Sr. Presidente (Zanni).
— Tiene la palabra el señor diputado por Santa Fe.
Sr. Rodríguez Araya.
— Señor presidente: después del análisis exhaustivo realizado por los señores
diputados que me han precedido en el uso de la palabra, con relación a este
problema de los jubilados y pensionistas, tratare de no repetir conceptos ni argumentaciones.
Diré cosas nuevas.
Se ha hablado mucho del dolor y la miseria de los jubilados,
y he escuchado un poco impávido que la responsabilidad y la culpa de todos los
acontecimientos del pasado han caído sobre el Estado, que ha extraído fondos para
ir asegurando el normal equilibrio de la Republica. Lo que ocurre —y esto debe
reconocerse-- es que los argentinos constituimos un país de concepciones democráticas,
pero no de realizaciones democráticas. Todavía estamos muy lejos de ellas; pero
yo confío y estoy esperanzado en que en este régimen, que se inicio el 1 de mayo
con el concurso de todos nosotros, podamos empezar a quebrar las viejas
estructuras del privilegio, a que se refería el doctor Schweizer.
Es que tenemos conceptos un poco materialistas de lo que es
la función democrática en la vida de este país; me declaro incurso en alguna
responsabilidad a ese respecto. Nosotros mirarnos a los jubilados como al
hombre que ha cumplido con su destino y nada mas tiene que hacer en la vida del
país. Quizá sea cierto, pero es cuando empieza a sentirse la necesidad de que
cumplamos con los jubilados, que han cumplido con nosotros y nosotros nunca con
ellos. Y, de esa manera, pagarles la deuda que con ellos tiene la Republica.
Hay un problema que no ha sido encarado, o que, por lo
menos, no he advertido que se lo pusiera de manifiesto en el transcurso de este
debate.
El concepto de la jubilación tiene, para mí, un sentido:
asegurar la dignidad, el decoro y la holgura al hombre que ha trabajado permanentemente
al servicio de la Republica en cualquiera de sus actividades. Pero la jubilación
no puede constituir un medio o un resorte por el cual gente inescrupulosa
aproveche para jubilarse, o gente con considerable fortuna vaya a esperar de las
cajas de jubilaciones esa garantía que debe dejar en beneficio de sus semejantes.
¿Que pasaría si yo pusiera de relieve en esta Cámara que, en
mi ciudad, he visto uno, dos o tres ciudadanos, con fortuna que oscila en los
cincuenta millones de pesos, yendo a cobrar su jubilación? ¿Es eso posible? ¿Es
ese el sentido democrático que podemos dar a esta concepción que, en esta forma,
no es, por cierto, una realización democrática?
Por esta razón, me voy a permitir sugerir a la Cámara un artículo
transitorio, redactado en los siguientes términos:
«No se comprenden estos
aumentos a quienes posean una renta superior a doscientos cincuenta mil pesos
anuales. Quienes en estas condiciones gestionen o acepten al aumento sin
denunciar su renta, perderán la actual jubilación.»
Ocurren también algunos hechos que debemos tener presente
para hacer un futuro revolucionario en el país. Dije que no tenemos sentido de
la democracia porque actualmente los privilegios y los beneficios alcanzan a
los poderosos en la Republica. Llegamos rezagados con este proyecto de asignar
el 82 por ciento a los hombres humildes del país, habiendo ya adjudicado ese
beneficio a los miembros del servicio consular y también a los funcionarios de
la justicia. Entiendo que la verdadera justicia se aplicara cuando pongamos en
un plano de igualdad a todos, empezando por nosotros mismos. No es posible que
nos encontremos que en los regimenes de previsión para trabajadores rurales, del
servicio domestico, trabajadores independientes, profesionales o empresarios,
las condiciones del retiro sean un poco forzadas, y que las pensiones alcancen
a los hijos solo hasta los 18 años y a
las hijas mujeres hasta los 22 años. Entiendo que a las hermanas solteras,
siempre que sean huérfanas de padre y madre, también debe alcanzar ese
beneficio.
—Ocupa la Presidencia el señor vicepresidente 29 de la Honorable Cámara,
don Jorge Raúl Decavi.
Sr. Rodríguez Araya.
— Creo que la esencia democrática regirá en el país cuando todos los argentinos
gocemos de los mismos derechos y de los mismos privilegios que tienen los militares
en la Republica.
De acuerdo con la ley 13.996 los deudos del militar que
tienen derecho a pensión son, entre otros, los siguientes: las hijas solteras,
legitimas, adoptivas o naturales, por vida; las hijas legitimas, adoptivas o
naturales, que siendo viudas, separadas o divorciadas por culpa del esposo, y
en virtual de sentencia emanada de autoridad competente que carezcan de medios
para su subsistencia; las hermanas solteras o viudas que carezcan de medios
para su subsistencia.
Y yo pregunto: la gente humilde, en su mayoría mujeres, que
muchas veces renuncian al casamiento para mantenerse solidarias con sus padres
y les sorprende la muerte de ellos en una edad en que no están en condiciones
de ejercer ninguna actividad, ¿por el solo hecho de ser civiles no tienen ningún
derecho adquirido, o es que resulta que las hijas en la Republica son las hijas
de los militares y las entenadas son las hijas de las fuerzas civiles del país?
(Aplausos.)
Quería decir también que no basta defender a los jubilados
sino que es necesario defender al que se jubila, que tiene que hacer un tramite
vergonzoso por las cajas para lograr que se le adjudique un beneficio al que
tiene derecho, si no desea caer en esas comanditas que tramitan las
jubilaciones cobrando sumas fabulosas que reportan la miseria y la falta de
comodidad para la gente que tiene que acudir a esos llamados establecimientos
administrativos.
Aquí no se trata de quien presento el primer proyecto. Aquí,
como en el amor, es quien se casa y nosotros nos hemos casado con la Republica
en este momento para servirla y asegurar su destino y grandeza (¡Muy bien!, ¡Muy
bien!, ¡Muy bien!)
Fuente: Discurso del Diputado Nacional por Santa Fe Agustin Rodriguez Araya en el debate de la Ley 14.499 Jubilaciones y
Pensiones, 14 de agosto de 1958.
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