu personal del ciudadano y del espíritu social del pueblo todo, una escuela de constante formación integral y ascendente de la nacionalidad.

De ahí que, para los partidos de orden común, frente a circunstancias graves, el procedimiento lógico sea ceder o transar; mientras que la vieja lección del verdadero Radicalismo, la que dieron sus grandes apóstoles y maestros políticos, sea conciencialmente y emocionalmente lo contrario: no transigir. Por lo mismo que el Radicalismo, si se coloca en su plano esen­cial, crea la conciencia del valor valioso de cuanto se juega, ante el peligro o grave riesgo, se abroquela, no pacta: defiende las bases de la naciona­lidad, en primer término la contextura ética esencial del espíritu argentino.

Yrigoyen hubiera podido resolver el problema de la obtención del po­der, mediante acuerdos, cien veces; pero para él no se trataba de enredarse en las sinuosidades del oportunismo ni de replegar la Causa nacional a las grangerfas de un triunfo efímero. Se trataba ante todo de la personalidad, del alma del pueblo, del carácter nacional; de instituir con el Radicalismo, con firmes bases institucionales, la escuela permanente de auto creación espiritual y moral de la Nación conforme a su propio genio y propia gran­deza posible.


Desde un punto de vista impersonal y de plena objetividad política, la característica distintiva de las dos corrientes internas de la Unión Cívica Radical, que de una manera implícita o explícita constantemente existie­ron, consiste en que una de ellas consideró en todo momento al Radicalismo como un "partido", es decir, como una parcialidad dirigida a la conquista del poder, y por eso ha sido propensa al acuerdismo y ha solido colocar lo electoral o gubernativo en el plano de los fines; y en que la otra, consideró al Radicalismo como el Movimiento, que si afirma sus principios gobierna siempre: gobierna en el gobierno o gobierna en el llano. En tal concepto hubieron instancias decisivas en la contienda interna, particularmente gra­ves, cuando conducidos algunos hombres por su idea de Radicalismo como "partido" y no como instauración de la Nación sobre sus bases espirituales y morales, llegaron hasta la concertación de pactos con los adversarios naturales de la Unión Cívica Radical, o convenios internos para transigir doctrinariamente; de donde dimanaron los daños más perniciosos.











Fuente: "La Unión Civica Radical un movimiento nacional histórico"  por el Ingeniero Gabriel del Mazo en El Radicalismo "Ensayo sobre su Historia y Doctrina", Editorial Raigal, 1955.

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