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martes, 19 de enero de 2016

Miguel Ángel Zavala Ortiz: "Carta Politica al Dr. Rodolfo Martinez (h) " (21 de marzo de 1963)

Zavala Ortiz y su nuevo estilo

La carta de Zavala Ortiz, denunciando que el ministro del Interior le había ofrecido la candidatura a la vicepresidencia de la República creó una confusión política que desorientó a los justicialistas de tipo frentista, puso en la "vitrina" la actuación de Rodolfo Martínez y desorientó a la opinión pública. Muchos comenzaron a pensar si las Fuerzas Armadas, presionando sobre el ministro del Interior, no estaban condicionando una solución política a espaldas de la ciudadanía.

Sin embargo, observadores más prudentes entienden que no puede desglosarse la entrevista de Martínez con Zavala Ortiz de las centenares de reuniones entre adversarios que se realizan en la Argentina en estos días. En realidad, todos se encuentran con casi todos, y los diálogos son más o menos similares, del siguiente tono:

Político A: Mi querido doctor, usted tiene un amplio porvenir en la política argentina y yo entiendo que su presencia activa es, en estos momentos, indispensable...

Político B: Usted sabe, mi querido doctor, que yo he disentido muchas veces con sus ideas.

Político A: Precisamente, doctor, sus críticas han sido la colaboración más inestimable que he tenido. Pero ahora ha llegado la hora de los grandes sacrificios, en bien de la conciliación nacional, y quién sabe si usted no tendrá que sacrificarse, aceptando altas responsabilidades en este proceso.

Político B: Como usted comprenderá, doctor, una decisión así debería ser antes meditada profundamente. Pero usted puede tener la convicción de que cumpliré con lo que estime es mi deber en ese caso.

Esos diálogos "de sondeo", tan comunes en política, suelen permitir, sobre la base de algunos sobreentendidos, acortar distancias. El ministro Martínez — político, sagaz, cordobés y, además, hijo de conservadores— conoce perfectamente la técnica. Y cuando las altas autoridades de la Secretaría de Guerra (secretario, subsecretario y comandante en jefe) le propusieron hablar con Zavala Ortiz (y con otros dirigentes), no debe haber dejado de utilizarla. Pero Zavala Ortiz, político experimentado, no desaprovechó la oportunidad.

Esta vez, Martínez se encontró así con un imprevisto. La reunión con Zavala Ortiz era, lógicamente, privada. No había ofrecimiento público alguno. Martínez — y quienes influyen en él — pensó que era útil una conversación con el a veces renunciante dirigente radical del Pueblo. Lo que no sospechaba, porque escapaba de las normas usuales en las conversaciones privadas, es que Miguel Ángel Zavala Ortiz aprovecharía sus escurridizas frases como un ofrecimiento formal de la vicepresidencia de la República.

Zavala Ortiz introdujo, de esta manera, un método nuevo en las prácticas habituales de los diálogos personales. Algunos adversarios suyos llegaren a decir que, en realidad, Zavala Ortiz había creado un estilo distinto de trato caballeresco, desconocido hasta entonces, y que, desde ahora, se podrá hablar de un estilo Zavala Ortiz. Pero esas consideraciones, en realidad, no son importantes desde el punto de vista de la estricta eficacia política: Zavala Ortiz tenía un valor cero con motivo de haber sido derrotado dentro mismo del unionismo por Perette, como aspirante a la candidatura vice-presidencial; ha alcanzado ahora, con su indecisa renuncia y su decidida denuncia, un valor diez. Claro que, en el fondo, esto tampoco es demasiado importante, ya que el dinámico Carlos Perette mantiene un valor cincuenta, y seguirá siendo lo que más ambiciona Zavala Ortiz: candidato a vicepresidente por la UCRP.

PRIMERA PLANA, 26 de marzo de 1963.








Buenos Aires, 2 de marzo de 1963

Estimado amigo y ministro:

Cumplo en responder a los planteamientos tan convencidamente formulados por usted en la amable visita que me hizo el sábado pasado. Confieso que pude haberle contestado de inmediato, pero las trágicas circunstancias que vive la Republica y la posibilidad de que en sus puntos de vista, pudiese haber la óptima salida que usted espera, me hizo pensar que era prudente dejar la respuesta a una maduración más prolija del tiempo. Lograda esta, he llegado a la conclusión de que no obstante sus agudos argumentos, nada hay para alterar las normas y criterios que han conducido mi vida ciudadana.

Por eso, con respecto a la posibilidad de que pudiese integrar, sobre todo ahora que he renunciado a mi conocida militancia partidaria, una formula de unión nacional, agradecidamente le respondo que no puedo aceptarla. Sigo creyendo que un gobernante tiene solo dos títulos para llegar: una elección libre o una revolución justificada. El beneplácito del gobierno o de sectores influyentes, así como el fraude o la violencia no son títulos sino usurpaciones de poder.

LA VOLUNTAD CIUDADANA

Usted y yo también comprendemos que en sectores de las fuerzas armadas haya preocupación por el futuro gobierno, dada la responsabilidad que han contraído pero la democracia no comprenderá que la decisión de la voluntad ciudadana este condicionada a un juicio extraño a su libre mecanismo.

No lo comprenderá, no solo cuando tenga que votar lo que otros le han elegido, sino cuando tenga, mañana que obedecer a ese gobernante. Usted dirá seguramente que no es el gobierno el que impondrá la formula, sino que serán los partidos políticos los que la recomendaran. Pero todo el mundo sabrá que los partidos sumisamente se han sometido a absorber el escándalo de la imposición, para evitar que ella se tuviese que hacer directamente sobre el pueblo.

Indudablemente que esto no mejorara el titulo del gobernante y, en cambio empeorara el prestigio de las agrupaciones políticas que se presenten a ser vehiculo de una imposición oficial.

Es tal la realidad del pueblo, en los tiempos modernos que no solo es una condición jurídica ineludible en una democracia, de que el gobernante es representativo de la voluntad popular, sino que también resulta un elemento político esencial para las mismas dictaduras. Es que sin el pueblo no puede concebirse ningún sistema social. Por eso el gobernante que en una democracia fuese elegido por el gobierno, aun con la homologación del sufragio ciudadano, carecería de la autoridad representativa que espiritualiza el poder del gobernante. Claro está que no se trata de hacer cuestión de indumentaria ni de estado político. No veo por que un militar no pueda ser presidente, si lo fue Urquiza, si lo fue Mitre, si lo fue Roca; como no veo impedimento democrático para que lo sea cualquier ciudadano independiente empresario, trabajador, intelectual o sacerdote.

Lo imprescindible es que en buena ley, lo quiera y lo vote el pueblo. Precisamente, un afamado escritor opina que la justificación mas cierta del sufragio reside en que el sufragante piensa que al votar esta nombrando su gobierno. Ello se ve confirmado en nuestras prácticas, pues no obstante ser la de presidente una elección indirecta, nadie ha votado hasta ahora por los electores. Los argentinos votaron por Yrigoyen, por Alvear, por Perón, por Frondizi.

Hasta se corre el riesgo que si el presidente resulta de la voluntad actual u ocasional de los comandos militares, mañana, al cambiarse esos comandos, los nuevos desconozcan al presidente, porque ha dejado de ser la expresión de su voluntad.

CONSTITUCION DEL CONGRESO

De acuerdo con la que le escuche, se ha previsto dar al posible presidente, cuando menos, la mayoría de dos tercios del Senado. Es decir, que se constituiría el Congreso sin la independencia de poder que la Constitución y el orden democrático mandan mantener. Además una designación “a dedo”, de los senadores promovería el manoseo de las autonomías provinciales, partidos políticos y candidatos. Tampoco me convence el procedimiento del peronismo, por dosis.

Según las previsoras proporciones, no mas de un tercio en el Senado, no mas de un tercio en Diputados, solo el gobierno de provincias menores, y lo que resulte en las municipalidades de la representación proporcional.

Yo pregunto: ¿Esa dosis conformara a los peronistas? ¿Esa dosis será asimilada por los antiperonistas? Coincido con aquellos que creen que no puede haber elecciones sin la concurrencia de los sectores que fueron peronistas, pero no creo que esa exigencia de la democracia –sin desmedro del derecho a defenderse de toda fuerza o pretensión no democrática y a impedir la reposición del sistema anterior al 16 de septiembre de 1955- quede cumplida concediendo al peronismo una cantidad menor de derechos de los que se dan a los otros partidos políticos. Cuando la igualdad se viola aun cuando fuese aceptada por la victima, se abre un peligroso proceso contra el gobierno, los partidos beneficiados y los dirigentes propios que se consuelan con tanta facilidad.

Mientras tanto las provincias chicas podrán decir:

“Si es veneno el peronismo, ¿Por qué nos lo dan a nosotras?

“Si no es veneno el peronismo, ¿Por qué no se lo dan también a las provincias grandes?”

No dudo de las buenas intenciones de quienes auspician tal solución, estén en el gobierno, en las fuerzas armadas, en los partidos políticos o en las organizaciones gremiales. Pero no es empedrando con buenas intenciones como habremos de salir del camino del infierno.

Creo que hay un criterio anacrónico para ver nuestra sociedad de acuerdo con el cual el problema argentino solo consiste en elegir un nuevo gobierno. No se tiene en cuenta que hemos tenido gobiernos elegidos que fracasaron. No se considera que de nada valdrá elegir un nuevo gobierno si antes no se adecuan las instituciones, los criterios y la concepción misma del sistema a una realidad renovada fundamentalmente. Es que hay que comprender, previamente que el poder no esta solamente en el gobierno, también está en lo económico, en lo social, lo militar, lo espiritual. Si todas esas fuentes de poder no se coordinan y armonizan para servir sincrónicamente a la Nación y a los ciudadanos, el gobierno será o un esclavo de ellas, o un impulsor de ellas, para tener el pretexto de un despotismo. Si el poder se ha socializado, la democracia también tiene que socializarse.

La tarea no es, pues electoral ni meramente política. Es una tarea de remodelación para una sociedad nueva. Por eso, es una tarea no solo para los políticos, sino también para la escuela, el sindicato, el Ejército, la Iglesia, la economía, la cultura.

Tenemos que podar las atribuciones constitucionales del Poder Ejecutivo que lo conducen a la dictadura, tanto más cuando ésta es estimulada por la gravitación inmensa que el gobierno tiene en el Estado moderno.

AUTONOMÍA DE LOS PODERES

Tenemos que afirmar y asegurar la autonomía funcional de los otros poderes: Judicial, Legislativo, Provincial y Municipal. Tenemos que hallar defensas concretas para la persona humana contra el despotismo, la explotación económica, la necesidad, las discriminaciones raciales, religiosas o de cualquier otra índole. Tenemos que ordenar la economía trazando un plan que la coordine: administre con eficiencia y justicia la escasez, establezca las prioridades mejores secularmente el producto bruto nacional, asegure el crecimiento del ingreso por persona y la ocupación. Tenemos que mejorar la representación, dando ubicación a los sectores del trabajo y la empresa en las determinaciones de la política económica y social. Tenemos que distribuir mejor la riqueza.

Tenemos que recuperar la riqueza nacional entregada.

Tenemos que reinstalar la moral pública, afirmar la responsabilidad de los ciudadanos y formar dirigentes capaces de asumir los diversos mandos de la sociedad moderna.

Tenemos que hacer lo que tengamos que hacer. No debemos preguntar a los extraños que es lo que nos conviene, ni someter a su juicio, pre o posterior, la aprobación de nuestras decisiones.

Aprovechemos una coyuntura internacional favorable para afirmar nuestra libertad de acción sin distendernos, evidentemente de defender colectiva y solidariamente, con todos los pueblos libres del mundo, lo que aun solos estamos dispuestos a defender como la soberanía para los pueblos, la libertad y la justicia para los hombres y mujeres. La unión de los argentinos no debe malgastarse para elegir un gobierno sugerido. Hágase la unión, no de los partidos, sino de todos los compatriotas para levantar la Argentina definitivamente. Que no se haga la unión para un día de elección; que se la haga para toda una vida. Empiecen las fuerzas armadas: únanse colorados y azules. Todos los buenos argentinos seguiremos su ejemplo.

Perdone, estimado amigo y ministro esta larga respuesta. Acéptela con el afecto y el respeto que usted merece.





Fuente: Carta al Dr. Rodolfo Martinez (h) Ministro del Interior, rechazando a la candidatura a la vicepresidencia de la Nación que este le ofreciera por frustrarse su candidatura en la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical del Pueblo.

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domingo, 10 de mayo de 2015

Miguel Angel Zavala Ortiz: "Reformas a la Carta Magna" (4 de abril de 1957)

No tenemos los oídos cerrados para no ver un ambiente forzado o no, circunstancial o crónico, confuso, atestado de malicia, impregnado de escepticismo, cundido de amenazas. Se asegura que no habrá constituyentes y llegan hasta nosotros socarronas advertencias de que estamos perdiendo tiempo, que no habrá constituyentes.

No nos debe alarmar. Estamos acostumbrados en una existencia ciudadana que no ha conseguido sosiego aun, a pronunciar nuestro pensamiento en medio de amenazas y a definir nuestra conducta a pesar de todos los peligros. Esto es lo mínimo que debemos a nuestros conciudadanos que nos encomienda la conducción de sus anhelos.

Por otra parte, no nos preocupan los conspiradores que solamente salen cuando han triunfado las revoluciones.

Hemos criticado y criticaremos al gobierno cuantas veces sea necesario para que no se cometa errores para aconsejarlo; pero no lo criticamos con el animo de voltearlo o para hacerle al gobierno la vida imposible.

Hay otras críticas, sin embargo, que se hacen para crear la perturbación. No es la crítica que ocurre en un ambiente democrático, que se utiliza entre los totalitarios para crear confusión, y no con fines de hallar la verdad, sino con fines de captar, de atraer la voluntad popular.

La reforma de la Constitución ya ha decidido el gobierno que se la someta al pueblo. Lo anunció el presidente de la Nación en Tucumán.

La cuestión formal de la oportunidad o inoportunidad no esta en el temario de nuestra convocatoria. Por lo tanto, lo que es inoportuno evidentemente, pues es la discusión sobre la oportunidad de la reforma constitucional.

Pero no queremos escondernos a la verdad, aun reparados en normas de procedimiento parlamentario, entraremos a considerar las observaciones formuladas.

Ni el gobierno ni nosotros discutimos que no sea el pueblo quien tiene el poder constituyente. Tanto lo consideramos así que la reforma no lo hará el gobierno sino el pueblo. Y no lo va a hacer, por la fuerza, sino si quiere hacerla. Es lo que quiera hacer, reunido en convención escogida, con libertad y plena garantía. La convocatoria, pues, no significa tomarle al pueblo un poder, sino todo lo contrario, significa ir al pueblo para que use del poder. En una palabra, se le de la oportunidad para que elija sus instituciones.

La revolución esta en pleno uso del poder constituyente mientras ese poder nos vuelva a la decisión soberana del pueblo. Por lo tanto, no puede invocarse el procedimiento para la reforma constitucional establecido en la Constitución de 1853 para limitar la facultad del gobierno revolucionario.

No estando instalado el Congreso el poder del gobierno asume la facultad legislativa, hace sus veces, lo sustituye.

La democracia no es el sistema capitalista. El imperialismo ha existido en todos los tiempos, antes y durante el capitalismo. Ya es hora que nuestra Constitución vea el problema de imperialismo, pero no que lo vea a través de los conceptos, sino teniendo en cuenta que el imperialismo es una amenaza que puede venir en inversiones políticas.

Hay que hacer la revolución para que jamás la dictadura pueda tener en la Constitución resguardo alguno, es preferible esta oportunidad que esperar un futuro incierto. Esta reforma no será la de un partido. Hay en estos momentos una infernal maniobra antidemocrática. Lo que se quiere es desprestigiar a la democracia.




















Fuente: Fragmento del discurso del Dirigente radical de la Unidad Radical Dr. Miguel Angel Zavala Ortiz en el seno de la Junta Consultiva Nacional sobre las reformas tendientes a la Carta Magna, luego del discurso presentó su renuncia, 4 de abril de 1957.
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domingo, 2 de diciembre de 2012

Miguel Angel Zavala Ortiz: "La economía no puede estar, mandando a la democracia" (11 de febrero de 1963)

Neustadt: ¿Cree que el proceso que estamos viviendo se puede arreglar, excluyendo a algunas de las partes, es decir -caso concreto-, al peronismo?

Zavala Ortiz: Creo que es fundamental que la democracia absorba a todos los sectores, incluyendo al peronismo, pero al mismo tiempo que el peronismo se adapte a la democracia.

Neustadt: Usted está considerado por algunos grupos sociales como un eterno golpista. ¿Usted se siente bien ubicado allí?

Zavala Ortiz: Yo nunca he sido golpista. Podré -como lo soy ahora- estar ubicado en una posición de cambio -no de gobierno ni de personas-, sino de estructura, superación de instituciones, mejoramiento de conducta y de criterio.

González Fernández: ¿Usted cree que en la actualidad el pueblo argentino no cree en sus instituciones democráticas?

Zavala Ortiz: No sé si no cree en las instituciones democráticas. No cree en el orden actual de cosas. Puede estar, todavía, ya desertando mentalmente, y dispuesto a desertar definitivamente de la democracia, porque la democracia que se le exhibe es una democracia deficiente, injusta, arbitraria.
Por eso es que ir a la legalidad, a la legalidad de economías mal conducidas, no puede ser una solución seria -en todo caso-, una peligrosa solución. Porque daría motivo a la decepción definitiva del pueblo hacia nuestra democracia.

González Fernández: ¿Y usted no cree, doctor, que la mejor forma de preparar esas condiciones, y como un medio, serían las elecciones?

Zavala Ortiz: Las elecciones no preparan nada. Las elecciones lo único que hacen es elegir un gobierno. En un orden normal de cosas, yo le diría sí, estoy con las elecciones.

González Fernández: ¿Prefiere usted la situación actual o la legalidad?

Zavala Ortiz: Tendría que empezar por decirle que la situación es desagradable, pero no soy de los que creen que las cosas desagradables hay que dejarlas para ir a la deriva de cualquier acontecimiento. Por eso tampoco me atrae ese mito que se va formando sobre la legalidad. Porque pareciese que la legalidad fuese algo así como un Eldorado hacia donde la gente tiene que ir porque es lo mejor, porque allí lo está esperando la felicidad, la tranquilidad, la justicia, los sueldos puestos al día, las jubilaciones actualizadas, los créditos en los bancos también actualizados. La legalidad es mucho más simple y más embarazosa.
Yo entiendo por legalidad, que es un orden jurídico impuesto por el gobierno o por la convicción de un pueblo al cual ese pueblo se somete.
Es decir que o hay fuerza para imponerlo, y ése es un régimen de dictadura, o hay convicción para vivir en conducta de legalidad, y eso es democracia. Pero para que esto último ocurra es necesario que exista esa convicción. Que el pueblo crea en sus instituciones.

González Fernández: Usted, en varias oportunidades, habló de una democracia social, y produjo un documento que elevó a la junta directiva de su partido. Yo le preguntaría en ese aspecto, ya hay dos grandes líneas por un lado, la línea del socialismo de Estado y, por otro lado, el liberalismo. ¿Usted situaría esa nueva política de la democracia social en otra línea distinta a esos sistemas?

Zavala Ortiz: Hay una doble corriente -como usted conoce-, el liberalismo económico y el colectivismo económico. El liberalismo económico que concibe la economía como un mecanismo perfecto que debe manejarse por sí solo, y la economía colectiva que piensa que el Estado debe ser el conductor de toda la economía. La economía social -en la cual creo- piensa que la economía no es un mecanismo perfecto, y queda demostrado, pues los pueblos siguen padeciendo grandes crisis, e incluso economías muy perfeccionadas, como la de Norteamérica, sufrieron una gran depresión en el año 1929. Economías que no pueden -desde luego- manejarse con supuestas leyes naturales como las que formaron los clásicos de la economía, sino que deben manejarse con leyes sociales, con leyes humanas, con leyes que no tienen la regularidad, la precisión de una ley física, y que, en consecuencia, deben ser ante todo puestas al servicio de fines sociales. La economía no puede estar en nuestra democracia mandando a la democracia. Tiene que estar al servicio de la democracia. De una concepción de vida. No es posible que la economía no tenga el sentido de la justicia y el sentido de la Nación. Que en la economía suscite el egoísmo.

González Fernández: ¿Y es Estado en materia de economía?

Zavala Ortiz: Tampoco es posible que el Estado se apodere de esa fuerza inmensa que es la economía, porque tampoco es concebible para nuestro humanismo democrático la existencia de un poderoso Estado. En consecuencia, quien debe controlar, quien debe ordenar la economía, quien debe administrar la escasez de los medios y llevarlo a las prioridades y ubicarlo para la satisfacción de las necesidades principales en primer lugar, quien determine las prioridades sociales en forma tal de que la sociedad vaya recibiendo de la economía los bienes para satisfacer sus necesidades más fundamentales, como podría ser la vivienda, etc., no puede seguir siendo el Estado, pero tampoco puede seguir siendo la economía por sí sola. Tiene que ser una organización del pueblo mismo, de la sociedad misma. Tiene que ser una organización con representantes empresarios, obreros, del congreso, de las universidades.

González Fernández: ¿Algo así como el Consejo del Estado de Francia?

Zavala Ortiz: Algo como el Consejo del Estado de Francia. Uno siempre habla del milagro alemán. Bueno, en Alemania hubo un milagro, pero el milagro tenía una razón y la razón era que se manejara con una economía social. Y si bien Alemania no tiene un Consejo, hubo prioridades económicas y sociales y las grandes empresas están administradas en congestión con representantes de patronos y obreros -que no solo tienen participación en los aspectos laborales y sociales, sino que tienen intervención en la política de inversión de la fábrica -vale decir-, que tienen intervención en el proceso económico del país.

González Fernández: ¿Qué opina de las negociaciones con el F.M.I.? No solamente de lo objetivo, sino también de la forma en que son conducidas por los funcionarios argentinos.

Zavala Ortiz: Cuando se inició el primer "stand by", en 1959, nosotros advertimos que los principios científicos en que estaba basado ese plan eran erróneos, porque se daba preferencia a la estabilidad por vía de medidas monetarias y no por la vía de desarrollo de la economía. Recuerdo que cité dos investigaciones de las más autorizadas en el mundo de la economía como es el Comité "Raiclise", en Inglaterra, y formado por los mejores economistas de Gran Bretaña, y el informe Ruiz, en Francia. En los dos informes se llegaba a la conclusión de que no debía haber ningún fetichismo aumentario. Toda esa documentación la traje precisamente para demostrar que nosotros íbamos a llegar por ese camino a la depresión. Y nosotros estamos en la depresión económica.

González Fernández: ¿Cuáles son, entonces, los objetivos?

Zavala Ortiz: No debemos tener como objetivo la inflación, sino la deflación, porque en este momento lo más patético de nuestra economía es la caída de la producción, la desocupación que puede llegar en el momento actual a un millón sobre ocho millones de la masa laborable. Eso constituye más de un 12%, porcentaje que llenaría de pánico a cualquier otra economía y que acá creemos que se tiene que seguir aguantando. El F.M.I. significa una intromisión en nuestra economía. Con ello, nuestro país pierde la autonomía de gobernarse a sí mismo.

González Fernández: Esto, ¿cómo se traduce referido a importaciones?

Zavala Ortiz: Es decir sustituir las importaciones que están desnivelando esa balanza de pago. En cambio con esos préstamos nosotros nos hemos dado el lujo de importar cualquier cosa en nuestro país. Y eso ocurre porque la economía no puede dirigirse con criterio extranjero ni con técnicos extranjeros, sino con un sentido nacional, con una responsabilidad política. Yo no niego que ellos sepan mucho de economía, pero los llevaría a dirigir sus propios países y estoy seguro de que antes de dejar miles y miles de obreros en la calle lo pensarían dos veces.

González Fernández: Hay tres partidos mayoritarios en este momento. La UCRI, la UCRP y el Justicialismo. Yo creo que en este momento ninguno tiene fuerza dentro del régimen eleccionario para imponer al futuro presidente argentino, de acuerdo con las estadísticas. El Justicialismo y la UCRI, por tal motivo, hablaron ya de un frente, en cambio la UCRP ha hablado de puntos de coincidencias mínimas, es decir, que prácticamente se ha declarado antifrentista. ¿Por qué la posición antifrentista de su partido?

Zavala Ortiz: Nuestro partido no asumió una posición definitiva. El error viene ante las palabras pronunciadas por un prestigioso dirigente de nuestro partido. Pero ésta es una posición monopartidaria al proceso electoral. La Convención del partido se reunirá el 15 para dar a conocer la posición del partido.

González Fernández: ¿Es decir que aún no hay decisión definitiva?

Zavala Ortiz: No, aún no; pero yo puedo darle una opinión al Frente. Los partidos deben buscar la analogía de tendencia, es decir, afirmar las fuerzas análogas concepcionales parecidas, para enfrentar la lucha del futuro, porque ésta es una lucha de grandes transformaciones que deben hacerse con el mayor caudal de ciudadanía. No se puede ir con banderas partidarias y menos con candidatos partidarios. Nuestro problema es mucho más importante. El problema es rehacer al país. Y para ello necesitamos el concurso y la solidaridad del mayor número de gente. Eso desde un punto de vista objetivo de la realidad argentina. Por eso, a mí me parece aceptable que eso se complazca con que el partido llegue a un tratado de buenas costumbres para el futuro de garantía incondicional al partido que salga electo, porque eso no es lo que el país necesita. El país necesita una transformación y un esfuerzo para reformarlo. No es una coincidencia para reafirmarlo en lo malo que está viviendo, sino una coincidencia para sacarlo del caos en que está viviendo.

Neustadt: ¿Qué haría usted con Arturo Frondizi?

Zavala Ortiz: Si Arturo Frondizi no tiene responsabilidades ante la justicia, lo dejaría en libertad.












Fuente: Un político de nota, el doctor Miguel Angel Zavala Ortiz, pasó por el espacio "EL MUNDO en Mar del Plata" que difunde el Canal 8 de Televisión, con la conducción de Bernardo Neustadt. El doctor Zavala Ortiz respondió a un cuestionario del director de EL MUNDO, doctor Carlos A. Fernández. Preguntas y respuestas de vital interés nacional. Archivo Bernardo Neustad "Reportaje al País" 11 de febrero de 1963.

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miércoles, 6 de julio de 2011

Vea y Lea: "Entrevista a Miguel Angel Zavala Ortiz" (febrero de 1957)

 — ¿Cuándo deben hacerse las elecciones generales?
 — En las épocas anunciadas por el gobierno; es decir, las de constituyentes, "apenas estén listos los padrones" (expresión usada por el presidente provisional de la Nación, general Aramburu, y las generales, en el último trimestre del corriente año.


 — ¿Cuál es su posición frente a la reforma de la Constitución?
 — En cuanto respecta a su oportunidad, considero que antes de que se elija el gobierno, el pueblo debe dar su opinión sobre cuál es la Constitución a que ha de estar sometido el país. De no hacerse así, podría reabrirse, peligrosamente, la discusión sobre si la que está en vigencia es lisa y llanamente la Constitución del 53 o dicha Constitución con las reformas introducidas en 1949 o el mismo estatuto con las reservas impuestas por el gobierno de la Revolución. Independientemente de que para dar cumplimiento a los objetivos revolucionarios, es mucho más importante determinar el sistema de gobierno y las normas de la convivencia nacional que elegir el gobernante.

 — Ante la aparente seguridad de que las elecciones de constituyentes serán previas a las generales, ¿propicia usted la concurrencia de la U. C. R. y aprueba la adopción del sistema de representación proporcional para esas elecciones? ¿No hay contradicción entre aceptación de representación proporcional para convencionales constituyentes y retorno a la lista incompleta de la Ley Sáenz Peña para diputados nacionales?

— Consecuente con mi contestación precedente, estoy de acuerdo con que mi partido concurra a las elecciones de constituyentes y que se someta al sistema de voto proporcional. Por otra parte, estoy convencido de que no existe ninguna contradicción en aceptar dicho sistema electoral para constituyentes y repudiarlo para la elección de autoridades. En efecto; una constitución es una concepción de vida para todo un pueblo y con pretensiones de eternidad; es un verdadero credo jurídico de la Nación misma por encima de sus diferencias o matices políticos y sociales; es casi un destino de todos y de cada uno de los ciudadanos. Por eso, a su formación debe concurrir el mayor número de voluntades y opiniones, con vistas a encontrar el punto de identificación más general. Una Constitución de partido o de grupo, obtenida por una mayoría ocasional aun libremente elegida, sería un verdadero golpe de Estado. De ahí es que acepte el sistema proporcional, que permitirá conocer la opinión y voluntad constituyente del mayor número de sectores.
En cambio, un gobierno es conducción y ejecutoriedad. Por eso mismo, se requiere que sea homogéneo, definido, univoco. Los gobiernos que tienen que integrarse posteleccionariamente son imprecisos, casi siempre inestables. Los gobiernos, pues, deben elegirse con mayorías definidas. Para ello, la lista incompleta de elección que, asimismo, permite el acceso de las minorías a la fiscalización de la gestión pública.


 — Si la U. C. R. concurre a la Convención Constituyente, ¿qué posición sostendrán en ella sus hombres?
 — No podría decirlo hasta que el partido no se pronunciase concretamente. Sólo diré mi opinión personal. Debe confirmarse la benemérita Constitución de 1853, atemperando su centralismo gubernativo y su individualismo jurídico. Aquel, cerrando las puertas al despotismo político, acrecentando la colaboración del Congreso, afirmando el federalismo, fomentando el régimen municipal, sosteniendo la independencia del poder judicial y posibilitando el ingreso, al gabinete nacional, de representantes de las minorías. Este, remojándolo en una visión más social y universal de la vida, a fin de asegurar el desarrollo e integración del ser nacional, con resguardo concreto de su patrimonio fundamental para que no salga de sus propias manos la conducción económica de la Nación. También y especialmente, protegiendo el desarrollo y bienestar de la persona humana, afirmando sus libertades políticas y sus derechos sociales y económicos, como el derecho al empleo, a la retribución justa, a la vivienda sana, a la seguridad familiar, a la huelga, al libre aprender y enseñar, etcétera.
Todo esto debe procurarse obtener sin olvidar que la reforma constitucional hay que hacerla para coincidir y no para dividir al pueblo argentino. Por eso, no debemos auspiciar niguna modificación que despierte resentimientos en sectores del pueblo. El progreso institucional debe ser discreto para ser duradero.


 —Para el supuesto de que la Convención introduzca reformas sustanciales a la Constitución (por ejemplo, el doctor Ernesto Sanmartino se declaró partidario de un gobierno colegiado) , ¿en qué situación quedaría la fórmula que encabeza el doctor Frondizi?
— Seria preferible que el propio doctor Frondizi advirtiera la situación en que puede quedar su candidatura, en ese supuesto o en cualquier otro de los tantos posibles, antes que lo advirtamos nosotros.


— ¿Puede concretarnos el estado en que se encuentran las gestiones para la formación de un frente radical opuesto a las candidaturas proclamadas por la Convención celebrada en Tucumán en noviembre de 1956?
— No conozco gestiones para formar "un frente radical" y menos para oponerlo a determinadas candidaturas. Las gestiones que conozco, porque intervengo en ellas, tienen por finalidad unir el radicalismo en el acatamiento a su ética política, a la doctrina y al programa consagrados, para lo cual se procura su reorganización total mediante padrones y comicios internos limpios, en los que trascienda la auténtica voluntad de los afiliados.
Entiendo que esas gestiones están por lograr el anhelado éxito.


 — ¿Designará este bloque radical candidatos? En caso afirmativo, ¿cuándo y para qué cargos?

— La Unión Cívica Radical me supongo que, una vez reorganizada, elegirá sus candidatos. Desde luego que la elección de los candidatos se hará sólo cuando el pueblo sea convocado a elecciones.

— ¿Qué sistema aplicaría para designar candidatos?
 — El voto directo de los afiliados.


 — ¿Pueden citarse nombres de precandidatos?
— Cualquier mención sería incompleta. Felizmente el radicalismo no tiene el hombre único e insubstituible.


— ¿Cuál es su actitud actual frente al Gobierno Provisional?
 — La actitud que tuve siempre: colaborar con el gobierno para que cumpla los objetivos revolucionarios y señalarles, sin resentimientos, los errores que comete.


 — ¿Cómo deben resolverse las cuestiones vinculadas a investigaciones, presos políticos y gremiales, inhabilitaciones, interdicciones, etcétera?
— Sin arriesgar la seguridad material, política y jurídica del gobierno de la Revolución ni la del gobierno constitucional que le siga, se debe procurar con la tolerancia, el olvido y el perdón afirmar el entendimiento democrático de los argentinos. No debe olvidarse que el castigo es cruel cuando es tardío y es inútil cuando la conciencia social lo resiste. Pero también debe tenerse muy en cuenta que hay sectores que pretenden, validos del sabotaje y la rebelión, frustrar el principio de la vida libre y justa, afirmado por el sacrificio y la angustia del pueblo durante muchos años de despotismo. El gobierno, pues, es quien puede juzgar mejor que nadie cuándo es la oportunidad para olvidar y perdonar y quiénes merecen esa consideración.
En lo que respecta a las interdicciones, deben ser resueltas con toda premura, para que no sobrevengan perjuicios a los patrimonios afectados, sea que ellos deban ingresar al Estado, probado su ilegitimo origen, sea que deban volver a sus titulares aparentes.


 — ¿Qué piensa usted de la rumoreada posible disolución del Ministerio de Trabajo y Previsión?
— Me parece sencillamente un disparate. No solamente debe subsistir el Ministerio de Trabajo, sino que, además, habrá que dar mayor intervención en la vida pública a las fuerzas del trabajo.


 —¿Cree usted que los problemas económicos, incluso la inflación, ejercen imperio sobre el panorama político? ¿Cómo los afrontará el radicalismo?
— Considero al económico uno de los problemas fundamentales del país en estos momentos, porque aparte de su trascendencia típica en el campo económico, está influyendo en el desarrollo de la Nación y en la tranquilidad del pueblo. No será posible
tratar el problema económico con un criterio meramente técnico, sino que habrá que completarlo con un sentido moral, nacional y humano. No debemos hacer de un sistema económico la finalidad de nuestra política, sino el instrumento apto para el cumplimiento de nuestras finalidades políticas y sociales. Con esto quiero decir, también, que no es posible atener la gestión del gobierno a fórmulas o leyes de un sistema económico, que no son más que presupuestos abstractos, como la ley de la oferta y la demanda, que solamente tiene un funcionamiento relativo, muy lejos de la perfección y de la justicia. Así, por ejemplo, congelar los salarios y dejar libres los precios, en circunstancias que hay escasez o arreglos colectivos de las empresas o dificultades para instalar o ampliar las fuentes de producción, es una contradicción inadmisible para los que veneran la ley de la oferta y la demanda.


— ¿Cómo obtener la unidad completa del radicalismo?

— Convenciendo a todos los correligionarios de que, dentro del alineamiento de las fuerzas políticas nacionales, la Unión Cívica Radical debe seguir siendo el centro y la izquierda de la democracia argentina y que, en ninguna forma, es posible convertirla en la derecha de cualquier totalitarismo, como lo han pretendido algunos hombres del partido.





























Fuente: Revista Vea y Lea "Encrucijada en el Radicalismo" (febrero de 1957)
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