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martes, 5 de diciembre de 2017

Revista Extra: Facundo Suárez se confiesa: "No soy un caníbal político... Sí, lo vi a Perón" (septiembre de 1967)

Estaba radiante; acababa de ganar un juicio de 1.000 millones de pesos defendiendo a la Cooperativa 1º de Mayo.

Tenía las palabras moderno, auténtico, realista, a flor de labios.

Pero nos interesaba que sus labios se abrieran para hablarnos de su entrevista de 4 horas con Perón en Madrid.

Que se animara. Que no hiciera como los frecuentes visitadores que niegan su presencia ante el nostálgico líder.

Facundo Suárez decidió entonces ANIMARSE y hablar para EXTRA.

Había estado mudo hasta ahora. Seguramente de aquí en más oiremos a Ricardo Balbín.

ESTE fue el dialogo textual registrado entre EXTRA y Facundo Suárez:

—Ud. nació en Mendoza, tierra política.

Facundo Suárez: Sí. El 5 de noviembre de 1923. Soy generacional como usted ve. Mi padrino fue Carlos Washington Lencinas, un caudillo generacional, odiado como pocos y desacreditado como casi todos, pero amado con pasión. Hasta hoy se prenden velas en su tumba. Soy casado con Lucia Lastra; tengo tres hijos. Claudia (15), Facundo (13) y Lucio (11). Me llamaron Facundo por ser descendiente directo de Facundo Quiroga por parte de mi madre, una de las pocas bisnietas sobrevivientes del célebre riojano.

—Ud. es hermano de Leopoldo Suárez, ex ministro de Defensa del gobierno de Illia. ¿Siempre coincidió con él en el gusto y en las actitudes políticas?

F.S.: Básicamente si. Los dos somos radicales. Antes de tener la libreta de enrolamiento ya actuábamos en el partido. Pero evidentemente el radicalismo no es un cartabón de igualdad ideológica. Y en las actitudes políticas es público y notorio que tenemos posiciones diferenciadas. Esencialmente en el concepto de la lucha por el poder y cómo permanecer en el mismo. (Facundo cree en el acuerdo con el peronismo mientras Leopoldo conversa con los conservadores.)

—Antes de preguntarle si lo vio o no a Perón y qué le dijo, ¿qué antecedentes tiene usted como para poder hoy levantar una bandera de entendimiento nacional, léase, conectarse con el peronismo?

F.S.: No es un problema personal. Es generacional. Mi generación entiende que en el proceso de reestructuración política del país no se puede prescindir de nadie. Los que creemos que la Argentina tiene que ser un cielo industrial, los que vimos a la Argentina desmembrada, perdiendo provincias y fuerza por estar idiotamente divididos, no podemos seguir en ese tren que no tiene estación de destino. Para tener un país agresivo tenemos que tener un país unido. No un país discutido. Mientras el Papa va a Antioquia después de 9 siglos de división de la Iglesia, ¿por qué yo no puedo hablar con Perón? Nosotros seguimos aquí detenidos en el pasado, revisando barcos soviéticos en el puerto, a la misma hora que Franco negocia con Rusia y Brasil, inaugura centrales hidroeléctricas hechas por Checoslovaquia. Mi generación quiere salir de la pavada...

—Perfecto; pero Ud. no me contesta lo que le pregunto. No se evada...

F.S.: No me evado. Enfrentamos al peronismo durante mi vida universitaria, por la ruptura de un diálogo del que no fuimos protagonistas. Pero sin embargo, en el Parlamento, los radicales votamos las leyes básicas que propuso el peronismo. Había incomunicación personal, pero no estábamos lejos ideológicamente del peronismo. Personalmente fui elegido decano de la Facultad de ciencias Políticas de la Universidad de Cuyo, en noviembre de 1955, con la aquiescencia de profesores y graduados que militaban en el peronismo.

Fui siempre antigolpista; en la época de Frondizi grité que "El golpe iba contra todos"; en 1962 frondicistas pretenden llevarme como candidato a gobernador de Mendoza, pero mi partido "ve mal" esta posibilidad y me anula; en 1963, los conservadores de Mendoza, me ganan por doce mil votos la elección ; hay colegio electoral. Los peronistas proponen votarme. Me niego; hay que aceptar la democracia. En YPF, como presidente, me toca un directorio con Adrogué, Albrieu, ministros de la Libertadora y de Perón, el socialista Teodoro Bronzini, hijo; cuatro radicales, ocho no radicales. No tengo un sólo problema. El secreto es que podemos convivir. Y, como no soy modesto, admito que mucho se debió a mi particular modalidad. Me sentí tan cómodo como viviendo con la gente del SUPE (Sindicatos Unidos Petroleros del Estado), y estuve dos años y medio sin una huelga en YPF.

—¿Este curriculum hizo factible que Perón lo recibiera?

F.S.: Yo no pedí audiencia. Perón me invitó por intermedio del Dr. Jerónimo Remorino, su ex canciller, a abrir un diálogo, sin otro compromiso, que el de ver cómo podíamos ser útiles al país. Un año atrás, siendo yo funcionario, por intermedio de un amigo dirigente peronista, Michellini, estuve a punto de entrevistarme con Perón en juego limpio. Pero hubo "resistencias" en el partido y entonces opté por no forzar el proceso.

—De hecho que usted admite que lo vio a Perón.

F.S.: Por supuesto. Si, lo vi a Perón. Creo que la política vergonzante, los diálogos a nivel de sótano, significan atraso de mentalidad. Un político moderno no debe temer de hablar con el que fuera. Yo hablé con Arturo Frondizi siendo presidente de YPF; me parecía absurdo que por representar dos políticas distintas, no podíamos tener diálogo. Que por encontradas que fueran las posiciones, siempre algo se aprende. No hablar, es canibalismo. Nunca negué el hecho. Porque insisto, no soy un CANIBAL POLITICO. Tengo ideas firmes y el diálogo las refirma. Si uno es inteligente, y está equivocado, y se lo muestran, cambia. Muchos argentinos, a nivel político, son momias por no haber cambiado jamás.

— ¿De qué habló con Perón? ¿Qué le ofreció? El a usted y usted a él.

F.S.: Fue protocolar al comienzo. Perón tiene esquemas muy claros. Me habló "organizadamente".

NO HICIMOS NINGUN PACTO. Hablamos de la posibilidad de vivir en común; Perón no la rechazó. No parecía tener agravios. Me dijo una frase muy redonda: "Mire Suárez: esto es igual que cuando un carro se queda empantanado y sólo cuatro tiran para sacarlo mientras los demás miran. La Argentina es igual. Tenemos que volver al sistema representativo y ser eficientes".

— ¿No le hizo realmente ninguna referencia a los agravios que él y su movimiento pueden haber recibido de su partido?

F.S.: Hablamos del futuro. Hacia adelante. Si nos envolvíamos en los recuerdos de los mutuos agravios, volvíamos a ser caníbales. Se hizo pequeño recuento de los hechos de ayer que dividieron a los dos movimientos; por ejemplo: Perón recordó los puntos de contacto y los ofrecimientos a Sabattini para una salida integral en 1946 y la respuesta negativa que llevó a estos 22 años de discordia nacional. Perón evocó la lealtades y deslealtades en el campo militar: "Fíjese Suárez, —me agregó— que los militares que sufrieron cárcel por revolucionarios son los que tienen menos rencor y en cambio muchos de mis más queridos representantes, los que más me proclamaron su adhesión personal, hoy son 'gorilas'. Los conversos fueron siempre peligrosos, Suárez...".

— ¿Es verdad que le habló mal de Balbín?

F.S.: No. Pero admitió que había que tener gran actitud de renunciamiento. "Si yo olvido los fusilamientos —me dijo Perón— alguien tiene que olvidar que estuvo preso...".

—Eso es directo para Balbín... Ese alguien es Balbín.

F.S.: ¡Por favor...! Le repito que no hizo nombres. Delante mío, no hubiera podido hablar mal de Balbín, porque yo no lo habría admitido. Perón, por otra parte, tiene modales y no está donde está por casualidad...

—De Onganía le habló?

F.S.: Sí. Me dijo que tenía prestigio militar, pero que en los próximos meses lo perdería por no tener ideas claras de gobierno. Que además se rodeaba mal en materia de conducción; había vuelto a llamar a todos los que fracasaron en gobiernos anteriores. No se puede triunfar ""con perdedores". "Al menos los radicales —me marcó— no usaron a este elenco estable de la frustración. Restituir la disciplina militar es una cosa. Eso lo hizo Onganía. Gobernar es otra cosa. Pero si fracasa las fuerzas armadas volverán a deliberar. El error es atacar a las FFAA... Es injusto. Habrá que medir bien el ataque, cuando llegue la hora del derrumbe". Le repito que estos juicios son de Perón ...

—¿De Matera qué le dijo?

F.S.: Ningún tipo de apreciación lesivo. Comentó si, los Informes que rendía Matera sobre la situación política del país...

— ¿Y de Frondizi?

F.S.: Lo explicó así: "Frondizi tuvo una gran oportunidad y la desaprovechó... Fue el Sabattini de 1958...

—¿De Vandor, Framini, Alonso?

F.S.: No... habló sí, de abrir un proceso generacional de cambio en las estructuras gremiales. Pero me indicó que los caudillos actuales también están de acuerdo en eso... En dar paso a otros.

—¿Y de Illia qué dijo?

F.S.: Los dos años de gobierno de Illia los consideró como un trato leal. Tan limpio que los peronistas ganaron las elecciones. Me aseguró que no le era difícil; en consecuencia, el diálogo... con las discrepancias lógicas del aspecto conductivo. Pero, escúcheme, los nombres propios fueron muy circunstanciales... No Insistamos...

—¿En qué pacto quedaron?

F.S.: En ningún pacto; en lo que sí quedamos fue en que los dos movimientos trabajaran en común para llegar a un GOBIERNO REPRESENTATIVO.

—¿Perón quiere elecciones?

F.S.: Por supuesto... Yo no tenía representatividad de los órganos del partido para pactar nada. Me limitaba a transmitir la posibilidad de trabajar juntos. Los organismos del partido tienen que decidir...

— ¿Aprobaron su gestión Balbín, Illia, etc... ?

F.S.: Yo trasmití al Dr. Illia y al partido estas impresiones. Son analizadas por el radicalismo... La apertura del C. Nacional, si bien no tiene como destinatario único al peronismo, creo que ya es un buen indicio...

—¿Pero usted cree que hombres de su partido muy antiperonistas y muy gorilas aceptarán convivir?

F.S.: No se trata de convivir con el peronismo, sino con el país. Quien no lo haga está de más en el radicalismo...

—¿Tiene idea que su lucha será muy larga y que puede quedarse muy solo?

F.S.: Estoy muy adulto. Sé lo que hago. Además navego en la corriente misma del país... Es un lenguaje que lo habla la Iglesia en el mundo. Como se ve, muy solo no estoy.

—Honestamente, ¿qué le parece Perón? ¿Está gagá?

F.S.: Una imagen totalmente distinta a la que los años en que lo enfrenté me hicieron crear. Uno idealiza a la mujer que ama y regala virtudes. Le achaca todos los defectos al ser que odia o resiste. Me impresionó el orden de su exposición en un hombre de 70 años. Claro, lúcido, tajante, preciso. Va al tema. Tiene una diferencia fundamental con los políticos que uno trata: nunca habla en primera persona.

—¿Él también se prestaría a un gran renunciamiento?

F.S.: Los renunciamientos de los hombres claves son muy difíciles: escapan a la propia voluntad. En política no se puede pedir renunciamiento sin darlo...

— ¿Quiere volver al país?

F.S.: Una pregunta que no le formulé porque me parece antinatural.

— ¿Cuál sería el renunciamiento que Perón debiera darle al país a su juicio?

F.S.: Creo que necesitamos una tregua política como en Colombia. No renunciar sólo a líderes, sino a algunos conceptos que enfrentan. Renunciar no es abjurar. Yo no
me avergüenzo de haber participado en la Revolución Libertadora y se lo dije a Perón. No me saco el titulo de haber contribuido a la caída de él. Pero no me voy a perder en las anécdotas y rencores de esa Revolución...

—En qué pueden coincidir radicales y peronistas para hacer el país de 1980...?

F.S.: Política económica independiente, a nivel de desarrollo; concreción de todas las obras estructurales, demoradas desde 1880 Industrialización total sin costos políticos y con expansión tanto interna como externa; política internacional retomadora de la corriente histórica del liderazgo perdida por el país por su complejo de inferioridad, Juego limpio en la representatividad política; planificación integral de la Argentina para que nuestro acero, nuestro comercio exterior, y nuestros niveles de consumo interno, nos hagan convivir en un mayor grado de eficiencia técnica, cultural y económica con el mundo que crece mientras nosotros retrocedemos. En eso no hay diferencias con el peronismo, le puedo asegurar después de cuatro horas de conversación abierta con Perón. Los dos partidos queremos la Argentina con destino de Potencia y sin sumisiones extrañas y no soñando, como sueñan nuestros repetidos economistas, con la inversión extranjera como única posibilidad de rescate.

— ¿Cuándo quedó en volverlo a ver a Perón?

F.S.: Las puertas quedaron abiertas. Ahí terminó mi cometido. Ahora es el partido... Yo informé...

—Perdón, por último: hay algunos correligionarios suyos, bastante vitales, que afirman que Perón los va a traicionar...

F.S.: Esta es la primera vez que hablo con un periodista después de mi visita a Perón; yo no busco adeptos. Creo que si el peronismo no cumple con este proceso de apertura se traiciona a sí mismo... Los críticos de esta posición se reúnen con dirigentes conservadores —lo que me parece bien— olvidando que muchos de estos conservadores practicaron el "golpe" contra el Dr. Illia. Pero si se olvidan los agravios con esas fuerzas, ¿por qué insistir en el rencor con los peronistas?

—Haga nombres.

F.S.: Quiero paz, no guerra.. Usted los conoce...













Fuente: Facundo Suárez se confiesa: "No soy un caníbal político... Sí, lo vi a Perón" en Revista Extra, septiembre de 1967. Digitalizado por Mágicas Ruinas.

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