A comienzos de la década de 1940, la Casa Úngaro y Barbará remataba en Buenos Aires la Biblioteca de Marcelo T. de Alvear, muerto poco tiempo antes. Su dueño habia sido dirigente radical desde la fundación del partido, presidente de la nación y un personaje destacado de la alta sociedad porteña.
Entre lo casi 3000 libros que se vendían -una cifra reducida si se tiene en cuenta la trayectoria de Alvear- se hallaban aquellos que habian sido obsequiados por puro protocolo y las obras de autores de escasa fama quienes, por afinidad politica o cercania personal, enviaban un ejemplar al ex presidente. El mismo remate, evidenciaba probable de alguna necesidad, puede entenderse como un gesto de desapego: Alvear no habia sido un intelectual. Pero, como todas las bibliotecas, llevaba inscriptas las huellas de la vida del hombre que la habia organizado y esta habia ido rearmandose en los multiples viajes y mudanzas, entre Buenos Aires y París. Los libros que se remataban entonces eran los que Alvear habia elegido traer desde Francia en 1934, cuando retornó definitivamente a la Argentina con su esposa Regina Pacini, junto a los que agregó en los ultimos años de su vida.
Entre los volúmenes que configuraban este mundo de libros, habia antiguas ediciones de lujo en frances de obras de Victor Hugo, Flaubert, Alejandro Dumas, Thiers, Balzac. No solo habian sido seleccionados sus valores literarios, eran ademas, libros caros. En ediciones mas modestas, la colección “La cultura argentina”, dirigida por Jose Ingenieros, incluía textos de Alberdi, de Quesada, de Mitre, de Ascasubi. Se agregaban las obras de Moreno, Avellaneda, Sarmiento o Echeverría, que conformaban a su vez el catalogo de la “Biblioteca Argentina” a cargo de Ricardo Rojas. Los libros de estos autores se relacionan con uno de los intereses de Alvear: la historia argentina. En cambio, la seccion dedicada a la economia, a la teoria politica y a la sociologia era notoriamente más pobre; se destacaban El Capital de Marx, y algunas obras de Pareto y de André Sigfried, uno de los referentes europeos más citados por el radicalismo de la época.
Tambien figuraban un conjunto de textos que las revistas radicales solian comentar y recomendar a sus lectores: obras de Stefan Zweig, Upton Sinclair, Emil Ludwig, D. H. Lawrence, André Gide, Henri Barbusse, Waldo Frank, H. G. Wells, todos autores de éxito en los años treinta. Junto a ellos se encontraban trabajos de Borges y de Mallea, y las publicaciones de la editorial Sur.
Otro sector de aquella biblioteca estaba constituido por escritos de muy irregular calidad, producidos por intelectuales y dirigentes radicales: Horacio Oyhanarte, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Ricardo Rojas, Ernesto Celesia, Luis R. Gondra, Luciano Catalano, Victor Guillot, Laurentino Olascoaga, Julio Barcos, Joaquin Diaz de Vivar, José G. Bertotto, Emilio Ravignani, Atilio Cattáneo, Martin Noel, Arturo Capdevila, José Bianco, Armando Antille, y la colección del diario radical Tribuna Libre, publicado en los tempranos años treinta. No faltaban algunos lotes importantes de libros sobre deportes y sobre las reglas del duelo.
Este conjunto de obras de Alvear seleccionó, y que sobrevivió a sus numerosos traslados dando cuenta de sus actividades y de sus preferencias, revela los multiples aspectos de este hombre: un lector medianamente inquiero, que no dejaba de lado a los autores por los que se habia interesado en su juventud; una persona apasionada por el deporte; un jefe de partido que, antes que a la lectura de los clásicos del pensamiento politico, se empeñaba en examinar los trabajos de sus compañeros.
Tambien se hallaban en su biblioteca las obras de quienes, en la segunda mitad de la década de 1930, fueron los criticos mas severos de la orientación que Alvear imponia a la Unión Cívica Radical. Aun a su pesar, la imagen de Alvear como un traidor al programa de Yrigoyen habia comenzado a construirse durante su presidencia, entre 1922 y 1928, este ultimo año, en un balance de su gestión como jefe de gobierno, el militante yrigoyenista Alberto Etkin sentenció: “Error grave del radicalismo fue conducir al poder a uno que no era radical”. Atemperada por la situación partidaria posterior al golpe de 1930, esta opinión volvió a circular desde 1935, luego del abandono de la abstención, y fue recogida, ya muerto Alvear, en la lucha interna del radicalismo de los años cuarenta. Tal imagen, intimamente vinculada con la que se construía del otro jefe radical, Yrigoyen, da cuenta de un combate que tenia entre sus objetos principales definir el verdadero radicalismo.
Esto no fue, desde luego, la unica versión acerca de Alvear y su politica.
Los relatos de algunos conservadores, arrepentidos de las actitudes asumidas en los años treinta, lo convirtieron años despues en un modelo deseable de administracion ordenada y de una politica liberal, en el sentido europeo del termino. Este interpretacion dejaba de lado un aspecto esencial el conservadurismo que combatió Alvear tuvo poco de liberal en sus aspectos politicos, y se encontraba muy lejos de ser democráticos; quienes mucho tiempo mas tarde reivindicaron desde esa perspectiva al ex presidente se atribuian un linaje vinculado con una posicion ideologica que, si habia existido en la cultura politica argentina, por cierto no se habia expresado cabalmente en los grupos conservadores.
Por otro lado, luego de la caída del peronismo, Manuel Goldstraj, su secretario en los años treinta, sostuvo Alvear habia buscado “convertir a la Unión Cívica Radical en un verdadero partido radical socialista dentro de los lineamientos generales del partido homónimo francés”.
En estas interpretaciones divergentes, y en la propia vida de Alvear se hacen evidentes algunas caracteristicas del mundo politico argentino la existencia de estructuras partidarias en las que cohabitan tradiciones ideológicas diversas y hasta enfrentadas; una cierta imprecisión en esas tradiciones; la presencia de identidades que, a pesar de todo, se organizan alrededor de la integracion a un partido, desatando una batalla por el sentido último de tal adscripción. Alvear que frente a la politica oscilaba entre el compromiso y la distancia, fue radical toda su vida; es posible volver a discutir que significó para este hombre tal pertenencia.
Fuente: “Los nombres del poder: Marcelo T. de Alvear” de Alejandro Cattaruzza, Fondo de Cultura Económica, 1997.
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