En una Argentina que siempre sorprende por su capacidad para
discutir lo obvio, para encerrarse en discusiones arcaicas o abstractas, es
bueno que hagamos ejercicio de la memoria histórica, no de una memoria
estancada en el pasado, nostálgica de las ausencias, sino un ejercicio de
memoria y verdad que nos aporte a comprender la actualidad y nos ayude a
desentrañar las perspectivas de nuestro futuro.
Le faltaríamos el respeto al doctor Balbín, a sus
contemporáneos y a la propia historia de las instituciones si concluyéramos que
ha sido un hombre perfecto. Ese sería el camino más corto para transformarlo en
un prócer alejado del cariño y el recuerdo popular. La Argentina no necesita de
bronces perfectos que terminan generando recuerdos fríos y sin rastros de la
vida, que seguramente con pasión, convicciones e ideales vivieron. Es
preferible recordar a los protagonistas de nuestro pasado, cercano o lejano,
como lo que fueron: seres humanos con defectos y virtudes, que defendieron sus
posturas con aciertos y errores en el marco de las exigencias de su tiempo.
Le faltaríamos el respecto a su propia historia de hombre
comprometido y apasionado, actor y a la vez resultado de los hechos de su
tiempo, si quisiéramos resumir su vida resaltando un solo acto, su militancia a
través de una única postura, sus ideales a uno solo de sus discursos;
estaríamos errando.
Su siglo fue de grandes encuentros y grandes desencuentros
de los argentinos. El doctor Balbín fue parte de su siglo y de esos encuentros
y desencuentros, fue protagonista de tiempos confusos en que los valores de la
democracia no fueron constantemente respetados. Siglo en que se podía ser
censurado o censor, preso o carcelero, perseguidor o perseguido, resultado de
las antinomias que dividieron a la Argentina y que generaron en los hombres de
la democracia contradicciones que aún hoy incomprensiblemente pugnamos por
superar. Pero debemos contarlo entre los que concibieron la política con
vocación de bien público, concibiéndose a sí mismo como un ciudadano que ponía
su tiempo y su vida al servicio de la comunidad en que le tocó vivir
entendiendo que la discrepancia no debilita sino fortalece la democracia.
Para un tiempo como el actual en que es necesario
reconciliar a las instituciones y a la política con la sociedad democrática
demostrando que el poder político tiene que servir al ideal de obtención del
bien común, esa cualidad por sí sola debiera bastarnos. Para un tiempo como el
actual en que muchas veces se confunde a la política con la simple acción de agredir
o la baja intención de desacreditar al otro, esa cualidad es la que puede
ayudar a mejorar la calidad de las instituciones y la calidad de los partidos
políticos.
Podrán decirse muchas cosas de los políticos, en muchos
casos los hubo que merecen el reproche y que avergüenzan a la actividad
política, pero es preciso dejar en claro que sólo quienes hacen política buscan
la obtención del poder por la voluntad de sus conciudadanos y lo ejercen bajo
la responsabilidad de tener que revalidar el título ante ellos. (Aplausos).
Hay muchos otros poderes, muchos más oscuros que los poderes
a que se accede a través de la política, que no permiten ni quieren que se los
controle, ni revalidan títulos ante nadie y se manejan con presiones y
exigencias insaciables. Son poderes que actúan evadiendo toda responsabilidad.
Por eso en nuestra Patria necesitamos revalidar la política
con letras grandes, la política dispuesta a ponerse al servicio del bien común,
para la felicidad del pueblo y que ponga equilibrio allí donde hay
desigualdades, que impida la exclusión y que mitigue el sufrimiento de los que
menos tienen. (Aplausos).
La política concebida como la eliminación del distinto, la
anulación del otro, la condena de la pluralidad, ha sido y es un fenomenal negocio
para quienes pretenden la sumisión política y económica de la Argentina.
El crecimiento de la concentración económica y la exclusión
social, la destrucción de redes de contención social, la anulación de la
posibilidad de la formación del ciudadano, la pérdida de valores constitutivos
como son la solidaridad y la justicia social, junto con el alejamiento de la
discusión política de los temas concretos que aquejan a nuestro país, resultan
ser el crisol donde se funden crisis como las que intentamos con mucho esfuerzo
superar.
Reivindiquemos ante la memoria de este hombre y de sus
viejas luchas a la política como instrumento de cambio, como espacio para la
construcción de un país distinto, como ámbito natural para la discrepancia
enriquecedora de expresión de las verdades siempre relativas, dispuestos a
construir entre todos una verdad superadora que nos contenga.
Los argentinos nos esforzamos por salir de una prolongada y
negra noche intentando echar las bases y los primeros peldaños de la escalera
que debe rescatarnos del pozo donde fuimos a dar. Salir de allí es posible, la
construcción de un proyecto nacional es posible, en pluralidad y diversidad. No
se logrará de un día para el otro, tiene su tiempo de gestación, su maduración
y tendrá sus frutos.
Vamos construyendo camino y poniendo ladrillo a ladrillo,
paso a paso, las bases de un futuro en el que podamos ser un país normal, un
país serio. Los argentinos tenemos que aprender la lección de la historia, no
se podrá construir una nueva institucionalidad con inclusión social si no
logramos consolidar la política en la Argentina, si no logramos que en la
Argentina el debate de la idea, el debate de los temas políticos cotidianos que
van determinando la gobernabilidad de los tiempos, se haga con altura, con
fundamento y con decisión, y terminemos con ese agravio constante que nos ha
llevado a una castración y a una derrota tras otra.
Tengamos bien en cuenta que la división profunda de las
bases populares y los partidos populares de la nación ha sido permanentemente
instrumentada desde sectores que nos necesitan débiles, desde sectores que nos
necesitan quebrados, desde sectores que necesitan que no podamos compatibilizar
las diferencias y desde sectores que quieren seguir consolidando la injusticia y
la concentración en la Argentina. Y si el doctor Balbín y el General Perón,
casi al final de sus días, con una Argentina en plena ebullición, tuvieron
gestos profundos, aún más comprendidos dentro del marco histórico de hoy,
nosotros aprendamos esa lección de la historia y tomemos ese mensaje para
tratar de construir una Argentina que nos vuelva a sintetizar.
Claro que la política defraudó a muchos. Cuando algunos se
juntan a hablar de peronistas y radicales como si fuéramos parte del pasado,
los que queremos que sean parte del pasado son los que se colocaron la camiseta
de nuestros partidos para lobbiar, saquear y llevar la corrupción a la
Argentina. (Aplausos) Los que queremos que sean parte de una historia que no se
vuelva a repetir son aquellos que en nombre de objetivos muchas veces
inconfesables generaron acciones que llevaron al país a situaciones límite. Lo
que queremos que sea parte del pasado es esa idea de que murieron las ideas y
las ideologías. Qué sería de la Argentina si no hubiera ideas, ideología,
debate, pluralidad y esta verdad relativa. (Aplausos)
Cada vez que llego a La Plata me emociono profundamente. Fui
un actor permanente cuando me tocó vivir aquí en La Plata y un militante activo
de las ideas que sostuve con toda dignidad y orgullo, y a las que nunca he de
negar por más aciertos y errores que hayamos cometido en nuestra acción. (Aplausos)
Renegar de mi propia historia sería como renegar de la historia de miles y
miles de amigos, compañeros y correligionarios que hoy no están y a los que he
conocido en la militancia política, en la universidad, en la calle, en la lucha
por la democracia.
Cuando veo la bandera de la Juventud Radical recuerdo que
compartimos muchísimas movilizaciones la Juventud Peronista y la Juventud
Radical de aquellos tiempos. (Aplausos) Fuimos un ejemplo constante y
permanente en la mesa de juventudes políticas para ayudar al proceso de
recuperación democrática que se dio en aquel tiempo de la historia.
Dios quiera, querido amigo Diputado, señor Gobernador,
familiares del doctor Balbín, amigos y compañeros presentes aquí, argentinos,
correligionarios, que podamos tener la madurez, la responsabilidad y la
racionalidad de afrontar esta etapa histórica, pero también no le tengamos
miedo al cambio. Los que a veces nos tratan de cortar el esfuerzo y la pasión
por el cambio son los que quieren que todo vuelva a ser como antes para seguir
detentando el poder como lo detentaban antes. (Aplausos) Lo que no admiten es
la sola posibilidad del cambio, lo que no admiten es la idea de construir una
Argentina distinta.
Por eso hoy realmente me siento muy bien y con un profundo
honor de compartir con todos ustedes este momento que la historia me ha
regalado de poder participar en el recordatorio de los 100 años del natalicio
del doctor Balbín -casi un sueño-, de recordar las cosas en que estuve de
acuerdo y en desacuerdo con él, pero siempre estuvo en la trinchera y en la
tarima peleando por las ideas de la democracia, la convivencia y la pluralidad.
Qué me importan las diferencias cortas de un tiempo histórico si lo que fue
sembrando es la construcción de una Argentina con un sentido estratégico
distinto. (Aplausos)
Espero en esta etapa temporal de la historia que me toca
presidir la Nación Argentina estar en el marco histórico al nivel y a la altura
que ellos estuvieron. Dios quiera que me equivoque lo menos posible. Les puedo
asegurar que realmente como ustedes aspiramos a tratar de salir de este
infierno en el que fuimos sumidos, a tratar de creer en nosotros mismos y a
tratar de que cuando la historia recuerde este tiempo digan que tuvimos la
grandeza, los que nos toca hoy gobernar y los que quieren construir la gran
historia de la Argentina –como no tengo ninguna duda que son ustedes-, de ir
construyendo los peldaños para darle un país mejor a esta sociedad argentina
que tantas frustraciones, dolores y derrotas tuvo.
Por eso estoy aquí hoy, estoy compartiendo de corazón los
conceptos, la filosofía que llevaron hombres como el doctor Balbín, el general
Perón, Eva Perón, y esa frase que tanto me gusta, “que se rompa pero que no se
doble”, de Hipólito Yrigoyen, para poder realizar la síntesis de la
construcción del país que tenemos que hacer. (Aplausos)
Muchas gracias por haber compartido este momento, muchas
gracias por estar juntos, por respetarnos la diversidad, por construir en
pluralidad y porque queremos recuperar la política, la calidad y la honestidad
que sí tenemos para construir una nación con justicia y con inclusión social.
Muchísimas gracias.
Fuente: Palabras del Presidente Néstor Kirchner en el acto
de homenaje por el centenario del natalicio de Ricardo Balbín en el Teatro
Argentino de la ciudad de La Plata, 29 de julio de 2004.
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