TENDENCIAS DEFINITORIAS Y RENOVADORAS
LA UNION CIVICA RADICAL es una condensación de grandes
anhelos populares de emancipación y autenticidad nacionales y un órgano publico
superior para que la justicia social, sin sacrificio de la libertad, sea
discernida a todos los rangos de nuestra sociedad civil. Para que su misión se
cumpla debe constituir una gran comunión ciudadana sentimental y
espiritualmente unida alrededor de los sentimientos y principios fundamentales
de su doctrina liberadora. Los hombres y los grupos que internamente no lleguen
a sentir la emoción de sus grandes orientaciones morales ni de sus
planteamientos principistas y de renovación social, o aquellos que no aguanten
el rigor definitorio de su programa, perturban el desarrollo y el cumplimiento
de las obligaciones publicas de esta gran fuerza espiritual que trabaja por el
ascenso social en todos los ordenes, y rebajan notablemente su histórico
prestigio y su plena afirmación popular.
Bien sabe el Radicalismo que no es radical el que así lo
decide sino el que alcanza a serlo. Que la intransigencia radical exige, aparte
las definiciones, la continua superación de las actitudes personales y una
voluntad constante y muy rigurosa como conducta. Pero aun así, su modalidad mas
reiterada es la de proceder siempre, en lo interno, mas que venciendo,
convenciendo, educando, hasta el punto de realizar los mayores sacrificios a
veces hasta el limite del respeto que corresponde a sus orientaciones
fundamentales; como que sacrificio fue, por ejemplo, después de 1930, la
reincorporación a la filas de la fuerzas que cometieron la trasgresión del
"contubernio", origen de la dictadura de septiembre y de graves
acontecimientos posteriores hasta hoy. Por eso, cuando en lo intimo de la UNION
CIVICA RADICAL se disputan las orientaciones, los principios y el
comportamiento con la amplitud que corresponde a su entrañable índole
democrática, la lucha interna —ese aparente desorden para los que no
desentrañan su significado correctivo y creador— adquiere la importancia de una
gestación permanente del porvenir político de la Republica. Cuando se trata de
discernir y resolver sobre los rumbos por los que marchara el Radicalismo, se
esta considerando, nada menos, como será el país que anhelan poner en pie los
Radicales.
Toda la historia de la UNION CIVICA RADICAL es una lucha de
tendencias sucesivamente definitorias y renovadoras. La causa de la reparación
moral e institucional de la Republica trajo a sus filas hombres de todas las
ideas y modalidades; pero a medida que fue sustanciándose su conciencia política
y, particularmente, a medida que a partir de su primer gobierno debió afrontar
ciertos problemas nacionales e internacionales, se fue produciendo un fenómeno
de diferenciación o segregación de tendencias o individualidades que
representan distintas concepciones morales, distintas ideas y distintos
intereses de todo orden.
Desde su origen mismo en 1891, la UNION CIVICA RADICAL debió
luchar con fuerzas que desde dentro, se levantaron contra ella pretendiendo la
desvirtuación de sus fines y el escamoteo de la voluntad popular. En 1897 debió
afrontar una nueva crisis casi disolutoria para sostener su bandera,
fervorosamente convencida de que ninguna concesión, circunstancial ni de
partido, podía legitimarse cuando estaban en juego los intereses nacionales de orden
moral e institucional del pueblo argentino. Después, durante los quince años de
la Abstención Larga, mantuvo su solemne definición y recogimiento, a veces con
el brazo armado, soportando las disidencias y claudicaciones de los apresurados
por el poder.
CONFABULACIÓN CONTRA LOS GRANDES PRINCIPIOS
Cuando después de haber pasado muchas nieblas por la frente
de los pensadores, el gran ideal congregante que el Radicalismo había sostenido
durante un cuarto de siglo, —la instauración de la Republica Representativa—
parecía definitivamente realizado al abrirse el periodo del 12 de octubre de
1916, muchos hombres que habían coincidido en sus filas, comenzaron a disentir
en la apreciación de ciertos problemas, que el pueblo ya en ejercicio de su
soberanía debía resolver, exteriorizándose dentro de la UNION CIVICA RADICAL el
citado proceso de diversificación que caracterizo la nueva época del
Radicalismo. Mientras un ala socialmente conservadora dentro de sus cuadros
trataba de circunscribir su acción a lo formalmente político y con mero sentido
de "partido", Yrigoyen y los Radicales en el Radicalismo se
adentraron en la sustancia social del problema. Cada hombre y la Nación como
conjunto, no asegurarían su libertad si no alcanzaban las condiciones
económicas de la libertad. La propia verdad representativa y las libertades
emergentes de su logro, quedaban indefensas y estériles si no se instituían las
condiciones morales y materiales que debían resguardarlas. Había que ejercer la
defensa simultanea en el mundo del espíritu como en el orden económico, en la
orbita personal como en la esfera nacional, de la libertad efectiva del hombre
y de la Independencia soberana de la Nación. Habíanse auscultado reverentemente
las solicitaciones de la justicia social y el Presidente de la Republica señalo
desde entonces y para siempre el derrotero de la Reparación Nacional. Cuando
llegaron los años 1922-1928, el gobierno de esa época, a pesar de las
obligaciones propias de su origen ampliamente popular, desvirtúo el gran rumbo
originario. Comenzó una fuerte evolución hacia las fuerzas socialmente
reaccionarias y hasta llego con sus partidarios a complicarse en una alianza
con ellas. Fueron días de infortunio para la UNION CIVICA RADICAL de cuyo seno
aquel gobierno había surgido. El contubernio concertado fue, durante los años
1923-1924, el más rudo golpe sufrido por la Reparación Nacional desde los
tiempos iniciales. La crisis de segregación de los "oligarcas de boina
blanca" — según la expresión de Yrigoyen— fue popularmente vencida, como
siempre lo serán los cismas análogos, pero el innoble contubernio que
alimentaba la crisis —que reviviría veinte años después en la llamada
"unión democrática"— resulto la matriz de la dictadura de septiembre
y de la secuela de acontecimientos funestos de ella derivados. Fue una
confabulación contra los grandes principios y tradición radicales y la causa de
grandes desgracias, porque la Republica fue despenándose desde los progresos
alcanzados, sin que el proceso de declinación pudiera ser detenido por el
supremo y dramático esfuerzo de 1928- 1930.
El proceso reaccionario que se precipita en 1930 conduce a
nueva crisis del Radicalismo —esta vez no por segregación sino por agregación—
a través de la fusión del City en 1931, que fue abatiendo su capacidad radical
y revolucionaria, hasta llegar a la realización de los actos necesarios para
legitimar la sanción, en 1935 por el Congreso Nacional, de lo que los radicales
llamamos "el estatuto de coloniaje". Este periodo de nefasta
decadencia caracterizo a las direcciones radicales por su permanente cortejo al
privilegio y el relegamiento de los grandes problemas sociales y económicos del
país. En el orden legislativo, la diputación presto su asentimiento al régimen
gobernante con el silencio o la omisión de la defensa de los bienes
institucionales y materiales del pueblo, mientras dicho régimen organizaba
progresivamente la supeditación de la riqueza, la producción y otros aspectos
del desarrollo nacional, en favor de minorías internas e intereses extranjeros.
Iniciativas radicales, como las centrales hidroeléctricas del Estado y los
gasoductos, durmieron en las comisiones porque lesionaban al
"holding" de la Chade y a los consorcios internacionales proveedores
de petróleo y carbón de piedra.
PERDIDA DEL IMPULSO POPULAR
Así comenzó a prosperar el escepticismo popular y se inicio
la dilapidación de la gran herencia radical. Así se preparo el campo para el
avance de las tendencias totalitarias que mostraban al fraude y la claudicación
de las representaciones populares como características inherentes e
irremediables del sistema democrático. De modo que, pasados los años, el cuadro
del país era la entrega al capital monopolista de su producción esencial
—petróleo, carnes y cereales— así como de los transportes y finanzas y,
simultáneamente, la entrega de la economía interna en un proceso de
monopolización, de dominio del mercado interior por los frigoríficos y de la
producción del campo por las grandes casas cerealistas, las que a su vez
iniciaron el comercio de artículos de primera necesidad. Es decir, fraude y
enajenación económica; o sea, como expresión política total: oligarquía e
imperialismo. La desvirtuación del sentido democrático del Radicalismo, la
restricción de sus objetivos al campo político-formal, frente al privilegio
económico social y de espaldas al alma histórica de la época, enajenaron su
característico impulso popular y cancelaron su función nacional, mientras en su
propio seno funcionaba una "maquina política", se obstruía el
surgimiento de la nuevas generaciones y se silenciaban vergüenzas que tanto
desprestigiaban a la UNION CIVICA RADICAL.
FALLAS ANTE LA ESTRATEGIA DICTATORIAL
Mientras tanto, comenzada ya la década del 40, la Republica
vivía un estado pre-revolución. Hubiera sido el momento de los rumbos creadores
y fecundos, si las esperanzas populares hubieran encontrado eco y cauce en vez
de engaño y desesperanza en la vida partidaria. Pero las directivas ahondaron
la separación entre el pueblo y la UNION CIVICA RADICAL, y el régimen
dictatorial utilizo esta increíble deformación cívica y dilapidación de riqueza
política e histórica, para usar una fraseología revolucionaria y agitar como
senuelo, sin sentirlas, las consignas tradicionales del Radicalismo: la lucha
simultanea contra la oligarquía y los imperialismos. ¿Como contestaron las
direcciones del Radicalismo a la estrategia del régimen dictatorial? Urdiendo
la "unión democrática" de 1945, negación flagrante de la razón de ser
de la UNION CIVICA RADICAL, y reduciendo cuanto había sido el gran Radicalismo
—con decisivo abandono de su función protagónica— a una dirección opositora sin
propio carácter, decepcionando al pueblo argentino y llevándolo a pronunciarse
en la forma que lo hizo, ante la falacia de su programa silenciado por el
compromiso y el descreimiento. Pero a pesar de estos grandes y reiterados
infortunios, había venido manifestándose —cien veces vencida y cien rediviva—
la tendencia de la autenticidad radical: la que seguía creyendo que la política
del Radicalismo no podía marchar por otros senderos que los de la vieja
Reparación Nacional; la de los hombres o grupos que aspiraban a proseguir la
gran construcción que Yrigoyen dirigió desde el gobierno o fuera de el contra
el "régimen" visible o embozado, defendiéndose permanentemente de
aquellos radicales de la rama bastarda, que al "régimen" se ligaron
por medio del "contubernio" para combatir al Radicalismo tradicional.
Para tal emprendimiento, no era necesario sacar al Radicalismo de su sencillo
planteamiento fundamental de Causa y Régimen, sino esclarecer el sentido actual
de tal dialéctica a la luz de las experiencias de varias décadas y del
desarrollo de las ideas radicales.
Así fue profundizándose, en toda la extensión de la
Republica, una honda comprensión de los problemas nacionales, que llevaría no a
reclamar simplemente las libertades propias de toda democracia sino también las
condiciones morales, sociales, culturales, económicas e internacionales para su
existencia. Además, debía reclamar la correspondiente renovación que depusiera
a los dirigentes políticamente caducos, de orientación cuando menos
insuficiente. Era ya insoportable y necesitaba corrección la vida interna
radical, tironeada por conservadores que se decían radicales, y por agentes del
negociado del "chadismo" que transitaban impávidamente entre sus
filas y mandaban desde los cargos. Se iba apagando la vocación para una
política con grandeza, de rango nacional y carácter revolucionario. El
Radicalismo se reivindicaría, como siempre, la libertad como primer reclamo
humano y nacional, pero por eso mismo se habría de considerar obligado a
afrontar la pretensión contraria del privilegio económico, representado por la
vieja y la nueva oligarquía plutocrática extranjerizante, en favor de la
reparación moral, espiritual, cultural, política y económica de los argentinos
y de la Nación que constituyen.
EL MOVIMIENTO DE INTRANSIGENCIA Y RENOVACIÓN
Así fue fundado el movimiento de Intransigencia y
Renovación, para reivindicar la UNION CIVICA RADICAL como la gran fuerza
nacional del civismo argentino y retomar su larga lucha a fin de instaurar una
democracia política, económica y social. Según su gran tradición, la soberanía
popular seria el fundamento de las instituciones; la libertad y derechos de la
persona, la exigencia de toda organización social y moral. Como consecuencia,
resultaría la afirmación de la personalidad de la Republica ante el mundo con
propio carácter. Produjo dos declaraciones iniciales: la de Avellaneda, en
abril de 1945, y la de Rosario, en noviembre del mismo año. Declaraciones que
integraron un gran programa de afirmación política, económica, social e
internacional, sobre la base de la intangibilidad de las libertades, es decir,
con la preocupación esencial del hombre como entidad cuyo desarrollo exige la
libertad; porque la UNION CIVICA RADICAL no reconocería a ninguna política
social, económica, cultural o internacional, sino es sobre esa base. Tanto las
doctrinas como sus realizaciones son por ella juzgadas según la suma de
libertad real que dan a cada individuo, pues la dignidad del hombre es el
origen y la fuerza fervorosa del sentimiento radical. Cuando los poderes del pueblo
están en manos de oligarcas o dictadores, estos llevan fatalmente a la
formación de una burocracia liberticida —sea en el orden nacional o
internacional— enunciando tareas que no se cumplen ni podrán cumplirse por ser
ajenas y contrarias al sentido creador de la libertad. Sobre las bases del
Movimiento se reconstruiría la UNION CIVICA RADICAL, no para evitar o eludir la
implantación de medidas de justicia social, sino precisamente para asegurar su
imperio, pues el Radicalismo es el órgano de liberación política, económica y
cultural del pueblo argentino, propulsado definitivamente en tal integral
carácter por el presidente Yrigoyen desde 1916. No movieron a los declarantes
propósitos electoralistas sino la voluntad de contribuir a la construcción de
una gran democracia social y económica, avalada por la limpia conducta de los
hombres que así lo expresaron, entre los que había viejos luchadores y
representantes de las nuevas generaciones. En agosto de 1947 se reunió el
Primer Congreso Nacional del Movimiento de Intransigencia y Renovación, y, al
condensar la doctrina radical, hizo su "Profesión de Fe" y dio las
grandes "Bases" para la acción radical. El Movimiento trajo una
intensa y saludable crisis interna, y la Convención Nacional de abril de 1948,
surgida de la renovación, por primera vez por el voto directo de sus afiliados
en todo el país sanciono unánimemente aquellos importantes documentos, con
vertidos así' en textos definitivos de la UNION CIVICA RADICAL. Desde los años
1930 y 1931 y muy particularmente desde la fundación del Movimiento de
Intransigencia y Renovación en 1945 y la realización de su Primer Congreso
Nacional en 1947, el Radicalismo tuvo el problema irrescindible de atender dos
tareas simultaneas: una, la de luchar contra la conculcación de las libertades
por el régimen; la otra, la fundamental y permanente, con que aquella se nutre
y toma aliento popular: la de luchar por la reconstrucción nacional de la UNION
CIVICA RADICAL para la realización de la democracia integral de nuestro pueblo.
La de trabajar sin descanso "para quebrar la hegemonía, en ciertos
distritos, de los últimos núcleos del conservadorismo interno", como dice
el manifiesto de la Intransigencia de la Capital de la Republica, de 1949. La
lucha contra el "régimen" va más allá de querer su derrota, porque
consiste en librar al pueblo argentino de las influencias de todos los grupos
reaccionarios e imperialistas que, desde antes de la caída de Yrigoyen,
trabaron la marcha del país, a cuyo dominio no escapo la organización radical.
LA UNIÓN NO ES UN HECHO FORMAL Y EXTERNO
La unión interna carece de sentido, o posee un sentido
contrario a la concepción integral del Radicalismo, si implica postergarlas
definiciones mas claras y precisas alcanzadas por la conciencia radical frente
a los mas graves problemas que afectan la vida de la Republica. La unidad no es
un bien en si, ni es un hecho puramente formal y externo, basado en la
inconsistencia de un agrupamiento indiferenciado y engañoso de intereses
dispares, sino la forma anhelada de un proceso vivo, realizador de una
transformación de raíz. La unidad deseada no es un deposito nivelador donde
puedan llegar a volcarse los intereses reaccionarios nacionales y exteriores;
una postillón exclusivamente negativa, limitada a la critica de lo eventual,
que no ayude al país a salir de sus grandes dificultades, sino una organización
democrática y eficaz de grandes orientaciones transformadoras y
reconstructivas, reserva y garantía contra nuevos desengaños y funestas
desviaciones. "No es el caso de mejorar los efectos de las causas —dijo
Yrigoyen— sino de extirpar las causas para que no se produzcan los
efectos". Un régimen lesivo de la causa nacional obedece a motivos
políticos, económicos, morales, espirituales, es decir, a un conjunto de
condiciones de la vida nacional, que debemos transformar por la conciencia
política y por la acción política para remover sus motivos determinantes o su
reiteración posible, mediante un programa hondamente profesado que contemple
todos los aspectos de la vida nacional. Bien decía Lebensohn que considerar al
Radicalismo solo como un movimiento negativo de un régimen —posición ansiada
por el pensamiento conservador— declinando definiciones de futuro, conduciría a
la derrota; pues sin los grandes móviles de una justiciera construcción, no
habría en la resistencia la voluntad de sacrificio indispensable para superar
los recursos de fuerza. En el supuesto caso de llegar al poder, sin conciencia
colectiva bastante sobre asuntos vitales, en vez de firmeza en el rumbo se
tendría entonces el debate turbulento y anarquizante nada menos que sobre el
conjunto de cuestiones que configuran la crisis de nuestro tiempo. En el caos
se daría el predominio final de los intereses del privilegio que ejercen el
poder económico y retienen posiciones, y otra vez sobrevendría la decepción
popular. La desesperanza general y la subsecuente aventura configurarían una
nueva frustración radical y argentina.
FECUNDA LUCHA MATRIZ
Estas consideraciones recordativas que dirijo a los jóvenes
de la UNION CIVICA RADICAL, legatarios de su destino, tienen viva actualidad,
pues una incurable tendencia interna, cuyas direcciones sucesivas, profesantes
de una falsa unidad, han sido pacientemente soportadas en lo interno a través
de años y de acontecimientos graves, acaba de producir una segregación que
permitirá un renacimiento saludable de la UNION CIVICA RADICAL, al liberarse de
su contumaz acción regresiva. Su línea política es la de la crisis 1923-1924,
la de la dirección decadente del Radicalismo que desemboco en la "unión
democrática" y hasta ayer mismo, frente a la retoma de los grandes
principios radicales conculcados y la formación de las grandes Bases radicales
de reconstrucción nacional, su permanente obstruccionismo del programa y su
latente intención de recidivar la mencionada funesta "unión
democrática".
Bien dijo Yrigoyen —cuando se le pidió explicara por que se
llamaba Radical a la Unión Cívica— que la denominación de Unión Cívica
expresaba su origen y el agregado Radical es el vivo anatema a las atroces
desviaciones de que ha sido victima "dentro" de su propia entidad,
que es donde se decide la historia nacional. Por causa de tales apostasías
"se multiplicaron sus crucificaciones y se infirieron a la patria muchos y
mas sensibles daños que aquellos que motivaron su convocatoria".
Esta crisis ofrece a la Juventud Radical la oportunidad de
contribuir, con una fecundidad que no pudo tener durante muchos años, a la
construcción política del país querido, colaborando desde cada pueblo, desde
cada Provincia, desde la capital de la Republica, en las tareas y en las
orientaciones que se condensan actualmente en el Comité Nacional.
El Radicalismo es lucha por la libertad, y por eso mismo,
lucha por las realizaciones sociales para garantizarla. El Radicalismo no solo
es así una fuerza esencialmente revolucionaria en el sentido político moral —
especie de sencilla religión temporal que aspira a la reforma interior del
hombre por la conducta—; sino también como consecuencia una fuerza que lleva un
mandato revolucionario en el orden económico, social y cultural. Pero es, por
eso mismo, y en primer término, una lucha en sus filas por su estricta
radicalidad; una lucha por sustanciar y actualizar plenamente su definición;
por afirmar su programa; porque su plan y métodos efectivos sean fielmente
profesados por sus dirigentes. ¡Fecunda lucha matriz! Gracias a ella —que ha
sido incesante desde hace sesenta y cinco años en permanente elaboración del
futuro—, la UNION CIVICA RADICAL esta hoy en pie, en medio de tremendas
dificultadas internas y externas y luchando noblemente por superarlas, como la
esperanza de la Republica.
Buenos Aires, julio 3 de 1954.
Fuente: "Mensaje a la Juventud Radical de la República" por el Ingeniero Gabriel del Mazo en el Radicalismo "Un siglo al servicio de la Patria" Compilación Carlos Giacobone y Edith Gallo, 1991 año del centenario.
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