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lunes, 8 de enero de 2018

Osvaldo Álvarez Guerrero: "Los Radicales" (1994)

Quién, como en otros tiempos, podría acercase hoy a un comité partidario y afiliarse para militar en la Unión Cívica Radical? ¡Cuántos afiliados no participan en absoluto y más bien critican las ideas y conductas de sus dirigentes y gobernantes! Hoy, por muchas razones, se es radical más por la historia y la de sus grandes figuras (Alem, Yrigoyen, Lebensohn, Larralde, Illia, Balbín, por ejemplo) que por el presente. Las tradiciones democráticas populares, éticas, nacionales de esta centenaria fuerza política se han interrumpido demasiadas veces. En los últimos tiempos y desde cierto punto de vista, hubo demasiadas claudicaciones. Los dirigentes, en buena medida, no son ni creíbles ni convincentes. Sin embargo hay muchos radicales sinceros: los casi anónimos ciudadanos, que fiscalizan los comicios, que participan de las campañas proselitistas, que cuentan las epopeyas radicales, con nostalgia e ilusión, esos que constituyen los componentes de una ancha red de comités, ateneos, al que van no porque crean y confíen en sus jerarquías actuales, sino porque sospechan que en algún momento, de ahí mismo, germinará una nueva dirigencia, con nuevos cuadros. O con el retorno de generaciones de mujeres y hombres probos que están, por decisión propia o por la expulsión implícita de las seudooligarquías internas, marginados y humillados. Padecen al régimen desde adentro y desde afuera.

Estas buenas personas siguen creyendo que el partido, eventualmente, podría ser instrumento insustituible, una vez reparado, para convocar a un gran movimiento político, principalmente de carácter ético. Piensan que el renacimiento hará posible el cambio de las estructuras decadentes de una Nación y de un pueblo decepcionado y empobrecido, y servirá al restablecimiento de la República y sus valores fundantes. Utilicé el término instrumento, porque todo partido, en una democracia moderna, es necesariamente una herramienta, un medio, para impulsar proyectos colectivos y para ponerlos en ejecución. Cuando ese medio se paraliza y funciona sin objetivos orientadores, solo admite “clientes” y “aparato”, y es utilizado con otros fines particulares de esmirriado porvenir.

¿Está el radicalismo muerto? Sí, definitivamente, si lo juzgamos por los cuadros mandones y rapaces, sin ideas y sin conductas coherentes y desinteresadas. No, si valoramos su necesidad actual y la esperanza de su futuro. En todo caso está moribunda una idea y una conducta de una concepción gerencial del partido, no sus integrantes, que vienen a ser algo así como radicales sin partido, pero con la recóndita ilusión de recuperarlo.

¿Será ello posible? No, si se diluye desde dentro de su seno, y por la presión de una sociedad que ya no lo quiere como antes. Sí, cuando se reconstituya sobre la base de una doctrina y un programa, que no admitan la doblez y el engaño. La Unión Cívica Radical nació de una división, por principios y valores que no admitían transacciones y rechazaba las prebendas. Y vivió más de cien años, porque cada vez que se partió, hubo una parte que lo restituyó, renovó e impulsó.

¿Vale la pena intentarlo de nuevo? Si, no simplemente porque se manifieste como voluntarismo nostálgico sino porque la idea siempre vigente de construir la República lo adopte como impulso común.













Fuente: “Los radicales” por Osvaldo Álvarez Guerrero ex Presidente de la Fundación Illia, ex Gobernador de la Provincia de Rio Negro, ex Diputado Nacional, 1994.
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martes, 7 de julio de 2015

Osvaldo Alvarez Guererro: "Illia 40° aniversario de su asunción a la Presidencia de la Nación" (12 de octubre de 2003)

Arturo Illia forma parte de una generación de políticos radicales que renovaron a la Unión Cívica Radical, el partido de Yrigoyen, a mediados de la década de los años cuarenta. Entre ellos, nacidos en los primeros años del siglo XX, formados en la Universidad de la Reforma de 1918, se cuentan figuras como Arturo Frondizi, Moisés Lebensohn, Ricardo Balbín, Gabriel del Mazo, Luis Dellepiane y Crisólogo Larralde, cada uno con singularidades brillantes y creativas. Esa generación había incorporado en el Programa de Avellaneda de 1945, los principios y proyectos de la Democracia Social: nacionalismo económico, estado dirigista de bienestar social, y adhesión a las normas del liberalismo político, que mantienen vigencia de futuro. Hacia 1955 La U.C.R. era probablemente el más poderoso partido orgánico de centro izquierda de Latinoamérica, e Illia uno de sus mas destacados y progresistas dirigentes. Dividida la histórica fuerza cívica en 1957, Illia siempre trabajó por su reunificación.

Arturo Umberto Illia nació en Pergamino, el 4 de agosto de 1900, hijo de una familia italiana de agricultores y comerciantes de la Provincia de Buenos Aires. Se radicó en Cruz del Eje, Provincia de Córdoba, a partir de 1929. Había obtenido el título de médico, con calificación sobresaliente en la Universidad de Buenos Aires. Fue un activo dirigente estudiantil.

Como facultativo de la medicina, Illia era un humanista y filántropo, de ideas avanzadas sobre la armonía de la psiquis y la salud física. Despedido de su función de médico ferrroviario por la Dictadura del General Uriburu, viajó durante casi un año, en plan de estudios y observación política, por Dinamarca, Alemania, Rusia y Francia. Allí profundizó su convicción democrática y su honda sensibilidad social. Fue Senador Provincial entre 1936 y 1940, durante la progresista gestión de gobierno de Amadeo Sabattini, y luego vicegobernador de la Provincia durante la activa y transformadora adminstración de Santiago del Castillo de l940 a 1943, interrumpida por la revolución militar del 4 de junio de ese año.

Normalizada la situación institucional del pais, formó parte del legendario Bloque los 44, la bancada radical de Diputados que se opusieron duramente al autoritarismo de los dos primeros Gobiernos del General Perón, sin mengua de la defensa de los principios de reforma social y desarrollo económico autónomo.

Arturo Illia llegó a la Presidencia de la República en octubre de 1963. Aun cuando el peronismo estuvo proscripto en aquellas elecciones, la UCRP de Illia, había obtenido mas del 34% del total de los votos afirmativos válidos emitidos - que representaba el 25 por ciento del total del padrón electoral - por sobre el l9 % de votos en blanco-obviamente seguidores del Peronismo - y el 16. 4 % de la UCRI de Oscar Alende. El argumento, tan común en los opositores de la época, de la falta de legitimidad de su gobierno, con esos datos poco conocidos y muchas veces tergiversados, ha quedado practicamente desmentido por la verdad histórica.

Desde el Gobierno, el Presidente Illia se atuvo estrictamente a la Plataforma electoral del programa radical de Avellaneda de 1945. Para Illia el cumplimiento fiel del contrato electoral con la ciudadanía era un principio inamovible del sistema democrático. "Si nos esforzamos en formar una conciencia nacional, con justo contenido moral, no nos desesperaremos nunca, ni nos agotará cualquier encarnizada adversidad"- afirmaba en sus discursos, de austera retórica - "Esta es la hora de la gran Revolución Democrática, la única que el Pueblo quiere y espera, pacífica, si, pero profunda, etica y vivificante."
Su gobierno aplicó una política internacional independiente. Se opuso a la intervención armada de Estados Unidos en la República Dominicana. Obtuvo una resolución favorable en la ONU, que obligaba a Gran Bretaña a la discusión sobre la soberanía en las Islas Malvinas, en el marco que orientaba la descolonización de todos los territorios hasta entonces sometidos a diversos grados de dominación imperialista. Decretó la nulidad absoluta de los contratos de concesión de explotación y comercialización del petróleo por vicios de legalidad y por ser dañosos a los derechos e intereses de los argentinos. Aplicó el salario mínimo vital y móvil, y reguló los precios del consumo popular, ordenando el Comercio Interior con la Ley de Abastecimiento que se dictó durante su gobierno. Con esa política de precios y salarios se obtuvo un notorio incremento de la participación real de los trabajadores en la distribución del Ingreso Nacional. No aceptó negociación alguna con el Fondo Monetario Internacional, organismo con el que no tuvo relación alguna. Sin embargo, su política gradualista en materia monetaria posibilitó la virtual eliminación de la deuda externa argentina La inflación estuvo prolijamente controlada sin ajustes recesivos, y superó el promedio del 6 % anual. Hubo plena ocupación, con índices que no pasaron nunca del 4 %. El producto bruto interno creció a un ritmo de mas del seis por ciento promedio. Fue un impulsor convencido de la Planificación indicativa, con el Plan Nacional de Desarrollo, un riguroso modelo de transformación democrática de las estructuras económicas y sociales.

Llevó adelante un exitoso plan de alfabetización, la defensa y promoción de la Educación Popular, y elevó a casi el 25 % ciento el presupuesto educativo. Fortaleció la autonomía universitaria, y jerarquizó los estudios superiores hasta niveles nunca superados después. Aplicó una reforma del Hospital Público y dictó la ley de Medicamentos, que al propio tiempo que promovía la industria de los laboratorios nacionales, disminuyó drásticamente el costo de los remedios medicinales, considerados un bien social.
En las elecciones de renovación del Congreso de 1965, el Gobierno de Illia había ya levantado gradualmente las proscripciones que pesaban sobre el peronismo, y conforme a la promesa electoral, esas restricciones caducarían totalmente para los comicios provinciales.

El Golpe de Estado del 28 de junio de 1966, que derrocó al Gobierno Constitucional, fue uno de los actos más perjudiciales para la continuidad institucional y el auténtico desarrollo socioeconómico de la Argentina. Obedeció a varias causas: el posible retorno al poder del Peronismo, su enfrentamiento con los capitales petroleros y las empresas multinacionales farmacéuticas, la extraordinaria campaña de acción psicológica a través de todos los medios de comunicación; y una nueva coalición entre las jerarquías sindicales y los mandos militares con orientación franquista e inspirados en la doctrina de la Seguridad Nacional, son las mas mencionadas.

Illia fue un austero hombre republicano. Conciliaba la ética social con su conducta moral individual, una sólida honestidad intelectual y una sencilla modestia en cuanto a los bienes materiales: su única propiedad le había sido donada por el Pueblo de Cruz del Eje. La idea de una revolución democrática en paz y libertad, con igualitarismo social, basado en la cooperación y los valores de la justicia social, se inspiraba en el yrigoyenismo y en la filosofía del krausismo español. Tenía una clara convicción de lo que denominaba "un orden justo", que armonizaba liberalismo político y socialismo económico. Siendo médico, poseía una importante y profunda formación jurídica. Su respeto a la ley y la Constitución Nacional, a la independencia e importancia del Poder Judicial era de una pureza infrecuente en la Historia Política de la Argentina. Gobernó sin estado de sitio, con absoluto respeto de las libertades publicas e individuales.

"Debemos luchar por el hombre mismo, porque es la evidencia humana la que hace tambalear a los tiranos y falsos dioses. Y si no sabemos con seguridad que uestra verdad es la verdad, sabemos bien en cambio, donde está la mentira", dijo en el Mensaje al Congreso al asumir la Presidencia el 12 de octubre de l963.

Illia era un hombre de cuidadosa racionalidad, serio e introspectivo, de una cultura clásica de la que no hacía inútil gala, y que solo mostraba en las muy ricas conversaciones con jóvenes amigos, estudiantes intelectuales y científicos de su tiempo.

Era un conocedor de la filosofía de Leibniz, del pensamiento de Rouseau y de Kant, lector actualizado en las teorías económicas de John Maynard Keynes y del progresismo social del Presidente Franklin Delano Roosvelt y del espiritualismo de Gandhi. Pero sobre todo, conocía las calidades del hombre humilde, del poblador de nuestros campos y de la idiosincrasia del argentino común. En sus extensos viajes por todo el territorio nacional, se detenía en cualquier paraje, para conversar serenamente por horas con los hombres y mujeres sencillos, sobre sus problemas, angustias y felicidades cotidianas.

Después de su caída en 1966 y hasta su muerte en 1983, fue el símbolo de la decencia política, de la recuperación democrática, de la formación de la conciencia nacional y la preservación del patrimonio común de la Nación.








Fuente: 40° aniversario de su asunción a la  Presidencia de la Nación por Osvaldo Alvarez Guerrero, 12 de octubre de 2003.



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lunes, 30 de marzo de 2015

Osvaldo Alvarez Guerrero: "El Radicalismo en su hora más crítica" (octubre de 2004)

Buenos Aires, octubre de 2004.

I.- La Doctrina y el Programa.

La doctrina de la Unión Civica Radical es un conjunto orgánico de ideas liminares, valores eticos y principios, que unen en el pensamiento y en la acción política ciudadana a todos quienes las profesan y pertenecen a nuestra organización partidaria. La doctrina identifica tanto al Partido como a sus afiliados y militantes.

La doctrina del  radicalismo parte de una interpretación de la historia de la Argentina. Tiene su razon de ser en el proceso emancipatorio de la Argentina. La Doctrina es una hermenéutica crítica y afirmativa de  esa historia,  y de las  luchas y contradicciones del sujeto que la protagoniza: su pueblo. Es una permanencia y no depende de circunstancias. Debe estar ajena a todo oportunismo o pragmatismo mal entendido.

La Doctrina de la Unión Civica Radical  esta conformada por la Profesión de Fe Doctrinaria. y las bases de acción política, ratificadas varias veces por las autoridades del Partido: en 1957, al constituirse la Unión Civica Radical del Pueblo, por razones obligadas del momento que vivian las Institucines de la Republica; en 1972, al recrearse la Unión Civica Radical, ya sin aditamentos en su nombre. Luego en 1982, al reconstituirse nuevamente luego de otra dictadura militar.

En 1988 se formularon agregados a las Bases de Acción Politica,  aprobados en la Convención Nacional de 1988 realizada en Mar del Plata. Estos documentos están incorporados a la Carta Orgánica del Partido. Esa doctrina, se integra asimismo, con los grandes documentos liminares de los Fundadores de la Unión Civica Radical: Hipolito Yrigoyen y Leandro Alem.

Más que ponerse en la presuntuosa tarea de fijar doctrina, las autoridades actuales del Radicalismo  deben estudiarla, conocerla, defenderla y difundirla. Es una labor de compromiso intelectual y de conducta ciudadana, mucho más que de estudios académicos y de explicaciones sociológicas desinteresadas y escondidas en una falsa objetividad.

La doctrina establece fines y objetivos generales  en orden a un Proyecto Nacional, Democrático y Popular, que no puede estar sujeta a variaciones sustanciales que respondan a un acomodo a las circunstancias. Lo que sí cambia, necesariamente, son los medios e instrumentos para llevar a cabo esa Doctrina. Esos instrumentos son los Programas y Plataformas de la Unión Cívica Radical, una tarea que le incumbe la Convención Nacional..

Algunos documentos, declaraciones y otros posicionamientos, realizados dentro y fuera del Partido, han contribuido a que el Radicalismo, en los últimos años, perdiera su identidad nacional y emancipatorio, popular y antiimperialista, transformadora en lo social y en lo económico. Esa perdida y la crisis consecuente, de carácter ideológico, se perpetúa aun hoy en el seno de esta centenaria fuerza.. Con el argumento de actualizar o aggiornar  la Doctrina del Radicalismo, se han introducido en el ideario radical algunas concepciones propias del conservadurismo y sus figuraciones actuales, como el llamado neoliberalismo. Ello ha sido especialmente notable en el período que le tocó gobernar a la Alianza, con un Presidente que pertenecía a la Unión Cívica Radical.

El fracaso de ese Gobierno, que condujo a la República a una crisis sin precedentes, se debió en buena medida a las ambigüedades, silencios y oportunismos de adaptación conservadora al nuevo orden mundial impuesto por los fundamentalismos neoliberales hoy vigentes en la Gran Potencia hegemónica e imperial: los Estados Unidos de Norteamérica.

 La Unión Cívica Radical no requiere "actualizaciones" doctrinarias que disimulan ese retroceso ideológico,  de carácter neo conservador. La Unión Cívica Radical, necesita por el contrario, reafirmar su doctrina e instrumentarla en su predica y en su acción militante. Ello se concreta en una labor critica, y en un Programa y una Propuesta que establezca posiciones claras en la dramática circunstancia que vive la Nación, Latinoamérica y el Mundo, enfrascado en luchas de terror, en guerras, en injusticias y desigualdades aberrantes, en fundamentalismos y fanatismos irracionales, y en un alarmante crecimiento del pensamiento y la practica autoritaria.

 La reconstrucción de la Función primordial del Estado Nacional, en una nueva articulación  que reinstale un autentico federalismo y un sano municipalismo. Nuestra idea del Estado, la que surge de la Doctrina y los programas históricos de la UCR, lo define como  la expresión jurídica de la Nación, de su soberanía y de la preservación de los valores de libertad, igualdad y solidaridad, de sus padres fundadores, hace casi doscientos años. Se trata de un Estado no totalizador, que respete y promueva la libre iniciativa individual, que sea participativo y democrático. Un Estado activo, que planifique e intervenga la distribución justa de los ingresos, que tenga la fuerza suficiente para la eliminar los privilegios y todas las formas de concentración del poder del Capital y sus figuras de la explotación de la persona humana.


II. La Propuesta más urgente

La propuesta, hoy y ahora del Radicalismo debe ser clara y definitoria en los siguientes puntos centrales en lo económico y lo social:

a) Hidrocarburos y Energía: 
Recuperación para la Nación del manejo, control y renta de estos factores  estratégicos de los que depende la soberanía, la libertad, la seguridad  y el bienestar de los argentinos.

b) La cuestión agraria: La reivindicación de la  función social de la tierra y de la economía agroindustrial. No puede estar concebida, como ahora, como una simple mercancía sujeta a la especulación financiera, que es la que hoy domina realmente esta área fundamental del patrimonio nacional. Una reforma agraria requiere hoy precisamente defender y promover a los propietarios productores, a los técnicos y trabajadores de nuestros campos en todos los ciclos de la economía: la incorporación de conocimientos y técnicas de producción, la comercialización  y la exportación. De tal modo que su renta beneficie no a grupos monopólicos trasnacionales, sino al conjunto del Pueblo Argentino, para su bienestar y su progreso.

c)  La cuestión social: está doctrinaria y programáticamente definida en el Art. 14 bis de la Constitución Nacional, obra del Radicalismo, y cuyo cumplimiento cabal implica una autentica transformación social.

d) La Política Internacional: La  Argentina debe ratificar en los hechos su vocación latinoamericanista y antiimperialista. En cada foro internacional, en cada acto de política exterior, en cada decisión que adopte la Argentina en el mundo, ante los organismos Internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, deben expresarse los principios del internacionalismo igualitario que constituye una Política permanente e indeclinable, que marcaron todos los Gobiernos Radicales, menos el último de la Alianza.

Estos aspectos no excluyen otros también muy importantes. Los mencionamos porque constituyen los ejes fundamentales de cualquier definición política en el presente mas inmediato. El posicionamiento ante estos temas, es pues definitorio y determinante de una identidad ideológica para el Radicalismo.


III. El Partido.

Quienes condujeron al Radicalismo en su crisis más profunda y grave, no pueden pretender  fijar normas de conducta partidaria, ni presumir de innovaciones y actualizaciones  ideológicas. Han colaborado y apoyado acríticamente a un Gobierno que burló conductas, ideas y principios de la Unión Cívica Radical. Y luego han violado los más elementales principios de democracia interna. Sus prácticas han hundido al Radicalismo en el desprestigio y la incredulidad.

Por lo tanto, es imprescindible una reorganización profunda de todas las instancias institucionales de la Unión Cívica Radical. Hay que eliminar los aparatos que funcionan con autonomía y ajenos a la voluntad y la participación del afiliado, financiados con los recursos de la función publica, con dirigencias autistas y enquistadas en un proceso de endogamia progresiva. Los cambios drásticos en la conducción de los cuerpos orgánicos del Partido son pues, imprescindibles y no postergables. Implican renuncias, alejamientos y desplazamientos. 

Una nueva conducción provisoria elegida por la Convención Nacional, deberá conducir, en un lapso breve, un  proceso de reempadronamiento general, en todos los distritos, con un sistema de afiliación que garantice autenticidad, y erradique definitivamente las prácticas clientelísticas y fraudulentas que se han enseñoreado de la vida partidaria.

Si así no se comprendiera por los que tienen responsabilidades indelegables, estaríamos en presencia de la claudicación final de un Partido que ha sido protagonista, durante todo el siglo XIX, de las mas nobles luchas cívicas de la Republica.







Fuente: Osvaldo Alvarez Guerrero: "El Radicalismo en su hora más crítica" (octubre de 2004) aporte de Leonardo Moreyra a traves de la Fundación Arturo Illia para la Paz y la Democracia.



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sábado, 30 de agosto de 2014

Osvaldo Alvarez Guerrero: "Que Hacer" (junio de 1989)

I
La Unión Cívica Radical vive una de sus más profundas crisis en toda su centenaria historia. Desentrañar su naturaleza, caracterizar sus orígenes y su evolución y establecer las pautas para su superación, constituye un desafío para la vigencia del partido y un deber para sus sectores más dinámicos en cuyo accionar se fundamenta la reconstrucción de la U.C.R.

El carácter de la crisis del radicalismo es fundamentalmente ideológico. Es crisis porque implica desorientación, confusión, transición y quiebre. Y es ideológica porque está instalada en el marco de su propio sistema de ideas básicas, poniendo en tela de juicio aspectos sustanciales de su doctrina.

En su evolución histórica no es la primera vez que el radicalismo enfrenta una situación de estas características. Su propio nacimiento en la Revolución de 1890, contra el régimen oligárquico, fue consecuencia de una ruptura. Nació de una división en cuanto al contenido de la estrategia de la lucha contra el régimen: por un lado, quedaron los llamados mitristas que pactaron y coincidieron finalmente con el mismo régimen que querían destruir; y por el otro, con una postura radical e intransigente, revolucionaria y antiacuerdista nació la Unión Cívica Radical conducida por Alem e Yrigoyen.

Este nacimiento como efecto de una crisis marcó desde entonces todo el proceso de conformación del partido y configuró una evolución que en distintas circunstancias de la historia política del país volvió a replantearse con vigor, con sus contradicciones que le son propias a una corriente política popular, de contenido nacional y democrático.

Así ocurrió con el Yrigoyenismo y el Antipersonalismo en la década del ’20, con el Unionismo y el Movimiento de Intransigencia y Renovación en la década del ’40, con el Radicalismo del Pueblo y el Desarrollismo Frondicista en la de los ’60, y, finalmente con el Movimiento de Renovación y Cambio y las distintas configuraciones del Balbinismo entre 1970 y 1983. El acceso al gobierno nacional de Raúl Alfonsín y su programa, de 1983, supuso una síntesis que intentó ser superadora, pero que seis años después se revela como insuficiente a la luz de las experiencias en la gestión del gobierno. ¿Cuál es la situación actual del radicalismo? Derrotado electoralmente en 1987 y 1989, desgastado como partido de gobierno, feudalizado en sus estructuras de poder interno, inorgánico en la conformación de sus instituciones de conducción, de hecho la U.C.R. fue en los últimos años de gestión de Alfonsín, un mero apéndice secundario, sin capacidad de influencia y sin debate crítico interno. Esto no significa que de modo inorgánico y en ausencia de la participación de las instituciones del partido como tal (Comité Nacional y Convención Nacional) algunos grupos vinculados directamente al poder funcionaran como operadores políticos. De lo que se careció, en realidad, es de una relación cristalina y eficaz entre partido orgánicamente constituido y gobierno.

Las dificultades para superar el problema de la deuda externa y la poderosa formación corporativa de los grupos de presión económica que se habían afianzado durante la última dictadura militar, sumados a la falta de convicción y de vigor para la aplicación integral del programa de 1983, fueron factores decisivos para la crisis que hoy enfrenta el radicalismo. Fue sobre todo en el campo económico- social que la gravitación negativa se hizo más presente.

Aparecieron así conceptos ideológicos que tras su aparente pragmatismo, configuraban en la realidad la inserción de una filosofía neoliberal absolutamente contraria a los preceptos tradicionales del radicalismo como fuerza popular, transformadora, progresista y con sentido nacional. La crítica despiadada y hábilmente dirigida desde los propagandistas de esta filosofía conservadora se concentró en su presunta desideologización. La conceptualización peyorativa de la ideología, como marco sistemático global del entendimiento de la realidad, fue una constante originada desde fuera del radicalismo, penetró hasta niveles insospechables, produciendo la confusión y desorientación que hoy marcan a la mayor parte de la dirigencia y la militancia del partido. Como es sabido, quienes ejercen el poder nunca manifiestan explícitamente su propia ideología. Y quienes, por el contrario, pretenden impugnarlo, son los que la hacen pública.

En la última parte del período constitucional, las incoherencias y contradicciones derivadas de las situaciones antes expuestas se expresaron en el doble discurso, el aislamiento cada vez mayor con respecto a su propio partido, y la heterogeneidad de la composición ideológica, de los sucesivos gabinetes, todo lo cual profundizó aún más la desorientación primero, y el desencanto después.

II
En esta encrucijada, el radicalismo debe plantearse qué hacer y cómo hacerlo. La reformulación del debate ideológico implica desechar la acción política como búsqueda exclusiva de espacio de poder. 

En una corriente política como el radicalismo, que tiene su justificación histórica en concepciones éticas, esta tarea es imprescindible e impostergable. Confundir la actividad política con el ejercicio del poder significa una amputación inconcebible dentro del radicalismo: se cae como se cayó, en la persecución del poder por el poder mismo, como instrumento sin proyecto y sin contenido.

Las respuestas para ambas cuestiones deben centrarse en la tarea que los radicales debemos cumplir en el seno mismo de nuestro partido en primer lugar, y en su relación con el pueblo.

En el primer aspecto es imprescindible encauzar ideológicamente el debate interno y orientarlo en una labor esclarecedora que supone la adopción de posturas y compromisos concretos. El debate interno ha sido reclamado muchas veces en los últimos tiempos, pero, sin embargo, no se han establecido con precisión las posiciones ideológicas sobre las cuales debe realizarse. Así ocurre que en definitiva esa discusión se ha ido postergando, porque no puede realizarse un debate sobre el debate mismo. La discusión exige, en consecuencia, definiciones claras no sobre su instrumentación – aspecto secundario- sino sobre los contenidos mismos del diálogo. En el aspecto puramente formal estas exigencias plantean la ineludibilidad de la conformación de corrientes internas sólidas y coherentes, de carácter nacional, y sobre contenidos respecto de la interpretación doctrinaria para llevarla a cabo.

Pero lo más importante es definir propuestas. No debe obstar a ello ni el miedo a la autocrítica ni, mucho menos, la mera reducción a la autocrítica. Seria un error imperdonable que el radicalismo se limitara al “mea culpa”, por más graves y profundas que hayan sido sus contradicciones en el ejercicio del gobierno. Más importante que ello es definir propuestas del radicalismo en la construcción de un modelo económico, social y sobre todo cultural, y los modos en que este modelo se inscribe en el mundo.

En primer lugar, debe tenerse en cuenta que ya no estamos en el gobierno, de lo cual se infiere que debemos ejercer el papel de partido opositor. Ahora bien: ¿opositor a quién? ¿Quién es el verdadero adversario de la causa radical? Alertados sobre el riesgo de la oposición antiperonista, es imperioso establecer que el enemigo es el régimen, tal como fue definido desde siempre en la doctrina radical: se trata de la oligarquía, estructurada en torno de los sectores del poder económico y financiero que es en sí mismo atentatorio al modelo de la democracia igualitaria. El hecho de que en los últimos tiempos y aún vigente el gobierno radical estos sectores hayan tenido una fuerte incidencia en el control de los mecanismos del poder, y los primeros indicios del entorno menemista, nos afirma aún más en la caracterización del contenido que debe asumir la oposición radical. Nada mejor para superar ese riesgo de confusión que seguir las definiciones de Moisés Lebensohn en 1953: 

“La tarea a cumplir, no será meramente opositora y ni caerá en el antiperonismo, forma intencional de llevar la confusión al pueblo, colocando indiferenciadamente en un mismo común denominador al radicalismo fuerza representativa del sentimiento argentino, junto a aquellas negatorias de las esperanzas populares. No debe tender simplemente a cualquier solución, sino a la solución que impida la reedición de defraudaciones y que asegure la realización del país soñado, consumando la voluntad histórica de nuestra milicia cívica. Por eso nuestro esfuerzo tendrá que estar impregnado de contenido afirmativo, y señalar las soluciones creadoras de la Unión Cívica Radical para la construcción del futuro argentino”

El debate interno, por lo tanto, conjugado con la lucha del radicalismo en el seno del pueblo y confundido con sus proyectos, se centra en nuestra óptica en la necesidad de reconstruir la ideología radical como fuerza redentora de los desposeídos. Queremos librar la lucha desde la perspectiva de un partido popular, profundamente transformador, alejado del capitalismo salvaje e injusto que propone una sociedad dual de opresores y oprimidos. Queremos un partido que aliente la profundización de la participación democrática. Queremos un partido antiimperialista y antioligárquico, con un Estado fuerte y vigoroso que constituya el instrumento de las reivindicaciones de los desposeídos, que aliente el desarrollo económico con equidad, que proteja nuestra población y nuestro trabajo. En fin queremos un partido que asumiendo las responsabilidades rigurosas e indelegables como garante de la defensa de las libertades públicas e individuales y del estado de derecho, no se limite exclusivamente a esa tarea formal.

Si no somos capaces desde el radicalismo de enfrentar duramente al régimen y de derrotarlo desde una democracia que no sirva como dócil instrumento del statu-quo, estaremos desvirtuando la identidad de este partido y su continuidad histórica. La prioridad en el plano de las propuestas es cómo ser eficaces en la construcción de un modelo económico y social en el cambiante mundo que vivimos, atravesado por distorsiones culturales, deshumanizadoras y en esencia profundamente antidemocráticas. La determinación de un modelo de crecimiento económico autónomo y autosostenido, integrado con los demás pueblos latinoamericanos que buscan su emancipación y un lugar en el mundo que no los destine a la sumisión, sigue siendo el aspecto más importante en la reformulación de un programa de acción y de definición doctrinaria. Es esta tarea debemos empeñarnos sin otro presupuesto que el atenernos eficazmente a nuestro papel histórico, a las fuentes de nuestra concepción ética, sin posibilismos eficientistas y sin utopismos alejados de la realización política. Como afirmara Alem, para todos los tiempos no corresponde hacer lo que se quiere, ni corresponde hacer lo que se puede, sino lo que se debe


Osvaldo Alvarez Guerrero, Junio 1989
































Fuente: QUÉ HACER por Osvaldo Álvarez Guerrero, Junio 1989 aporte de Cristina Castello.
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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Osvaldo Alvarez Guerrero: "Debate Intervención a la Prov. de Córdoba" (7 y 8 de marzo de 1974)

Sr. Presidente (Odena) —Tiene la palabra el señor diputado Álvarez Guerrero.
Sr. Álvarez Guerrero. — Señor presidente: este debate ha sido sin duda especialmente prolongado, pero sucede que las circunstancias que vive el país son también muy particulares; son esas circunstancias especiales que exigen en la vida política de los pueblos un balance en la interpretación de la realidad social y un replanteo en las actitudes políticas.
El problema de Córdoba, obviamente, es hoy el problema del país, el problema del gobierno, de la civilidad y de las instituciones republicanas. Este problema constituye una crisis del régimen, entendiendo por tal una situación de ruptura del nexo entre el pasado y el presente, sin nada que lo reemplace, que provoca este vacío, esta carencia de fundamentos, esta excesiva fluidez de los acontecimientos políticos, causa de la angustia que vive la ciudadanía de la Republica hoy.
Por supuesto, señor presidente, nos oponemos a esta intervención, pero esta oposición no es importante en la medida que no trasciende el piano formal y reducido de denunciar su ilegalidad. Es preciso, urgente y necesario caracterizar el trasfondo político y social en el cual se inserta nuestra negativa.
El examen de los episodios de Córdoba, desde un plano teórico constitucional, nos señala, en primer lugar, que este hecho es un hito en la reversión ya evidente del difícil proceso de institucionalización que el pueblo festejo alborozado el 25 de mayo. No es el único hito ni es el primero, aunque esperamos que sea el ultimo, pero es quizá el mas revelador. Es el mas revelador porque este episodio significa una quiebra clara, nítida, sin atenuantes, de la legalidad constitucional en la Republica. Es revelador también porque esa quiebra se ha producido y provocado no desde fuera de las instituciones sino desde su seno mismo por acción de un jefe de Policía y por omisión del Poder Ejecutivo nacional implica una autentica deformación, una grave degeneración del funcionamiento de las instituciones republicanas, Este hecho es revelador —y esto es quizá lo mas grave  porque pareciera pretender ser el origen de una verdadera institucionalización de la violencia.
El examen del marco político en el que se des- envuelven estos episodios superficialmente pareciera indicarnos que se trata de una consecuencia de la aparente división interna del partido gobernante, pero en el fondo, por su trascendencia institucional, que escapa de los marcos provinciales de Córdoba, por sus consecuencias practicas, representa, a nuestro juicio, un agudo avance de las corrientes reaccionarias y antidemocráticas que tienen vigencia real en el aparato estatal.
Hay fascismo en la Argentina. El señor diputado Sueldo enumero una serie de circunstancias. y hechos, que no vale la pena repetir, que son reveladores. Esto del fascismo no es una novedad en la Argentina, porque existe desde hace mucho tiempo. A Yrigoyen lo derroco en 1930 el golpe fascista del general Uriburu.
Lo que es preciso denunciar hoy aquí con energía, y reiterarlo, es que este fascismo tiene un acelerado desarrollo en nuestros días y que, inconscientemente quizá, ha cristalizado en influyentes sectores de la vida nacional. Hay pesimismo y tristeza en la ciudadanía. La alegría juvenil de los cantos del 25 de mayo y de las campanas electorales se ha ido transformando en la torva mirada de las bandas armadas y de los inquisidores ideológicos. Hay una necesidad imperiosa por parte de las fuerzas democráticas y populares de reaccionar enérgicamente ante este proceso acelerado. Es evidente que nuestra posición partidaria perderá esta votación. Pero queremos que trascienda nuestra denuncia, nuestro llamado de atención y el sentido de nuestra gestión. No admitiremos complicidad alguna con quien pretende quebrar la legalidad y defenderemos celosamente hasta el ultimo vestigio, aunque sea formal, de la realidad constitucional, porque creemos que las instituciones políticas democráticas son el único instrumento valido para la liberación nacional, social y humana que pretendemos.
No se, señor presidente, si habrá posibilidades de rectificar el rumbo por parte del gobierno. No sabemos si nuestra gestión dialoguista de advertencia tendrá éxito, aunque sea relativa, Yo ya empiezo a ser pesimista En estas circunstancias solo nos cabe invocar nuestras propias convicciones, reivindicar con un acto de fe nuestros propios postulados, encolumnarnos con firmeza, intransigencia y tozudez yrigoyeneana tras nuestros ideales esenciales y permanentes. Sin grandilocuencia pero con la grandeza que las circunstancias imponen es preciso refirmar en este recinto, para que se sepa en todos los recintos del país, que  no negociaremos ni cejaremos en nuestra ratificación de fe doctrinaria. Y mientras quede un solo radical —le hemos dicho otras veces— habrá la esperanza en la Argentina de una efectiva vigencia de la democracia y habrá luchadores para que se imponga esta concepción de la vida cívica en la Nación. (Aplausos.)






























Fuente: Honorable Cámara de Diputados de la Nación Argentina
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