Los "Apuntes en Borrador" de cuanto vio el Capitán Juan Perón sobre la preparación y sobre la revolución del 6 de septiembre de 1930 tienen, ante todo, un propósito transparente: justificar una actitud
personal.
Surge de su relato que el autor participo en la conspiración
y luego en el acto revolucionario.
Sin embargo, pocos días antes del 6 de septiembre las
actividades subversivas fueron denunciadas al gobierno por uno de los oficiales
comprometidos: el Capitán Roque Passeron, quien entrego al Jefe de la
Secretaria del Ministerio de Guerra una lista de los Jefes y Oficiales que participaban
en esas actividades.
El gobierno adopto, como era lógico, algunas medidas y
ordeno el arresto de varios de los conspiradores, lo que produjo entre ellos
reacciones distintas según fuese el temperamento de cada cual: los mas
timoratos se apresuraron a pedir que se los desligase de todo compromiso,
sosteniendo que era un desatino lanzarse a una revolución que había sido
denunciada; los mas decididos consideraban, en cambio, que el estallido debía
precipitarse porque la revolución ya estaba en la calle y nadie podría
detenerla.
A los que solicitaron que se les devolviese la palabra empeñada,
se les contesto que los dirigentes del movimiento no deseaban arrastrar a nadie
a la fuerza y que los que no quisieran participar en la revolución quedaban,
desde luego, relevados de su compromiso.
Con una sola excepción los Oficiales que se desvincularon
del movimiento tuvieron el pudor de no reincorporarse al mismo viendo que
triunfaba. La excepción la constituyo el Capitán Perón, y es esta actitud la
que ha querido justificar, después de producidos los hechos, atribuyendo su deserción,
en el momento en que creyó fracasado el intento subversivo, a la ineptitud de
los dirigentes revolucionarios y a la falla de organización, a pesar de lo cual
participo luego en el acto que derroco al presidente Yrigoyen, poniéndose, en vísperas
del triunfo, al servicio de la oligarquía capitalista que, según lo ha
declarado años después el propio Perón, fue quien consumo el atentado (Véase La
Nación. 1945).
Apoyado en muchos hechos ciertos el Capitán Perón ha urdido
una "historia ex-post factum" que es un inconfesado alegato de
defensa.
Merece analizarse para poner de manifiesto, una vez mas, que
el fondo del temperamento de los hombres no cambia nunca, y que el actual
General Perón, con su cinismo, con su verborrea, con su ligereza, con su
duplicidad, con sus mentiras a flor de labio, con su alma de plebeyo, ya estaba
en el Capitán Perón, como estaba también su inteligencia despierta, su
sagacidad, su audacia, su dinamismo, su facilidad para improvisar, su intuición
para orientarse y muchas otras condiciones que han hecho de el, junto con sus
defensores, un hombre poco común.
Veamos, pues, lo que nos cuenta el Capitán Perón sobre sus
andanzas revolucionarias. Comienza por recordar la visita que le hizo en los
últimos días del mes de junio de 1930 su camarada y amigo el Mayor Ángel Solari,
y agrega:
"Los comentarios
generales en esos días eran alrededor de los ascensos acordados por el P.E. y
las innumerables enormidades que como función de gobierno imponía en todas
partes de la Republica."
Explica enseguida que acepto concurrir y concurrió, esa
misma noche, a una reunión en mi casa, a la que asistieron el General Uriburu,
el Mayor Sosa Molina, el Capitán Franklin Lucero, el Mayor Ángel Solari, el
autor de los apuntes y yo.
Según mis anotaciones, escritas a medida que se desarrollaban
los acontecimientos, hubo en mi casa dos reuniones: la primera el 5 de junio de
1930, a
la que asistieron el General Uriburu, el Teniente Coronel Alsogaray, los
Mayores Ángel Solari, Humberto Sosa Molina, Emilio Ramírez, Allende (cuyo
nombre de pila no aparece anotado) y los Capitanes Arguero Fragueiro y Juan Perón,
y la segunda el 29 de julio del mismo año en la que estuvieron presentes los
mismos jefes y oficiales y además, los Tenientes Coroneles Molina y Sarobe y el
Mayor de los Ríos.
Yo no se si el Capitán Perón se olvida que asistió a dos
reuniones en mi casa y refunde en su memoria las dos en una sola, pero por lo
que refiere parecería recordar la segunda de ellas solamente ya que en la
primera lo único que se trato fue un proyecto de organización del Estado Mayor
revolucionario, y, en cambio, en la segunda el Teniente Coronel Sarobe planteó
las divergencias que menciona el Capitán Perón.
Por otra parte mis anotaciones concuerdan con lo que
consigna en su informe sobre esos mismos acontecimientos el Teniente Coronel
Alsogaray, cuya copia obra en mi poder.
Este hecho, de cualquier modo, no tiene importancia pero
revela, por lo pronto, que el Capitán Perón ha confiado para redactar sus
apuntes, exclusivamente en su memoria la que, como se vera mas adelante, no le
ha sido siempre fiel.
Menciona también el Capitán Perón, al referirse a los temas
tratados en la reunión realizada en mi casa, la actitud que asumían los hombres
de la Capital y expresa al respecto que "necesitando un jefe militar habían
pensado en el General Uriburu quien avisado concurrió a una reunión de los
bomberos y los convenció que debían esperar."
Como esta afirmación tampoco es rigurosamente exacta voy a
relatar brevemente el episodio.
A raíz de una insubordinación en el cuerpo de Bomberos, que
entonces se hallaba anarquizado y prácticamente sin dirección ni comando, se
constituyo, dentro de el, una especie de Soviet, como acertadamente lo denomina
Perón, que tomo el nombre de Comisión de Bomberos, presidida por un tal José
Antonio Barrionuevo.
Esta Comisión tenia por objeto confesado gestionar mejoras
de sueldos y de condiciones de trabajo, pero en realidad se proponía producir
un levantamiento a fin de derrocar al gobierno para lo cual creía contar con la
totalidad del personal del mencionado Cuerpo, parte del personal inferior de la
Policía de la Capital así como del interior del país y algunas clases de los
Regimientos de Infantería de la Capital.
El propósito era descabellado pero peligroso, porque
producido el movimiento sin elementos ni organización ni dirigentes
responsables pedía ser copado por las agrupaciones acratas y comunistas que mantenían
contacto con la Comisión de Bomberos. Advertidos de los que se tramaba un
dentista de apellido Orrego confío su preocupación a dos amigos los señores
Daniel Videla Dorna y Juan Carulla, e invito a estos caballeros a una reunión
que se realizaría en su propia casa para que pudieran cerciorarse de la
veracidad de la información.
Refiere a este respecto el Dr. Juan Carulla, en un informe
escrito de su puño y letra y firmado por el que tengo en mi archivo, que salieron
con Videla Dorna de la casa de Orrego convencidos de que las fuerzas policiales
estaban completamente desquiciadas y de que, efectivamente una sedición no tardaría
en producirse, por lo que resolvieron poner el hecho en conocimiento del
General Uriburu, a quien veían frecuentemente porque ya en esa época Uriburu había
empezado a preparar la revolución que estallaría un año después, y requerir además,
su intervención para evitar la asonada de los bomberos.
Así lo hicieron, y como General coincidiera con la opinión
de Videla Dorna y Carulla en cuanto a los disparatado y peligroso del propósito
revelado, acepto acompañarlo a una nueva reunión en casa de Orrego a la que concurriría
la Comisión de Bomberos. Esta resulto realmente patética, —refiere el Dr.
Carulla— por la sorpresa y a la vez el entusiasmo de los concurrentes en
presencia del alto Jefe."
En esa reunión el General se informó que el levantamiento había
sido fijado para la noche del 24 de Diciembre, y entonces trato de hacer
reflexionar a los complotados, significándoles que, en el mejor de los casos, lograrían
un éxito efímero que el Ejercito los barrería inmediatamente y afianzarían al
mal gobierno que se proponían derrocar, ya que una rebelión de ese genero provocaría
la solidaridad de todas las fuerzas del orden. Agrego el General que debían
esperar porque quizás llegara el momento de utilizarlos en un movimiento nacional
de otro carácter aunque con la misma finalidad.
En definitiva los bomberos prometieron renunciar a toda acción
aislada y esperar los acontecimientos a que había referido el General. Eso fue
todo.
Como se comprobara los bomberos no solo no habían pensado ni
remotamente en el General Uriburu ni en la necesidad de contar con un alto jefe
militar para realizar sus propósitos, como lo afirma el Capitán Perón, sino que
se quedaron sorprendidísimos y halagados por la inesperada presencia del
General quien consiguió evitar una chirinada de imprevisibles consecuencias.
Afirma también el Capitán Perón que en la reunión que tuvo
lugar en mi casa el General Uriburu sostuvo que era necesario introducir modificaciones
en la ley electoral vigente "inclinándose a un sistema colectivista que no
enunció". Fuera de su versación profesional el General Uriburu tenia una
buena cultura general y no se le hubiera ocurrido imaginar un sistema electoral
"colectivista" porque lo que puede ser de tipo
"colectivista" es la restructuración institucional de un Estado pero
no un sistema electoral.
En lo que el General pensaba, como medio de combatir al
caudillaje político, era en una representación parlamentaria de los distintos y
auténticos intereses sociales, teóricamente atractivo pero de realización
practica si no imposible muy difícil en un país como el nuestro en que las
actividades no son por lo común ni permanentes, ni estables ni continuas.
Agrega el Capitán Perón, que a pesar de las opiniones en
contrario que se expresaron aquella noche respecto de un entendimiento con otras
agrupaciones que tenían el mismo propósito pero que deseaban lograrlo con la elaboración
de políticos y civiles, el tomo la resolución de unir a los dispersos de todas
las fracciones, aun sin el consentimiento de los dirigentes revolucionarios,
para que no se malograra el esfuerzo de los que no tenían intereses personales
ni ambiciones interesadas ni cuentas pendientes con la justicia militar ni
situaciones financieras comprometidas.
Con estas acusaciones veladas pero insidiosas prepara el Capitán
Perón sus posteriores explicaciones.
¿Quienes tenían cuentas pendientes con la justicia militar?
¿Quienes eran los que soportaban situaciones financieras comprometidas? No lo
dice ni lo concreta el Capitán Perón en ningún párrafo de sus apuntes pero lo insinúa
repetidamente.
¿Por que no da nombres el Capitán Perón? Porque sabe que no podría
probar sus imputaciones.
Cuando el Capitán Perón habla de dirigentes revolucionarios
que tenían cuentas pendientes con la justicia militar no se francamente a
quienes se refiere, pero cuando menciona a los que tenían situaciones
financieras comprometidas pienso en el Teniente Coronel Alsogaray.
Estoy convencido de que piensa en el porque en aquella época
oí susurrar la especie varias veces, aunque siempre proviniese del mismo
origen, es decir, los que querían hacer la revolución con los partidos políticos
opositores y trataban por todos los medios de desacreditar a los que se oponían
a ese plan. Como entre los que lo resistían con mayor firmeza se encontraba el
Teniente Coronel Alsogaray, sus oponentes se particularizaron con el y también
con algunos otros. Yo tenia, sin embargo, conocimiento de un hecho que
demostraba el desinterés de Alsogaray y lo calumnioso de las insinuaciones que
se hacia a su respecto.
Varios amigos y parientes del General Uriburu, a quienes el
no había informado sobre sus intenciones de encabezar una revolución le manifestaron
en distintas oportunidades su deseo de contribuir para formar un fondo
destinado a sufragar los gastos de un movimiento que consideraban inevitable y en
el que Uriburu tendría seguramente participación. El General se limito a
escucharlos y a sonreír, prometiéndoles avisarles si llegaba a tener
conocimiento de lo que sospechaban.
Muy pronto, sin embargo, se comprobó que era necesario,
efectivamente, formar ese fondo para atender a las erogaciones que demandaban
los viajes de los agentes revolucionarios al interior, la remuneración de la policía
particular que los conspiradores utilizaban para proteger sus movimientos y
realizar el contraespionaje, los gastos de movilidad dentro de la ciudad y
alrededores, etc., y el General, que no era un hombre de fortuna, resolvió iniciar
la suscripción con diez mil pesos de su peculio, visitando al mismo tiempo a
los parientes y amigos que le habían hecho el ofrecimiento espontáneo para
darles a entender que algo se tramaba pero sin proporcionarles ninguna información
precisa.
La primera persona a quien el General visito fue a su tía
Dona Josefa Uriburu de Girondo, mujer inteligente y bondadosa que, como todas
las nietas de Arenales se interesaba mucho en la vida política del país y
expresaba sus opiniones con valentía y vehemencia. En cuanto mi padre hizo
algunas insinuaciones sobre la probabilidad de un estallido revolucionario la
Señora de Girondo le manifestó que no se creyese obligado a revelarle ningún
secreto, e incorporándose se encamino a una habitación contigua de la que volvió
al instante trayendo un sobre que puso en manos del General. "Esta es mi contribución
—dijo— y que Dios te proteja." El sobre contenía un cheque por diez mil
pesos.
Un episodio análogo se repitió pocos días después. El
General se encontró casualmente en la calle con Don Eduardo Saguier, viejo
amigo de la infancia. A pesar de su afiliación radical Saguier ofreció también espontáneamente
a Uriburu una contribución en dinero y le remitió a la mañana siguiente tinco
mil pesos para el fondo revolucionario.
Con esas donaciones y otras posteriores que mi padre recibió
se redondeo una cantidad que excedía de cincuenta mil pesos, y el General abrió
una cuenta especial en la casa Farran y Zimmermann, encargando de su administración
a su amigo y socio de la firma depositaria Don Raúl F. Zimmermann, el mismo que
cayo gravemente herido a su lado el 6 de septiembre en la Plaza del Congreso.
Los jefes y oficiales que conspiraban mas activamente en la
Capital y entre ellos el teniente coronel Alsogaray, incurrían, como es lógico,
en gastos, no solo de movilidad sino de otra naturaleza, obligados como estaban
a convidar con frecuencia en lugares públicos a sus camaradas del Ejercito para
conversar con libertad o a ganar la confianza del personal de investigaciones
de la policía mediante obsequios que se hacían llegar por conducto de los
agentes particulares que actuaban en el contraespionaje como si fuesen ellos
quienes lo hicieran a titulo amistoso, etc.
Cuando se ofreció, como correspondía, al teniente coronel
Alsogaray, compensar con los medios que podía proporcionar el fondo
revolucionario los desembolsos que el efectuaba para los fines en que estaba empeñado,
este jefe rechazo categóricamente el ofrecimiento y manifestó que como no le
era posible contribuir al fondo constituido se le permitiera, por lo menos,
satisfacer sus propios gastos.
Yo no se, por lo tanto, si el Tte. Coronel Alsogaray tenia o
no una situación financiera comprometida, pero pienso que un hombre que se hace
revolucionario con la mira de salvar una situación semejante, como lo insinúo
Perón, no procede como procedió en aquella oportunidad el malogrado jefe, sobre
todo cuando sin ningún desmedro pudo aceptar lo que se le ofrecía.
Nombra el Capitán Perón en su relato a los jefes que estaban
mas cerca del General Uriburu cuando este inicio sus trabajos en el Ejército
para preparar la revolución y, con excepción de los Mayores Humberto Sosa
Molina y Ángel Solari (hoy Generales), repudia a todos los demás a quienes no
considera tan puros y decentes como Uriburu. "Yo seguía pensando —dice—
que era necesario agrupar jefes de prestigio intelectual y moral y no audaces.
Hombres que fueran desinteresados y que entraran para defender la patria contra
las asechanzas de un nuevo año de gobierno de Yrigoyen, etc."
(¿Cuales eran los hombres de prestigio intelectual y moral
que propuso incorporar el Capitán Perón para defender a la patria contra las
asechanzas de Irigoyen? El Coronel Francisco Fasola Castaño y el Tte. Coronel Bartolomé
Descalzo. Al primero lo conocí de cerca porque frecuento la casa de mi padre
durante varios años cuando era Capitán y cursaba la Escuela de Guerra. Después continúo
visitando de tarde en tarde al general.
Creo que desde joven fue un hombre atormentado por una egolatría
enfermiza. Tenía posiblemente buenos propósitos y era seguramente patriota pero
vivía en la amargura de no poder exhibirse y atrapaba la ocasión por los pelos
para hacerse notar.
Poseía, según la opinión de mi padre, preparación
profesional pero en cuanto a su cultura general no pasaba de una ilustración
bastante barata que hacia valer con solemnidad; esto en lo que atañe a su prestigio
intelectual.
Otro jefe del Ejecito, que debía parecérsele, me mostró una
carta del Coronel Fasola Castaño, escrita desde el extranjero, en que llenaba
de improperios al General Uriburu porque no le había dado la situación que creía
merecer.
Eche un vistazo sobre el desahogo y dije al oficioso
informante que no debía mostrar ese documento si, como era de suponer, el
Coronel Fasola Castaño se creía su amigo y se había confiado a el.
Murió al poco tiempo el General Uriburu en suelo de Francia,
y el Coronel Fasola Castaño que estaba entonces en Paris, se presento en la clínica
donde falleció mi padre y ofreció el espectáculo sorprendente de un hombre
agobiado por un intenso dolor al punto de no poder contener el llanto, ante el
desconcierto de los que conocíamos su enconado resentimiento con el General.
Por fin, en una carta abierta dirigida al General Agustín P.
Justo allá por 1935 o 1936 el Coronel Fasola Castaño hizo los mayores elogios
de Uriburu y denigro a Justo con idéntica vehemencia y falta de ecuanimidad.
En cuanto a su moral creo que era un hombre honesto y
relativamente correcto. La atenuación que implica el uso del adverbio se debe
al conocimiento que tengo de algunas actitudes que definen el temperamento de
Fasola Castaño. En una palabra, creo que este jefe era uno de esos hombres correctos
que cometen incorrecciones a impulsos de su carácter pero que, en definitiva,
tienen un buen fondo.
Al Teniente Coronel Descalzo (hoy Coronel retirado) no lo he
conocido personalmente o, por lo menos, no lo recuerdo.
Este jefe ha tenido, sin embargo, con posterioridad, una actuación
publica fugaz pero suficientemente desafortunada como para dejar una impresión
sobre su "prestigio intelectual", que el mismo se encargo de disminuir
al declararse poco menos que un insano en la inolvidable renuncia que presento
como Ministro del Interior del General Edelmiro Farrell.
Además, los discursos que pronuncia de vez en cuando, en su carácter
de Presidente del Instituto Sanmartiniano no son precisamente piezas histórico-literarias
que merezcan el honor de figurar en una antología.
En cuanto a su "prestigio moral" tendrá
seguramente fundamento, pero yo estoy informado de ciertos antecedentes que harían
aceptar con reservas el aval del Capitán Perón, quien, por otra parte, con el
correr de los años, ha demostrado no poseer una autoridad muy destacada para
respaldar valores morales.
En la pagina 33 de su relato el Capitán Perón afirma que el
General Uriburu entrego al Tte. Coronel Descalzo el día 5 de septiembre de
1930, "un documento de su puño y letra donde lo acreditaba como
representante de la Junta Militar ante la Junta Civil de la revolución".
Refiere también el Capitán Perón en las páginas 16 y 17 de
sus "apuntes" que invito al Tte. Coronel Descalzo a incorporarse a la
revolución que se preparaba, pero que su "gran amigo" rehusó la invitación
con el pretexto de que tenia que irse a Europa, aunque le expreso confidencialmente
cuales eran los motivos reales que lo inducían a tomar esa resolución, y entre
otras la influencia que, sobre el espíritu del General Uriburu atribuía a los
Tenientes Coroneles Bautista Molina y Álvaro Alsogaray con quienes no deseaba
ir "ni a misa".
¿Por que cambio de manera de pensar el Tte. Coronel Descalzo
un día antes de la revolución? Es lo que me propongo explicar. Los Tenientes
Coroneles Sarobe y Descalzo, lo mismo que el Coronel García u otros jefes de
menor significación, eran los agentes militares con los cuales operaba pseudo diplomáticamente
el General Agustín P. Justo.
Es conocida la divergencia de opiniones que existía entre
los Generales Uriburu y Justo con respecto a la participación de los partidos políticos
opositores en el acto revolucionario.
Lo único que separaba a los dos Generales era, en apariencia,
ese diferente punto de vista, pero en realidad el objetivo personal que ambas perseguían
era también distinto.
Lo que movía personalmente a Uriburu en aquel momento era
prestar un ultimo servicio a su país, o lo que el y muchos otros creíamos que
era un gran servicio que el país reclamaba sin pensar en el mañana para si
mismo.
Lo que interesaba personalmente al General Justo no era la revolución,
que no significaba para +el —y con razón desde su punto de vista fríamente
calculador—, mas que un medio para establecer otro gobierno, o mejor dicho, un
gobierno integrado por otros hombres. Lo que le importaba al General Justo era
ese "otro" gobierno.
Con intenciones intimas tan diversas era lógico que los dos
Generales no actuaran del mismo modo.
El objetivo "inmediato" para Uriburu era liberar
al país, cuanto antes, del desgobierno que soportaba, cualquiera que fuesen los
sacrificios que demandase la empresa. El objetivo "mediato": asegurar
a la republica hasta donde fuese posible, contra la repetición de los males que
padecía, dando paso a hombres nuevos para que la gobernasen. En cuanto a el, solía
decir que era mas ambicioso de lo que la suspicacia de los hombres políticos suponía,
porque aspiraba a algo mas tentador que el poder, que era el reconocimiento de
la posteridad.
Justo, en cambio, subordinaba el objetivo inmediato a las
posibilidades que pudiera ofrecer con respecto al cumplimiento de su objetivo
mediato, o sea, obtener el poder para si. Si no conseguía, antes de producirse
la revolución contar con un mínimo de probabilidades que le permitiese
desarrollar sus futuros planes, la revolución, es decir el objetivo inmediato
no solo no le interesaba sino que lo incomodaba porque podía alejarlo definitivamente
de la sonada meta. La permanencia de Yrigoyen en el gobierno, por lo contrario,
con la inevitabilidad de una próxima crisis, le ofrecía la perspectiva de los ríos
revueltos en los que algo podía ganar.
Intento por eso convencer a Uriburu de que aceptase la colaboración
de los partidos políticos, significándole que el aspiraba solamente a
intervenir en la revolución como simple soldado.
Su manera de razonar era lógica: si su mira era reservarse
para mas adelante, introduciendo en la revolución los elementos de influjo en
que pensaba apoyarse para salir a la cabeza, caía de su peso que cuanto menos
responsabilidad y riesgos asumiese al producirse el movimiento, tanto mejor
para sus propósitos.
No logro, sin embargo, reducir a mi padre, y su acción se dirigió
entonces resueltamente a sabotear a la revolución. No quiso hacerlo personalmente,
y en esto se equivoco, porque el prestigio indudable de que gozaba en el Ejército
no podía delegarse. Lo que no consiguieron sus agentes mas activos, el Coronel García
y el Coronel Sarobe, lo hubiera logrado el quizás.
Como advirtiese al fin que también fracasaba en este intento
jugo la ultima carta con habilidad y con éxito, y para ello se valió del Tte.
Coronel Sarobe y quizás también del Tte. Coronel Descalzo, aunque es posible
que este ultimo haya sido movilizado por Sarobe y haya actuado sin saber a que
intereses servia. De lo que obtuvo Sarobe, que fue lo más importante, me
ocupare después. Por ahora me referiré a la intervención de Descalzo.
Este jefe que no quería ir ni a misa con los que preparaban
la revolución; que se mantuvo apartado y en desacuerdo mientras se conspiraba,
aparece un día antes del estallido revolucionario representando, según el Capitán
Perón, a una Junta Civil que nunca existió, y se entrevista con el General
Uriburu para manifestarle (después de haberle hecho decir meses antes que no podría
participar en la revolución porque se ausentaría del país), que mantiene
contacto con elementos civiles y que, con su autorización escrita, esta
dispuesto a organizarlos y dirigirlos cuando se de la orden de iniciar el
movimiento.
Prevenido como estaba, Uriburu acepta el ofrecimiento, pero
le manifiesta que si los civiles a que se refiere son militantes de los
partidos políticos opositores no los rechaza como ciudadanos argentinos que
desean plegarse a la revolución si bien no los reconocerá como representantes
de agrupaciones políticas, y midiendo las palabras, entrega al Tte. Coronel
Descalzo la autorización escrita que le ha solicitado, en la que no se menciona
a ningún partido político ni a ninguna Junta Civil, cuya representación tampoco
invoco el que fue instrumento consciente o inconsciente del General Justo.
El Tte. Coronel Descalzo sale satisfecho de la entrevista
con Uriburu y se dirige inmediatamente con su credencial al diario Critica, en
donde se reúnen los dirigentes de la oposición, excepción hecha de los
socialistas rojos y de los demócratas progresistas, bajo la presidencia de un
ciudadano de dudosa nacionalidad pero de gran "prestigio moral", como
diría el Capitán Perón: Don Natalio Botana.
Entretanto, y antes de entrevistarse con Uriburu, Descalzo
que era entonces el profesor mas antiguo de la Escuela de Guerra, invita a unos
cuarenta oficiales, en su mayoría ya comprometidos con el General Uriburu, por
intermedio del Tte. Coronel Faccioni y del Mayor Sosa Molina, a concurrir a su
casa particular donde les impartirá ordenes para ser cumplidas al día
siguiente.
Los oficiales que recibieron esta invitación entendieron,
como era lógico, que Descalzo había sido designado para tomar el mando de los revolucionarios
de la Escuela de Guerra por ser el Profesor más antiguo, y concurrieron a la
cita.
Estos antecedentes tienen importancia porque el Capitán Perón
con esa tendencia que lo ha llevado siempre a exagerar los números, afirma en
la pagina 33 de sus apuntes que en veinticuatro horas el y Descalzo obtuvieron
la adhesión de trescientos oficiales. No dice, por supuesto, de donde los
sacaron porque los trescientos oficiales de Perón eran los mismos cuarenta que
estuvieron en la casa de Descalzo y que ya habían prestado su adhesión al
movimiento desde hacia mucho tiempo.
Conviene destacar, sin embargo, que ninguno de los oficiales
que concurrieron la noche del 5 de Septiembre a la casa del Tte. Coronel
Descalzo ejercía mando de tropas, como que eran alumnos de la Escuela de
Guerra, de modo que su contribución fue exclusivamente personal y no
representaba un aporte que pudiera decidir el éxito de la revolución.
Y de esto surgen algunos interrogantes que el Capitán Perón
no hubiera podido contestar con facilidad. ¿Como se explica que si la adhesión
de fuerzas militares al movimiento era insignificante y si la organización para
realizarlo era desalentadora (a punto tal que fue lo que decidió a Perón a
desvincularse de todo compromiso) la incorporación de unos cuantos oficiales
sin mando de tropas pocas horas antes del estallido impulsase al mismo Perón a
participar a ultimo momento en la aventura?
¿Cambio de opinión el Capitán Perón cuando Descalzo lo
informo de sus cabildeos con los políticos reunidos en Crítica? ¿Modificaba,
acaso, esta circunstancia las probabilidades de triunfo de una revolución que debía
estallar el día siguiente y que, según el Capitán Perón, no contaba con apoyo
en el Ejército, había sido mal organizada y seria además, torpemente dirigida
por hombres con quienes no se podía ni ir a misa?
¿Influyeron en el ánimo del Capitán Perón las seguridades
que probablemente le dieron Descalzo y Sarobe sobre la aceptación, por parte
del General Uriburu, del punto de vista que estos jefes y el propio Perón
habían sostenido?
Pero ¿que importancia podía tener todo esto si la revolución
estaba destinada a fracasar por incapacidad y sordidez de sus promotores, como
que por estar destinadas a fracasar se había "abierto" de ella el
Capitán Perón?
¿Imaginó en ese momento Perón con lucidez de vidente el
"milagro" que operaria el pueblo de Buenos Aires (y del que mas
adelante nos ocuparemos) por el hecho de que los partidos políticos opositores,
bajo la presidencia de Don Natalio Botana, se colgaran del estribo de la
revolución cuando esta se ponía en marcha con cuatro soldados locos y conducida
por los mismos incapaces que desplazaban a los hombres de moral?
Pero sigamos todavía a Descalzo para conocer bien su actuación.
Cerca de la medianoche del 5 de Septiembre el Tte. Coronel Descalzo llega a su
casa donde le esperan los oficiales que había convocado. Allí esta también el
Cap. Perón que hace su "rentree" revolucionaria. La orden que reciben
los oficiales es la de concurrir a las siete de la mañana del día siguiente a
la estación San Andrés del Ferrocarril Central Argentino para trasladarse al
Colegio Militar donde el Gral. Uriburu les daría destino.
Después de escuchar al Tte. Coronel Descalzo los oficiales
se retiran y solo quedan en la casa los Tenientes Coroneles Sarobe y Cernadas y
los Capitanes Perón y López Muñiz.
"Yo debía ir a San Martín —dice el Capitán Julio A.
López Muñiz en un informe bajo su firma que obra en mi poder- pero a ultimo
momento el Tte. Coronel Descalzo recordó que no había ordenado a nadie que
fuese como de costumbre a la Escuela de Guerra, adonde a su vez concurriría el
a sublevar la tropa del escuadrón al frente de una columna de estudiantes que
se reuniría en el Monumento a los Españoles. En consecuencia recibí contraorden
la que se hizo extensiva al Capitán Juan J. Tasso por mi intermedio, a quien se
la comunique en su domicilio. Estaba presente en la casa (de Descalzo) cuando recibí
la contraorden, el Capitán Perón."
El Capitán López Muñiz dice claramente que fue el único que recibió
la contraorden la que se hizo extensiva solamente al Capitán Juan J. Tasso y no
al Capitán Perón que estaba también presente.
Sin embargo, el Capitán Perón no se traslada a San Martín el
6 de Septiembre; se queda en Buenos Aires y concurre a la Escuela de Guerra.
El detalle es interesante, como se vera después, y, además,
coincidente con la actitud que adopta trece años después cuando el General
Rawson le pide, el 3 de junio de 1943 que lo acompañe a Campo de Mayo y Perón
le contesta que será mucho mas útil en Buenos Aires, aun cuando nadie lo ve en
la Capital el 4 de junio hasta que aparece en la Casa de Gobierno una vez que
Rawson la ha ocupado.
Fuente: Archivo General de la Nación, Archivo del General
Uriburu, 26,5. Alberto Uriburu, hijo del general. Comenta información sobre la
actuación del Capitán Juan D. Perón en la conjura y revolución del 6 de
septiembre de 1930. En Archivo del General Uriburu: “Autoritarismo y Ejército”
2 de Fernando García Molina y Carlos A. Mayo, Biblioteca Política Argentina N°
162, 1986.
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