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lunes, 30 de noviembre de 2020

Ricardo López Göttig: "Siempre hubo divorcios entre radicales” (31 de agosto de 2006)

Una vez más, la Unión Cívica Radical parece estar al borde de una ruptura. Decimos “una vez más” porque el partido tiene esta característica desde sus mismos comienzos, en 1891.

En 1889 se formó la Unión Cívica de la Juventud, un movimiento cívico que se opuso al unicato del entonces presidente Juárez Celman y que comenzó por el llamado del joven Francisco Barroetaveña, tras un artículo crítico de los “incondicionales” en las páginas de LA NACION.

A esta convocatoria se sumaron figuras notables de la política decimonónica: Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen, Vicente Fidel López, entre otros. Debido a que se había superado el carácter generacional del movimiento opositor, la agrupación se llamó luego simplemente Unión Cívica.

Tras la renuncia del presidente Juárez Celman después de la Revolución del Parque, la Unión Cívica se constituyó como partido. El general Mitre era el candidato presidencial, acompañado por Bernardo de Irigoyen en el binomio, para el sexenio 1892-1898. Pero el acuerdo que Mitre había hecho con el general Julio Roca para concurrir con una fórmula conjunta con el Partido Autonomista Nacional llevó a que un sector de la Unión Cívica se escindiera, en 1891, formando la Unión Cívica Radical.

La mayoría de los miembros de la Unión Cívica, por su lado, siguieron al general Mitre en la Unión Cívica Nacional, partido que existió hasta 1902.

La UCR concurrió a los comicios presidenciales de 1892 sin mayor resonancia. Pero en 1894 y 1895 obtuvo representaciones parlamentarias por la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal, con una bancada de diputados presidida por Francisco Barroetaveña. En tanto, en el Senado estaba representada por Bernardo de Irigoyen y Leandro Alem. La Unión Cívica Radical representaba el ideario liberal clásico: la limitación del poder, la vigencia de la Constitución, la independencia del Congreso frente al Poder Ejecutivo, el respeto por el federalismo y las autonomías municipales, el libre cambio y la libertad en educación. Pero en 1896 se suicidó Leandro Alem, con lo que la figura de su sobrino Hipólito Yrigoyen –un antiguo jefe de policía que había sido diputado nacional del PAN en los años ochenta– adquirió relevancia en el radicalismo bonaerense. Cuando la UCR comenzó a estudiar una alianza con la UCN para enfrentar la candidatura de Julio Roca en los comicios presidenciales de 1898, fue Hipólito Yrigoyen quien desoyó el mandato del Comité Nacional del partido, lo que provocó la primera ruptura de la UCR.

Quienes continuaron bajo el liderazgo de Bernardo de Irigoyen y Francisco Barroetaveña se congregaron con el rótulo de Unión Cívica Radical Coalicionista, mientras que los seguidores de Hipólito Yrigoyen se denominaron “intransigentes”. El radicalismo coalicionista, en 1902, formó Partidos Unidos, con la Unión Provincial, que era la expresión bonaerense del PAN. En 1907, los Partidos Unidos cambiarían su nombre por el de Partido Conservador.

La Unión Cívica Radical tuvo otros divorcios, pequeños pero no menos significativos: el radicalismo principista de Laurencena, en la provincia de Entre Ríos; el radicalismo bloquista en San Juan, con los hermanos Cantoni, antecedente del Partido Bloquista; el menchaquismo, en Santa Fe, y el lencinismo en Mendoza, por mencionar sólo algunas expresiones provinciales. Algunos de estas escisiones apoyaron después a la Unión Cívica Radical Antipersonalista, nacida en 1925, extinguida en 1943 y de la cual salieron dos presidentes de la República: Agustín P. Justo y Roberto Ortiz.

Los radicales K tienen un antecedente en los orígenes del peronismo: la Junta Reorganizadora de la Unión Cívica Radical fue uno de los pilares de la candidatura del coronel Juan Domingo Perón en 1946, junto con el Partido Laborista. Aportaron dos figuras relevantes en esos años: Hortensio Quijano, vicepresidente de la Nación, y el diputado John William Cooke. Más conocida es la historia del último divorcio, entre radicales del pueblo (Ricardo Balbín) e intransigentes (Arturo Frondizi).

La historia del radicalismo es un escenario de grandes y pequeños divorcios que llevó a que sus distintas ramas se entrelazaran con la genealogía de varios partidos históricos de la política argentina.





Fuente: “Siempre hubo divorcios entre radicales” por Ricardo López Göttig, doctor en Historia e investigador de la Fundación Friedrich A. von Hayek. Para La Nación del 31 de agosto de 2006.

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