Madrid, 25 de junio de
1967
Señor Don Alberto E. Asseff (h)
BUENOS AIRES
Mi querido compatriota:
Me ha dado Usted una gran satisfacción con su carta del 12
del corriente, de contenido tan sensato como amable, que tengo el placer de
contestar.
Siempre he tratado en mi vida pública de apartarme de todo
sectarismo, no sólo por naturaleza y por costumbre, sino también porque en
política todo sectarismo es negativo. Pertenezco a un sector de nuestra
comunidad que nunca ha querido ser un partido político sino un gran movimiento
nacional. Como tal ha sido formado por hombres de todos los estamentos
nacionales y de todas las proveniencias. Su ideología y su doctrina son
puramente nacionales y, aunque entre nosotros pueda haber algunos sectarios,
como generalmente ocurre en todos los movimientos ideológicos y doctrinarios,
ello no quiere decir que el Movimiento lo sea.
Cuando formamos nuestro Movimiento, yo personalmente o por
intermedio de otros compañeros, hicimos un llamado a los hombres de todos los
partidos políticos que entonces componían el panorama nacional y muchos se
incorporaron al Movimiento. El Partido Radical, concurrió en masa con algunos
de sus sectores más progresistas, lo que se justificaba ampliamente porque esos
sectores estaban en un revisionismo que coincidía con nuestros pensamientos y
programas. En cambio, otros se negaron a hacerlo, tal vez por una cuestión
partidaria y, no por sentimientos, ni porque no coincidieran con nuestros
designios. De la misma manera acogimos a los sectores socialistas,
conservadores, etc. que se incorporaron al Movimiento Peronista en las mismas
condiciones que los demás.
Tanto consideramos a los radicales de entonces, que el Vice
Presidente de nuestro primer Gobierno fue el Doctor Quijano de esa
proveniencia. No era este un favor a nadie, sino que se trataba de personas que
provenían de una agrupación política que pensaba y sentía como todos nosotros.
Otro tanto pasó con los socialistas y aún los conservadores que, en amplios
sectores nos han acompañado en estos veinte años de lucha y trabajo. Ningún
radical podrá sostener con fundamento que han combatido al Peronismo por
diferencias ideológicas o porque nosotros les hemos negado el derecho de
participar en nuestras actividades durante esos veinte años.
Los que han estado en contra nuestra lo han hecho por meras
cuestiones políticas de menor cuantía, jamás por diferencias de fondo. Es
natural que cuando fuimos combatidos violentamente, no tuvimos otro remedio que
defendernos.
Nosotros estamos donde siempre estuvimos: listos para
unirnos a los demás argentinos de buena voluntad que deseen compartir el
esfuerzo común, dentro de las ideas acordes que la evolución impone y las
necesidades nacionales aconsejan para un mejor destino nacional. En la Patria
están presentes y latentes elocuentes muestras de tales intenciones que la
Providencia nos ha permitido realizar. En ese concepto es que seguimos una
marcha y una lucha que no desarrollamos en contra de nadie sino en favor de
todos.
No se me escapa que hay obstáculos: en el radicalismo, por
parte de los que pasionalmente mantienen el encono de luchas pasadas por los
que piensan que "Perón los pueda engañar nuevamente" dividiendo el
radicalismo y por los que sienten ya marginados y superados por los hechos. Los
primeros sólo pueden ser neutralizados por un procedimiento que emplee, como
fuerza motriz, a la grandeza; los últimos con la resignación, que también es
virtud política y, los que creen que yo les he engañado, "sacándose
eso" de la cabeza porque, como antes he dicho, nosotros no engañamos a
nadie que no haya querido engañarse a sí mismo.
En cuanto a los dirigentes gremiales poco interesados en un
acuerdo, renguean de la misma pata que los dirigentes radicales que no ven
perspectivas personales en la unión, pero afortunadamente el natural
trasvasamiento generacional, que se realiza en este orden de ideas en el
peronismo sindical, terminará con ellos. El Peronismo, como partido político,
ha publicado en la forma que ha sido posible, su posición ante la dictadura militar, tanto al comienzo
de la misma como luego cuando la superchería se puso en evidencia, como
asimismo, seremos más claros y terminantes en el accionar ya que seguimos
sosteniendo uno de los apotegmas más viejos del Peronismo: "mejor que
decir es hacer y mejor que prometer es realizar".
Los que duden sobre la viabilidad de un acuerdo es porque
les falta fe y confianza, probablemente porque ellos tampoco son capaces de
inspirarlas. En esta clase de acuerdos hay que entrar como en el baño frío: de
golpe y luego adentro moverse, porque si andamos tanteando nos puede dar miedo
y no meternos. Una vez adentro, si hemos ingresado de buena fe y con
convencimiento, todo se arreglará.
Si nos gastamos en discusiones y controversias inoperantes,
es probable que la dictadura salga con su gusto: quedarse diez años en el
gobierno y, entre tanto, llevar al país a su desastre definitivo.
Es claro que la maquinaria oficialista echará mano a todos
los recursos del poder para que no nos unamos porque piensan que es necesario
"dividir para reinar", pero no debemos temer ni a la dictadura ni a
sus escribas publicitarios, porque tenemos razón, que superará siempre a todos
los sofismas de una propaganda como la goma de mascar, que todos mastican pero
ninguno la traga.
Sobre los objetivos del acuerdo, no creo que debamos
discutir mucho: nosotros sabemos lo que ustedes quieren y ustedes saben lo que
nosotros anhelamos, pero por sobre toda otra consideración, nos unimos para
salvar al país, primero de las actuales acechanzas dictatoriales al servicio de
la antipatria y luego del desastre que en todos los órdenes infiere la acción
de un gobierno militar que intenta perpetuar ignominiosamente un poder
bastardo, que ha usurpado.
Con referencia a mi persona, a mi edad y con mi historial,
Usted comprenderá que estoy sobre el bien y sobre el mal. Creo simplemente que
puedo prestar mi último servicio al país y en ello pongo mi empeño. Es una
suerte de testamento político dinámico: entregar a la nueva generación de
argentinos el "testimonio" con el que he corrido veinte años en esta
carrera de posta generacional que estamos corriendo. Si, además de ese testimonio,
pudiera pasarles algo de la extraordinaria experiencia con que la vida me ha
cargado, al cargarme de años, me podría morir más tranquilo.
Cuando algunos radicales afirman que yo los he engañado, no
dicen la verdad: bastaría preguntarles a los actuales peronistas provenientes
del radicalismo, si están desconformes de haber engrosado nuestro Movimiento.
Lo que pasa es que resulta difícil explicar lo inexplicable, como resulta el
hecho de haberse colocado en oposición de un Movimiento que realiza lo que hace
tantos años viene propugnando el radicalismo.
La juventud radical, libre de otros intereses que no sea el
bien de la Patria, debe conocer la verdad tal como es, para que le sirva de
punto de partida en una empresa que puede llegar a ser decisiva en el futuro
del país. Ellos tienen derecho a participar activa y decisivamente en nuestro
destino porque, en último análisis, serán los que han de gozar o sufrir las
consecuencias. Por eso comparto sus ideas: este tiempo requiere menos
improvisación y sordidez y más buena fe que den posibilidad de proceder con
mayor grandeza y mejores intenciones que las que se han visto hasta ahora,
probablemente ocasionadas por una lucha insensata impulsada más por las
pasiones que por la reflexión y el razonamiento.
Comparto su idea sobre la necesidad de unirnos y promover un
gran movimiento nacional en procura de mejor suerte para la República, en el
que debe participar la ciudadanía argentina que esté inspirada en los mismos
sentimientos. En la Argentina, como ocurre en casi todo el mundo actual, nadie
puede gobernar sin el concurso del Pueblo organizado. Eso sólo se puede
conseguir con el esfuerzo común de las fuerzas políticas con arraigo popular y
mediante las tres banderas que enarbolamos ya hace más de veinte años: la
independencia económica, la soberanía popular y nacional y la justicia social.
El enfrentamiento, no sólo de los radicales sino de todo el
que comparta estas ideas de buena fe, no puede ser sino perjudicial para los
fines de nuestra propia nacionalidad. Se
hace más evidente en el caso del radicalismo, porque coincidimos en los
objetivos básicos que inspiran nuestra acción y porque dividimos negativamente
una acción que, congruentemente, debía sernos común. De ello, es de donde las
fuerzas antinacionales, pueden sacar mayor provecho, frente a un Pueblo
arbitrariamente dividido.
Claro que no se trata de un pacto entre el General Perón y
la generación intermedia ni la juventud del radicalismo, ni menos aún se trata
de un sucio contubernio (como los que hemos contemplado en otros casos) hecho a
espaldas del Pueblo, sino de un acuerdo honesto en procura de resolver el más
grave problema que se le ha presentado al país en muchos años. Por otra parte,
yo soy sólo un peronista más, que cumplo mi función y mi misión en un puesto,
como cualquier otro. No procedo jamás discrecionalmente sino ajustado
estrictamente a la función que el Movimiento me ha confiado. Dentro de esa
acción, de mi responsabilidad, no estoy facultado para excluir a nadie de un
pacto nacional. Los que enfrenten este acuerdo, como bien dice Usted, lo harán
porque no creen en la unidad del Pueblo y tampoco en nuestro propio destino.
El país se encuentra en una grave encrucijada, que no nos da
tiempo para gastarnos en cabildeos ni en tratativas intrascendentes. Es preciso
que la juventud argentina, sin diferencias de banderías ni partidismos, se dé
cuenta cabal de ello y se una en la tarea común de buscar remedio a los males,
que cada día serán mayores si no se pone coto a los desbordes dictatoriales del
gobierno militar que está azotando al país. Debe también persuadirse que sin
luchar en forma efectiva y tal vez violenta no conseguirá imponer su ley de
acción. Para lograrlo es que necesita estar unida y solidaria porque la lucha
impone accionar hombro con hombro. Si hay decisión y buena fe nada se opondrá a
estos designios, pero si entramos al campo de las triquiñuelas políticas
estaremos perdidos antes de empezar.
Yo sé que tenemos enemigos pero, si accionamos con la firme
voluntad de vencer, también sé que venceremos. Para ello es que necesitamos
formar un movimiento nacional, con un Pueblo unido en ideales comunes,
encuadrado por dirigentes que tengan conciencia de su deber de argentinos, que
atienda al enemigo que tenemos al frente y no se desgaste en litigios internos
por cuestiones e intereses personales o de círculo. Debemos olvidar lo que del
pasado nos puede ser negativo, Porque sino no se podrán alcanzar las
condiciones que nos permitan luchar por el futuro.
El Peronismo está en su puesto: tenemos conducción y
poseemos un caudal poderoso, animado por una doctrina que nos es común, sabemos
lo que queremos y estamos en la tarea de organizamos convenientemente para
adaptarnos a las actuales circunstancias.
Hasta ahora, para hacer frente a las contingencias electorales,
teníamos votos, lo que nos permitía prescindir de la organización.
Ahora ya no se trata de elecciones y debemos organizamos
para enfrentar una lucha diferente en la cual la organización es imprescindible.
Antes de lanzamos a esa lucha en forma decisiva anhelamos que Ustedes nos
acompañen en pie de igualdad, con las mismas prerrogativas e idénticas
obligaciones. Ese es nuestro pensamiento, el que ha sido siempre y el que
mantendremos tanto en la fortuna como en la desgracia. Sin la solidaridad
inspirada en la mayor grandeza, ninguna lucha es posible en común.
Bueno amigo: creo haber contestado a todas sus justas
inquietudes que, a pesar de mis setenta y uno, son las mismas mías porque así
como hay viejos de veinte hay también jóvenes de setenta. Soy un partidario
decidido y enérgico de nuestra unión, desgraciadamente me encuentro tan lejos
que debo confiar en todos Ustedes para realizarla. Dios quiera que lo hagan en
forma que la Patria tenga algo que agradecerles.
Un gran abrazo.
Juan Domingo Perón
Fuente: "Carta del Gral. Juan Domingo Perón al Sr. Alberto Asseff Secretario General de la Juventud de la UCR del Pueblo" (25/6/67) en Correspondencia 1/Juan Domingo Perón, Editorial Corregidor
1983.
No hay comentarios:
Publicar un comentario