Pepe Bianco obliga a mi padre a contar de nuevo toda su
actuación en la revolución de 1905, « ¡Qué linda época!», comenta. «Igual a la
de ahora», le digo.
Yo propongo otros temas, para que mi padre no tenga que
repetir algo que ya contó ante todos (y quede como un viejo repetidor) y,
principalmente, porque pienso que no disimulará su odio por los radicales, que
en cualquier momento se traslucirá, y que esto puede resultar desagradable a
Borges y a Pepe, ambos radicales.
En tres momentos se acerca esta incómoda posibilidad.
Primero, al preguntar Pepe quién era el jefe, cuando mi
padre fue al cuartel.
«El coronel, futuro general, José Félix Uriburu», dice mi
padre con una sonrisa de simpatía (Borges aborrece a Uriburu). Segundo, cuando
Pepe pregunta en qué libro puede leer referencias a esa época y mi padre
responde:
«Hombre, en las memorias de Ibarguren» (decididamente, se
creería que mi padre quiere ponerse de un lado horrible; no aclara —no tenía
por qué aclararlo— que él desaprueba totalmente la política de Ibarguren);
tampoco por aquí se llega a nada malo: una impresión, no más, inexacta y leve.
Por fin, cuando se refiere mi padre a la revolución de 1905,
«única que dirigió personalmente Hipólito Yrigoyen», y agrega:
«No se portó muy bien, según parece. Huyó por una azotea y
se rompió el pantalón».
Lamento que Borges vea así maltratado, por mi padre, a
Yrigoyen (superstición suya no muy arraigada, pero...).
Adolfo Bioy Domecq, padre del escritor Adolfo Bioy Casares, luego fue Ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura del Gral. José Félix Uriburu. |
Fuente: “18 de agosto de 1956” en “Borges” de Adolfo
Bioy Casares a cargo de Daniel Martino, Editorial Destino, 2006.
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