Pablo Waisberg:
Entrevistamos a cinco de los 14 sobrevivientes del asalto. También tratamos de
obtener en las entrevistas el máximo grado de detalle posible sobre qué habían
hecho en cada momento dentro del cuartel. Entrevistamos a algunos soldados,
conscriptos de ese momento y a militares que participaron.
Felipe Celesia:
También ayudó mucho la causa judicial con los testimonios de primera mano de
todos los que estaban dentro del cuartel, del personal militar, del personal
civil, periodistas y policías.
P.: ¿Cuál era la
finalidad de un ataque que entonces y ahora, con los detalles contenidos en el
libro, parece una operación suicida?
F.C.: No había
ningún golpe de Estado en marcha, eso está claro. Incluso en el libro hay
militantes que entraron al cuartel que lo dicen muy claramente. Empezaron a
preparar la operación un año antes. Con la volatilidad del sector militar de
ese momento, era imposible que un año antes alguien tuvieran la certeza de que
se iba a generar un golpe de Estado que iba a empezar en un cuartel, con fecha
y hora determinadas. Lo que ellos pretendían era sacudir el tablero político,
con una acción armada y ver qué cambios pedirle al Gobierno de Alfonsín.
P.W.: En algún
sentido estaban reactualizando la teoría de la chispa que enciende la pradera.
Pero una de las cosas que a mí me sorprendió bastante es que ellos intentan
reeditar la teoría de la insurrección en la Argentina sin base popular.
P.: ¿Cómo Gorriarán y
los suyos hicieron una lectura tan equivocada?
F.C.: Ellos se
entendían a sí mismos como una vanguardia. Pero la vanguardia es la que
irrumpe, la punta de lanza de la masa que acompaña un proceso revolucionario.
Es el caso de Cuba, de Nicaragua y muchos otros. Todas las revoluciones tenían
un fuerte apoyo social. En este caso, el MTP era un grupo de la izquierda con
una inserción razonable en Capital y algo en la provincia de Buenos Aires. Con
algunos representantes en el interior del país y nada más. Digamos que podía
ser una promesa que jugara en el tablero político. Pero en lo real, en ese
momento, eran 500 militantes en todo el país con un grupo de dirigentes
rentados y nada más.
P.: El libro cuenta
sobre cómo muchos de ellos se van alejando del MTP antes del ataque. ¿Eso los
perjudicó?
P.W.: Para 1988,
que es cuando empiezan a pensar en alguna forma de patear el tablero, ya habían
tenido varias fracturas importantes. Entre los que rompen hay varias figuras
públicas, que tal vez no tenían construcción territorial o de algún frente de
masas, pero eran figuras.
F.C.: Se van,
precisamente, porque cambia la línea política. Pasaron de ser un frente que
invitaba a toda la izquierda a sumarse a un proceso nacional y popular, a ser
una cosa de mando único, un partido de cuadros mucho más clásico. Los que se
van suponían que no era conveniente eso en aquella etapa de la Argentina, que
era democrática, plural, mucho más socialdemócrata que socialista.
P.: ¿Cuáles fueron
las fallas logísticas del asalto?
F.C.: El problema
mayor fue que se trató de una acción muy improvisada, con muy poca gente que
supiera combatir, sin planes de contingencia por si algo salía mal, sin postas
sanitarias, sin una vía de escape. Era jugársela el todo por el todo. A vencer
o morir, como era la vieja consigna del PRT-ERP. Por ejemplo, todo el equipo de
46 personas que entró al cuartel nunca ensayó el asalto.
P.W.: La
preparación del operativo en sí tiene 48 horas, ellos se distribuyen en tres
quintas y lo arman.
P.: ¿Cuál fue el
análisis que hizo Raúl Alfonsín de la situación en ese momento? ¿Qué sabía?
P.W.: Se venía de
distintos alzamientos militares. Además, la realidad es que el MTP no era una
organización masiva. Pensar en una cosa así no parecía creíble. A partir de ahí
entendemos que a Alfonsín le cuesta creerlo. También es cierto que los que le
están dando a él la información son los militares a los cuales el primer
Gobierno de la democracia decide enjuiciar.
F.C.: Yo creo que
también se le jugó algo personal. Él tuvo que superar una frustración muy
grande derivada de que no eran militares ni carapintadas sino la izquierda que
él suponía aliada. Él suponía que el vasto mar de la izquierda democrática lo
apoyaba. Entonces, se resistió a entenderlo.
P.: ¿Cuál era el
vínculo del MTP con el alfonsinismo?
F.C.: Algunos
plantean que el MTP era un brazo subterráneo del alfonsinismo; eso no es
cierto. No había vínculos políticos ni públicos, ni privados. Había una
relación razonable para cualquier fuerza que quería ser pública. Fueron dos o
tres veces a Casa de Gobierno, pero nunca les dieron mucha bola. Lo que sí les
daban era algún grado de acceso a los medios públicos. Pero no más que eso,
nunca les dieron dinero, nunca participaron de actos con ellos. Incluso en la
última etapa del MTP, que va del 87 hasta el asalto a La Tablada, se ponen muy
críticos con el alfonsinismo. A partir de los alzamientos carapintadas empiezan
a pegarle al plan económico y al trato político con los militares.
P.: ¿Las teorías
conspirativas son las que involucran a Enrique Coti Nosiglia, por entonces
ministro del Interior del Gobierno de Alfonsín?
F.C.: Sí, lo que
es interesante de esas teorías conspirativas es el vínculo. El partido militar,
la derecha, los servicios de inteligencia se montan en el parentesco político
que tenía Francisco Provenzano (uno de los atacantes que permanece
desaparecido) con Nosiglia. Además, algunos se montan en ese perfil de hombre
misterioso y a veces conspirador que tiene Nosiglia. Pero la verdad es que él
es un tipo muy astuto y de ninguna manera iba a propiciar un asalto a un
cuartel.
P.W.: ¿El MTP
tomaría La Tablada porque el Gobierno de Alfonsín les había vendido pescado
podrido? No es razón suficiente. Es muy raro. Habían participado de la
revolución sandinista, Gorriarán armó parte de la estructura de inteligencia,
planificó y participó del asesinato de (el dictador nicaragüense Anastasio)
Somoza, era hombre de consulta de la inteligencia cubana... ¿y de pronto le
vendieron pescado podrido y el tipo compró como si nada? Sería subestimarlos
demasiado.
P.: ¿Cuál fue el
papel del Gobierno de Alfonsín en el hecho de que haya habido torturados y
desaparecidos cuando las personas ya se habían rendido?
P.W.: Lo que pasa
es que Alfonsín no controla la recuperación, la controló el Ejército. Después,
él va a La Tablada y ve ese escenario donde hay torturados. Yo dudo de que haya
visto a los rendidos siendo torturados en el momento. Pero ve tipos
encapuchados, maniatados, boca abajo, desnudos, atados con alambres. ¿Qué pasó
ahí por su cabeza? No lo sé. Pero él vio eso.
F.C.: La teoría
de los alfonsinistas que entrevistamos es que Alfonsín fue a resguardar la
seguridad de los detenidos que se habían rendido. Puede ser que haya sido así,
pero la verdad es que se quedó a mitad de camino porque si uno está intentando
juzgar a militares que torturaron, mataron, desaparecieron, apropiaron, es
probable y verosímil que lo fuera a hacer con esos detenidos también. Y él no
toma ninguna medida como ponerlos bajo su custodia u ordenar que los trasladen,
ni traer funcionarios civiles para que los custodiaran. Los militares, desde
una perspectiva profesional, hicieron cualquier cosa. Eso fue un desmadre, fue
una anarquía absoluta, hubo 10 o 12 horas donde cualquiera que quería tirar
tiros iba, se metía y tiraba.
P.: ¿Cuál era el
vínculo del MTP con los medios y en especial con el nacimiento de Página/12?
P.W.: El MTP
siempre tuvo una política de medios muy de avanzada para la época. De hecho,
ellos habían armado un grupo de periodistas con el cual mantenían un vínculo
bastante estrecho. Con ellos discutían y analizaban política comunicacional.
Después eso se desarma cuando el MTP, a fines del 87, empieza a meterse con la
idea del golpe. Pero ellos tenían una política comunicacional mucho más
refinada que otras organizaciones. Cuando ellos piensan en Página/12 y en otros
proyectos como la editorial Contrapunto o inversiones que hacen para apoyar a
otros medios, están pensado en el mismo sentido en que habían concebido
originalmente al MTP, es decir, un espacio amplio de comunicación en el que
cabalgue el amplio sector de la izquierda y el centro.
F.C.:
Concretamente aportan para financiar Página/12 hasta que se produce el asalto a
La Tablada. Invierten cerca de un millón de dólares, que es lo que le permite
al diario funcionar en ese período inicial. Hasta ahí no hay otro inversor, o
sea que Página/12 le debe su nacimiento al MTP y al financiamiento que había
conseguido Gorriarán con secuestros y robos de bancos en Europa y en Brasil. Lo
que sí pasa -y nosotros lo vemos como un acierto- es que dejan hacer el diario a
los periodistas. En ningún momento presionan, salvo en la etapa final, donde
querían preparar el terreno desde el mundo mediático para el asalto a La
Tablada. Si uno lee Página/12 de ese período, en ningún momento surge que el
MTP es el grupo mimado del diario ni que es el órgano de difusión oficial. Lo
que no puedo entender es cómo lograron resistir la tentación de hacer del
diario su órgano oficial de difusión sobre todo cuando Página/12 empieza a
crecer entre la progresía y la gente de izquierda. Tiempo después ese millón de
dólares es devuelto a Gorriarán Merlo por los propietarios de Página/ 12.
P.: ¿La izquierda le
soltó la mano al MTP después de La Tablada?
F.C.: Lo que
detectamos fue una reacción muy descarnada, muy cruel de la izquierda. Por
ejemplo, Luis Zamora manda una corona de flores a las víctimas militares del
ataque al cuartel.
P.W.: También es
cierto que en ese momento lo que hay es una situación en la que los partidos
más conservadores y el ala militar ganan mucha fuerza y la teoría de los dos
demonios vuelve a rondar.
F.C.: Toda la
izquierda buscó diferenciarse del MTP. De hecho, tienen dificultades los
sobrevivientes para armar el grupo de abogados que los defiendan. Los rebajan a
la condición de parias.
P.: ¿Cómo evalúan el
juicio contra los que asaltaron La Tablada?
P.W.: Fue un
proceso rápido, desde el vamos pensado como ejemplificador, para castigar. La
idea era juzgarlos no solamente bajo la Ley de Defensa de la Democracia, sin
posibilidad de apelación, sino que el otro elemento es la gravedad de las
condenas, que son similares a las de los genocidas de la dictadura. Es
sorprendente.
F.C.: Les
asignaron muertes que son dudosas, como la del soldado Taddia, que no se puede
confirmar quién lo mata; hay conscriptos que murieron por el fuego amigo, por
el bombardeo de militares.
P.W.: Además, las
causas por fusilamientos sumarios, torturas y desapariciones de militantes no
entran en ese juicio. A medida que estaban detenidos iban acumulando más
lesiones que cuando se habían rendido en el cuartel. Había irregularidades de
todo tipo. Y hay cuatro desaparecidos que aún hoy siguen desaparecidos.
P.: ¿Esas causas
continúan?
F.C.: Se está
discutiendo si son delitos de lesa humanidad y, por lo tanto, se juzgaría al
que fue el responsable militar de lo que fue la operación para recuperar el
cuartel. Es Alfredo Arrillaga, que ya está condenado por delitos de lesa
humanidad. En principio la Cámara dijo que no son de lesa humanidad y eso está
apelado en Casación.
P.: ¿Por qué La
Tablada se convierte en la última acción guerrillera? ¿Se desactivó todo tipo
de foco revolucionario?
F.C.: Creo que
esto terminó de desactivar ese paradigma de que a través de una acción militar
se podían obtener ganancias políticas. Un poco esa era la lógica de los 70. En
democracia, el tema de la política por la vía armada ya no cuajaba. Es la
confusión que tiene Gorriarán desde la Centroamérica revolucionaria. Él suponía
que esa vía insurreccional y revolucionaria podía explotarse todavía en la
Argentina. Y acá le dicen que no.
Pancho Provenzano, rodeado por Jorge Baños y Fray Antonio Puigjané del Movimiento Todos por la Patria. |
Fuente: “El MTP no tenía vínculo con el alfonsinismo” por
Felipe Celesia Pablo Waisberg autores del libro "La Tablada. A vencer o
morir. La última batalla de la guerrilla argentina". En Diario Ámbito del
24 de enero de 2014.
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