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lunes, 25 de septiembre de 2017

Alberto Uriburu: "Comentarios a los "Apuntes en Borrador" del Capitán Juan Perón en el Golpe de 1930" (1987)


Surge de su relato que el autor participo en la conspiración y luego en el acto revolucionario.

Sin embargo, pocos días antes del 6 de septiembre las actividades subversivas fueron denunciadas al gobierno por uno de los oficiales comprometidos: el Capitán Roque Passeron, quien entrego al Jefe de la Secretaria del Ministerio de Guerra una lista de los Jefes y Oficiales que participaban en esas actividades.

El gobierno adopto, como era lógico, algunas medidas y ordeno el arresto de varios de los conspiradores, lo que produjo entre ellos reacciones distintas según fuese el temperamento de cada cual: los mas timoratos se apresuraron a pedir que se los desligase de todo compromiso, sosteniendo que era un desatino lanzarse a una revolución que había sido denunciada; los mas decididos consideraban, en cambio, que el estallido debía precipitarse porque la revolución ya estaba en la calle y nadie podría detenerla.

A los que solicitaron que se les devolviese la palabra empeñada, se les contesto que los dirigentes del movimiento no deseaban arrastrar a nadie a la fuerza y que los que no quisieran participar en la revolución quedaban, desde luego, relevados de su compromiso.

Con una sola excepción los Oficiales que se desvincularon del movimiento tuvieron el pudor de no reincorporarse al mismo viendo que triunfaba. La excepción la constituyo el Capitán Perón, y es esta actitud la que ha querido justificar, después de producidos los hechos, atribuyendo su deserción, en el momento en que creyó fracasado el intento subversivo, a la ineptitud de los dirigentes revolucionarios y a la falla de organización, a pesar de lo cual participo luego en el acto que derroco al presidente Yrigoyen, poniéndose, en vísperas del triunfo, al servicio de la oligarquía capitalista que, según lo ha declarado años después el propio Perón, fue quien consumo el atentado (Véase La Nación. 1945).

Apoyado en muchos hechos ciertos el Capitán Perón ha urdido una "historia ex-post factum" que es un inconfesado alegato de defensa.

Merece analizarse para poner de manifiesto, una vez mas, que el fondo del temperamento de los hombres no cambia nunca, y que el actual General Perón, con su cinismo, con su verborrea, con su ligereza, con su duplicidad, con sus mentiras a flor de labio, con su alma de plebeyo, ya estaba en el Capitán Perón, como estaba también su inteligencia despierta, su sagacidad, su audacia, su dinamismo, su facilidad para improvisar, su intuición para orientarse y muchas otras condiciones que han hecho de el, junto con sus defensores, un hombre poco común.

Veamos, pues, lo que nos cuenta el Capitán Perón sobre sus andanzas revolucionarias. Comienza por recordar la visita que le hizo en los últimos días del mes de junio de 1930 su camarada y amigo el Mayor Ángel Solari, y agrega:

"Los comentarios generales en esos días eran alrededor de los ascensos acordados por el P.E. y las innumerables enormidades que como función de gobierno imponía en todas partes de la Republica."

Explica enseguida que acepto concurrir y concurrió, esa misma noche, a una reunión en mi casa, a la que asistieron el General Uriburu, el Mayor Sosa Molina, el Capitán Franklin Lucero, el Mayor Ángel Solari, el autor de los apuntes y yo.

Según mis anotaciones, escritas a medida que se desarrollaban los acontecimientos, hubo en mi casa dos reuniones: la primera el 5 de junio de 1930, a la que asistieron el General Uriburu, el Teniente Coronel Alsogaray, los Mayores Ángel Solari, Humberto Sosa Molina, Emilio Ramírez, Allende (cuyo nombre de pila no aparece anotado) y los Capitanes Arguero Fragueiro y Juan Perón, y la segunda el 29 de julio del mismo año en la que estuvieron presentes los mismos jefes y oficiales y además, los Tenientes Coroneles Molina y Sarobe y el Mayor de los Ríos.

Yo no se si el Capitán Perón se olvida que asistió a dos reuniones en mi casa y refunde en su memoria las dos en una sola, pero por lo que refiere parecería recordar la segunda de ellas solamente ya que en la primera lo único que se trato fue un proyecto de organización del Estado Mayor revolucionario, y, en cambio, en la segunda el Teniente Coronel Sarobe planteó las divergencias que menciona el Capitán Perón.

Por otra parte mis anotaciones concuerdan con lo que consigna en su informe sobre esos mismos acontecimientos el Teniente Coronel Alsogaray, cuya copia obra en mi poder.
Este hecho, de cualquier modo, no tiene importancia pero revela, por lo pronto, que el Capitán Perón ha confiado para redactar sus apuntes, exclusivamente en su memoria la que, como se vera mas adelante, no le ha sido siempre fiel.

Menciona también el Capitán Perón, al referirse a los temas tratados en la reunión realizada en mi casa, la actitud que asumían los hombres de la Capital y expresa al respecto que "necesitando un jefe militar habían pensado en el General Uriburu quien avisado concurrió a una reunión de los bomberos y los convenció que debían esperar."
Como esta afirmación tampoco es rigurosamente exacta voy a relatar brevemente el episodio.

A raíz de una insubordinación en el cuerpo de Bomberos, que entonces se hallaba anarquizado y prácticamente sin dirección ni comando, se constituyo, dentro de el, una especie de Soviet, como acertadamente lo denomina Perón, que tomo el nombre de Comisión de Bomberos, presidida por un tal José Antonio Barrionuevo.

Esta Comisión tenia por objeto confesado gestionar mejoras de sueldos y de condiciones de trabajo, pero en realidad se proponía producir un levantamiento a fin de derrocar al gobierno para lo cual creía contar con la totalidad del personal del mencionado Cuerpo, parte del personal inferior de la Policía de la Capital así como del interior del país y algunas clases de los Regimientos de Infantería de la Capital.

El propósito era descabellado pero peligroso, porque producido el movimiento sin elementos ni organización ni dirigentes responsables pedía ser copado por las agrupaciones acratas y comunistas que mantenían contacto con la Comisión de Bomberos. Advertidos de los que se tramaba un dentista de apellido Orrego confío su preocupación a dos amigos los señores Daniel Videla Dorna y Juan Carulla, e invito a estos caballeros a una reunión que se realizaría en su propia casa para que pudieran cerciorarse de la veracidad de la información.

Refiere a este respecto el Dr. Juan Carulla, en un informe escrito de su puño y letra y firmado por el que tengo en mi archivo, que salieron con Videla Dorna de la casa de Orrego convencidos de que las fuerzas policiales estaban completamente desquiciadas y de que, efectivamente una sedición no tardaría en producirse, por lo que resolvieron poner el hecho en conocimiento del General Uriburu, a quien veían frecuentemente porque ya en esa época Uriburu había empezado a preparar la revolución que estallaría un año después, y requerir además, su intervención para evitar la asonada de los bomberos.

Así lo hicieron, y como General coincidiera con la opinión de Videla Dorna y Carulla en cuanto a los disparatado y peligroso del propósito revelado, acepto acompañarlo a una nueva reunión en casa de Orrego a la que concurriría la Comisión de Bomberos. Esta resulto realmente patética, —refiere el Dr. Carulla— por la sorpresa y a la vez el entusiasmo de los concurrentes en presencia del alto Jefe."

En esa reunión el General se informó que el levantamiento había sido fijado para la noche del 24 de Diciembre, y entonces trato de hacer reflexionar a los complotados, significándoles que, en el mejor de los casos, lograrían un éxito efímero que el Ejercito los barrería inmediatamente y afianzarían al mal gobierno que se proponían derrocar, ya que una rebelión de ese genero provocaría la solidaridad de todas las fuerzas del orden. Agrego el General que debían esperar porque quizás llegara el momento de utilizarlos en un movimiento nacional de otro carácter aunque con la misma finalidad.

En definitiva los bomberos prometieron renunciar a toda acción aislada y esperar los acontecimientos a que había referido el General. Eso fue todo.

Como se comprobara los bomberos no solo no habían pensado ni remotamente en el General Uriburu ni en la necesidad de contar con un alto jefe militar para realizar sus propósitos, como lo afirma el Capitán Perón, sino que se quedaron sorprendidísimos y halagados por la inesperada presencia del General quien consiguió evitar una chirinada de imprevisibles consecuencias.

Afirma también el Capitán Perón que en la reunión que tuvo lugar en mi casa el General Uriburu sostuvo que era necesario introducir modificaciones en la ley electoral vigente "inclinándose a un sistema colectivista que no enunció". Fuera de su versación profesional el General Uriburu tenia una buena cultura general y no se le hubiera ocurrido imaginar un sistema electoral "colectivista" porque lo que puede ser de tipo "colectivista" es la restructuración institucional de un Estado pero no un sistema electoral.

En lo que el General pensaba, como medio de combatir al caudillaje político, era en una representación parlamentaria de los distintos y auténticos intereses sociales, teóricamente atractivo pero de realización practica si no imposible muy difícil en un país como el nuestro en que las actividades no son por lo común ni permanentes, ni estables ni continuas.

Agrega el Capitán Perón, que a pesar de las opiniones en contrario que se expresaron aquella noche respecto de un entendimiento con otras agrupaciones que tenían el mismo propósito pero que deseaban lograrlo con la elaboración de políticos y civiles, el tomo la resolución de unir a los dispersos de todas las fracciones, aun sin el consentimiento de los dirigentes revolucionarios, para que no se malograra el esfuerzo de los que no tenían intereses personales ni ambiciones interesadas ni cuentas pendientes con la justicia militar ni situaciones financieras comprometidas.

Con estas acusaciones veladas pero insidiosas prepara el Capitán Perón sus posteriores explicaciones.

¿Quienes tenían cuentas pendientes con la justicia militar? ¿Quienes eran los que soportaban situaciones financieras comprometidas? No lo dice ni lo concreta el Capitán Perón en ningún párrafo de sus apuntes pero lo insinúa repetidamente.

¿Por que no da nombres el Capitán Perón? Porque sabe que no podría probar sus imputaciones.

Cuando el Capitán Perón habla de dirigentes revolucionarios que tenían cuentas pendientes con la justicia militar no se francamente a quienes se refiere, pero cuando menciona a los que tenían situaciones financieras comprometidas pienso en el Teniente Coronel Alsogaray.

Estoy convencido de que piensa en el porque en aquella época oí susurrar la especie varias veces, aunque siempre proviniese del mismo origen, es decir, los que querían hacer la revolución con los partidos políticos opositores y trataban por todos los medios de desacreditar a los que se oponían a ese plan. Como entre los que lo resistían con mayor firmeza se encontraba el Teniente Coronel Alsogaray, sus oponentes se particularizaron con el y también con algunos otros. Yo tenia, sin embargo, conocimiento de un hecho que demostraba el desinterés de Alsogaray y lo calumnioso de las insinuaciones que se hacia a su respecto.

Varios amigos y parientes del General Uriburu, a quienes el no había informado sobre sus intenciones de encabezar una revolución le manifestaron en distintas oportunidades su deseo de contribuir para formar un fondo destinado a sufragar los gastos de un movimiento que consideraban inevitable y en el que Uriburu tendría seguramente participación. El General se limito a escucharlos y a sonreír, prometiéndoles avisarles si llegaba a tener conocimiento de lo que sospechaban.

Muy pronto, sin embargo, se comprobó que era necesario, efectivamente, formar ese fondo para atender a las erogaciones que demandaban los viajes de los agentes revolucionarios al interior, la remuneración de la policía particular que los conspiradores utilizaban para proteger sus movimientos y realizar el contraespionaje, los gastos de movilidad dentro de la ciudad y alrededores, etc., y el General, que no era un hombre de fortuna, resolvió iniciar la suscripción con diez mil pesos de su peculio, visitando al mismo tiempo a los parientes y amigos que le habían hecho el ofrecimiento espontáneo para darles a entender que algo se tramaba pero sin proporcionarles ninguna información precisa.

La primera persona a quien el General visito fue a su tía Dona Josefa Uriburu de Girondo, mujer inteligente y bondadosa que, como todas las nietas de Arenales se interesaba mucho en la vida política del país y expresaba sus opiniones con valentía y vehemencia. En cuanto mi padre hizo algunas insinuaciones sobre la probabilidad de un estallido revolucionario la Señora de Girondo le manifestó que no se creyese obligado a revelarle ningún secreto, e incorporándose se encamino a una habitación contigua de la que volvió al instante trayendo un sobre que puso en manos del General. "Esta es mi contribución —dijo— y que Dios te proteja." El sobre contenía un cheque por diez mil pesos.

Un episodio análogo se repitió pocos días después. El General se encontró casualmente en la calle con Don Eduardo Saguier, viejo amigo de la infancia. A pesar de su afiliación radical Saguier ofreció también espontáneamente a Uriburu una contribución en dinero y le remitió a la mañana siguiente tinco mil pesos para el fondo revolucionario.

Con esas donaciones y otras posteriores que mi padre recibió se redondeo una cantidad que excedía de cincuenta mil pesos, y el General abrió una cuenta especial en la casa Farran y Zimmermann, encargando de su administración a su amigo y socio de la firma depositaria Don Raúl F. Zimmermann, el mismo que cayo gravemente herido a su lado el 6 de septiembre en la Plaza del Congreso.

Los jefes y oficiales que conspiraban mas activamente en la Capital y entre ellos el teniente coronel Alsogaray, incurrían, como es lógico, en gastos, no solo de movilidad sino de otra naturaleza, obligados como estaban a convidar con frecuencia en lugares públicos a sus camaradas del Ejercito para conversar con libertad o a ganar la confianza del personal de investigaciones de la policía mediante obsequios que se hacían llegar por conducto de los agentes particulares que actuaban en el contraespionaje como si fuesen ellos quienes lo hicieran a titulo amistoso, etc.

Cuando se ofreció, como correspondía, al teniente coronel Alsogaray, compensar con los medios que podía proporcionar el fondo revolucionario los desembolsos que el efectuaba para los fines en que estaba empeñado, este jefe rechazo categóricamente el ofrecimiento y manifestó que como no le era posible contribuir al fondo constituido se le permitiera, por lo menos, satisfacer sus propios gastos.

Yo no se, por lo tanto, si el Tte. Coronel Alsogaray tenia o no una situación financiera comprometida, pero pienso que un hombre que se hace revolucionario con la mira de salvar una situación semejante, como lo insinúo Perón, no procede como procedió en aquella oportunidad el malogrado jefe, sobre todo cuando sin ningún desmedro pudo aceptar lo que se le ofrecía.

Nombra el Capitán Perón en su relato a los jefes que estaban mas cerca del General Uriburu cuando este inicio sus trabajos en el Ejército para preparar la revolución y, con excepción de los Mayores Humberto Sosa Molina y Ángel Solari (hoy Generales), repudia a todos los demás a quienes no considera tan puros y decentes como Uriburu. "Yo seguía pensando —dice— que era necesario agrupar jefes de prestigio intelectual y moral y no audaces. Hombres que fueran desinteresados y que entraran para defender la patria contra las asechanzas de un nuevo año de gobierno de Yrigoyen, etc."

(¿Cuales eran los hombres de prestigio intelectual y moral que propuso incorporar el Capitán Perón para defender a la patria contra las asechanzas de Irigoyen? El Coronel Francisco Fasola Castaño y el Tte. Coronel Bartolomé Descalzo. Al primero lo conocí de cerca porque frecuento la casa de mi padre durante varios años cuando era Capitán y cursaba la Escuela de Guerra. Después continúo visitando de tarde en tarde al general.
Creo que desde joven fue un hombre atormentado por una egolatría enfermiza. Tenía posiblemente buenos propósitos y era seguramente patriota pero vivía en la amargura de no poder exhibirse y atrapaba la ocasión por los pelos para hacerse notar.

Poseía, según la opinión de mi padre, preparación profesional pero en cuanto a su cultura general no pasaba de una ilustración bastante barata que hacia valer con solemnidad; esto en lo que atañe a su prestigio intelectual.

Otro jefe del Ejecito, que debía parecérsele, me mostró una carta del Coronel Fasola Castaño, escrita desde el extranjero, en que llenaba de improperios al General Uriburu porque no le había dado la situación que creía merecer.

Eche un vistazo sobre el desahogo y dije al oficioso informante que no debía mostrar ese documento si, como era de suponer, el Coronel Fasola Castaño se creía su amigo y se había confiado a el.

Murió al poco tiempo el General Uriburu en suelo de Francia, y el Coronel Fasola Castaño que estaba entonces en Paris, se presento en la clínica donde falleció mi padre y ofreció el espectáculo sorprendente de un hombre agobiado por un intenso dolor al punto de no poder contener el llanto, ante el desconcierto de los que conocíamos su enconado resentimiento con el General.

Por fin, en una carta abierta dirigida al General Agustín P. Justo allá por 1935 o 1936 el Coronel Fasola Castaño hizo los mayores elogios de Uriburu y denigro a Justo con idéntica vehemencia y falta de ecuanimidad.

En cuanto a su moral creo que era un hombre honesto y relativamente correcto. La atenuación que implica el uso del adverbio se debe al conocimiento que tengo de algunas actitudes que definen el temperamento de Fasola Castaño. En una palabra, creo que este jefe era uno de esos hombres correctos que cometen incorrecciones a impulsos de su carácter pero que, en definitiva, tienen un buen fondo.

Al Teniente Coronel Descalzo (hoy Coronel retirado) no lo he conocido personalmente o, por lo menos, no lo recuerdo.

Este jefe ha tenido, sin embargo, con posterioridad, una actuación publica fugaz pero suficientemente desafortunada como para dejar una impresión sobre su "prestigio intelectual", que el mismo se encargo de disminuir al declararse poco menos que un insano en la inolvidable renuncia que presento como Ministro del Interior del General Edelmiro Farrell.

Además, los discursos que pronuncia de vez en cuando, en su carácter de Presidente del Instituto Sanmartiniano no son precisamente piezas histórico-literarias que merezcan el honor de figurar en una antología.

En cuanto a su "prestigio moral" tendrá seguramente fundamento, pero yo estoy informado de ciertos antecedentes que harían aceptar con reservas el aval del Capitán Perón, quien, por otra parte, con el correr de los años, ha demostrado no poseer una autoridad muy destacada para respaldar valores morales.

En la pagina 33 de su relato el Capitán Perón afirma que el General Uriburu entrego al Tte. Coronel Descalzo el día 5 de septiembre de 1930, "un documento de su puño y letra donde lo acreditaba como representante de la Junta Militar ante la Junta Civil de la revolución".

Refiere también el Capitán Perón en las páginas 16 y 17 de sus "apuntes" que invito al Tte. Coronel Descalzo a incorporarse a la revolución que se preparaba, pero que su "gran amigo" rehusó la invitación con el pretexto de que tenia que irse a Europa, aunque le expreso confidencialmente cuales eran los motivos reales que lo inducían a tomar esa resolución, y entre otras la influencia que, sobre el espíritu del General Uriburu atribuía a los Tenientes Coroneles Bautista Molina y Álvaro Alsogaray con quienes no deseaba ir "ni a misa".

¿Por que cambio de manera de pensar el Tte. Coronel Descalzo un día antes de la revolución? Es lo que me propongo explicar. Los Tenientes Coroneles Sarobe y Descalzo, lo mismo que el Coronel García u otros jefes de menor significación, eran los agentes militares con los cuales operaba pseudo diplomáticamente el General Agustín P. Justo.

Es conocida la divergencia de opiniones que existía entre los Generales Uriburu y Justo con respecto a la participación de los partidos políticos opositores en el acto revolucionario.

Lo único que separaba a los dos Generales era, en apariencia, ese diferente punto de vista, pero en realidad el objetivo personal que ambas perseguían era también distinto.
Lo que movía personalmente a Uriburu en aquel momento era prestar un ultimo servicio a su país, o lo que el y muchos otros creíamos que era un gran servicio que el país reclamaba sin pensar en el mañana para si mismo.

Lo que interesaba personalmente al General Justo no era la revolución, que no significaba para +el —y con razón desde su punto de vista fríamente calculador—, mas que un medio para establecer otro gobierno, o mejor dicho, un gobierno integrado por otros hombres. Lo que le importaba al General Justo era ese "otro" gobierno.
Con intenciones intimas tan diversas era lógico que los dos Generales no actuaran del mismo modo.

El objetivo "inmediato" para Uriburu era liberar al país, cuanto antes, del desgobierno que soportaba, cualquiera que fuesen los sacrificios que demandase la empresa. El objetivo "mediato": asegurar a la republica hasta donde fuese posible, contra la repetición de los males que padecía, dando paso a hombres nuevos para que la gobernasen. En cuanto a el, solía decir que era mas ambicioso de lo que la suspicacia de los hombres políticos suponía, porque aspiraba a algo mas tentador que el poder, que era el reconocimiento de la posteridad.

Justo, en cambio, subordinaba el objetivo inmediato a las posibilidades que pudiera ofrecer con respecto al cumplimiento de su objetivo mediato, o sea, obtener el poder para si. Si no conseguía, antes de producirse la revolución contar con un mínimo de probabilidades que le permitiese desarrollar sus futuros planes, la revolución, es decir el objetivo inmediato no solo no le interesaba sino que lo incomodaba porque podía alejarlo definitivamente de la sonada meta. La permanencia de Yrigoyen en el gobierno, por lo contrario, con la inevitabilidad de una próxima crisis, le ofrecía la perspectiva de los ríos revueltos en los que algo podía ganar.

Intento por eso convencer a Uriburu de que aceptase la colaboración de los partidos políticos, significándole que el aspiraba solamente a intervenir en la revolución como simple soldado.

Su manera de razonar era lógica: si su mira era reservarse para mas adelante, introduciendo en la revolución los elementos de influjo en que pensaba apoyarse para salir a la cabeza, caía de su peso que cuanto menos responsabilidad y riesgos asumiese al producirse el movimiento, tanto mejor para sus propósitos.

No logro, sin embargo, reducir a mi padre, y su acción se dirigió entonces resueltamente a sabotear a la revolución. No quiso hacerlo personalmente, y en esto se equivoco, porque el prestigio indudable de que gozaba en el Ejército no podía delegarse. Lo que no consiguieron sus agentes mas activos, el Coronel García y el Coronel Sarobe, lo hubiera logrado el quizás.

Como advirtiese al fin que también fracasaba en este intento jugo la ultima carta con habilidad y con éxito, y para ello se valió del Tte. Coronel Sarobe y quizás también del Tte. Coronel Descalzo, aunque es posible que este ultimo haya sido movilizado por Sarobe y haya actuado sin saber a que intereses servia. De lo que obtuvo Sarobe, que fue lo más importante, me ocupare después. Por ahora me referiré a la intervención de Descalzo.

Este jefe que no quería ir ni a misa con los que preparaban la revolución; que se mantuvo apartado y en desacuerdo mientras se conspiraba, aparece un día antes del estallido revolucionario representando, según el Capitán Perón, a una Junta Civil que nunca existió, y se entrevista con el General Uriburu para manifestarle (después de haberle hecho decir meses antes que no podría participar en la revolución porque se ausentaría del país), que mantiene contacto con elementos civiles y que, con su autorización escrita, esta dispuesto a organizarlos y dirigirlos cuando se de la orden de iniciar el movimiento.

Prevenido como estaba, Uriburu acepta el ofrecimiento, pero le manifiesta que si los civiles a que se refiere son militantes de los partidos políticos opositores no los rechaza como ciudadanos argentinos que desean plegarse a la revolución si bien no los reconocerá como representantes de agrupaciones políticas, y midiendo las palabras, entrega al Tte. Coronel Descalzo la autorización escrita que le ha solicitado, en la que no se menciona a ningún partido político ni a ninguna Junta Civil, cuya representación tampoco invoco el que fue instrumento consciente o inconsciente del General Justo.
El Tte. Coronel Descalzo sale satisfecho de la entrevista con Uriburu y se dirige inmediatamente con su credencial al diario Critica, en donde se reúnen los dirigentes de la oposición, excepción hecha de los socialistas rojos y de los demócratas progresistas, bajo la presidencia de un ciudadano de dudosa nacionalidad pero de gran "prestigio moral", como diría el Capitán Perón: Don Natalio Botana.

Entretanto, y antes de entrevistarse con Uriburu, Descalzo que era entonces el profesor mas antiguo de la Escuela de Guerra, invita a unos cuarenta oficiales, en su mayoría ya comprometidos con el General Uriburu, por intermedio del Tte. Coronel Faccioni y del Mayor Sosa Molina, a concurrir a su casa particular donde les impartirá ordenes para ser cumplidas al día siguiente.

Los oficiales que recibieron esta invitación entendieron, como era lógico, que Descalzo había sido designado para tomar el mando de los revolucionarios de la Escuela de Guerra por ser el Profesor más antiguo, y concurrieron a la cita.

Estos antecedentes tienen importancia porque el Capitán Perón con esa tendencia que lo ha llevado siempre a exagerar los números, afirma en la pagina 33 de sus apuntes que en veinticuatro horas el y Descalzo obtuvieron la adhesión de trescientos oficiales. No dice, por supuesto, de donde los sacaron porque los trescientos oficiales de Perón eran los mismos cuarenta que estuvieron en la casa de Descalzo y que ya habían prestado su adhesión al movimiento desde hacia mucho tiempo.

Conviene destacar, sin embargo, que ninguno de los oficiales que concurrieron la noche del 5 de Septiembre a la casa del Tte. Coronel Descalzo ejercía mando de tropas, como que eran alumnos de la Escuela de Guerra, de modo que su contribución fue exclusivamente personal y no representaba un aporte que pudiera decidir el éxito de la revolución.

Y de esto surgen algunos interrogantes que el Capitán Perón no hubiera podido contestar con facilidad. ¿Como se explica que si la adhesión de fuerzas militares al movimiento era insignificante y si la organización para realizarlo era desalentadora (a punto tal que fue lo que decidió a Perón a desvincularse de todo compromiso) la incorporación de unos cuantos oficiales sin mando de tropas pocas horas antes del estallido impulsase al mismo Perón a participar a ultimo momento en la aventura?

¿Cambio de opinión el Capitán Perón cuando Descalzo lo informo de sus cabildeos con los políticos reunidos en Crítica? ¿Modificaba, acaso, esta circunstancia las probabilidades de triunfo de una revolución que debía estallar el día siguiente y que, según el Capitán Perón, no contaba con apoyo en el Ejército, había sido mal organizada y seria además, torpemente dirigida por hombres con quienes no se podía ni ir a misa?

¿Influyeron en el ánimo del Capitán Perón las seguridades que probablemente le dieron Descalzo y Sarobe sobre la aceptación, por parte del General Uriburu, del punto de vista que estos jefes y el propio Perón habían sostenido?

Pero ¿que importancia podía tener todo esto si la revolución estaba destinada a fracasar por incapacidad y sordidez de sus promotores, como que por estar destinadas a fracasar se había "abierto" de ella el Capitán Perón?

¿Imaginó en ese momento Perón con lucidez de vidente el "milagro" que operaria el pueblo de Buenos Aires (y del que mas adelante nos ocuparemos) por el hecho de que los partidos políticos opositores, bajo la presidencia de Don Natalio Botana, se colgaran del estribo de la revolución cuando esta se ponía en marcha con cuatro soldados locos y conducida por los mismos incapaces que desplazaban a los hombres de moral?

Pero sigamos todavía a Descalzo para conocer bien su actuación. Cerca de la medianoche del 5 de Septiembre el Tte. Coronel Descalzo llega a su casa donde le esperan los oficiales que había convocado. Allí esta también el Cap. Perón que hace su "rentree" revolucionaria. La orden que reciben los oficiales es la de concurrir a las siete de la mañana del día siguiente a la estación San Andrés del Ferrocarril Central Argentino para trasladarse al Colegio Militar donde el Gral. Uriburu les daría destino.

Después de escuchar al Tte. Coronel Descalzo los oficiales se retiran y solo quedan en la casa los Tenientes Coroneles Sarobe y Cernadas y los Capitanes Perón y López Muñiz.

"Yo debía ir a San Martín —dice el Capitán Julio A. López Muñiz en un informe bajo su firma que obra en mi poder- pero a ultimo momento el Tte. Coronel Descalzo recordó que no había ordenado a nadie que fuese como de costumbre a la Escuela de Guerra, adonde a su vez concurriría el a sublevar la tropa del escuadrón al frente de una columna de estudiantes que se reuniría en el Monumento a los Españoles. En consecuencia recibí contraorden la que se hizo extensiva al Capitán Juan J. Tasso por mi intermedio, a quien se la comunique en su domicilio. Estaba presente en la casa (de Descalzo) cuando recibí la contraorden, el Capitán Perón."

El Capitán López Muñiz dice claramente que fue el único que recibió la contraorden la que se hizo extensiva solamente al Capitán Juan J. Tasso y no al Capitán Perón que estaba también presente.

Sin embargo, el Capitán Perón no se traslada a San Martín el 6 de Septiembre; se queda en Buenos Aires y concurre a la Escuela de Guerra.

El detalle es interesante, como se vera después, y, además, coincidente con la actitud que adopta trece años después cuando el General Rawson le pide, el 3 de junio de 1943 que lo acompañe a Campo de Mayo y Perón le contesta que será mucho mas útil en Buenos Aires, aun cuando nadie lo ve en la Capital el 4 de junio hasta que aparece en la Casa de Gobierno una vez que Rawson la ha ocupado.













Fuente: Archivo General de la Nación, Archivo del General Uriburu, 26,5. Alberto Uriburu, hijo del general. Comenta información sobre la actuación del Capitán Juan D. Perón en la conjura y revolución del 6 de septiembre de 1930. En Archivo del General Uriburu: “Autoritarismo y Ejército” 2 de Fernando García Molina y Carlos A. Mayo, Biblioteca Política Argentina N° 162, 1986.

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