La Nación uruguaya tuvo entonces el galano gesto de disponer
que el cuerpo del poeta fuese devuelto a su patria en una de las naves de su
marina de guerra. La República Argentina decidió sumarse al homenaje y, a tal
efecto, por disposición del presidente Hipólito Yrigoyen, el ministro de Marina
instruyó el lo. de junio al comandante del crucero "9 de Julio",
capitán de fragata Francisco Antonio de la Fuente, para cumplir la orden:
"Que el buque a su mando escolte al crucero
"Uruguay", que conducirá a México los restos del ex ministro de ese
país, Amado Nervo; comunicando que desde esa fecha queda destacado de la
Escuadra de Mar y deberá zarpar el día 3 del corriente para Montevideo, para
ponerse de acuerdo con el comandante del crucero "Uruguay."
Las dos naves realizaron su cometido sin mayores
inconvenientes. El "9 de Julio" era por entonces una nave mimada.
Construida en los astilleros Armstrong I Mitchell, de Newcastle. Inglaterra,
tenía 113,50 metros
de eslora, 16,10 de manga, 7,92 de puntal y 5,79 metros de 1
calado. Desplazaba 3 mil 750toneladas desarrollaba una velocidad máxima de 23,4
nudos. Estaba armado con cañones Armstrong de 15 y de 12 cm , otros de tiro rápido
Hotchkiss y con 5 tubos lanzatorpedos Whitehead de 18 pulgadas . No era un
barco "débil" para la época, y la Marina iba a utilizarlo hasta el
término de su vida util, retirándolo de servicio el 23 de octubre de 1930.
LA DOMINICANA OCUPADA POR ESTADOS UNIDOS
El episodio que pretendemos recordar tiene por marco el
periodo histórico conocido en Estados Unidos como Diplomacia del Garrote. Para
no tornar demasiado extenso el relato, bástenos recordar que en Nicaragua y
Cuba había tropas de ocupación norteamericanas, y que en Haití y la República
Dominicana regía de hecho un protectorado expreso, en el primer caso desde
julio de 1915, y en el segundo desde el 14 de mayo de 1916.
La soberanía dominicana había sido allanada a pretexto de la
salvaguarda de vidas y bienes de ciudadanos estadunidenses, supuestamente
amenazados a causa de una guerra civil intestina y con base espuria .en el
texto de una discutible convención firmada en 1907. A partir del ingreso
de los marines en mayo, el juego consistió en darle a la intervención un
carácter provisional y consentido por el pueblo ocupado. Pero al acentuarse la
resistencia popular y ante el riesgo de una generalizada rebelión Estados Unidos
resolvió prescindir de toda retórica y máscaras de encubrimiento. El 29 de
noviembre de 1916, el capitán Hary S. Knapp lanza desde su buque insignia
"Olympja" su célebre "Proclama de ocupación", que en su
parte dispositiva rezaba:
EL DIKTAT IMPERIAL
"Ahora por tanto, yo, H. S. Knapp, Capitán de Marina de
los Estados Unidos, al mando de las fuerzas de cruceros de la Escuadra del
Atlántico de los Estados Unidos de América, situadas en los varios puntos
dentro de la República Dominicana, actuando bajo la autoridad y por orden de
los Estados Unidos de América; "DECLARO Y PROCLAMO a todos los que les
interese, que la República Dominicana queda por la presente puesta en un estado
de ocupación militar por las fuerzas bajo mi mando, y queda sometida al Gobierno
militar y al ejercicio de la Ley Militar, aplicable a tal situación.
"Esta ocupación militar no es emprendida con ningún
propósito, ni inmediato ni ulterior, de destruir la soberanía de la República
Dominicana, sino al contrario, es la intención ayudar a este país a volver a
una condición de orden interno, que .lo habilitará para cumplir las previsiones
de la Convención citada (la de 1907), y con las obligaciones que le corresponde
como miembro de la familia de naciones.
"Las leyes dominicanas, pues, quedarán en efecto
siempre que no estén en conflicto con los fines de la ocupación o con los
reglamentos necesarios establecidos al efecto, y una administración legal
continuará en manos de oficiales dominicanos debidamente autorizados todos bajo
la vigilancia y la supervisión de las fuerzas de los Estados Unidos que ejercen
el Gobierno Militar (…)
"Todas las rentas provenidas al gobierno Dominicano,
incluso derechos o impuestos hasta el presente provenidos y no pagados, sean
derechos de Aduana bajo las provisiones de la Convicción concluida el día 8 de
febrero de 1907, por la cual se estableció la Receptoría Aduanera, que
permanecerá en efecto, o sean de rentas internas, serán pagadas al Gobierno
Militar, el cual, por cuenta de la República Dominicana, mantendrá en custodia
tales rentas y hará todo desembolso legal que sea necesario para la
administración del Gobierno Dominicano, y páralos propósitos de la Ocupación.
"Invoco a todos los ciudadanos dominicanos y a los
residentes y transeúntes en Santo Domingo, a cooperar con las Fuerzas de los
Estados Unidos en Ocupación (síc) , con el fin de que sus sugestiones sean
prontamente realizadas y que el pais sea restaurado al orden y a la,
tranquilidad doméstica y a la prosperidad que solamente se puede realizar bajo
tales condiciones.
"Las Fuerzas en Ocupación de los Estados Unidos bajo mi
mando actuarán según la Ley Militar que gobierna su conducta, con debido
respeto a los derechos personales y de propiedad, de los ciudadanos dominicanos
y residentes y transeúntes en Santo Domingo, Sosteniendo las leyes dominicanas,
siempre que éstas no conflicten (sic.) con los propósitos para los cuales se
emprenda la Ocupación.
"(El texto original de esta proclamación, en el idioma
inglés, regirá en toda cuestión de interpretación.)
"( F.) H. S. Knapp, Cáptala VJS. Navy, Commander Cruisser Forcé, U.S.
Atlantic Fleet.
"U.S.S.
Olympia ,
Flagship.
"Santo Domingo City , November 20th 1916"
¿A CUÁL BANDERA SALUDARÁ EL "9 DE JULIO"?
Los últimos párrafos de esta insolente proclama condensan la
magnitud de la tragedia del pueblo dominicano.
Allanada su soberanía como culminación de cruentas luchas
intestinas, por parte de una nación extraña a la que no asistía razón alguna
para entrometerse en sus asuntos —sin contar que no pocas de esas luchas habían
sido azuzadas por ciertas organismos de Estados Unidos—, debía soportar la
presencia permanente de una fuerza de ocupación naval militar que sólo se
retiraría ocho años más tarde.
Como era de esperar, la resistencia popular a esa injerencia
foránea fue reprimida con el rigor característico de los ejércitos de
ocupación, despertando la consiguiente reacción, no sólo en el resto de los
países hermanos de Iberoamérica, sino en los propios Estados Unidos. Las
ocupaciones de Nicaragua, Cuba y Haití ya habían motivado intermitentes olas de
protestas, denuncias y reclamaciones, que ocasionalmente se mechaban con las
peripecias de la Revolución Mexicana, en la que también injería la Diplomacia
del Garrote.
El capitán de la Fuente quizás tenía noticia de esas situaciones
conflictivas, o quizás las asumió cuando el "9 de Julio", una vez
cumplida su misión de escolta hasta el puerto de Veracruz, se separó del
crucero "Uruguay" y emprendió el regreso independientemente,
efectuando visitas de cortesía a algunos países del Caribe. Al parecer se le
plantearon dudas, que no estaba en situación de resolver por sí mismo, cuando
encaró tocar el puerto de Santo Domingo. Si no hubiera mediado la circunstancia
excepcional de tratarse de un país con su soberanía allanada, no habría
existido motivo alguno para que se sintiera con aprensiones sobre cómo debía
encarar el problema del protocolo. Descartado el que soslayara la visita a ese
puerto puesto que figuraba en el itinerario trazado por sus superiores, ¿cuál
era la bandera que debía enarbolar al tope del palo mayor junto con la
argentina, al arribar al puerto y disparar la consabida salva de 21 cañonazos?
¿La de la República Dominicana? Estaba sometida a otro país. ¿La de los Estados
Unidos? Argentina no había reconocido ni la ocupación ni el protectorado. ¿Qué
hacer?
El Diario de Navegación del "9 de Julio" no
consigna las dudas de su comandante, pero sí el texto del cable cifrado que
envió al embajador argentino en Estados Unidos, Tomás A. Le Bretón, desde
Puerto Príncipe:
"Haití: Enero 6 de 1920. El capitán de fragata
Francisco de la Fuente se dirige a V. E. señor embajador argentino en
Norteamérica, solicitando urgente, le comunique qué bandera deberá saludar en
Santo Domingo, vista la ocupación militar norteamericana."
En un cable lacónico, igualmente cifrado. Le Bretón le
notificará:
"Saludar Dominicana".
'Id y saludad al pabellón dominicano "
Existen dos versiones históricas acerca de cómo se resolvió
la duda del capitán De la Fuente. Una pertenece al biógrafo del presidente
Yrigoyen, Manuel Gálvez, y otra al gran historiador de la Reforma Universitaria
y posteriormente ministro de Educación, doctor Gabriel del Mazo. Ambas
contienen posiblemente errores y hasta inexactitudes de detalle. Gálvez. por
ejemplo, sostiene que el "9 de Julio" no hizo los saludos de práctica
al no divisar su comandante la bandera dominicana en el fuerte del puerto y
capital del país abstención que habría motivado que las autoridades
estadounidenses le reclamaran por su actitud: ante lo cual el capitán De la
Fuente, "minuciosamente instruido por el presidente Yrigoyen". Habría
respondido:
"Tengo orden del señor presidente de la República de
saludar a la bandera de Santo Domingo; pero como no es esa la que veo en el
Fuerte, debo abstenerme de todo saludo".
Agrega Gálvez que cuando en la ciudad se tuvieron noticias
de estas palabras, "unas mujeres preparan una gran bandera dominicana y la
levantan. Y entonces las veintiuna salvas de los cañones argentinos saludan
frente a la histórica Santo Domingo, a la desgraciada nación hermana".
Esta versión coloreada, emotiva y vibrante quedaría descartada con la simple
transcripción que hemos hecho de las líneas de consulta a Le Bretón que figuran en el Diario de Navegación del "9 de
Julio". Por lo menos no existió el dato de que el capitán de la Fuente
"fue minuciosamente instruido por el presidente Yrigoyen".
"DOS HORAS DE LIBERTAD DOMINICANA"
De acuerdo con el diario de Navegación del "9 de Julio", en lenguaje siempre
lacónico, "el 13 de enero de 1920
se dio fondo con el ancla de babor. Inmediatamente se saludó la Plaza". Se saludó, sí, con la bandera dominicana al Tope, "enarbolada
en su cangreja del palo mayor".
Hubo, pues, un saludo consciente, premeditado, altivo y explícito a la bandera y al pueblo dominicanos, realizado por una nave argentina que
lleva el simbólico nombre de la
fecha de su independencia nacional. Doble
honor, si cabe: el del respetado, y el del que respetaba.
Un testigo de aquel episodio, nos refirió que la población
capitalina no sabía de qué modo agasajar mejor a los marinos argentinos, en
cuanto desembarcaron.
No obstante su extremada pobreza, resultante de la terrible
guerra civil que había dado el pretexto para la intervención foránea, cada
familia quería albergar a algún marinero u oficial. Las mujeres y los niños se
les acercaban en las calles para darles la mano, abrazarlos, besarlos u
obsequiarles flores. Los hombres mayores los saludaban, sombrero en mano, los
jóvenes vivaban estentóreamente a la Argentina. La población, en suma, violando
las disposiciones sobre reuniones en público en vista de que regía el estado de
sitio, se lanzó a las calles olvidada de las prohibiciones, o quizás desafiándolas.
El puerto se convirtió en foco de una insurrección potencial.
Los improvisados oradores se sucedían unos a otros,
fustigando al ocupante anglosajón y demandando su desalojo del país. El doctor
Herrera Cabral, niño entonces, recordaba que de haber tenido, armas la
población, los cañonazos del "9 de Julio" habrían sido el detonante
de una insurrección general contra el invasor.
Ante la imprevisible agitación reinante y, sobre todo,
descolocadas por el gesto de la nave argentina, las autoridades de la
intervención pidieron urgentes instrucciones a Washington. Por la tarde de
aquel 13 de enero, la respuesta llegó de la Secretaría de Marina: se debía
responder al saludo, con los cañonazos de práctica. El presidente Woodrow
Wilson optaba por no complicar más aún la algarada. Al día siguiente. 14, el
Club Unión anunció una ceremonia de agasajo a la plana mayor del crucero
argentino. Desde horas antes, las estrechas calles que convergían hacia el
edificio se colmaron de pueblo. Los marinos se cansaron de estrechar manos, de
ser abrazados, estrujados, besados, o simplemente tocados.
La versión del profesor Del Mazo está más ajustada a los
hechos, si bien incurre en el error garrafal de la fecha del episodio,
ubicándolo "en enero de 1919", o sea un año antes. Lo demás, que
transcribiremos acto seguido, resulta más real:
"El comandante de la nave consultó al Ministerio de
Marina sobre las alternativas posibles: si tocaba o no Santo Domingo y si en
caso afirmativo saludaba a la bandera norteamericana al entrar al puerto. La
contestación fue inmediata y dictada por el presidente Yrigoyen. Decía:
"Id y saludad al pabellón dominicano'. Dentro del tajante laconismo del
despacho estaba el carácter de una nueva era argentina. Por una parte, no
eludir sino afrontarlas contingencias reales de los principios proclamados: ir;
por otra, afirmar de nuevo ante el mundo, con todas las responsabilidades, que
la soberanía de las naciones, aún las de las mas débiles, es de carácter
'inmutable' y que su condición es 'inmutable' cualesquiera sean los hechos que
pretendieran abatirlas: saludar su pabellón.
"El barco argentino, al entrar al puerto izó al tope la
bandera del país hollado, saludándola con una salva. Se corrió la voz en la
ciudad. Gentes fervorosas compusieron con trozos de tela una bandera dominicana
que izaron en el torreón de la fortaleza, y veintiún cañonazos de la nave
argentina tributaron el saludo de la independencia al pabellón nacional de
Santo Domingo y no a la bandera estadounidense, es decir, la del país extranjero
que flameaba en la casa de gobierno. La multitud se lanzó a las calles y una
gran manifestación se dirigió hasta la casa municipal, en medio de la perplejidad
de las autoridades norteamericanas de ocupación, que no se atrevieron, por si o
tal vez con consulta, a impedir el pronunciamiento. Uno de los oradores dijo:
'Loor al presidente argentino Yrigoyen que nos ha hecho vivir
siquiera dos horas de libertad dominicana."
Durante el agasajo en el club, un poeta que figura hoy entre
los más altos del país, Fabio Fiallo, leyó una composición a la que habla
puesto el nombre de la nave, que condensaba los sentimientos de la población. Nunca
le había ocurrido nada igual a los oficiales argentinos.
Tampoco nunca le tocó vivir esas escasas 48 horas de delirio
independentista a los desmoralizados dominicanos.
El barco zarpó a las 8 de la mañana del 16 de enero de 1920,
sin que sus autoridades tuviesen el menor contacto oficial con los jefes
interventores de Estados Unidos. No hubo cortesías ni atenciones mutuas.
Haberlas concertado, habría equivalido a negar el sentido de todo lo actuado.
El crucero hizo otras visitas en el Caribe y tocó rada de Buenos Aires el 21 de
febrero, después de cumplir un itinerario de 2 mil 650 millas . Aquel mismo día,
el capitán de la Fuente concluyó su desempeño como comandante del "9 de
Julio", pasando a desempeñarse en otras funciones de la Armada hasta su
retiro, el 7 de septiembre de 1928.
MENSAJE DE GRATITUD DOMINICANO
Se sabe que muchos años más tarde, el, dictador Rafael L.
Trujillo pretendió explotar el episodio en su favor, mediante el otorgamiento
de una condecoración mayor al capitán de la Fuente, y que éste declinó el homenaje.
Bastante antes el pueblo dominicano, de distintos modos,
hizo llegar al presidente Yrigoyen el testimonio de su agradecimiento.
Seleccionamos sólo uno de los mensajes, el del 15 de marzo de 1921, enviado
desde San Pedro de Macorís por el semisecreto Congreso de las Juntas
Patrióticas, "mensaje de gratitud dominicana" en el que se expresaba
la confianza de que "vuestro esfuerzo consume de apoyo a la causa de la
República, acelarará su éxito". No podían decir más que eso, entre líneas,
para que pudiese eludir la censura de la intervención.
La historia no terminó allí. Cuarenta y cinco años más
tarde, por gestión de la Liga Naval Dominicana, Argentina resolvió obsequiarle
el simbólico cañón del "9 de Julio", con el que se habían disparado
las salvas del 13 de enero de 1920. La fragata-escuela "Libertad" fue
la encargada de transportar el cañón. A ese efecto la nave arribó al puerto de
Santo Domingo el 24 de abril de 1965, precisamente el sábado en, que se
iniciaba en la isla la rebelión constitucionalista contra el títere estadounidense
Donald Reid Cabra1.
La ceremonia de entrega del cañón debió ser suspendida en
razón de que, entre otros motivos, fuerzas de ocupación de Estados Unidos,
despachadas con urgencia por el presidente Lyndon B. Johnson, estaban
repitiendo la invasión de 1916. El cañón debió ser entregado en alta mar a una
unidad de guerra dominicana, y sólo meses más tarde, en febrero de 1966 fue
emplazada en el lugar que hoy se encuentra, en la margen oriental del río Ozama,
en Santo Domingo. Era presidente de Argentina el doctor Arturo U. Illia, de la
Unión Cívica Radical, como Yrigoyen. El embajador que lo representaba en la ceremonia
del emplazamiento, pronunció un discurso alusivo, en el que entre cosas
expresó:
"Cuando el viejo continente se debatía en la angustia y
las zozobras del desastre posbélico, en la tierra de Colón resplandecía con
caracteres netos una doctrina de hermandad, de solidaridad y de esperanza,
ausente de egoísmos, de nacionalismos agresivos, de odios y revanchas
Y fue en su virtud, que la nave argentina arrimó su
estructura acorazada a estas playas e hizo retumbar los cielos con el estruendo
del cañón que hoy se entrega simbólicamente, pero que ya fuera entregado en
acto de pura y elevada confraternidad, a los herederos de quienes también
supieron, en su hora, comprender en todo su alcance americanista el gesto
argentino." El heredero aludido era don Gilberto Odalis Fiallo,
descendiente del poeta Fabio Fiallo en ese momento secretario general de la
Liga Naval Dominicano. El nombre de Hipólito Yrigoyen fue asignado en 1925, un
año después de que las tropas invasoras desocuparon la Dominicana, a una calle
de la capital. Una placa de texto tan lacónico como el mensaje de Le Bretón a
de la Fuente, recuerda que fue un presidente latinoamericano que hizo vivir a otro,
hermano infortunado del Caribe, "siquiera dos horas de libertad
dominicana".
Placa homenaje en conmemoración al Presidente Yrigoyen del gesto trascendente de su gesto histórico, que ordenó a la nave argentina "9 de julio": "Id a saludar al pabellón dominicano" |
Fuente: “A 60 años de un desafío del crucero "9 de
Julio": el saludo argentino a la Dominicana, país ocupado por Estados Unidos”
por Gregorio Selser en Diario El Día de La Plata, 20 de enero de 1980.
Gracias Mil Argentina, por ese gesto tan Noble de sus antepasados con nosotros los Dominicanos!
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