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viernes, 8 de marzo de 2024

Luis Mac Kay: "El fallecimiento de Emilio F. Perez" (27 de enero de 1955)

Hay luto en todas partes y dolor en el corazón, porque la patria ha perdido un valioso ciudadano, Gualeguay un vecino útil y dilecto, la familia un gran padre venerado con perfiles de patriarca y la U. Cívica Radical su honrado y prestigioso Presidente.

Son elocuente testimonio de nuestra honda congoja estas honras fúnebres, donde todas las expresiones de muestra vida social han venido a rendirle su póstumo homenaje, con numerosas ofrendas florales que enmarcan simbólicamente sus exequias, con el rumoroso aleteo de la oración piadosa que nace en el alma y agoniza en los labios temblorosos de emoción, con la presencia espontánea y angustiosa de una nutrida caravana de hombres y mujeres que lo acompañan a su última morada, donde muere para unos y nace para otros la suprema esperanza, y con el trémulo mensaje de la terrena palabra final, que quiere "in extremis" decirlo todo, pero enuncia poco, pues la esencia de su concepto se obnubila y estrangula como su articulación oral. Es que la entraña de los sentimientos no se traduce con palabras.

Tampoco el llanto puede ser la expresión de nuestro dolor, porque disentiría con la personalidad de este varón que ha cumplido honrosamente su destino en la vida, como esposo amante y fiel, como padre cariñoso, tutela y guía permanente de sus hijos, como ciudadano celoso de las instituciones democráticas y republicanas, que sostuvo y defendió siempre, con serenidad catoniana en encarnizada e infatigable lucha de más de medio siglo. Los únicos enemigos de don Emilio, fueron los enemigos de la libertad y de la justicia, o sea, los enemigos del hombre. Jamás transó con la injusticia que irritaba su exquisita sensibilidad, provocando a borbotones su protesta.

Como todos los temperamentos impulsivos era esencialmente bueno, noble y generoso. Despeñaba en violenta reacción su caudal de rebeldía ante lo que consideraba injusto y arbitrario, para luego en la serenidad, dolerse de haber ofendido con el ariete de la verdad.

No se debe despedir con llanto, al hombre que ha cumplido su destino en su medio ambiente, prestando señalados servicios al pueblo, desde la función pública, que ejerció con acrisolada honradez y consagración procurando de todas maneras el bienestar de la comunidad y en las instituciones sociales, mutuales y benéficas de Gualeguay, que contribuyó con dinámica pujanza a fundar, sostener y en algunos casos presidir con dignidad y aliento progresista. Al mérito de tales valores no les corresponde la quejumbre del llanto en sus exequias, sino el réquiem laico de nuestras bendiciones.

Así lo hago yo en este instante, en que debía llorar la pérdida irreparable de mi leal amigo, del compañero político de todas las horas, del confidente de mis inquietudes cívicas que comprendía y alentaba.

Ya rodaron mis lágrimas sobre su cuerpo exánime y tibio todavía en el rastro de la muerte. Ahora en sus exequias, en el postrer momento de despedida, en que devolvemos sus restos a la madre tierra, yo lo bendigo, como amigo por su magnífica lealtad, como correligionario por su extraordinaria consecuencia y su activa y fecunda militancia al servicio de la Unión Cívica Radical, y como hijo del mismo pueblo, por su gravitante acción bien hechora en beneficio de múltiples actividades de nuestro medio social.

Los soldados rinden de pie, presentando armas, su postrer despedida al superior desaparecido.

Nosotros que pertenecemos a una fuerza cívica de honda raigambre histórica, la Unión Cívica Radical en cuyo nombre hablo, verdadera militancia armada con el bagaje de su ideario, que se mueve en permanente y abnegada función de lucha por la reconquista de la libertad, el restablecimiento de las instituciones democráticas y republicanas, y el goce pleno de la paz, de la justicia y el bienestar de la familia argentina, en un ámbito de dignificación integral del hombre, rendimos este póstumo homenaje al meritorio Presidente del Comité Departamental, que desaparece como Moisés, sin alcanzar a ver la tierra prometida, y en circunstancias que la lucha demanda mayores esfuerzos para contrarrestar mayores arbitrariedades. Nosotros también de pie, presentándole las armas retempladas con nuestra fe, coraje y decisión para cumplir el destino de nuestra vocación cívica y el mandato imperioso de la República en espera todavía de sus hijos.

Así rendimos nuestro postrer homenaje al Presidente, cuya ausencia física, acrecentará su poderosa influencia espiritual, diciéndole en última despedida: "Cumpliremos".

Por mi parte, a este invariable amigo político, que siendo un adolescente conoció a Alem, quien inflamó su naciente vocación cívica, que maduro ya albergó a Irigoyen, cuya recia personalidad influyó en su larga y definida actuación, la cual tiene marcado el acento singular del maestro, y que desde mis inicios juveniles en el escenario cívico, me alentó con la fe de los mayores que impulsa y robustece, me acompañó luego como un igual, en paritaria camaradería en la recia lucha que libramos en 1930 como candidatos a senador y diputado del Departamento respectivamente, con el triunfo primario de las mismas y que a partir de entonces, en un andar escabroso y complicado, que determinan sucesos inmediatos, como si hubiera visto en mi un hijo o un hermano menor, no escatimó esfuerzo para lograr mi exaltación, con desinterés, abnegación, consecuencia y fe en la honradez de mi destino. Yo le digo en este supremo instante de nuestra separación física: "Viejo amigo, cumpliré”.

Ahora descansa en paz en el seno infinito de Dios. Tus hijos, que tanto querías, serán testigos de nuestro voto formulado al borde de la tumba abierta para recibir tus despojos mortales. Y nada más que eso, puesto que quien veló en vida por sus virtudes, trasciende la muerte y sigue viviendo en alentadora y gravitante presencia espiritual.

Viejo y querido amigo, así seguirás presidiendo nuestro comité y nuestras mejores inspiraciones por la salvación de la República.





Fuente: Discurso pronunciado en la inhumacion de los restos de don Emilio F. Perez por el doctor Luis R. Mac Kay. En el Diario “El Debate” de Gualeguay del dia 27 de enero de 1955.

Material aportado por Gervasio Pérez Zurdo, bisnieto de don Emilio F. Pérez en Pagina de Facebook Luis Rafael Mac Kay.


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