Es también el instante propicio para breve y amistosa conversación
con mis conciudadanos, con el propósito de renovar reflexiones que la sugestión
de la fecha trae a nuestra permanente inquietud, y ratificar coincidencias que
todos propiciamos, solidarios y fraternalmente unidos en el quehacer nacional.
Quien vino al mundo hace dos mil años, dejó su inigualada y
maravillosa lección que ha sobrevivido intacta a las mas diversas
civilizaciones, para proyectarse en forma luminosa y permanente en el corazón
de todas las mujeres y hombres que desde entonces y para siempre, comprenden
que encontraran en la virtud y en el sentido moral, las orientaciones
definitivas, para por siempre actuar con la mas alta responsabilidad.
La inteligencia humana disciplinada por la ciencia y la investigación
aplicada por la técnica ha dado al hombre el dominio virtual de la naturaleza. De
esta manera se han conocido sus leyes, sus espacios infinitos, sus secretos,
sus misterios.
Pero este poder humano, potente frente a la naturaleza, es
incapaz de dominar la fuerza invisible intangible, pero real y efectiva que es
el espíritu humano.
Por eso el espíritu humano que, en definitiva, es la mayor
fuerza del ser humano, esta iluminado e inspirado por Dios.
Es su presencia, en el alma argentina, en el hogar
argentino, el que esta Nochebuena reconocemos con honrada humildad.
Hemos aprendido que la justicia, que la distribución equilibrada
de los bienes, que la desaparición de la miseria, que el alejamiento de la
guerra no vendrá solamente por el camino de la técnica, si no viene acompañada
por el lado de la conducta.
Conducta individual para comportarnos ante nosotros mismos
de acuerdo con nuestra conciencia.
Conducta social para comportarnos con nuestros semejantes de
acuerdo con esa responsabilidad. Reconociendo a cada uno la oportunidad para
elegir el mejor camino de la conducta personal, consideramos necesarios que
reflexionemos sobre la necesidad de afirmarnos en la tolerancia y en el respeto
mutuo, cuando nos referimos a nuestra conducta social. Es necesario que todos
aprendamos a comprendernos antes que nadie pretenda imponerse. Si para que haya
paz en el mundo los países que la sienten realmente están decididos a observar
la convivencia amistosa entre las naciones, con mayor razón es necesario que
prosigamos nuestra propia convivencia en paz, libertad y justicia.
El Concilio Ecuménico ha mostrado el camino que debemos
seguir, naciones y personas. Comprendiendo sus enseñanzas que ratifican las
irrenunciables, profundas y permanentes concepciones cristianas, podemos decir
a cada padre, a cada madre, a cada hijo, que tengan fe en la libertad, en la
justicia, en los derechos humanos, por cuya consolidación vale la pena vivir y
luchar, con voluntad inquebrantable.
Afrontemos el porvenir con coraje, desterremos al temor, la desesperación,
el odio y la violencia; inspirémonos en Cristo, ejemplo de mansedumbre y
fortaleza, tolerancia y dignidad, amor y justicia. Al presentaros nuestros
mejores augurios en esta fecha memorable, consolidemos nuestra unidad
espiritual, rejuveneciendo y templando diariamente nuestros sentimientos
humanistas y cristianos.
Fuente: Mensaje del Sr. Presidente de la Nación, Dr. Arturo
Illia, con motivo de la Nochebuena exhortando a la concordia nacional, 24 de
diciembre de 1965.
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