Estábamos ya en 1910, que no solamente era el año del
Centenario, sino también de elección presidencial. Yo era partidario de la candidatura
de Sáenz Peña; me había inscripto en el comité y había contribuido a los gastos
electorales aunque con una suma menor de la que pretendía sacarme el tesorero,
que era el Dr. Eduardo Peña. Recuerdo que Peña me dijo que habían resuelto
anotarme en la lista de los suscriptores de cinco mil pesos, que seria mostrada
a Sáenz Peña. Le dije que yo no estaba en condiciones de hacer ese desembolso y
que le enviaría lo que pudiera. Creo que fueron mil pesos. Después resulto que Sáenz
Pena nunca quiso ver la lista de suscripción, para conservar su libertad de
criterio y no sentirse presionado por el monto de las cuotas.
La candidatura Sáenz Peña era poco popular. Los radicales la
atacaban ferozmente. Recuerdo que Fernando Saguier me interpeló un día en casa
de José Luis, para saber por que yo era partidario de Sáenz Peña. Le conteste
que era saénzpeñista porque creía daría al país la libertad electoral. "Si
yo creyese tal cosa, también seria saénzpeñista", me dijo Fernando,
"pero no lo creo después de todo lo que he visto en política". Lo
aplace a reanudar la conversación cuando los hechos se produjeran. Sáenz Peña
nos dió su magnifica ley, pero yo tuve el buen gusto de no recordarle nunca a
Fernando su escepticismo.
Ahora esta de moda hablar mal de la Ley Sáenz Peña, haciéndola
responsable de la elección y reelección de Yrigoyen. Es como si se criticara a
una maquina fotográfica porque no saca favorecidas a las personas. La ley es
buena y exacta. No tiene la culpa si los modelos son feos y salen fotografías
horrorosas.
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El Dr. Roque Saenz Peña, Presidente de la Nacion Argentina. |
Fuente: “Memorias para mis hijos y nietos” de Ángel Gallardo
ex Canciller de la Republica Argentina (1922-1928), El Elefante Blanco, 2003.
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