El luctuoso acontecimiento que nos congrega en este recinto es más que un duelo nacional: hay antecedentes y causas que lo hacen un duelo histórico.
El último votó personal del gran ciudadano se ha cumplido por modo extraordinario; su cadáver ha caído verdaderamente en manos de sus amigos pero no soto de los que él conocía, sino también de sus innumerables amigos ignorados, de -los amigos anónimos con que contaba entre todas las clases sociales, ese hombre que, sin los prestigios del poder ni de la gloria militar, ha sido en nuestro país el predilecto de las multitudes, el bien amado del pueblo!
No existe en nuestros anales, el recuerdo de una muerte más llorada; ninguno ha recibido hasta el presente una manifestación de pública condolencia tan intensa y tan extensa.
El Comité Nacional de la U. C. R, me ha encomendado la misión de representarlo con mi voz en esta fúnebre solemnidad'; pero en presencia de ella, el homenaje que sus correligionarios consagran al que fué el fundador del Partido y abanderado de la causa, se impersonaliza y confunde con el sentimiento de profunda consternación patriótica, cuyos testimonios nos llegan de todos los extremos de la República.
Esta misma ceremonia imponente, a que asistimos, es una especie de plebiscito fúnebre al que concurren con su espontáneo sufragio de dolor, todos los argentinos: en esta hora y en este sitio no hay, no puede haber, ni partidarios, ni enemigos; son solo conciudadanos.
Y es también que a esta hora y desde este sitio, el nombre del doctor Alem ya no pertenece a los afectos, a los entusiasmos y al credo exclusivo de un núcleo más o menos considerable de opinión; hoy ya pertenece a la patria; de’ cuerpo entero ha pasado a la historia.
Hacía falta én el cuadro de nuestras celebridades esa figura simbólica de las palpitaciones generosas de nuestra raza y de los más nobles ideales del alma argentina.
Y ese hombre es verdaderamente un símbolo; lo fué durante la vida y lo será mucho más cuando, por el transcurso del tiempo, vayan acentuándose alrededor de su memoria los accidentes que caracterizan su existencia, que era ya legendaria por la austeridad cívica y la abnegación patriótica.
Carácter muy superior al medio en que vivía, su talla moral quedaba inalterable entre los cambios que operaban a su alrededor el paso de las generaciones y el vaivén, de los acontecimientos; sus- alternativas de popularidad o de aislamiento, dependía de que se elevara o deprimiera el nivel cívico del pueblo, como la la roca que en los flujos del mar coronan las olas con blancas guirnaldas y de la cual se retiran en las bajas mareas, dejándola dominar' solitaria el espacio circulante, desde su cima- calcinada por el rayo.
Y a pesar de eso, Leandro N. Alem era en nuestro país la unidad moral más representativa de su conjunto. Su temperamento ' y su existencia personificaban una de las faces permanentes de nuestra vida nacional, en el impaciente afán de perfeccionamiento y en las energías impulsivas para realizarlo; en este sentido era un fragmento vibrante de la nacionalidad: era un pedazo de patria, que hoy convertido en girón de arcilla ensangrentada, entregaremos a la tierra como testimonio de los desgarramientos dolorosos que en las sociedades en formación marcan ,cada jornada de su evolución progresiva.
Pero al devolver a la tierra nativa los elementos que de ella recibió- para la vida, nos reservamos su espíritu, que para siempre 'quedará incorporado a nuestra atmósfera moral, como esas fuerzas misteriosas de la naturaleza que actúan impalpables, orientando la brújula en los mares o encendiendo en la mitad de la noche, auroras eléctricas más luminosas que las del día.
Para los hombres de esa estirpe, la muerte no es una desaparición; su -influjo cambia de lugar y de forma pero no se extingue, porque una parte de ellos quedan encada uno de nosotros por el afecto y el dolor,por la veneración y el ejemplo.
Los que limitan su influencia en nuestra vida pública, al de un agitador o de un caudillo, forman un juicio semejante a los que piensan que el movimiento alterado del Océano es una turbación de los elementos, siendo así que esa conmoción momentánea no es más que el efecto y la demostración de su eterno equilibrio.
Alem ha sido el Bayardo de nuestras contiendas políticas; solo o acompañado, nunca retrocedía en la lucha; soberbio con los soberbios y humilde con los humildes, tenía pronto en los labios el apostrofe fulminante contra todas las opresiones y la palabra de consuelo para todos los infortunios,
A pesar de sus exterioridades bruscas, tenía un corazón afectivo, de una bondad inagotable; los que hemos sido sus compañeros de prisión o de destierro, ni en los momentos más amargos le hemos oído una queja, un sarcasmo, ni un reproche. Ha llevado a la tumba, como él lo dice, muchas sombras y dolores, pero ni un rencor contra persona alguna; -Alem no odiaba a nadie; en esta hora solemne lo declara un testigo íntimo ' de su vida en días de tribulación y de injusticia.
Asceta del civismo,era el tipo del varón bíblico para quien la vida fue milicia sin tregua. Su primer noche en la eternidad ha sido, seguramente, su primer noche de reposo. Desde ' la juventud sujetó su vida a la disciplina de su voluntad poderosa, y su voluntad al austero control de su conciencia inflexible. Todos sus actos llevan el sello de la entereza consciente y reflexiva. Su propia muerte es el resultado de la severa unidad que dió a su vida; a semejanza del Hércules antiguo, él mismo preparó su pira funeraria, y él mismo recostó en ella su cuerpo dilacerado para despertar inmortal después de su martirio.
Sus despojos realmente corresponden al monumento que guarda las víctimas, de Julio; su inmolación cívica no estaba más que retardada; tenía la trágica predestinación al sacrificio; él. lo sabía y no solamente se resignaba, sino que. buscaba su destino, y cuando las circunstancias parecían alejarlo del camino del Gólgota, él se dirigió directa y voluntariamente a su calvario patriótico. También tuvo su larga noche de Getsemani; es cierto que alguna de sus palabras revela la amargura de esas horas. de solitario recogimiento enfoque “el alma está triste hasta la muerte”, pero su último adiós a la patria es de aliento y de fe; es una viril incitación que tiene todo el calor palpitante dela vida y el prestigio sagrado de una voz que casi sale de la eternidad.
Doctor Alem:
Tus compañeros de causa responderemos al toque de llamada patriótico con que nos convocas desde las puertas de la tumba; estamos de pie para realizar tu consigna postuma, y por todos los extremos de la República, a medida que vamos cayendo sobre el campo de la lucha, nos iremos 'transmitiendo los unos a los otros, tu postrer voto, tu último grito de combate:
¡Adelante los que quedan!
Fuente: “En el entierro del Dr. Alem” por el Dr. Joaquin Castellanos, discurso pronunciado en representación del Comité Nacional del Partido Radical, 1896.
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