Traía una visión bastante certera de la situación del viejo
mundo y una gran decepción con respecto al futuro del continente. A poco de
llegar, un ataque de ciática le postró en cama por unas semanas. Acudieron los
amigos. Se habló de política. En torno al lecho del enfermo, Honorio
Pueyrredón, nos decía su optimismo con palabra vibrante; Adolfo Guemes,
prudente y circunspecto, ponía su frase decisiva o contaba una anécdota; y entre
los jóvenes, Cesar Guillot.
El tema palpitante era el porvenir del partido y no faltó
quien trajera confidencialmente la noticia acerca de los próximos comicios
bonaerenses. Se hicieron nombres, se discutieron, se sopesaron, mientras el
enfermo sonreía afablemente.
Al fin habló Noel. Nos dijo que el partido al organizarse debía
hacerlo sobre nuevos principios y no a base de nombres; que era necesario
reconstruir con los materiales viejos, la obra nueva. La continuidad debía ser
solamente ideal y simbólica, pero dándole al partido un contenido y una
estructura concreta. Había que contemplar con urgencia los problemas económicos
y sociales y redactar un programa que satisficiera los reclamos de los
trabajadores, cuyo rumor se sentía subir desde abajo. A una revolución sin
ideales, había que responder con un partido pletórico de juventud y de ideas. Había
que examinar el pensamiento de Yrigoyen y serle fiel en las ideas como se le seguía
siendo fiel, políticamente en la adversidad.
Pero el radicalismo para reencontrar a las masas debía
primeramente reflexionar sobre si mismo, sobre su propio destino que no podía
ser meramente político, sino ante todo, social. Y su consejo final fue para los
jóvenes, el de ponernos a estudiar. Así lo hicimos y así nos reunimos varias
veces a disputar sobre política y sociología, un grupo de correligionarios
jóvenes que después la vida iba a lanzar por caminos distintos.
HECHOS E IDEAS ha rendido justicia a los nobles propósitos e
ideales que animaron la vida del doctor Noel, en una reciente publicación.
Este articulo no lleva otro fin que el de ratificar tan
justiciero homenaje, colaborando en la interpretación de sus ideas, muchas de
las cuales ha encontrado su realización en virtud del movimiento revolucionario
que terminó con una etapa de nuestra historia.
I
LA NUEVA POLITICA
La primera definición sobre la “nueva política” se concretó
en la conferencia de Noel, en el teatro San Martín el 1° de mayo de 1932.
En ella Noel abogó porque el partido estuviera al servicio
de las demandas fundamentales que los nuevos tiempos imponían. Explicó los
principios que hacían necesaria una economía dirigida para que la riqueza
prodigara sus beneficios a toda la sociedad. Y valientemente afirmó que la “economía
dirigida” supone la aceptación de nuevos principios básicos y a la vez la
creación de nuevas instituciones susceptibles de responder a los fines que con
ella proponemos alcanzar, fines que, en esencia pueden resumirse así: asegurar
a la humanidad una prosperidad general durable y creciente, conservando en la
mayor medida posible las prerrogativas que se refieren al principio jurídico de
la propiedad individual. Defendió la participación de los trabajadores en las
ganancias y recomendó “legislar para que pueda hacerse efectivo el derecho que
asiste al trabajador para entrar paulatinamente en la participación
proporcional que le corresponde de esos capitales que fecunda con su esfuerzo
diario”.
Y he aquí el resultado que debía esperarse: “que lo anormal
sea, en la nueva organización argentina, la gran fortuna o la miseria”.
Por primera vez desde el 6 de septiembre de 1930 se opone, a
una revolución sensual y puramente política, la necesidad de una revolución económica
y “realmente creadora, que evite los peligros del motín y de la guerra civil”.
El discurso fue interrumpido varias veces y no agradó a todo
el mundo. Entre los que aplaudían y los que protestaban se esbozó de nuevo una
profunda división que solo la adversidad común impidió que se concretara. Un
orador intentó refutar los conceptos de Noel, mientras en los pasillos
continuaba la discusión y los llamados a la unidad.
La conferencia de Noel pronunciada en Mendoza, el “Plan de acción
político económico de la U.C.R.” y el “Proyecto de creación de un Consejo Económico
Nacional” definen, entre otros, la doctrina sustentada por el ex presidente de
la Cámara de Diputados.
II
LA DOCTRINA
La crisis que había estallado en los Estados Unidos en 1929
tuvo repercusiones de carácter mundial provocando en casi todos los países una
honda conmoción social. Las tentativas para reactivar las fuentes de la economía
en cada país, tuvieron distintas expresiones y entre nosotros produjeron, en
cierta medida, el planteamiento de las cuestiones fundamentales acerca del
porvenir del capitalismo y de la distribución del trabajo.
El infraconsumo, la desocupación, la estrechez, la baja de
salarios, la venta de la cosecha a precios insignificantes, la celebración de
tratados que nos colocaban en situación semejante a una colonia europea, fueron
calamidades públicas que nos pusieron muy cerca de la ignominia. Mientras la política
exterior era de una servitud bochornosa, la política interior era de corrupción
y desorden.
El fraude envenenaba las conciencias y el Instituto
Movilizador se hacia cargo de los grandes deudores.
Proliferaron las juntas y en cierta medida tuvimos una economía
dirigida. Pero ¿Cuál era el objeto? ¿Acaso salvar al país? La historia ha de
señalar el periodo que va de 1930
a 1943 como uno de los más representativos de los
esfuerzos de una oligarquía ansiosa de recuperarse y ciega, hasta el punto de
creer en la posibilidad indefinida de la continuidad del fraude al cual estaba
ligado su propio destino.
Tan ciega estaba aun en 1943 que, lejos de despertar, creyó
posible empalmar con la revolución y continuar gobernando.
-El radicalismo es invencible, había dicho un ministro del
interior, pero sus jefes, no-. Se especulaba con la sensualidad o con la
necesidad de los hombres que estaban al frente de un movimiento que abarcaba
todo el país y que congregaba la mayoría del pueblo.
Noel había visto el peligro y quiso darle al movimiento una ideología
que sólo vagamente se había diseñado. El partido debía tener un programa que no
fuera puramente político sino sobre todo económico.
La verdad electoral, la lucha contra el fraude, no era sino
una lucha por las formas. Otra mas intenso debía comenzar. La conquista de la
pureza electoral era la búsqueda de un camino. De un camino para llegar a una
meta. La meta era la reactivación económica de la nación y la justicia social.
Quebrado para siempre el liberalismo económico, el partido
radical debía intentar la realización de un programa que levantara el nivel de
las masas trabajadoras, debía intervenir y fijar los limites de los derechos
del capital para conciliarlos con los del obrero, debía dar al trabajador una
mayor responsabilidad en la marcha de los asuntos relacionados con sus tareas y
poner limites al discrecionalismo en la materia de previsión y de salarios.
Pero debería tratar de que se respetara la liberad individual. “El problema-había dicho Pierre Lucius
en 1933- que se nos presenta y que no sabríamos
eludir es el de la concitación de la autoridad y de las libertades, igualmente
indispensables para la prosperidad del Estado. No es el Capitalismo en sus
elementos esenciales el que se halla condenado hoy día sino el régimen de la
libre concurrencia absoluta en el cual dicho capitalismo ha evolucionado en el
siglo XX.”
La implementación de nuevas normas de convivencia social no
puede realizarse sin que ello implique una transformación mas honda en las
instituciones republicanas. La función de la sociedad es la de permitir y
facilitar el desenvolvimiento de la vida conciente y crear la personalidad
humana, y la asociación es la que promueve el desenvolvimiento de la naturaleza
moral del hombre. Al hacerlo ciudadano le da el sentido de su responsabilidad
en el destino de todos.
Fascismo, nacional-socialismo, comunismo, americanismo, se
nos antojan formas inconciliables con el espíritu de lo que constituye
esencialmente el arte de convivencia de los argentinos. Hay que buscar formulas
autóctonas para los problemas nuestros. Aprovechar las experiencias extranjeras
pero sólo par ano caer en sus errores. El partido, según Noel, debía ser celoso
de las libertades públicas, mas su principal misión debía consistir en libertad
al trabajador del hambre y del miedo a la desocupación. Había llegado la hora
en que debía escucharse a los trabajadores y tratar de conciliar sus lógicas demandas con los intereses encontrados y con
la sociedad. Cuando se pronuncia por primera vez la palabra “Plan”, dentro del
partido, se escuchan sintomáticos rumores. Y cuando se habla de planificación y
de coordinación, de la economía, la hostilidad se hace evidente. El primer
pecado de incomprensión estaba consumándose.
III
EL CONSEJO ECONOMICO
En el “Plan”, y en el proyecto de “Consejo Económico
Nacional” esta expresado el ideario de la revolución que soñamos. La palabra
soñamos no quiere decir en este caso algo vago o impreciso. Se trata, por lo
contrario de un planteamiento concreto y sin titubeos de las cuestiones más
palpitantes de nuestra economía. En sus fundamentos está la crítica de un
sistema y se señala el atraso de nuestra, legislación con respecto a los demás países
civilizados.
“Algunos ven venir la revolución
–dice en el “Plan”-, yo creo que estamos
en ella desde 1914, es decir desde que la guerra empezó a derrumbar la economía
mundial y la fisonomía política de Europa”
“Creo, además, agregó,
que si se quieren evitar violencias sangrientas, conviene que aquellos que
asuman cargos gubernamentales, comprendan la necesidad de medidas que, en
general, los representantes de las clases privilegiadas en el poder, en
diversas épocas de la historia, han tomado demasiado tarde, para evitar que la revolución
en gestación adquierese caracteres de violencia”.
Y en el proyecto que tiende a cerrar una comisión nacional
encargada de estudiar la institución del Consejo Nacional Económico (21 de
abril de 1938), dice Noel:
“Una de las preocupaciones casi constante de todos estos organismos, es la de superar, por medio de la armonía de intereses los dilemas terribles que nuestra época heredó agravados del siglo XIX. Explotación del trabajo humano por un lado; revolución y dictadura proletaria por el otro; en el fondo la síntesis trágica que parecía definir nuestro siglo: lucha de clases”.
“Una de las preocupaciones casi constante de todos estos organismos, es la de superar, por medio de la armonía de intereses los dilemas terribles que nuestra época heredó agravados del siglo XIX. Explotación del trabajo humano por un lado; revolución y dictadura proletaria por el otro; en el fondo la síntesis trágica que parecía definir nuestro siglo: lucha de clases”.
“En medio de la locura
generalizada de una sociedad enceguecida, de una civilización gloriosa expuesta
a parecer por el odio, debe ser escuchada cualquier tentativa de pacificar, de
encauzar, de evitar el desborde de las pasiones sin freno”.
La experiencia ajena sólo podía darnos una lección práctica.
Si las clases gobernantes desoían el grito que venia desde abajo, si no se
apresuraban a satisfacer las demandas de los trabajadores, si no se avenían a
ordenar y a recomponer algo que no marchaba porque estaba trabado, la revolución
necesaria, la revolución que no podía dejar de estallar, barrería con todos y
entonces seria más violenta.
El partido radical acogió fríamente y con cierto
escepticismo el proyecto. Acompañó en cierta medida al hombre pero no tomó sus
ideas como bandera. El problema de la lucha contra el fraude monopolizó la
atención de sus dirigentes. Solo algunas honrosas excepciones –el diputado
Antille, el Dr. Frondizi, Elpidio Lazarte, entre otros- defendieron el
proyecto. Pero no tuvo nunca calor de masa.
Y Carlos M. Noel murió sin haber podido realizar la
revolución que soñaba. El partido radical no quiso o no supo hacerla. Y sin
embargo la revolución estaba tácita en el pueblo. Bastó que el Ejército
despejara las calles el 4 de junio para que un militar de genio a quien el
pueblo no conocía, surgiera como el hombre necesario y realizara la revolución.
Tenía en su contra a los políticos celosos de su
investidura, a quienes la revolución había desalojado, a los intereses creados,
a los embajadores extranjeros, a los sectarios de derecha y de izquierda y también
¿Por qué no decirlo? A muchos de sus propios camaradas de armas. El solo
realizó en pocos meses lo que el partido no quiso entender en más de diez años.
Y la revolución, la revolución que soñamos, se cumplió paso a paso; e
inexorablemente fue mucho más lejos. Desde el año 1930 una estela de sangre
señalaba los bochornosos comicios que se celebraban en el país. Y ante el
asombro de todo, la revolución libró su gran batalla en un comicio ejemplar y
realizó pacíficamente y sin protestas, su plan y su destino.
IV
LA REVOLUCIÓN QUE SOÑAMOS Y ESTA REVOLUCIÓN
Es siempre muy difícil confrontar ideas y realizar análisis
para ver en un hecho histórico cuanto
hay del pasado y cuanto de novedad en el presente.
Lo que distingue a una revolución es precisamente su
originalidad y su capacidad creadora. Como hecho histórico la revolución es
siempre un acontecimiento único y estalla en el momento en que resulta
imprescindible para la existencia social. Por eso se dice paradojalmente, que toda revolución es conservadora. Los
autores de “La revolution néccessáire”. Aron y Dandieu lo señalan claramente “Cuando el ordeno no se halla más en el
orden es necesario que se encuentra en la revolución y la única revolución que
encaramos es la revolución del orden”.
La revolución que soñamos ¿es la revolución de Perón?
Indudablemente, en sentido absoluto, no puede esto precisarse. Pero es también
cierto que es la que sustituyó a la que el partido radical no supo o no pudo o
no quiso realizar. Han pasado unos años y esta misma revolución ha de
encontrarse con nuevos problemas a los cuales su jefe sabía encarar de frente. Problemas
y destinos que, dada la contingencia de los hechos humanos, no podrán preverse jamás. Esta misma
revolución, habrá evolucionado dentro de poco. Así ha de probar su
adaptabilidad y su vitalidad ante los nuevos tiempos. Pero el historiador
encontrará su unidad. Ella estará dada por la fidelidad a las ideas matrices y
al impulso psicológico que le dio vida.
Y es en ese impulso vital donde pueden reencontrarse el
radicalismo de ayer con el revolucionario de hoy. Pero este encuentro debe ser fraternal
y absoluto o no ser. Es patrimonio de toda revolución la intransigencia. O se
está con ella, o se esta contra ella.
“La Revolucion est un bloc” decía Clamenceau. Toda
revolución tiene las aristas rígidas y hay que tomarla así, enteramente. Se
puede estar contra el block o adherirse a él. Se puede afirmar o negar, pero
buscar una tercera postura parece sino imposible, lastimosamente inútil. La revolución
que el radicalismo no hizo o no pudo hacer es hoy un hecho cumplido. Oposición constructiva es una frase y
coincidencia en alguno de sus enunciados es una actitud que la revolución misma
jamás podría aceptar. La revolución no es una teoría ni una comedia cuya
interpretación puede discutirse. Es algo
absoluto, que se acepta o se rechaza. El dilema es de acero: oposición o
colaboración.
Quienes estaban ciegos en el teatro San Martín y no
despertaron todavía, que sigan donde están. Por otro camino marchan legiones de
obreros, de intelectuales y campesinos, que han encontrado el sendero de la historia,
constructores de la nueva Argentina que se agiganta en el concierto de las
naciones, que se agiganta por la obra de arte, magnifica y perfecta, realizada
por aquellos a quienes el pueblo ha confiado los destinos de la patria.
Fuente: “El Radicalismo y la Revolución: Alrededor de las
ideas económicas y sociales de Carlos M. Noel” por Eduardo R. Vaccaro en Hechos
e Ideas Año VII, N° 48, marzo de 1948.
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