En la Plaza de Mayo, 10
de agosto de 1890
Argentinos:
El principio de la soberanía del pueblo descansa en el libre
sufragio; y así, cuando la coacción oficial usurpa este derecho, el pueblo
tiene el sagrado deber de reivindicarlo. El amor patrio debe ser un culto
divino de todo corazón honrado.
Las olas desencadenadas del mar del ambición, amenazaban
arrastrar consigo la soberanía de la Republica. Y nuestra juventud se mostró
potente con el vigor extraordinario de los héroes de Mayo y alojó de sí el
deforme esqueleto del despotismo vergonzoso.
¡Qué! ¿Se creyó que no existían ya aquellas almas impetuosas
que al calor del más divino entusiasmo, llenaban el mundo de heroísmo y de
virtud?
Hay algo de grandioso en lo que pasa actualmente, algo que
hace estremecer el corazón de alegría y erguir la frente regocijada.
Os creyeron degenerados, Argentinos, que no erais, no, los
descendientes de los titanes de 1810, porque el despotismo satisfacía todas sus
vanidades, de un modo bochornoso e inaudito.
Y allí, hasta en la cima de nuestras montañas, asilo de los
cóndores, mirabais escrito por la espada inmortal de San Martín: ¡Libertad!
¡Libertad! ¡Libertad!
Para resistir al empuje de la fuerza brutal del despotismo,
no hay que engañarse, es necesario el impulso de la fuerza indestructible del
pueblo vengador.
Un lazo común unió a los ciudadanos que abandonaron su
retraimiento prolongado y estremeciendo con sus armas, que encendió el
patriotismo, la tierra de la patria fatigada de ser tan largo tiempo teatro del
desorden y la ignominia, cayó a sus golpes de muerte todo el poder arbitrario y
despótico que tendía como el genio a la ruina, sus alas negras sobre la
Republica.
¿Qué poder aislado podrá resistir a la fuerza poderosa de un
gobierno que trabaja para esclavizarnos? Se me decía-
¿Cómo se osará resistir a ese omnipotente poder que se
levanta apoyado por las bayonetas; que fuerza será capaz de contenerle? Se me
preguntaba-
¡Que fuerza!
¡La del pueblo! –Respondía.
Escuché su latido que era de febril agitación, la nota
sobrehumana de su angustia, y con orgullo, bravamente, esperé este día
glorioso, compatriotas, porque creí siempre en el indomable valor y pureza de
la joven patria.
Se alzó soberbia Buenos Aires con la luz de la libertad,
guiando sus pasos, e hizo rodar por tierra, toda esa fantasmagoría que, como
gigantes de cartón, rodeaban la Republica.
La justicia agitó sus brazos, y un himno triunfal desde el
Plata hasta los Andes, se dilató en los aires, y a su acorde supremo, alzó a la
libertad el alma de las multitudes.
¡Que tiemblen los tiranos ante el grito solemne del corazón
del hombre libre! Déspotas cobardes que se levantan para anegar en sangre
nuestra patria o arrastrar a nuestros padres, hijos o esposos a la desolación o
la esclavitud, esas dos noche del alma.
¡Argentinos!
¡Viva la patria!
¡Vivan los revolucionarios del 26 de julio!
¡Viva Bartolomé Mitre, el prócer ilustre de las libertades
cívicas!
Fuente: “En la plaza de mayo” discurso de la Sra. Eufrasia
Cabral en “Discursos de Eufrasia Cabral” pronunciados el 10 de agosto de 1890:
En la plaza de mayo; En los balcones de la Unión Cívica, en los salones de la
misma y En la casa del Dr. Dardo Rocha, Edición hecha en beneficio de los
revolucionarios del 26 de julio, Imprenta Europea, Buenos Aires, 1890.
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