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miércoles, 6 de julio de 2011

Vea y Lea: "Entrevista a Miguel Angel Zavala Ortiz" (febrero de 1957)

 — ¿Cuándo deben hacerse las elecciones generales?
 — En las épocas anunciadas por el gobierno; es decir, las de constituyentes, "apenas estén listos los padrones" (expresión usada por el presidente provisional de la Nación, general Aramburu, y las generales, en el último trimestre del corriente año.


 — ¿Cuál es su posición frente a la reforma de la Constitución?
 — En cuanto respecta a su oportunidad, considero que antes de que se elija el gobierno, el pueblo debe dar su opinión sobre cuál es la Constitución a que ha de estar sometido el país. De no hacerse así, podría reabrirse, peligrosamente, la discusión sobre si la que está en vigencia es lisa y llanamente la Constitución del 53 o dicha Constitución con las reformas introducidas en 1949 o el mismo estatuto con las reservas impuestas por el gobierno de la Revolución. Independientemente de que para dar cumplimiento a los objetivos revolucionarios, es mucho más importante determinar el sistema de gobierno y las normas de la convivencia nacional que elegir el gobernante.

 — Ante la aparente seguridad de que las elecciones de constituyentes serán previas a las generales, ¿propicia usted la concurrencia de la U. C. R. y aprueba la adopción del sistema de representación proporcional para esas elecciones? ¿No hay contradicción entre aceptación de representación proporcional para convencionales constituyentes y retorno a la lista incompleta de la Ley Sáenz Peña para diputados nacionales?

— Consecuente con mi contestación precedente, estoy de acuerdo con que mi partido concurra a las elecciones de constituyentes y que se someta al sistema de voto proporcional. Por otra parte, estoy convencido de que no existe ninguna contradicción en aceptar dicho sistema electoral para constituyentes y repudiarlo para la elección de autoridades. En efecto; una constitución es una concepción de vida para todo un pueblo y con pretensiones de eternidad; es un verdadero credo jurídico de la Nación misma por encima de sus diferencias o matices políticos y sociales; es casi un destino de todos y de cada uno de los ciudadanos. Por eso, a su formación debe concurrir el mayor número de voluntades y opiniones, con vistas a encontrar el punto de identificación más general. Una Constitución de partido o de grupo, obtenida por una mayoría ocasional aun libremente elegida, sería un verdadero golpe de Estado. De ahí es que acepte el sistema proporcional, que permitirá conocer la opinión y voluntad constituyente del mayor número de sectores.
En cambio, un gobierno es conducción y ejecutoriedad. Por eso mismo, se requiere que sea homogéneo, definido, univoco. Los gobiernos que tienen que integrarse posteleccionariamente son imprecisos, casi siempre inestables. Los gobiernos, pues, deben elegirse con mayorías definidas. Para ello, la lista incompleta de elección que, asimismo, permite el acceso de las minorías a la fiscalización de la gestión pública.


 — Si la U. C. R. concurre a la Convención Constituyente, ¿qué posición sostendrán en ella sus hombres?
 — No podría decirlo hasta que el partido no se pronunciase concretamente. Sólo diré mi opinión personal. Debe confirmarse la benemérita Constitución de 1853, atemperando su centralismo gubernativo y su individualismo jurídico. Aquel, cerrando las puertas al despotismo político, acrecentando la colaboración del Congreso, afirmando el federalismo, fomentando el régimen municipal, sosteniendo la independencia del poder judicial y posibilitando el ingreso, al gabinete nacional, de representantes de las minorías. Este, remojándolo en una visión más social y universal de la vida, a fin de asegurar el desarrollo e integración del ser nacional, con resguardo concreto de su patrimonio fundamental para que no salga de sus propias manos la conducción económica de la Nación. También y especialmente, protegiendo el desarrollo y bienestar de la persona humana, afirmando sus libertades políticas y sus derechos sociales y económicos, como el derecho al empleo, a la retribución justa, a la vivienda sana, a la seguridad familiar, a la huelga, al libre aprender y enseñar, etcétera.
Todo esto debe procurarse obtener sin olvidar que la reforma constitucional hay que hacerla para coincidir y no para dividir al pueblo argentino. Por eso, no debemos auspiciar niguna modificación que despierte resentimientos en sectores del pueblo. El progreso institucional debe ser discreto para ser duradero.


 —Para el supuesto de que la Convención introduzca reformas sustanciales a la Constitución (por ejemplo, el doctor Ernesto Sanmartino se declaró partidario de un gobierno colegiado) , ¿en qué situación quedaría la fórmula que encabeza el doctor Frondizi?
— Seria preferible que el propio doctor Frondizi advirtiera la situación en que puede quedar su candidatura, en ese supuesto o en cualquier otro de los tantos posibles, antes que lo advirtamos nosotros.


— ¿Puede concretarnos el estado en que se encuentran las gestiones para la formación de un frente radical opuesto a las candidaturas proclamadas por la Convención celebrada en Tucumán en noviembre de 1956?
— No conozco gestiones para formar "un frente radical" y menos para oponerlo a determinadas candidaturas. Las gestiones que conozco, porque intervengo en ellas, tienen por finalidad unir el radicalismo en el acatamiento a su ética política, a la doctrina y al programa consagrados, para lo cual se procura su reorganización total mediante padrones y comicios internos limpios, en los que trascienda la auténtica voluntad de los afiliados.
Entiendo que esas gestiones están por lograr el anhelado éxito.


 — ¿Designará este bloque radical candidatos? En caso afirmativo, ¿cuándo y para qué cargos?

— La Unión Cívica Radical me supongo que, una vez reorganizada, elegirá sus candidatos. Desde luego que la elección de los candidatos se hará sólo cuando el pueblo sea convocado a elecciones.

— ¿Qué sistema aplicaría para designar candidatos?
 — El voto directo de los afiliados.


 — ¿Pueden citarse nombres de precandidatos?
— Cualquier mención sería incompleta. Felizmente el radicalismo no tiene el hombre único e insubstituible.


— ¿Cuál es su actitud actual frente al Gobierno Provisional?
 — La actitud que tuve siempre: colaborar con el gobierno para que cumpla los objetivos revolucionarios y señalarles, sin resentimientos, los errores que comete.


 — ¿Cómo deben resolverse las cuestiones vinculadas a investigaciones, presos políticos y gremiales, inhabilitaciones, interdicciones, etcétera?
— Sin arriesgar la seguridad material, política y jurídica del gobierno de la Revolución ni la del gobierno constitucional que le siga, se debe procurar con la tolerancia, el olvido y el perdón afirmar el entendimiento democrático de los argentinos. No debe olvidarse que el castigo es cruel cuando es tardío y es inútil cuando la conciencia social lo resiste. Pero también debe tenerse muy en cuenta que hay sectores que pretenden, validos del sabotaje y la rebelión, frustrar el principio de la vida libre y justa, afirmado por el sacrificio y la angustia del pueblo durante muchos años de despotismo. El gobierno, pues, es quien puede juzgar mejor que nadie cuándo es la oportunidad para olvidar y perdonar y quiénes merecen esa consideración.
En lo que respecta a las interdicciones, deben ser resueltas con toda premura, para que no sobrevengan perjuicios a los patrimonios afectados, sea que ellos deban ingresar al Estado, probado su ilegitimo origen, sea que deban volver a sus titulares aparentes.


 — ¿Qué piensa usted de la rumoreada posible disolución del Ministerio de Trabajo y Previsión?
— Me parece sencillamente un disparate. No solamente debe subsistir el Ministerio de Trabajo, sino que, además, habrá que dar mayor intervención en la vida pública a las fuerzas del trabajo.


 —¿Cree usted que los problemas económicos, incluso la inflación, ejercen imperio sobre el panorama político? ¿Cómo los afrontará el radicalismo?
— Considero al económico uno de los problemas fundamentales del país en estos momentos, porque aparte de su trascendencia típica en el campo económico, está influyendo en el desarrollo de la Nación y en la tranquilidad del pueblo. No será posible
tratar el problema económico con un criterio meramente técnico, sino que habrá que completarlo con un sentido moral, nacional y humano. No debemos hacer de un sistema económico la finalidad de nuestra política, sino el instrumento apto para el cumplimiento de nuestras finalidades políticas y sociales. Con esto quiero decir, también, que no es posible atener la gestión del gobierno a fórmulas o leyes de un sistema económico, que no son más que presupuestos abstractos, como la ley de la oferta y la demanda, que solamente tiene un funcionamiento relativo, muy lejos de la perfección y de la justicia. Así, por ejemplo, congelar los salarios y dejar libres los precios, en circunstancias que hay escasez o arreglos colectivos de las empresas o dificultades para instalar o ampliar las fuentes de producción, es una contradicción inadmisible para los que veneran la ley de la oferta y la demanda.


— ¿Cómo obtener la unidad completa del radicalismo?

— Convenciendo a todos los correligionarios de que, dentro del alineamiento de las fuerzas políticas nacionales, la Unión Cívica Radical debe seguir siendo el centro y la izquierda de la democracia argentina y que, en ninguna forma, es posible convertirla en la derecha de cualquier totalitarismo, como lo han pretendido algunos hombres del partido.





























Fuente: Revista Vea y Lea "Encrucijada en el Radicalismo" (febrero de 1957)

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