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jueves, 14 de diciembre de 2017

Agustín Rodriguez Araya: "Debate de la Ley 14.499 Jubilaciones y Pensiones" (14 de agosto de 1958)

Sr. Presidente (Zanni). — Tiene la palabra el señor diputado por Santa Fe.
Sr. Rodríguez Araya. — Señor presidente: después del análisis exhaustivo realizado por los señores diputados que me han precedido en el uso de la palabra, con relación a este problema de los jubilados y pensionistas, tratare de no repetir conceptos ni argumentaciones. Diré cosas nuevas.

Se ha hablado mucho del dolor y la miseria de los jubilados, y he escuchado un poco impávido que la responsabilidad y la culpa de todos los acontecimientos del pasado han caído sobre el Estado, que ha extraído fondos para ir asegurando el normal equilibrio de la Republica. Lo que ocurre —y esto debe reconocerse-- es que los argentinos constituimos un país de concepciones democráticas, pero no de realizaciones democráticas. Todavía estamos muy lejos de ellas; pero yo confío y estoy esperanzado en que en este régimen, que se inicio el 1 de mayo con el concurso de todos nosotros, podamos empezar a quebrar las viejas estructuras del privilegio, a que se refería el doctor Schweizer.

Es que tenemos conceptos un poco materialistas de lo que es la función democrática en la vida de este país; me declaro incurso en alguna responsabilidad a ese respecto. Nosotros mirarnos a los jubilados como al hombre que ha cumplido con su destino y nada mas tiene que hacer en la vida del país. Quizá sea cierto, pero es cuando empieza a sentirse la necesidad de que cumplamos con los jubilados, que han cumplido con nosotros y nosotros nunca con ellos. Y, de esa manera, pagarles la deuda que con ellos tiene la Republica.

Hay un problema que no ha sido encarado, o que, por lo menos, no he advertido que se lo pusiera de manifiesto en el transcurso de este debate.

El concepto de la jubilación tiene, para mí, un sentido: asegurar la dignidad, el decoro y la holgura al hombre que ha trabajado permanentemente al servicio de la Republica en cualquiera de sus actividades. Pero la jubilación no puede constituir un medio o un resorte por el cual gente inescrupulosa aproveche para jubilarse, o gente con considerable fortuna vaya a esperar de las cajas de jubilaciones esa garantía que debe dejar en beneficio de sus semejantes.

¿Que pasaría si yo pusiera de relieve en esta Cámara que, en mi ciudad, he visto uno, dos o tres ciudadanos, con fortuna que oscila en los cincuenta millones de pesos, yendo a cobrar su jubilación? ¿Es eso posible? ¿Es ese el sentido democrático que podemos dar a esta concepción que, en esta forma, no es, por cierto, una realización democrática?

Por esta razón, me voy a permitir sugerir a la Cámara un artículo transitorio, redactado en los siguientes términos:

«No se comprenden estos aumentos a quienes posean una renta superior a doscientos cincuenta mil pesos anuales. Quienes en estas condiciones gestionen o acepten al aumento sin denunciar su renta, perderán la actual jubilación.»

Ocurren también algunos hechos que debemos tener presente para hacer un futuro revolucionario en el país. Dije que no tenemos sentido de la democracia porque actualmente los privilegios y los beneficios alcanzan a los poderosos en la Republica. Llegamos rezagados con este proyecto de asignar el 82 por ciento a los hombres humildes del país, habiendo ya adjudicado ese beneficio a los miembros del servicio consular y también a los funcionarios de la justicia. Entiendo que la verdadera justicia se aplicara cuando pongamos en un plano de igualdad a todos, empezando por nosotros mismos. No es posible que nos encontremos que en los regimenes de previsión para trabajadores rurales, del servicio domestico, trabajadores independientes, profesionales o empresarios, las condiciones del retiro sean un poco forzadas, y que las pensiones alcancen a los  hijos solo hasta los 18 años y a las hijas mujeres hasta los 22 años. Entiendo que a las hermanas solteras, siempre que sean huérfanas de padre y madre, también debe alcanzar ese beneficio.

—Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 29 de la Honorable Cámara, don Jorge Raúl Decavi.

Sr. Rodríguez Araya. — Creo que la esencia democrática regirá en el país cuando todos los argentinos gocemos de los mismos derechos y de los mismos privilegios que tienen los militares en la Republica.

De acuerdo con la ley 13.996 los deudos del militar que tienen derecho a pensión son, entre otros, los siguientes: las hijas solteras, legitimas, adoptivas o naturales, por vida; las hijas legitimas, adoptivas o naturales, que siendo viudas, separadas o divorciadas por culpa del esposo, y en virtual de sentencia emanada de autoridad competente que carezcan de medios para su subsistencia; las hermanas solteras o viudas que carezcan de medios para su subsistencia.

Y yo pregunto: la gente humilde, en su mayoría mujeres, que muchas veces renuncian al casamiento para mantenerse solidarias con sus padres y les sorprende la muerte de ellos en una edad en que no están en condiciones de ejercer ninguna actividad, ¿por el solo hecho de ser civiles no tienen ningún derecho adquirido, o es que resulta que las hijas en la Republica son las hijas de los militares y las entenadas son las hijas de las fuerzas civiles del país? (Aplausos.)

Quería decir también que no basta defender a los jubilados sino que es necesario defender al que se jubila, que tiene que hacer un tramite vergonzoso por las cajas para lograr que se le adjudique un beneficio al que tiene derecho, si no desea caer en esas comanditas que tramitan las jubilaciones cobrando sumas fabulosas que reportan la miseria y la falta de comodidad para la gente que tiene que acudir a esos llamados establecimientos administrativos.

Aquí no se trata de quien presento el primer proyecto. Aquí, como en el amor, es quien se casa y nosotros nos hemos casado con la Republica en este momento para servirla y asegurar su destino y grandeza (¡Muy bien!, ¡Muy bien!, ¡Muy bien!)









Fuente: Discurso del Diputado Nacional por Santa Fe Agustin Rodriguez Araya en el debate de la Ley 14.499 Jubilaciones y Pensiones, 14 de agosto de 1958.

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jueves, 9 de febrero de 2017

Agustín Rodríguez Araya: “Al Pueblo me dirijo, pues él me consagró” (3 de noviembre de 1960)

Renuncio a integrar la Unión Cívica Radical del Pueblo. Entiendo que sus actuales dirigentes le han impuesto directivas de las que me encuentro totalmente divorciado. Seria deshonesto, por mi parte, renunciar a convicciones e ideas por salvar afectos y amistades. Seria el principio de una claudicación que no estoy dispuesto a admitir. Caudillos parroquiales que el pueblo deberá sacudirse de encima, han expulsado de la UCR del Pueblo a un grupo de dignos y limpios concejales de la ciudad de Rosario, que comparten mis orientaciones. Ello ha sido tan solo el pretexto para provocarme. Desde antes de la Revolución Libertadora hablaba un idioma distinto al de estos dirigentes partidarios.

Diez años de exilio y prisiones no lograron atormentarme lo suficiente como para convertirme en un lobo rencoroso y vengativo. Cuando la matanza de Plaza de Mayo, desde Montevideo envié un mensaje:

“Reconciliémonos, hermanos argentinos”.

El pueblo oriental fue testigo de la ciega reacción que ese llamado a la concordia trajo entre los emboscados que ya estaban transformando una Revolución para la Libertad en una intriga para la revancha.

En la puerta de mi casa, manos anónimas, estamparon la palabra “traidor”.

Triunfante la Revolución del 55 reclamé que no se transformaran en victimas a los que habían sido nuestros verdugos. Protesté por el secuestro de argentinos en el exilio. Condené los fusilamientos. Denuncié que se traficaba con interdicciones y prisiones, al amparo de tratar al adversario como enemigo mortal. Repudié, en fin, agravios que son inadmisibles en un país civilizado. No fui escuchado. Y entre los dirigentes del Radicalismo, por estas actitudes, les iba resultando extraño.

Llegado el gobierno constitucional, desde la banca defendí la legalidad. Si me tocara hacerlo, hasta un fusil cargaría para defender las instituciones. Mentes torcidas interpretaron tal actitud como un apoyo a la UCRI.

Ofrezco el testimonio del Diario de Sesiones para que vean si fue o no tenaz mi oposición. Pero a la legalidad, la seguiré defendiendo. Sepan los jóvenes de mi país que quienes hemos vivido bajo el imperio del fraude o la prepotencia cometeríamos traición a la patria si ofreciéramos una repetición de ese pasado como futuro. Hay generaciones enteras frustradas por ello. Así se explica el languidecimiento de la vida republicana en nuestro país.

Lo que ocurre es que hay dirigentes políticos para los cuales las instituciones hay que defenderlas solo cuando ellos las ocupan. Son los mismos que creen que la democracia existe solamente cuando el pueblo los vota a ellos y muere cuando les da el triunfo a los otros. Son los mismos que gritan si encarcelan a un correligionario pero miran para otro lado si el preso es un adversario. Son los mismos que lloraban de ira por masacres extrañas y que al día siguiente justificaban con gran serenidad nuestros trágicos fusilamientos como una “necesaria operación de limpieza”.

Por todo esto, enfrenté a los “golpistas” y rechace el juicio político al Presidente. De hacérselo también nosotros debíamos declararnos participes de la culpabilidad. El, nosotros, todos, nos hemos rehusado a abrir los caminos de la esperanza en el país. Miramos a algunos de nuestros compatriotas como si fueran extranjeros. Las consecuencias ya las habremos de sufrir.

Y ahora la UCRP ha abandonado todo intento golpista. Ha postergado indefinidamente el tan amamantado Juicio Político al Presidente. ¿Qué ha pasado?

No es que haya madurado la responsabilidad por el país, no. Es la seducción de los último sexitos comiciales. Pero si vuelven al fracaso, lo que puede ocurrir cuando el comicios sea accesible a todos, entonces renunciaran a las practicas democráticas y volverán a acariciar la idea del golpe.

En mi sector me he sentido siempre solo. Les disgustaba que defendiera la vigencia plena de la Constitución. Que enfrentase al Ejército para meterlo en los cuarteles y para que deje de ser una amenaza que nos convierta en una Republiqueta. Partidos y dirigentes se han quedado tartamudos frentes al ruido de los sables. Ahora los sables se utilizan para cortar la digestión a funcionarios y políticos. También les molesta que intime al clero a mantenerse en los templos. Es que lo suponen factor importante para las elecciones.

Tan es así que se me quiso llevar ante un Tribunal de Conducta, que, dicho sea de paso, estaba moralmente descalificado para juzgarme. ¿De que me acusaban?

1)      De haber calificado de “chirinada” la insurrección de San Luis.

2)      De “mortificar” a las Fuerzas Armadas y al Clero.

3)      De hacer publico que estimaba digna y heroica la conducta del Gral. Juan José Valle frente a la muerte.

Son dirigentes “civilistas” para los cuales el alzamiento de un regimiento no es “chirinada”. Son los celosos defensores de las Fuerzas Armadas que no vacilaron en insultar a un general adversario, pero argentino, que supo morir valientemente frente a un pelotón de fusilamiento. Son los fervorosos creyentes que no sienten la menor piedad frente a la miseria que se enseñorea en los hogares humildes de la patria. De todos ellos el Presidente del Comité Nacional hizo de mandadero avalando la acusación.

Era el mismo que se irritó contra mi porque hace pocos meses, cuando la visita del ilustre venezolano Rafael Caldera, accedí a acompañar en el Congreso a una delegación presidida por el ex diputado Alejandro Leloir, que deseaba saludarlo. Afirmó en ese entonces el señor Presidente del Comité Nacional que mi conducta no era radical. Lo disculpo porque también toca de oído para interpretar a Alem y a Yrigoyen.

Toda esta farsa pareciera armada para no darle al pueblo otra opción que el Radicalismo del Pueblo o la UCRI. Pero en mi temple no está el someterme. No creo en el fatalismo que hace estúpidos a los hombres. Yo forjo mi propio destino. Y a la búsqueda de él salgo a una lucha que, aunque despareja, no me espanta, pues treinta años de forzada marcha hacen que no me  apesadumbre la posibilidad de que mi existencia concluya en lo que ya no es fatiga sino alimento de mi corazón.

Todavía seguimos viviendo, como antes y como siempre, bajo el reino del temor. Y si no salimos de este miedo, ninguna perspectiva de grandeza tendrá la patria. Acabo de ver a algunos que hasta ayer eran denodados defensores de la integración nacional, renunciar a ella porque a algunos cuantos atrevidos generales les desagrada, quizá porque quieren mantenerse más en función policial que militar. Mas en función de vida política que de defensa nacional.

Yo afronto la responsabilidad de declarar que quienes logren formalizar la integración nacional sobre la base de todas las fuerzas y hombres honestos, harán un perdurable y grande bien a la patria. Impediría es pretender excluir de la vida del país  a un enorme sector ciudadano.

Si así lo hacemos, perdemos el derecho a repudiar a los que quieren hacerse presentes por mecanismos bárbaros y alimentamos el conscientemente un odio que se volverá contra todo y contra todos. Por todas estas cosas me voy de este aparato político que se llama Radicalismo del Pueblo.

No me siento jefe, ya que estoy dispuesto a enrolarme con quienes como yo, deseen levantar un par de manos limpias y un corazón para la paz. Que estén dispuestos a sentir la política como una virtud y hacer de ella un apostolado. Quiero estar con el pueblo. Abandonado por los partidos políticos y explotado por un grupo de hombre de negocios malamente llegados al gobierno y que lo han convertido en la gerencia de los imperialismos. Pueblo y Nación son una misma cosa. Oligarquía e imperialismo también.

A mi no me aterra la ley de asociaciones profesionales. Creo en la ventaja nacional de una poderosa central obrera, tanto o mas que en la ventaja de una poderosa central empresaria.

Creo en que las reformas a la ley 11729 no son una bomba de tiempo contra la economía de la Nación. Creo que el pueblo no puede ser condenado al hambre y a la ignorancia por ninguna razón del mundo. Creo en todo esto porque a esta altura del siglo, los hombres ya no piden sino que exigen ser liberados del temor, la miseria y la ignorancia.

Dirán, ya lo sé, que me quedare solo, ¿Y que? No haré en tal supuesto, el papel de Hamlet. Yo no mediaré sobre la muerte. Lo haré sobre la vida que con su inmensa fuerza abre brechas de esperanzas sobre el porvenir. Insistirán, ya lo sé, que me quedare solo. ¡Que equivocados están! Apenas unas horas han pasado de esta irrevocable decisión y ya estoy sintiendo una compañía que ya estaba extrañando desde hace tiempo; la compañía incomparable del pueblo.








Fuente: “Al Pueblo me dirijo, pues él me consagró” Carta de renuncia del Diputado Nacional Agustín Rodríguez Araya de las filas de la Unión Cívica Radical del Pueblo, 3 de noviembre de 1960.


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jueves, 3 de marzo de 2016

Agustin Rodriguez Araya: "Perón quiere tener la bomba atomica" (15 de julio de 1950)

Perón vive cercado de criminales nazis, conozco personalmente muchos de estos,  pues viví con muchos de ellos en la prisión de villa devoto.

Fritz Mandi, Ludovico Freud y otros son consejeros de Perón. Y muy probable que ellos – o algunos de ellos – hayan sugerido al general Perón la posibilidad de ser él transformado en otro Napoleón con la bomba atómica. En verdad Perón tiene al menos a su josefina.

Hace meses divulgue la noticia que militares argentinos, en colaboración de los alemanes estaban tratando de descubrir la fuerza nuclear.

Donde están montadas las instalaciones para realizar  tan extraordinario trabajo? Pues están en el parque de Nahuel Huapi, lugar delicioso donde la temperatura mínima es de ocho grados bajo cero, en pleno invierno. El local había sido reservado para parques nacionales pero el delirio belicista hizo caer en extravíos a los gobernantes argentinos.

Hace algunos meses los habitantes de San Carlos de Bariloche fueron tomados por sorpresa, que acontecía?  Cinco científicos alemanes habían llegado a la localidad y en la pensión en que iban a residir, huían al trato con otras personas. Esos científicos que eran refugiados alemanes,  venían del instituto de investigación de la bomba atómica, que funciona en la ciudad de Córdoba.

No tardaron en aparecer para mayor sorpresa de todos, trabajadores y soldados en números considerable. La orden era trabajar, y los trabajos fueron iniciados en la playa bonita y en la isla Huemul. En esta deberán ser montadas las instalaciones experimentales. 

Lo más ridículo fueron las publicidad que se dio a esos trabajos, todo debería ser hecho en secreto siguiendo las recomendaciones. Todo era tan secreto que nadie ignoraba de lo que pasaba. Los trabajadores y soldados eran obligados a jurar que nada  mencionarían de lo que vieran u oyeran,  la oficialía y los altos mandos eran presentados al señor NN y al ingeniero XX. Personajes misteriosos que recorren la isla observando los trabajos. Para que nada se divulgase, los trabajadores eran obligados a permanecer en la isla, todo iba bien hasta que los trabajadores regresaban a la villa y no podían por freno a la lengua.

¿Qué se pretende con la bomba atómica? Confundir al mayor número y alimentar cierta vanidad guerrera en el país. Aun sabemos bien que valen los militares argentinos, ellos no nos harán creer que con la bomba atómica, serán mejor de lo que son.

Económicamente la Argentina está en bancarrota, tales trabajos exigen enormes reservas de capitales que no poseemos, digamos mas, si se intenta persistir en ellos, eso podrá llevar al país a la ruina material y moral.

La comisión nacional de energía atómica, es uno de los muchos recursos empleados por Perón para mantener el mito de su invencibilidad. Muchos argentinos suponen que con Perón seremos invencibles. Se olvidan que Hitler y Mussolini hicieron idénticas experiencias con su pueblo y fueron llevados al desastre.

No hay dudas de que el golpe se destina simplemente a tener ciertos efectos psicológicos y de publicidad, pero es preciso abrir los ojos de este pueblo que sueña y está durmiendo.





Fuente: Articulo publicado por el ex Diputado Nacional Dr. Agustin Rodriguez Araya "Peron Quer Ter Bomba Atomica" en el Diario Folha Da Manha, 15 de julio de 1950.

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martes, 30 de junio de 2015

Carlos Duclos: "Rodríguez Araya y la patria perdida" (2008)

"Querido don Amadeo: creo en Larcher no así en Toranzo. Este tiene un trauma conspirativo. El radicalismo se desintegrará. Sólo lo evitaría su conducción. A Balbín lo pierde su odio a Frondizi. Esto lo llevará a perder sus posibilidades presidenciales; él quiere el quiebre del orden constitucional y la muerte civil del peronismo. Lo logrará. Contará con el clero y el ejército. Del Castillo le explicará mis preocupaciones. Yo no seré cómplice de un radicalismo golpista. Prefiero quedarme solo".

Ante estas palabras que dan contexto a una breve carta escrita en el año 1959, no puede menos quien las lee sino guardar silencio nostálgico, reflexionar y apenarse porque en nuestros días no haya políticos de la talla de Agustín Rodríguez Araya, que de él es la misiva. Políticos que tanta falta hacen en esta patria sometida, humillada, asida desde hace muchos años por incapaces o desvergonzados cuando no ultracorruptos que han puesto de rodillas y llorosas a tantas almas inocentes, muchas de las cuales han partido sumidas en la desesperación por ver a su descendencia condenada a la incertidumbre.

La carta que se acaba de reproducir, escrita con una vieja pero robusta máquina de escribir, tan noble como aquellos espíritus que hoy huelgan en la Nación, es la respuesta que Rodríguez Araya le envía nada menos que al gran médico cirujano argentino y dirigente radical Amadeo Sabattini, quien en un recetario y con una estilográfica de la época le decía al entonces diputado nacional por Santa Fe que abrigaba esperanzas respecto del país y del partido. La respuesta del rosarino fue contundente: refiere a las posibles reacciones de los generales Larcher y Toranzo y pone al desnudo, sin eufemismos ni ambages, los sentimientos de entonces del Chino Balbín y sus anhelos. Y es en ese breve texto donde se pone al desnudo toda la traza magnífica de un hombre comprometido con la causa de toda la Nación y despojado de burdas mezquindades que hoy abundan.

Sería poco después el general Larcher quien retaría a duelo a Rodríguez Araya en virtud de algunas denuncias y manifestaciones públicas que éste había hecho contra militares. Hábil en el manejo de la espada, el militar eligió ese arma para el lance caballeresco y el diputado lejos estuvo de achicarse, a pesar de que jamás había empuñado un filo de este tipo. El rosarino designa como padrinos nada menos que a don Luis Palacios (otra de las figuras que dieron lustre a la vida argentina) y a Horacio Thedy. Palacios le envía a Rodríguez Araya un telegrama que quien esto escribe tiene ante su vista y que conmueve:

"Gracias al amigo y gran ciudadano con un fuerte abrazo. Alfredo Palacios".

Llega el día y se baten. Larcher hiere en la cabeza al radical y, como recuerda un amigo del injustamente olvidado político argentino: "El general no lo quiso matar. En realidad terminó admirándolo tanto que antes de morir el militar le pide a su esposa que le obsequiara a Agustín su reloj". No parece ser el único de sus adversarios que admiraba a Rodríguez Araya; el propio Perón le mandó nada menos que el original (que aún existe y está celosamente guardado por amigos) de la proclama revolucionaria que había escrito Perón, de su puño y letra, antes de asumir la primera presidencia.

 Algunas historias. Al hablar de Rodríguez Araya no es posible no recordar algunas historias, como las constantes denuncias por contrabando que realizaba. Por ejemplo, aquella que determinó, en el año 1954, el desbaratamiento de una operación consistente en contrabando de autopartes y otros elementos por un valor de 500.000 pesos que hoy representarían, en valores reales, acaso millones de dólares. O el haber denunciado y esclarecido la estafa en la que estaban involucrados hasta los niños cantores de la Lotería. Era simple pero enriquecía a muchos: salía la bolilla con un número y a los chicos les hacían cantar otro. El premio era para el que lo había comprado.

Durante una campaña para la elección de gobernador, en el año 1949, había denunciado al gobierno de entonces comparándolo con Alí Baba y los cuarenta ladrones. La tarde de la votación definitiva, el 9 de junio de 1949, Rodríguez Araya se defendió con un nuevo ataque: "Dicen que me referí a Alí Babá, pero esto es poco, comparado con el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (el IAPI creado por el gobierno del general Farrell), porque en el IAPI está la lámpara de Aladino y quien la frota se enriquece en un diez por ciento". Exhibió entonces un manojo de documentos probatorios de irregularidades que saturaban el pupitre de su banca.

Hombreando bolsa. Claro, un político de tal naturaleza no sólo que no era querido por los mismos de siempre, sino odiado. Fue baleado por la espalda y perseguido. Debió proteger su vida exiliándose en Uruguay. "Allí llegó con una mano atrás y otra adelante, recuerda unos de sus discípulos, y para poder subsistir se fue al puerto y trabajó hombreando bolsas".

Le corresponden a Agustín Rodríguez Araya estas palabras:

"He comentado que los generales compañeros de promoción de la época en que Alsogaray era cadete de la Escuela Militar lo hicieron ministro abriéndole las puertas de los cuarteles e institutos militares a fin de que inficionara la mente de los jóvenes oficiales con las ideas de la libre empresa, la piedra libre como debería llamarse, en contra de la política económica nacionalista que esos mismos generales venían sustentando hasta hace poco".

Esta piedra libre, a la que hizo referencia Agustín Rodríguez Araya hace ya más de cuarenta años, es la que ha llevado a esta Nación y sus hijos a un estado de situación que sólo pueden comprender cabalmente, por medio de la comparación, aquellos que han vivido épocas pasadas y que soportan la actualidad. Es cierto que problemas hubo siempre, que la corrupción no es algo nuevo, pero quien puede comparar sabe del grado de putrefacción política y resignación social. Bien puede decirse que en este país el que hoy se salva no goza de la garantía de la redención mañana. Por eso tantos padres y abuelos reflexivos hoy piensan con angustia y temor en el destino de la sangre nueva.

Tendría cien años. ¿Pero por qué este recuerdo de Rodríguez Araya? Porque si viviera, el día miércoles pasado, esto es el 13 de agosto, hubiera cumplido cien años. Hubiera leído en el diario muchas noticias desagradables; se hubiera indignado, se hubiera enfadado profundamente al leer, por ejemplo, que uno de los tres empresarios asesinados hace horas tenía más de 20 causas en la justicia por adulteración de medicamentos, que había donado a la campaña electoral del actual gobierno 200 mil pesos y que había logrado vender al Hospital Francés, cuando fue intervenido por el gobierno, medicamentos por un valor de más de cuatro millones de dólares. Hubiera seguido leyendo otras noticias y sería testigo, como tantos, de una Patria perdida. El, ese hombre que dijo: "No seré cómplice del golpismo, prefiero quedarme solo". Solo, como tantos compatriotas hoy.








Fuente: Reflexiones: Rodríguez Araya y la patria perdida por Carlos Duclos - Diario La Capital 17 de agosto de 2008



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