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viernes, 12 de octubre de 2018

Marcelo Tassara: "Las diferencias ideológicas entre el radicalismo y el peronismo” (22 de septiembre de 2008)

No tengo dudas que es uno de los temas que ineludiblemente tenemos que abordar si queremos realmente llevar adelante la recuperación de la Unión Cívica Radical.

Con bastante preocupación, en innumerables diálogos con militantes radicales llevados a cabo en los últimos años, salvo contadas excepciones, no he escuchado argumentos mínimamente fundados sobre cuales son las diferencias de pensamiento que nos separan del peronismo.

Tener que luchar contra tamaña fuerza movimientista sin tener en claro esto, es como ir a una guerra de última tecnología muñido de un arco y una flecha.

No tengo dudas que es una de las principales causas por las cuales de los veinticinco años de democracia que estamos por cumplir, diez y ocho el peronismo estuvo, y está, en el poder. El no contar con una militancia activa que pueda marcar elocuentemente las diferencias que nos separan de la doctrina justicialista, es una carencia determinante para el logro de un discurso opositor coherente y creíble. Siendo éste el primer paso que nos calificará para ser una ser una opción válida que nos permita retornar al poder.

No voy a hacer un estudio científico de tan vasto y complejo tema, me llevaría mucho tiempo y estoy convencido que desde la experiencia militante, y alguna que otra lectura, puedo hacer un aporte útil y necesario.

Ideas preliminares

Es común escuchar en el pensamiento del hombre común que el radicalismo y el peronismo son la misma cosa salvo que, puestos a gobernar, éstos saben hacerlo y nosotros no.

Que el peronismo sabe ejercer el poder y los radicales somos unos inútiles, que nunca hicimos nada cuando nos tocó gobernar.

Como toda aseveración popular esta ineptitud que nos endilgaron tiene algunos argumentos que son veraces y otros, en mi opinión un porcentaje muy alto, que son totalmente falaces, equivocados y hasta mal intencionados.

Esta creencia, sumada a dos gobiernos radicales que no terminaron su mandato –más allá de las razones que produjeron sus caídas-, hizo que ocurriera un hecho determinante para nuestro futuro como Nación, perdimos la batalla cultural. Nuestras ideas, nuestra visión de la vida, las instituciones, la cultura, la educación, la ciencia, el Estado, etc. fue dejada de lado por el pueblo argentino.

Hubo varias agrupaciones políticas que intentaron rescatar nuestro ideario, pero los fracasos y la falta de proyección nacional fue el resultado. Tal vez haga falta más tiempo y algunas de las hoy vigentes lo logren, pero hoy estamos en un período de transición.

El peronismo tiene una base electoral que ronda el cuarenta por ciento del electorado y un diez por ciento de votantes que según sus intereses particulares y corporativos le da su voto. Haciendo una interpretación muy simple, esto es el fiel reflejo de lo que los politólogos y cientistas sociales denominan POPULISMO. El voto de los más necesitados, cautivo del peronismo, sumado al diez por ciento de los más pudientes.

El voto de la otra mitad, el más difícil de conseguir, está atomizado en decenas de fórmulas poco serias y definitivamente oportunistas en su gran mayoría.

La derrota cultural, y política por supuesto, es tan profunda que uno de nuestros historiadores más conspicuos, de renombre internacional, como es Tulio Halperín Donghi aseverara:

“Ya me acostumbré a la idea de que la Argentina es peronista”

No intento en estos escritos el buscar culpables dentro de nuestro partido, en cuanto a que cuando se llega a una situación así, no sólo en política si no en toda actividad humana, las acciones propias, sin ninguna duda, estuvieron teñidas de errores, de malas interpretaciones, de discursos y conductas equivocadas.

Pero para intentar cambios alguna mención, sin dar nombres, voy a hacer. Si no es mucho más difícil encontrar la senda de la recuperación del partido.

En algún acto allá por mediados de los ochenta, se dijo que había “que peronizar el radicalismo”, lamentablemente estas palabras tuvieron una fuerza incontenible. La eficiencia con que lo hicimos fue magistral.

Tan determinante fue esta “peronización” que el pueblo no nos diferenció más. Ya lo he expresado en párrafos anteriores y en otros escritos preliminares con un poco más de precisión.

Copiamos todo lo malo del peronismo, pero nada de lo bueno. Su solidaridad para con el compañero, su espíritu de cuerpo usado en pos del bien común y el bienestar general, la mano extendida para ayudar al que está pasando un mal momento, etc., etc.

Sí copiamos: el manejo autoritario del poder, el espíritu faccioso (sumado a que ellos sólo lo ejercen para afuera, contra el adversario político, no con el correligionario-compañero), el desmembrarse con sesgo movimientista para ocupar espacios en cualquier lugar con tal de estar y cobrar un sueldo, la competencia en elecciones internas donde sólo se disputan cargos sin discutir ideas, modelos o proyectos diferentes, el hacer campañas sin contenido programático no proponiéndole al votante absolutamente nada, el continuar desde el gobierno modelos económicos ultraconservadores que nos condujeron al caos, etc.

Estos errores tuvieron que ver también con la importación de ideas pseudonovedosas de las socialdemocracias europeas, imposibles de adaptar a la cultura y nivel de desarrollo humano que tenemos en la Argentina. Además de dejar de lado, por pereza o desconocimiento, ideas pergeñadas por pensadores radicales que son muchos más adaptables a nuestra idiosincrasia, y políticamente mucho más democráticas y progresistas, que las mal copiadas por algunos intelectuales y cientistas políticos que poco tienen que ver con el radicalismo. Para dar un ejemplo concreto: Yrigoyen, Sabattini, Lebensohn, Balbín e Illia ya hablaban de democracia social hace muchas décadas atrás.

No se es un genio o un gran intelectual por invertir los términos y decir socialdemocracia.

Además Yrigoyen, Illia y el mismo Alvear, transformaron a la democracia social en algo concreto, tangible, de la mano de sus acciones de gobierno y sus conductas personales. No se quedaron sólo en la declamación discursiva o vacía de contenido.

Este fenómeno de la importación de ideas muy poco aplicables a la realidad nacional y a la doctrina radical, está íntimamente relacionado con las mentes colonizadas que, en general, exhiben nuestros líderes partidarios responsables de las grandes decisiones.

Éstos son poco afectos a la lectura y el estudio, sobre todo del pensamiento radical, y están alejados de la militancia al lado del pueblo. Para colmo se rodean de tecnócratas que les venden ideas de actualidad que poco tiene que ver con nuestra doctrina y, lo que es más grave aún, con nuestra forma de vida y con nuestra cultura. Este alejamiento de los problemas del hombre común los deslegitima absolutamente como dirigentes.

Los técnicos (sociólogos, politólogos, economistas, etc.) tiene que apoyar a los políticos –son muy útiles y necesarios-, pero somos nosotros los responsables de delinear el ideario partidario, así como las políticas públicas que van a incidir sobre el bienestar del ciudadano.

No estoy cerrado al advenimiento de nuevas ideas, por favor no lo interpreten así, pero éstas hay que debatirlas y ponerlas al alcance de los militantes en reuniones de comités, convenciones provinciales, nacionales; así como en los plenarios de todos los comités distritales, para seleccionar y discernir cuales se adaptan al radicalismo y cuales no.

¿Cuántos años hace que no tenemos debates de este tipo?

Un partido político sin debate es una entelequia, una organización vacía de contenido, algo que no existe, la creación de algún interés trasnochado.

Don Hipólito Yrigoyen, al que muy pocos correligionarios conocen con algo de profundidad, tenía una frase que resume, y reemplaza, cualquier delirio intelectual pseudoprogresista:

“La democracia no consiste sólo en la garantía de la libertad política; entraña a la vez la posibilidad para todos de poder alcanzar un mínimo de felicidad siquiera”

Además uno de los méritos de Don Hipólito, fue que vivió de la misma forma que actuó en política, materia en la cual los radicales posmodernos tenemos un débito importante.

Durante muchos años se alejó de la vida política y se dedicó a trabajar duramente, lo que le permitió acumular ahorros a los que acudió luego para poder hacer política sin tener que depender de ayudas corporativas. En resumen todo lo dio por la Causa, muy diferente es lo que ocurre hoy.

No existen líderes peronistas que puedan exhibir conductas similares, no hay dirigentes de esa extracción que conduzcan desde la autoridad y no desde el autoritarismo. Obligar a ir a un ciudadano a un acto público pagándole, o dándole la dádiva que sea, es un gesto de un profundo autoritarismo.

Es preferible no analizar el mismo suceso autoritario pero ligado al voto, no resiste la consideración desde ningún lugar del pensamiento democrático.

Estas eran las cosas que a simple vista nos diferenciaban del Régimen. En próximas entregas voy a hilar un poco más fino, a hacer análisis más minuciosos sobre este tema apasionante y determinante para nuestro futuro como partido.

Caiga quién caiga

Es un excelente momento para volver sobre el tema.

La crisis económica que aqueja al planeta está poniendo en evidencia cuán autoritarios, y lo que es más grave irresponsables, pueden ser los peronistas en el poder.
Si uno escucha a cualquiera de los líderes sindicales peronistas, que son la mayoría, va encontrarse con este discurso: “Primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres”. Es decir que para ellos el Hombre es el último que tiene que beneficiarse con las políticas sindicales, sociales, de gobierno o de Estado.

Hoy esto que parece algo banal, lo vemos claramente reflejado en sus acciones de gobierno.

Si hay que mentir con los datos del INDEC no hay que dudar un minuto, más allá del descrédito internacional y la burla al pueblo que esta desnaturalización conlleva.

Si lo que se necesita es avanzar sobre los fondos de la ANSES porque el país no tiene acceso al crédito internacional, no hay que titubear un segundo, los ahorros de los jubilados que se hubieran podido usar, por ejemplo, para darles un haber digno, los usan para otros propósitos.

Si hay que cambiar las fechas de las elecciones nacionales, más allá de que es una práctica muy común de todos los que están y estuvieron en el poder en la Argentina, para sacar alguna ventaja partidaria, hagámoslo sin vacilar.

Si lo que se necesita es volar una ciudad para encubrir una prueba por el delito de vender armas a un país latinoamericano como Ecuador, perjudicando a otro país con altas relaciones de hermandad histórica como Perú, hay que hacerlo sin pensar un segundo. Agravado todo porque la Argentina era garante de la paz entre estas dos naciones.

Si las pruebas de los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA, donde murieron cientos de personas, hay que borrarlas con la mayor impunidad y sin ningún miramiento ético, es necesario hacerlo por cuestiones de Estado.

Si lo que se necesita es comprar periodistas, medios gráficos, televisivos, radiales o del género que sea para tener menos críticas que mellen el poder, no hay que tener ningún escrúpulo al respecto. Y si hay que cerrarlo, como en los primeros gobiernos peronistas, también vale.

Podríamos escribir un libro con hechos políticos e históricos que relatan la falta total de escrúpulos con que el oficialismo peronista se manejó, y se maneja, en el poder.

La raíz ideológica hegeliana como punto de partida

Esta forma de accionar política sin ninguna duda está fuertemente sostenida, por no decir totalmente sostenida, por el sustento hegeliano que tiene ideológicamente el peronismo.

Releyendo un viejo libro, El Mito del Estado de Ernst Cassirer, donde el autor habla de la influencia de Hegel en el pensamiento político moderno, Cassirer describe con una gran erudición lo nefasto que fue este filósofo para el pueblo que tuvo que sufrir las consecuencias de su pensamiento puesto en acción.

Dí con este libro porque, en mi curiosidad por bucear en el pensamiento de nuestros grandes hombres; sé que Don Arturo Illia lo tenía como uno de sus libros de cabecera y lo leía y releía. Si la Argentina tuvo un gobernante que fue democrático y republicano, ese fue Don Arturo, que transcurrido más de un cuarto de siglo de fallecido, nos sigue iluminando hasta con sus viejas lecturas.

Dice Cassirer de Hegel: “Era un conservador que defendía el poder de la tradición […] No reconoce otro orden ético por encima del que aparece en la costumbre”
Los liberales alemanes consideraban el sistema hegeliano como el más firme baluarte de la reacción política.

Schopenhauer, su opuesto filosófico, veía al sistema metafísico hegeliano como algo indigno y totalmente falto de escrúpulos.

Hegel rechazaba todo ideal “humanitario”, para él no había actos “egoístas y actos “altruistas” sólo era importante el interés personal, fue el antecesor de Nietzche en todo lo que se llamó teorizar sobre “inmoralismo”.

No lo asustaba el sacro egoísmo, concepto que desarrolló con fina agudeza, y que luego fue tan decisivo y desastroso en la vida política moderna.

Desarrolló un culto al héroe, muy relacionado con el culto al Estado, donde el héroe tenía que tener como única virtud el lograr, y mantener, el poder. Su egoísmo, egocentrismo y carencia de escrúpulos eran los motores de la historia.

La psicopatía que sufrían muchos de los dictadores que sometieron a la humanidad, era cosa de, según Hegel dice en su Filosofía del Derecho: “[…] psicólogos lacayos, para quienes ningún hombre es héroe, y no porque no haya héroes, sino porque ellos mismos no son más que lacayos”.

Los líderes peronistas desde Perón a Kirchner, dan cuenta exacta sobre el culto al héroe que Hegel pergeñó.

He conocido a militantes peronistas que tenían grupos de estudio, donde docentes universitarios de filosofía leían a Hegel traduciéndolo directamente del alemán.
Nuestra señora Presidente de la Nación declaró en un congreso de filosofía que ella abrazaba la filosofía hegeliana, a pesar que el filósofo alemán había tratado muy mal a las mujeres en sus escritos.

Pero no sólo el peronismo abrevó en Hegel, grupos de nuestra más alta estirpe conservadora se relacionaron con reuniones donde se analizaba, y estudiaba en profundidad, el pensamiento hegeliano. Muchos de los más conspicuos dirigentes de la desaparecida UCéDe (Unión del Centro Democrático), con la ingeniera María Julia Alsogaray a la cabeza, fueron partícipes de aquellos encuentros.









Fuente: “Las diferencias ideológicas entre el radicalismo y el peronismo” Parte I y II de Marcelo Tassara en su blog “La Union Civica Radical vuelve al Pensamiento”, 22 de septiembre de 2008.

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