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jueves, 26 de agosto de 2021

Gustavo Vivo: " La Constitución de la Ciudad de Buenos Aires" (1 de octubre de 1996)

Se ha cerrado un ciclo y queda abierto otro en la historia de esta Ciudad.

Los porteños tenemos ahora la posibilidad de ir construyendo nuestro propio destino en el marco de la Nación. Esto es la autonomía cuyos cimientos hemos impreso en la primera Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Ella afirma, pero también renueva valores; consagra derechos y deberes; estructura los poderes, los sistemas de control, encauza el proceso de descentralización y establece formas de participación popular en la toma de decisiones.

Servirá seguramente de guía a los gobiernos para encontrar soluciones a los problemas cotidianos de la Ciudad y su gente. Ella condensa una sociedad más libre, justa e igualitaria.

Ahora bien, ¿por qué, señora presidenta, poner a Alem a sobrevolar este día, el último de nuestra misión? Porque, como él dijo, no habló para esos momentos sino para el futuro y aquí estamos, todo llega, tal como llegarán muchas cosas en nuestra Ciudad y en el país, Alem tiene actualidad pues sus palabras de 1880 invitan a reflexionar sobre el problema del federalismo, de las relaciones de la Nación con las provincias, con esta Ciudad y con los ciudadanos.

Fue un intransigente, un tenaz opositor a la federalización de la Ciudad y defensor de sus derechos, porque la capitalización significaba someterla al poder central.

Ahora, en pocos minutos vamos a recordar la historia para ponerla al servicio de la esperanza, como alguien dijo alguna vez.

Leandro N. Alem, caudillo parroquial de Balvanera, decidió integrar la Legislatura con el único propósito de resistir la capitalización y acompañado por los diputados Solveyra y Baracochea, denunció y advirtió los peligros que ese sometimiento entrañaba para la Ciudad, para la Provincia y para la República entera. Él había nacido en Monserrat, donde fue bautizado, había crecido y era caudillo de Balvanera, era un hombre de Buenos Aires, pero también era argentino. Orgulloso de esta ciudad, no fue un estrecho localista.

Rechazó que la Ciudad fuera Capital, en función del país pues la capitalización atrayendo a un punto dado los elementos más eficaces, toda la vitalidad de la República debilitará necesariamente a las otras localidades y como bien dice Laboulage será la apoplejía en el centro y la parálisis en las extremidades

Agregó luego, en aquel histórico y profético mensaje: aquí vendrá todo lo que valga, se centralizará la civilización y eso significa el lujo, la ilustración, la luz en un solo lugar y la pobreza, la ignorancia, la oscuridad en todas partes

Señora presidenta, Alem defendió con visión nacional las prerrogativas de la Provincia de Buenos Aires, cuya autonomía se lesionaba, violándose su propia Constitución local, cuando advertía que pronto la Capital le arrancaría otra porción a la Provincia; y aquí también tuvo razón, pues pocos años después, mi pueblo, Belgrano y el de Flores se incorporaron al ejido de la Capital como barrios y ese desborde que perjudicó a la Provincia y a la Nación en su equilibrio, es también el cordón que nos rodea.

Pero, también, anticipó las consecuencias para nuestra Ciudad –cuya autonomía planteaba– y dónde plantó el germen que hoy florece en nuestras ideas.

Él sostuvo nuestro derecho al gobierno propio rechazando la oferta de participar a cambio en las elecciones generales de la República para Presidente y para la composición del Congreso porque esa representación es tan insignificante, respecto del resto de la República que no puede tener la misma influencia. Todas las otras colectividades también participan en estos actos, pero su vida interna queda libre y bajo su dirección; sus negocios domésticos, por así decirlo, son manejados por ellas mismas. Solamente para los negocios generales de la República confían su voto al poder Central.

Y ha de ser grave y sensible, en breve andar del tiempo no más, para esta sociedad que ya ha gustado de las ventajas del gobierno propio, verse dirigida en su vida íntima por hombres que ella no elige y que no conocerán generalmente sus sentimientos, sus hábitos, sus aspiraciones y sus tendencias.

La Ciudad dormirá por mucho tiempo el sueño de los condenados y bien podemos decir con él que la Ciudad será tratada como fue tratada París por el Primer Imperio y la Restauración, nada más que al recuerdo de la célebre Comuna revolucionaria.

Acaso, no tuvo razón, acaso la historia y el devenir no demostraron su acierto y sus advertencias. La realidad nos muestra la macrocefalia, esta deformación de nuestras instituciones que perjudicó a las Provincias, a la Nación y a esta Ciudad porque, señora presidenta, la capitalización fue en castigo para Buenos Aires y su gente: quedaron abatidos los intereses locales. Nuestros dirigentes perdieron de vista las cuestiones locales. Incluso, hace unos pocos días el Ministro de Economía nos agraviaba diciéndonos que a nosotros, a los porteños, nos sobra la plata y que por eso debíamos conformamos con lo que recibíamos.

El régimen federal, en nuestro país, quedó solo escrito en la Carta Magna, pero fue subvertido en la realidad. Desde aquí lo levantamos de nuevo. No queremos, no pretendemos que la historia nos dé la razón y que lo que está puesto en la Constitución Nacional sea letra muerta.

Señora presidenta, no he hablado del Alem poeta, del guerrero en el Paraguay, ni siquiera del fundador de la Unión Cívica Radical, sino del autonomista, del crudo que combatió la maldita tendencia centralizadora que denunciaba como el principal obstáculo para la realización de las bellas declaraciones, principios y fórmulas de nuestra Constitución.

Quiero en este momento histórico pedirle a ese hombre que a lo largo de su vida defendió los principios fundamentales, la opinión popular como sustento de la soberanía y la ética como inspiración de la acción política que nos ilumine.

Busquemos amparo en sus banderas, que recogió de las manos inertes del Coronel Dorrego, en su concepción del federalismo como fórmula institucional de la libertad y la Democracia. Alem está muerto, pero es un muerto que manda; que nos convoca a levantar esas banderas. Desde esta banca, que pertenece a la Unión Cívica Radical, queremos donarlo a todos los partidos políticos, en esta Convención que simboliza la aurora, el despertar de la Ciudad del sueño de los condenados.

Bajo su advocación y frente al pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y del país, señora presidenta, afirmamos que hemos cumplido con nuestro deber con esta Constitución.





Fuente: Inserción del Convencional Gustavo Vivo: La Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Decimonovena Reunión - 2ª Sesión Especial - 1° de octubre de 1996. Versión taquigráfica 19. Diario de Sesiones Convención Constituyente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Tomo III, 1996.

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