Le recibimos en el salón de Embajadores. Le acompañaba su
señora. Hubo discursos.
Mis palabras de
recepción y bienvenida fueron las siguientes:
Señor:
Bienvenido seáis porque venís en nombre de Argentina, la
patria fraterna, ceñida de blanco y azul. Nos traéis el cielo y la pampa, y
nosotros, en trueque, os ofendamos la espiga y la sangre. Así lo anuncian las
banderas que estaban aguardando, en silencio, una al lado de la otra. Ha sido
una guardia de siglo y medio. Pero al fin, Don Quijote y Martín Fierro cabalgan
unidos – Madrid, Buenos Aires- como buenos camaradas, a caballo del mundo
Ayer y hoy y mañana.
Somos, señor presidente, los pueblos del futuro. Pero ese
futuro nos pertenece si acertamos a unir, como ellos –héroes y banderas- los
símbolos que se adelantan.
Sabemos hasta qué punto tenemos conciencia de la unidad de
los países hispánicos y sabemos que la patria de Yrigoyen –creador de nuestra
fiesta de familia- lucha por anudar los lazos de una gran economía, lozana y
floreciente, sin la cual el espíritu sucumbe a la materia.
El presidente
argentino Arturo Frondizi contestó así:
Señor:
Deseo agradecer, no en nombre propio, sino en nombre de la
nación argentina, esta ceremonia, porque sé que sus palabras están dirigidas a
un país y no a un hombre; a una nación que tiene una historia, un presente y un
futuro.
Hace 150 años, aquella lejanas regiones del entonces
Virreinato del Río de la Plata iniciaron el proceso histórico de su
emancipación entre España y aquella zona del mundo que España había hecho nacer
con su sangre, con su fe y con su esperanza. Pero he venido como presidente de
la nación argentina ciento cincuenta años después. Por primera vez, un
prescindente pisa esta tierra española en el ejercicio de su mando, porque he
querido venir a decir a España que aquello que se inició hace ciento cincuenta
años como hecho histórico no fue un acto de separación sino fue un acto de
unidad.
Pero para ser unidos teníamos que ser nosotros en la
plenitud de nuestra personalidad. Por eso hoy podemos decir, a través de la
Historia, que España y la Argentina forman una unidad verdaderamente
indestructible.
Pero habéis tenido también el recuerdo para esa figura,
legendaria ya del mundo hispánico, que es el Quijote, y lo habéis asociado a un
hombre como Martín Fierro, creado por la imaginación de quien sentía a España
con profundidad en la acción y en el pensamiento y que se expresó a través de versos
inmortales que defendían el sentido de la tierra argentina. Y habéis querido
también nombrar a Yrigoyen, un nombre caro para nuestros sentimientos, pero
especialmente caro para los hombres que seguimos sus enseñanzas. Yrigoyen no
sólo estableció el día 12 de Octubre como homenaje, sino que era un hombre que
sintió con profundidad todo lo español. Y sabía que lo español, con lo
particular que es, tenía precisamente un sentido universal que haría que los
pueblos de América unidos a España abarcaran el proceso general de la
civilización.
También, esta ceremonia colma mi espíritu de satisfacción,
porque he predicado, muchas veces desde el anonimato, la necesidad del
entendimiento del mundo hispánico; he predicado muchas veces en nuestra América
la necesidad de la unidad en los grandes ideales, esos grandes ideales de la fe
y de la esperanza que nos enseñó España.
Fuente: Discurso del Presidente del Instituto de Cultura
Hispánica, Sr. Blas Piñar y contestación del Presidente de la Nación Argentina,
Dr. Arturo Frondizi, 8 de julio de 1960. En “Blas Piñar: Mis recuerdos y
contactos con… Arturo Frondizi”, 1/4/2013.
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