Pocos días después que el Senado diera media sanción al
proyecto de reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales, el señor Lorenzo
Miguel declaraba a los periodistas: «Estoy
muy conforme con esta resolución. Pero es lamentable que algunos legisladores, como
el doctor Solari Yrigoyen, se valgan de recortes periodísticos para hacer sus
críticas al proyecto del Poder Ejecutivo. Perdió cuatro horas hablando sin
fundamento».
Los periodistas que cubren el sector parlamentario habían
observado, durante todo el desarrollo del debate, la presencia de Miguel,
acompañado por sus habituales amigos. Y habían notado, también, su sonrisa
burlona mientras hablaba el senador radical por Chubut. El miércoles 21, a las 11.50, estalló una
bomba en el automóvil de Solari Yrigoyen. El artefacto explotó en el momento en
que el legislador ponía en marcha su coche. Las consecuencias del atentado
fueron muy graves: el parlamentario debió ser internado de urgencia en un
sanatorio céntrico. Las profundas quemaduras que sufrió en ambas piernas
exigirán una delicada regeneración de tejidos y una serie de injertos, por lo
que el tratamiento, según se dijo en fuentes radicales, podría prolongarse más
de seis meses.
Es de hacer notar que el atentado se produjo unas pocas
horas después (31, para ser más precisos) que el debate hubiera finalizado en
el Senado. De allí que todos los medios vinculados al legislador radical,
sostuvieran la hipótesis de que el atentado tiene estrecha relación con las
reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales.
En declaraciones formuladas a un medio periodístico, el
doctor Solari Yrigoyen dijo, todavía reponiéndose de sus heridas, que «escuché por allí que según Lorenzo Miguel,
yo perdí cuatro horas hablando contra el proyecto del Poder Ejecutivo. No perdí
el tiempo, sino que lo gané en cuanto busqué esclarecer las características
reaccionarias de ese texto. Si hubiera podido, habría hablado 24 horas más
sobre el mismo asunto: tema no me faltaba». En el mismo reportaje, Solari
Yrigoyen dice que «el martes recibí en mi
domicilio un sobre, y al abrirlo me encontré con tres grandes letras A. El
remitente decía Tucumán 1660, que es la dirección de la Casa Radical. Se quería
indicar que me amenazaban por defender los principios populares del
radicalismo. Creo que esas tres A quieren decir algo así como Acción
Antiimperialista Argentina. Lo de antiimperialista es un chiste, por supuesto.
Después llegó otro sobre con las tres «A». Cuando se le preguntó al senador si
creía que el atentado había sido instigado por los sectores de la derecha
peronista, respondió que no podía echar sospechas o culpas sobre nadie. «No sé
quiénes son los de las tres A. Pero sí sé que son derecristas, que son
macartistas, que son fascistas».
Lo cierto es que, detrás del atentado, sigue flotando el
fantasma de la Ley de Asociaciones Profesionales. Los observadores no dejaron
de sorprenderse cuando vieron aparecer en el Instituto del Diagnóstico
(establecimiento donde está internado el legislador) a Lorenzo Miguel, con cara
de preocupación. El máximo personero de las «62» repudió el atentado en su
nombre, en el de las «62» y en el de la Unión Obrera Metalúrgica. «Tiene cara preocupada y todo…», afirmó
un militante de la Juventud Radical.
Llamó la atención, también, un comunicado de la C.G.T.
repudiando el atentado. Para algunos observadores, el texto de la declaración
cegetista revela un lenguaje desusado en sus términos, pues emplea una
moderación y una frialdad impropias en los comunicados que firma la cúpula
sindical. El texto afirma que (la C.G.T.) «repudia este desgraciado suceso,
totalmente reñido con las consignas de unidad nacional y convivencia
democrática, impuestas en el país por el gobierno del pueblo y por el teniente
general Perón. Los trabajadores organizados no ignoran la oposición del senador
Solari Yrigoyen al proyecto de Ley de Asociaciones Profesionales. Pero
consideran que el único marco legítimo para dilucidar estas controversias entre
mayorías y minorías son las instituciones elegidas por el pueblo». El
comunicado finaliza diciendo que «el
movimiento obrero y en especial los trabajadores peronistas, conocen en carne
propia y en la sangre de sus mejores hijos, los desgraciados frutos de la
violencia ejercida por los extremistas y engendrada por sus profetas y
defensores».
La cautela del comunicado contrasta con las enfervorizadas
solicitadas con las cuales los burócratas suelen condenar algún ataque en
contra de alguno de sus personeros (basta recordar, por ejemplo, el atentado
del dirigente Domínguez, de La Plata, conspicuo miembro del clan metalúrgico).
Cautela que Lorenzo Miguel no tuvo para atacar a Solari Yrigoyen por el solo
hecho de sustentar una posición distinta a la suya.
Los técnicos de la Policía Federal, por otra parte, sostiene
que la o las personas que colocaron el artefacto en el coche, conocen muy bien
su oficio. La técnica empleada, informó un funcionario policial, demuestra un
grado de sofisticación que no había sido instrumentado hasta el momento en
nuestro país. En este caso, la carga explosiva (quizá, se dijo, una bomba
plástica similar a las utilizadas por la Organización del Ejército Secreto
—OAS— de Francia) fue colocada dentro del motor del automóvil.
Las críticas a las reformas a la Ley de Asociaciones
Profesionales formuladas por Solari Yrigoyen, difieren de las críticas que formula
la Juventud Trabajadora Peronista. La impugnación del senador radical parte de
la vieja concepción liberal de que «los
sindicatos no son organismos políticos», y que «una cosa es que los sindicatos
tengan pronunciamientos políticos y otra muy distinta es la imposición a los
sindicatos de una política partidista». Concepción que también comparte la
izquierda liberal, nucleada alrededor del llamado Movimiento Nacional
Intersindical. Solari Yrigoyen, por ejemplo, abogó por «la unidad del
movimiento obrero y por su organización democrática’, pero recordó con
entusiasmo la política sindical del presidente lllia. Un ejemplo, en realidad,
que deja mucho que desear…
Sin embargo, no son estas cosas las que preocupan a la
burocracia. Lo que provocó la furia de Lorenzo Miguel no fue el recuerdo del
anciano ex presidente radical, ni la erudita exposición sobre historia laboral
que hizo Solari Yrigoyen. Lo que molestó a los burócratas fue, por supuesto, el
ataque a sus privilegios. El cuestionamiento de sus sillones. De sus posiciones
antipopulares.
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El miércoles pasado, al mediodía, una poderosa bomba estalló
en el automóvil del legislador, que debió ser internado de urgencia. Días
antes, en el Senado, Solari Yrigoyen habia fustigado la acción de la burocracia
sindical. Lorenzo Miguel, que asistió al debate sobre las reformas a la Ley de
Asociaciones Profesionales, calificó al parlamentario radical con duros
términos. Los técnicos policiales aseguran que el artefacto explosivo puede
tener mucho que ver con los que utilizaba la OAS, organización derechista de
Francia.
Fuente: “Atentado a Solari Yrigoyen: ¿Quiénes pusieron la
bomba?” en la Revista El Descamisado Año I – N° 28, 27 de noviembre de 1973.
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