No tenemos los oídos cerrados para no ver un ambiente
forzado o no, circunstancial o crónico, confuso, atestado de malicia,
impregnado de escepticismo, cundido de amenazas. Se asegura que no habrá
constituyentes y llegan hasta nosotros socarronas advertencias de que estamos
perdiendo tiempo, que no habrá constituyentes.
No nos debe alarmar. Estamos acostumbrados en una existencia
ciudadana que no ha conseguido sosiego aun, a pronunciar nuestro pensamiento en
medio de amenazas y a definir nuestra conducta a pesar de todos los peligros. Esto
es lo mínimo que debemos a nuestros conciudadanos que nos encomienda la conducción
de sus anhelos.
Por otra parte, no nos preocupan los conspiradores que
solamente salen cuando han triunfado las revoluciones.
Hemos criticado y criticaremos al gobierno cuantas veces sea
necesario para que no se cometa errores para aconsejarlo; pero no lo criticamos
con el animo de voltearlo o para hacerle al gobierno la vida imposible.
Hay otras críticas, sin embargo, que se hacen para crear la perturbación.
No es la crítica que ocurre en un ambiente democrático, que se utiliza entre
los totalitarios para crear confusión, y no con fines de hallar la verdad, sino
con fines de captar, de atraer la voluntad popular.
La reforma de la Constitución ya ha decidido el gobierno que
se la someta al pueblo. Lo anunció el presidente de la Nación en Tucumán.
La cuestión formal de la oportunidad o inoportunidad no esta
en el temario de nuestra convocatoria. Por lo tanto, lo que es inoportuno
evidentemente, pues es la discusión sobre la oportunidad de la reforma constitucional.
Pero no queremos escondernos a la verdad, aun reparados en normas
de procedimiento parlamentario, entraremos a considerar las observaciones
formuladas.
Ni el gobierno ni nosotros discutimos que no sea el pueblo
quien tiene el poder constituyente. Tanto lo consideramos así que la reforma no
lo hará el gobierno sino el pueblo. Y no lo va a hacer, por la fuerza, sino si
quiere hacerla. Es lo que quiera hacer, reunido en convención escogida, con
libertad y plena garantía. La convocatoria, pues, no significa tomarle al
pueblo un poder, sino todo lo contrario, significa ir al pueblo para que use
del poder. En una palabra, se le de la oportunidad para que elija sus
instituciones.
La revolución esta en pleno uso del poder constituyente
mientras ese poder nos vuelva a la decisión soberana del pueblo. Por lo tanto,
no puede invocarse el procedimiento para la reforma constitucional establecido
en la Constitución de 1853 para limitar la facultad del gobierno
revolucionario.
No estando instalado el Congreso el poder del gobierno asume
la facultad legislativa, hace sus veces, lo sustituye.
La democracia no es el sistema capitalista. El imperialismo
ha existido en todos los tiempos, antes y durante el capitalismo. Ya es hora
que nuestra Constitución vea el problema de imperialismo, pero no que lo vea a través
de los conceptos, sino teniendo en cuenta que el imperialismo es una amenaza
que puede venir en inversiones políticas.
Hay que hacer la revolución para que jamás la dictadura
pueda tener en la Constitución resguardo alguno, es preferible esta oportunidad
que esperar un futuro incierto. Esta reforma no será la de un partido. Hay en
estos momentos una infernal maniobra antidemocrática. Lo que se quiere es
desprestigiar a la democracia.
Fuente: Fragmento del discurso del Dirigente radical de la Unidad Radical Dr. Miguel Angel Zavala Ortiz en el seno de la Junta Consultiva Nacional sobre las reformas tendientes a la Carta Magna, luego del discurso presentó su renuncia, 4 de abril de 1957.
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