EL MOVIMIENTO FEMINISTA
CON LA DOCTORA RAWSON DE DELLEPIANE
— ¿Está la doctora?
La doméstica nos responde afirmativamente y nos guía hasta
el salón, donde nos recibe una de las secretarias de la «Asociación
Pro-Derechos de la Mujer»; digo una porque el Consejo Directivo de la misma cuenta
con tres.
Cambiamos algunas frases con la señorita secretaria, quien
en esos momentos daba los últimos toques al petitorio que dicha asociación
elevaría al Congreso, solicitando la pronta sanción de los proyectos de ley
sobre derechos civiles y políticos.
Tras cortos instantes, se presenta la doctora Elvira Rawson
de Dellepiane, sonriendo como siempre. Un apretón de manos y después de breves palabras
explicativas, comienza nuestro diálogo:
— ¿Cuáles son los
propósitos de la asociación que usted preside?
— Los he manifestado en diversas ocasiones: Derechos civiles,
políticos, y económicos; solicitar se dé cabida a la mujer en los cargos
públicos y especialmente en el Consejo Nacional y seccionales de Educación;
pedir la creación de tribunales especiales para causas de menores delincuentes
y abandonados, así come en las cárceles y correccionales de mujeres, debiendo
tener derecho de juzgar y de defender a unos y a otros; trabajar porque se dicten
leyes do protección al niño, leyes que permitan la investigación de la
paternidad y de la maternidad, es decir, la filiación natural amplia; pedir que
a igual trabajo sea concedido igual salario, pues hasta hoy la mujer trabaja tanto
o más que el hombre y gana menos. Para conseguir estas reformas se emplearán todos
los medios que la razón aconseje. El primer paso en ese sentido ya se ha dado.
El diputado nacional, doctor Rogelio Araya, vocal de la junta directiva de
nuestra asociación, ha presentado recientemente a la Cámara, el proyecto de
reformas al código civil, basado en uno que tuve el honor de presentar al Congreso
de las Universitarias, en 1910.
— ¿Ha encontrado
muchos partidarios el movimiento feminista iniciado entre nosotros?
- Los hombres dignos y de amplio criterio no vacilan, y cada
día sumamos adeptos y más adeptos. En cuanto a la mujer, se ha dado cuenta de
que se debaten cuestiones trascendentales para ella y que en la obra que realice
actualmente está su porvenir. Ha respondido al llamado y figura en crecido
número en las filas de las luchadoras.
— ¿No teme a la
oposición que ha de hacerle el elemento conservador, cuando se intensifique la
campaña?
— Ya he pensado en ese asunto, pero no me intimida. Habrá
disparidad de pareceres, porque hay disparidad de vida. ¿Por qué quiere usted
que piense lo mismo que nosotras la dama que vive en suntuosa morada, que
duerme en lecho espléndido, que tiene una comida apetitosa, que viste sedas y
que sus hijos sanos y bien trajeados gastan juguetes costosos, con cuyo valor
se podrían vestir a varios niños indigentes? Frente a ella tenemos el
espectáculo de una pobre mujer que habita en miserable cuarto sin ventanas,
respirando un aire viciado, que duerme con sus hijos en una promiscuidad que
aterra. Esta nos acompaña porque sufre y lucha, como también está con nosotras
la mujer intelectual que piensa y so afana por conquistar un puesto digno en la
vida. Entre el primer elemento contamos, no obstante, con algunas señoras
sensatas que simpatizan con nuestro movimiento. Claro está que la falange de
egoístas y de frívolas se ha retraído. Nuestros ideales no son extemporáneos,
nuestro movimiento es sano y bien equilibrado y todos nuestros propósitos están
en concordancia con el ambiente que se respira en el mundo entero.
—¿Cree usted que se
le otorgarán a la mujer los derechos que solicitan?
— Se me informa que, con respecto a la emancipación civil de
la mujer, hay en la Cámara de Diputados un ambiente favorable. El proyecto de
los derechos políticos también será tratado en el actual periodo legislativo.
Será preciso suponer que el hombre se coloca de intento la
mano sobre los ojos para no ver. ¿Acaso hay uno que se atreva a negarnos que la
mujer ha jugado un rol importantísimo en todas las épocas y en todas las
difíciles circunstancias porque han atravesado los pueblos? En la misma guerra europea,
la mujer, ¿no ha demostrado todo su valor, toda su capacidad para el dolor, para
el trabajo, para el sacrificio? ¿Quién nos desmiente también de que los hombres
gozan actualmente de acentuados privilegios? Es justo, pues, que llegue la
igualdad de derechos. Ya se ha repetido de que la mujer debe ser la compañera
del hombre y no la sierva, pero para que esto sea verdad hay que romper con el
pasado.
— Muchos pretenden
que en posesión de esos derechos, disminuirá el número de buenas madres y
esposas.
— Es un error; la que sepa ser madre de familia y mujer de
su casa, sabrá también cumplir con otros y difíciles deberes, en los momentos
que aquellos sagrados e ineludibles compromisos le dejen libre.
Seremos ante todo madres y esposas las que el destino nos depare
esa misión, porque tendremos en cuenta la influencia bienhechora que ejercemos
en el hogar, sobro todo cuando el hombre ama profundamente ese hogar.
¿Acaso es posible negar la influencia social? ¡Sería como negar
la luz del sol! ¿No fueron austeras y virtuosas madres las que formaron el
carácter de hombres eminentes como Washington, Goethe, Canning, Cromwell, Schiller,
Scott y otros muchos? ¿No es la mujer la que forma el carácter y dieta las
costumbres y maneras de un pueblo? Si la mujer es buena, ilustrada, moralmente
pura, más noble y más digna será la sociedad. Luego, elevar a la mujer es
elevar al hombre; ampliar su radio de acción es beneficiar al país que realice tal
propósito. Nosotras trabajaremos para que se dicten nuevas leyes, teniendo en cuenta
no sólo la balanza de la justicia, sino la del amor y del altruismo. Y así—terminó
diciendo la amable señora — al tejer coronas de amor, de acercamiento entre las
diversas clases sociales, podremos mejorar en algo esta vida de suyo triste y
penosa.
La Presidenta Dra. Dellepiane, con sus dos secretarias de Acta y la de Interior |
Fuente: “El Movimiento Feminista con la Doctora Rawson
Dellepiane” en Caras y Caretas del 2 de agosto de 1919.
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