Era necesaria esta presencia que muestra la fortaleza, no de
un gobierno sino de la democracia y que exhibe una sociedad que no es
indiferente sino que está dispuesta a luchar por conservar sus derechos. Esto
es lo que hemos aprendido rápidamente en estos acontecimientos: la necesidad
imperiosa de defender cada día y en todos los terrenos la democracia que hemos
logrado; defenderla sin caer en el simplismo o en el facilismo de suponer que
la culpa está siempre en un sector o que la culpa está en una institución.
Que no es cierto en este caso, como ha quedado demostrado.
Los que pierden con la democracia son los que quieren sacarnos la democracia.
Son nada más que minorías absurdas, minorías insignificantes que hacen o
pretenden hacer la alquimia política y suponen que juntando trozos de la
realidad pueden conformar un cuadro general. Porque conversan con algún militar
retirado inquieto para ver cuándo son los estallidos sociales creen que tienen detrás
a las Fuerzas Armadas. Porque hablan con algún trabajador descaminado suponen
que tienen detrás a las fuerzas del trabajo. Y porque conversan con algunos
políticos sin significación ninguna, suponen que está la vida política detrás
de esa aspiración. Nada tendrán que hacer en el futuro.
Yo les agradezco esta presencia en nombre del futuro
argentino, en nombre de nuestros hijos, porque está cierto, está a la vista, es
verdad, que mientras el pueblo esté decidido a luchar por sus derechos nadie se
atreverá a conculcarlos.
Es verdad, el pueblo unido, jamás será vencido. Y unidos
todos le tenemos que decir a estos alquimistas de la política que si quieren
llegar al poder digan con claridad su propuesta al pueblo, se sometan a las
elecciones y ganen si pueden, pero no vengan aquí con la traición a la democracia.
El pueblo unido también les dice que la democracia es el
orden y la dictadura es el caos. El pueblo unido les dice que la única
anarquía, que el único caos y que la única desgracia irreparable que podemos
sufrir los argentinos es la pérdida de nuestros derechos.
La democracia, en definitiva, y no el gobierno, es la que ha
logrado este prestigio nuevo de la Argentina en el mundo. La democracia
argentina lo ha recuperado para todos y en todos los foros internacionales es
saludada y respetada.
Hemos defendido esa voluntad de los argentinos absolutamente
en todas las manifestaciones internacionales donde hemos tenido que actuar.
Hemos consagrado en diversos foros internacionales el triunfo de nuestros
derechos en el caso de las Malvinas, triunfo que lograremos concretar a través
de negociaciones pacíficas y con el auspicio y el apoyo de las democracias del
mundo. Hemos luchado por la paz también en todos los foros internacionales y
hemos dicho nuestra palabra sobre el desarme sin contenido ideológico, sino
ejercitando nuestro derecho a la vida para impedir el holocausto que puede
terminar con la civilización.
Hemos planteado nuestra posición permanente también en
cuanto al problema de Centroamérica basado en el principio irrenunciable de no
intervención, auto-determinación e integridad territorial.
Hemos impulsado en América Latina el Consenso de Cartagena,
que no se mueve para la agresión, pero que sí busca con fuerza afirmar los
derechos de los pueblos latinoamericanos, logrando justicia social y desarrollo
dentro del marco de un nuevo orden económico internacional.
Hemos logrado que en el mundo se empiece a comprender la
necesidad de efectuar una consideración política del problema de la deuda; y
así, en las reuniones de Cartagena, de Mar del Plata o de Santo Domingo, vamos
presionando para que se comprenda perfectamente que ninguno de nuestros países
está en condiciones de pagar la deuda sobre el hambre de nuestros pueblos.
Tenemos relaciones correctas con todos los países de la
Tierra. Con los Estados Unidos, con los que había habido nada más que unas
fluctuaciones y a veces era el seguidismo y a veces era el conflicto, tenemos
ahora una relación madura, sabiendo que hay intereses encontrados, que hay
intereses comunes y que aún hay intereses contradictorios. Pero nos afirmamos
en esa relación con autonomía y como país independiente; independencia que nos
permite tener relaciones sin complejos de ninguna naturaleza, ni complejos
tampoco con los países socialistas y con todas las naciones del mundo, porque
es la bandera de la paz de la Argentina la que queremos que flamee en todas
partes.
Hemos logrado con la democracia el respeto a la vida, el
respeto a los derechos humanos elementales y hemos actuado de acuerdo,
precisamente, con lo que anunciamos en nuestra propia campaña electoral Hemos
terminado de cuajo en el país con la tortura, porque se ha sancionado una ley
que da al torturador la misma pena que al homicida.
Hemos firmado los Pactos de San José de Costa Rica. Hemos
reconocido al tribunal de los derechos humanos interamericanos. Hemos afianzado
nuestra política en todos los campos de la actividad social de nuestro país, y
estamos absolutamente decididos a seguir con esta política y a terminar con los
juicios iniciados a los responsables de haber llevado adelante todo lo que fue
el proceso que hemos sufrido, en el marco de la justicia, con jueces dignos, correctos
y valientes.
También ha sido la democracia la que nos ha permitido
realizar una tarea importante en el campo de las organizaciones sindicales. En
la campaña dijimos que era absolutamente necesario, dentro de una democracia
moderna, la presencia de sindicatos fuertes, solidarios y participativos, en el
ejercicio de la democracia interna en la sociedad moderna.
Esto lo hemos logrado avanzando a veces con dificultades,
pero firmemente en la normalización sindical, y hemos tenido como resultado una
participación extraordinaria: En algunos sindicatos ha habido elecciones con
más del noventa por ciento de participación, no porque lo haya querido el
gobierno sólo —reitero—, sino porque el pueblo argentino está deseando votar,
está deseando participar y no sólo lo quiere hacer en los comicios y en las elecciones
generales, sino también en las fábricas, en el aula y en todas partes.
Pero ustedes no han venido esta noche a eso. No pretendo
hacer un balance de toda la acción de gobierno. Dentro de pocos días daremos
como corresponde cuentas de esto al Congreso de la Nación.
Aquí me interesa, sobre todo, hablarles de las dificultades
extremas que vamos a atravesar.
Hemos heredado una situación difícil, dificilísima. Hemos
heredado una economía desquiciada y un Estado devastado, lo que significa que
al mismo tiempo que tenemos que operar debemos construir los instrumentos de la
operación.
Es absolutamente necesario que se parta de esta realidad
para comprender la necesidad de realizar todos un esfuerzo, porque todos
estamos sin duda demandados en estos momentos desde tres puntos de vista.
En primer lugar, hay un reclamo legítimo de los sectores
populares en búsqueda de reivindicaciones justas. Hay, al mismo tiempo, la
necesidad de poner orden en la economía y esto ha de lograrse a través de un
ajuste que va a ser duro y que va a demandar esfuerzo de todos. Por último, hay
también una tercera demanda que es la necesidad de crecimiento de la economía,
porque la recesión —cuando se mantiene en el tiempo— está desesperanzando a los
pueblos e impide la realización definitiva de la democracia.
Es decir, en este estado difícil, frente a esta economía
desangrada, tenemos que dar respuesta a requerimientos populares y, al mismo
tiempo, tenemos que ordenar la economía y tenemos que crecer. Esto se llama,
compatriotas, economía de guerra y es bueno que todos vayamos sacando las
conclusiones.
Otros países han estado en peores situaciones que nosotros,
ciudades devastadas y, sin embargo, levantaron sobre ellas nuevas ciudades.
Europa y Japón estaban destruidas hace cuarenta años y hoy
están entre los países más ricos de la Tierra. Nosotros podemos hacer lo mismo
en la medida en que nos mantengamos unidos, en la medida en que afiancemos los
valores de la democracia, en la medida en que estemos absolutamente persuadidos
que no necesitamos que nadie nos venga a decir desde afuera lo que tenemos que
hacer.
Hay que hacer la revolución primero de las expectativas y de
las esperanzas en la Argentina.
Tenemos que comprender para ello, si vamos a pedir el esfuerzo
de todos, cuál es ese esfuerzo, y en consecuencia cuáles son las expectativas
que podrán ser satisfechas y cuáles las que no podrán ser satisfechas. Y yo les
digo hoy, en este acto, que por ejemplo no se puede esperar en este año un
mejor nivel de vida, precisamente por la gravedad de esta situación.
Pero les digo también que el esfuerzo será equitativo y que
primero que nada pediremos el esfuerzo de los que más tienen.
Les digo también que el esfuerzo que requerimos no será para
que engorden los especuladores sino que será para que afiancemos las
posibilidades de marchar hacia la
Argentina que todos nos merecemos. Vamos a hacer este
esfuerzo.
Resulta prioritario hoy luchar contra la inflación. La
inflación fomenta la dependencia. No necesita venir a decimos nadie lo que
significa. Sin deuda o con deuda, con Fondo o sin Fondo, es absolutamente
perentorio dar nosotros la batalla contra la inflación. ¿O acaso nos tienen que
venir a decir que los que más sufren la inflación son los sectores más
desposeídos o los asalariados? ¿O acaso nos tienen que venir a decir que la
inflación es enemiga de la inversión?
Lo que aquí tenemos que comprender es que tendremos que
realizar el esfuerzo todos, absolutamente todos: el gobierno, el empresariado y
los trabajadores.
El empresariado tendrá que comprender que el Estado no puede
ser el que lleve adelante la economía; se requiere de su imaginación y de su
creatividad; se requiere de su acción y de su riesgo. Tienen que comprender también
que esta etapa es de una economía de excepción, y manejar con austeridad todos
sus procesos, el gobierno también.
Desde esta plaza les aseguro que con relación a los
funcionarios políticos del gobierno vamos a actuar de manera más exigente que
con ningún funcionario. Si hay alguno que crea que puede llegar a gozar del
poder que vaya desde ya abandonando su puesto.
No es tiempo para negligencias ni para debilidades.
Vamos a trabajar con mayor eficiencia y en estas
circunstancias difíciles observamos que no existe en cualquier rango la
vocación de sacrificio suficiente para servirá su pueblo deberá abandonar su
gestión porque no tiene que ser oirá cosa que un soldado en el campo de la batalla
que vamos a librar.
Pero también tenemos que comprender que para cambiar esa
inflación es absolutamente necesario disminuir el déficit fiscal y esto tiene
dos aspectos fundamentales y uno de ellos es el gasto público. Vamos a
disminuir el gasto público, pero todos saben que hay inelasticidades duras.
Cuando llegamos al poder y de esto me hago absolutamente responsable, no
quisimos que se produjera una sola cesantía, una sola prescindibilidad, porque
creemos que era necesario no accionar con el empleo público como botín de
guerra del tumo político.
De esa manera actuamos aunque conocemos y sabemos que hay
empleos en demasía y vamos a hacer lo imposible para que esto no ocurra, porque
dadas las circunstancias actuales en la actividad privada, sabemos que una cesantía
significa condenar a la desesperación del desempleo a un compatriota.
Pero hay otras formas, vamos a seguir trabajando en todos
los aspectos para disminuir los gastos y al mismo tiempo vamos a seguir
congelando las vacantes y vamos a buscar sistemas de retiro voluntario.
Necesitamos también, para terminar con el gasto excesivo, ser más eficientes en
el manejo de las empresas del Estado y privatizar todo lo que haya que
privatizar para lo cual vamos a pedir la colaboración del sector privado.
En lo que no se privatice y sean empresas de servicios
públicos, vamos a reclamar la participación y la colaboración de los usuarios,
ya sea en asociaciones barriales, en municipios o en cooperativas.
Vamos a trabajar, por otra parte, en el sistema tributario.
Vamos a aumentar los impuestos, señores, porque tenemos que durante los años
del “proceso”, se ha desquiciado el sistema impositivo y no alcanza para
atender los requerimientos del Estado y al mismo tiempo ha ganado en inequidad
convirtiéndose en uno de los sistemas más regresivos de la Tierra.
Cada vez tienen más importancia los impuestos indirectos
formados sobre el consumo popular y cada vez tienen menos importancia los
impuestos directos. Un ejemplo de ello lo da el impuesto a las ganancias, que
llegó en 1984 a
sólo el 0,6 por ciento del producto bruto interno.
El país que nos sigue en esa proporción, con relación al
producto bruto interno, es Haití, con 1,37 por ciento; luego siguen Colombia,
con más del 3 por ciento; diversos países de América Latina, como México, por
ejemplo, con casi el 6 por ciento; España, bastante más; Francia, Turquía y
Japón, con más de 10 por ciento; Estados Unidos, con el 15 por ciento;
Dinamarca, con un 25 por ciento. Es decir que se han hecho cada vez más
regresivos, como dije antes, y volcados sobre los sectores populares.
Hemos hecho ya y enviado al Congreso de la Nación, en esta
difícil situación económica por la que atravesamos, nuestra reforma tributaria,
con el propósito, en primer lugar, de dar una mayor equidad al sistema,
reduciendo los impuestos indirectos; en segundo lugar, ayudar a sostener los
gastos del Estado y disminuir el déficit público; y en tercer lugar, encontrar
la forma de simplificar el impuesto y superar la evasión.
Pero además también, dentro de poco tiempo, así como alguna
vez pedimos el esfuerzo, ahora lo vamos a hacer con los que más tienen y vamos
a enviar un proyecto de ley por el cual se va a establecer sobre los contribuyentes
del impuesto a las ganancias y a los patrimonios netos, es decir, sobre
aquellos sectores que tienen posibilidades, un ahorro forzoso, con el propósito
de superar la difícil situación por la que atravesamos.
También ha sido necesaria, y está en plena ejecución, la
reforma financiera, con el fin de evitar la especulación, hacer transparente el
sistema y dar la posibilidad al Banco Central de orientar con seriedad el
sistema crediticio y monetario, con el fin de brindar capital de trabajo a los sectores
productivos y terminar, de la manera más rápida que se pueda, con estos
fenómenos de especulación que inciden contra el trabajo argentino. Este
esfuerzo servirá para un crecimiento posible.
La Argentina ha de dejar de ser un país agro importador;
tenemos que fincar nuestras fuerzas para el desarrollo en la exportación. Para
ello tenemos que lograr que se den tres condiciones fundamentales: en primer
lugar, una respuesta correcta de los sectores públicos. Ya tenemos la ley de
exportaciones y estamos montando los mecanismos necesarios para implementarla con
audacia. Pero esto no alcanza. Esto no basta. No podemos quedamos tranquilos en
nuestra tierra esperando que vengan a comprarnos.
Se hace indispensable salir a defender nuestros productos, y
para ello es que hemos decidido poner todo nuestro servicio exterior al
servicio de esta política exportadora argentina.
Pero aun esto no alcanza. Se hace indispensable organizaría
producción; para ello, y en consecuencia, se hace necesario una concertación
entre el sector público y el de la producción, para ver de qué manera damos
respuestas correctas a esta demanda creciente que esperamos venga del sector
externo. De esta forma vamos a ir bajando la cuesta más rápido de lo que suponen
los pesimistas, vamos a ir encontrando la manera de salir adelante con nuestra producción
industrial, vamos a aprovechar al máximo nuestra capacidad instalada y vamos a reclamar
inversiones de adentro y de afuera, porque se hace indispensable un trabajo permanente
para poder superar el estancamiento, el atraso y la pobreza.
Vamos a trabajar para levantar el sector de la industria, y
vamos a lograrlo sobre la base de diversas manifestaciones, pero comprendiendo
que en el sector de la agro-industria tenemos posibilidades magníficas para
colocar nuestros productos y nuestra maquinaria en el concierto de las naciones
de América Latina y en el mundo entero.
Vamos también a pedir al productor agropecuario el esfuerzo
que estamos reclamando permanentemente a todos los sectores.
Desde mucho tiempo atrás venimos diciendo que hay que
terminar con esta idea absurda de que la explotación agraria está vinculada al
atraso o, por lo menos, a lo tradicional. La vieja figura de la estancia
antigua cada vez más es una fábrica y, en consecuencia, estamos resueltos a
brindar el apoyo tecnológico necesario que brindaremos en todos los terrenos,
ya sea en el campo de la industria, ya sea en el campo de la producción
agropecuaria, porque también queremos llegar a tecnología de punta en los
sectores que podamos alcanzarlo.
Vamos a seguir adelante con el plan de herbicidas, vamos a
seguir adelante con el trabajo del INTA, vamos a seguir adelante con la
infraestructura económica vinculada al agro, a los transportes y a los puertos,
y vamos a seguir también adelante con todo lo que sea una política razonable en
la materia.
Las carnes ya no tienen retenciones; hay incluso reembolsos
y vamos a ir bajando en la medida en que podamos también las retenciones. Pero
no hemos de poder superar de la noche a la mañana una crisis que nos viene
desde afuera.
Al Mercado Común Europeo le cuesta alrededor de dos mil
quinientos a tres mil dólares producir una tonelada de carne. Sin embargo, nos
están ganando las licitaciones por alrededor de mil dólares.
Las políticas de subsidios de la Comunidad y de los Estados
Unidos han ocasionado una disminución en los precios internacionales de los
granos del orden de 20 al 30 por ciento, y esos subsidios son de tal magnitud
que desde hace ya varios años vienen gastando treinta y cinco mil millones de
dólares anuales.
No hemos de resolver entonces de la noche a la mañana
nuestros problemas, pero estoy seguro que con el apoyo que podemos brindar de
manera formal, de manera sustantiva en la defensa de intereses que son
legítimos, con el apoyo crediticio que corresponde, con el apoyo de créditos
que esperarnos que se paguen en productos, vamos a ir sacando adelante al postergado
sector agrario y dando además satisfacción a los requerimientos de los productores
más humildes.
Vamos a procurar también simplificar para el agro el sistema
impositivo.
Vamos a procurar simplificarlo a través del impuesto a la
tierra, mientras vamos bajando también las retenciones.
En el orden energético estamos también convencidos de que la
Argentina se apresta a dar un importantísimo paso adelante. Tenemos uno de los
mejores balances energéticos del mundo.
El consumo de gas es fundamental y nos ha permitido durante
el año 1984 exportar 354 millones de dólares de fuel oil. Vamos a aumentar la
exploración, tenemos más de 150 áreas para exponer a la consideración de la
actividad privada del país y de todas partes del mundo, con el propósito de
recrear las posibilidades de desarrollo energético de la Nación, en la seguridad
de que servimos a nuestras propias convicciones, a nuestra propia e histórica posición
y a los intereses irrenunciables de la Nación Argentina.
Pero es claro que todas estas medidas no dan resultado de
inmediato. No será posible lograr hoy éxito en la lucha contra la inflación. No
será posible encontrar hoy los resultados de la inversión que reclamamos, pero
de todas maneras aquí no nos puede pasar como en otros lugares del Tercer
Mundo. América Latina y el mundo subdesarrollado en general son testigos tremendos
de la crueldad del sistema económico internacional y el grado de injusticia universal
que padecemos. La marginalidad y el hambre acosan a nuestros pueblos, pero esto
no va a pasar en la Argentina, no puede pasar. Y no puede pasar aquí no sólo
porque el gobierno lo haya establecido sino porque la democracia no lo ha de
permitir, porque la democracia es votar, pero también es comer.
No hemos de superar de inmediato la pobreza, pero he dicho y
lo reitero: todo hombre o toda mujer, por el solo hecho de vivir o de nacer en
una sociedad, tiene contra esa sociedad en la que vive un crédito para
asegurarse la alimentación, la salud y la educación de sus hijos. Y lo vamos a
cumplir. Hemos puesto en marcha —mientras estas otras medidas dan sus
resultados y sentimos sus consecuencias— el Programa Alimentario Nacional, que
da una dieta adicional a alrededor de cinco millones de argentinos, y que nos
ha permitido además llegar con nuestro problema de educación o con nuestro
problema de salud. Pero más que eso nos ha permitido comprobar el grado de
madurez de los hombres y de las mujeres más desposeídos de la Argentina, que
están dando ejemplo, a algunos otros sectores que debieran obrar de otra manera,
de qué forma se trabaja para superar el infortunio. Están dando ejemplo de lo
que significa la compra comunitaria y la solidaridad. Están dando ejemplo de
comportamiento democrático.
Pero además también en la educación hemos hecho un esfuerzo
descomunal para que nadie quede sin plaza ni en la educación secundaria ni en
la educación universitaria y llevamos adelante nuestra tarea de reivindicación
ciudadana, de la posibilidad que cada uno debe tener de educar a sus hijos,
dando respuesta a este reclamo social.
En otro campo, el de la salud, vamos a estructurar, ya lo
estamos estructurando, un seguro de salud. No es un problema de dinero, como
casi todos suponen, es mucho más, un problema de organización y de orden en el
manejo del gasto que ya hacemos.
Corresponde a una sociedad organizada en la democracia el
concretarlo y vamos a hacerlo también, entre todos, de modo que la conducción
del Estado no sea tomada como estatismo u obstruyente y que la participación de
los trabajadores a través de las obras sociales no fuera de ninguna manera
confundida con feudalismo y que la necesaria participación de la actividad privada
no signifique mercantilismo ni anarquismo. Será el esfuerzo conjunto de todos
los sectores y prácticamente con los mismos gastos que hoy realizamos, lo que
nos permitirá la posibilidad de atender a la sociedad sin que haya hijos ni
entenados y a todos los argentinos en materia de salud.
Todo esto lo logra la democracia, la participación del
pueblo, el ejercicio de la libertad, la responsabilidad y también el ejercicio
de esa responsabilidad de un pueblo que ha dicho sí a la libertad; es un pueblo
que ha dicho sí a la democracia; es un pueblo que ha dicho no y definitivamente
a la violencia política de cualquier signo.
Porque viene acá para juntarse en la armonía y no a
desafinar en la confusión de la violencia.
De nuestra parte, tengan la seguridad que no hemos llegado a
este gobierno para ser un intervalo entre un gobierno militar y otro gobierno
militar, seríamos los frustrados de esta hora.
Vamos a afianzar esta democracia en la Argentina con el
auxilio de ustedes; con el auxilio de los que creen en la paz; con el auxilio
de los que creen en la moral pública; con el auxilio de los que odian la
violencia como forma de acceso al poder cualquiera sea la forma en que se pretenda.
Fuente: Discurso del Sr. Presidente de la Nación, Dr. Raúl R.
Alfonsín, desde el balcón de la casa de gobierno, el día 26 de abril de 1985.
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