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martes, 19 de mayo de 2020

Germán López: "Testimonio Reformista" (noviembre de 1982)

La Reforma Universitaria constituye uno de los movimientos más importantes de este siglo. Ha calado profundamente en la cultura, en las prácticas políticas y sociales, y se ha proyectado sobre la dinámica de las instituciones.

Hundió sus raíces en las ansias populares y en la historia, y significó un impulso liberador para los pueblos americanos.

Iniciada en Córdoba en 1918 se extendió rápidamente a todas las universidades argentinas y alcanzó, desde su primer manifiesto, el ámbito esperanzado de Latinoamérica.

No cesó de inducir cambios en la estructura de las universidades y se adscribió a la lucha contra todas las dictaduras. Toda forma de opresión encontró un enemigo en la Reforma y en los reformistas. Cuando esto no ocurrió fue porque los órganos expresivos de su pensamiento y su dinámica habían sido copados por sus enemigos o puestos al servicio de medianías políticas o grupos sectarios. En Argentina deben recordarse los episodios de años recientes y también del grupo marxista Insurrexit en el ’30.

La opinión del mundo fue conmovida por el estallido de Nanterre en 1968. En Francia se habló con el lenguaje de la generación de 1918 de Córdoba y La Plata. Las universidades francesas, holandesas, belgas y norteamericanas plantearon con cincuenta años de retraso el reclamo de participación estudiantil en el gobierno de las casas de altos estudios, la exclaustración de la cultura y la plena autonomía.

En 1918 las universidades argentinas y las de Europa y los Estados Unidos que venían de ser muy distintas, comenzaron a ser de equivalente nivel científico, académico y docente. La Reforma Universitaria había aventado la universidad escolástica y del patriciado ochentino, para dejar paso a la Universidad nueva. Fue como dijo Danilo Vucetich, “el periodo técnico y científico más revolucionario de la historia argentina”.

Ese elevadísimo nivel y el indudable prestigio que cobró la Universidad reformista, se perdió. Los gobiernos militares y las minorías que los instrumentaron, anularon, cada vez que fue necesario, el progreso de la Universidad democrática y reformista. Ocurrió en 1930, en 1943, en 1966 y volvió a suceder en 1976. Entre 1973 y 1976 fue campo de experimentación de la violencia y de corrientes antidemocráticas de todo signo.

Hoy la diferencia con las grandes universidades de America y el mundo es abismal. Casi podría decirse que no existe Universidad en nuestro país.

En la Argentina actual todo está por hacerse. Inclusive lo que antes estuvo bien hecho. Este es el caso de la enseñanza en sus tres niveles. Hay que recrear la escuela pública y la Universidad reformista. Hay que reedificar la enseñanza media. Esto debe hacerse en un marco de desastre y calamidad nacional.

Pero la historia nos alecciona. Después del Congreso Pedagógico de 1882 en el que Leandro Alem dio los fundamentos de la escuela de la integración nacional, se escalonaron hechos significativos de nuestra vida como nación organizada. En treinta años se modificó la composición humana de nuestro país: llegaron casi dos millones de inmigrantes. Hubo una propuesta revolucionaria que sacudió los cimientos de la sociedad de esos tiempos. Anarquistas, socialistas, sindicalistas, veían en la revolución el cambio posible.

Las instituciones argentinas fueron eficientes. Sus dirigentes creativos y audaces. Respondieron a la fuerza revolucionaria con la escuela de puertas abiertas para integrar al hijo del inmigrante. Dejaron expedito el camino del comicio para que, con Yrigoyen, se instalara un gobierno popular y progresista. Tan progresista que posibilitó la Reforma Universitaria que abrió también para el hijo del inmigrante las puertas de las Universidades, reservadas hasta ese momento a las minorías.

Esto prueba que las instituciones de la Republica son eficientes. Este es el desafío actual. Yo insisto en este ejemplo para que se comprenda que las respuestas a las demandas populares deben atenderse con imaginación, audacia y eficiencia. Además, con oportunidad. Las instituciones no son obstáculo; son un gran estimulo.




Sr. Germán Osvaldo López, ex Presidente de la Federación Universitaria Argentina en acto en apoyo de la Unión Democrática. 







Fuente: “Testimonio Reformista” por el Dr. Germán Osvaldo López, ex Presidente de la FUA, Federación Universitaria Argentina. En Historia del Radicalismo: La Reforma Universitaria, Vol. 14, noviembre de 1982.

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