Entre los derechos fundamentales de los hombres se encuentra
la presunción de inocencia. La Declaración Universal, proclamada hace medio
siglo, incluyó este derecho en el artículo 11, señalando que "toda persona
acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad". Este derecho humano es aniquilado a diario en la
Argentina por funcionarios, periodistas, políticos, sindicalistas y personas
dedicadas a las actividades más diversas.
La acusación, ya sea que se haga ante la Justicia o
simplemente en un medio de prensa, que se formule con responsabilidad o sin
ella, con ponderación o con escándalo, se ha transformado para muchos en
sinónimo de condena firme e inapelable. El juicio público conforme a la ley,
con las garantías de defensa, carece de vigencia efectiva si el acusado es
condenado de antemano y en forma irreversible por una opinión pública de cuya
presión no todos los jueces son capaces de evadirse. Cuando la acusación se identifica
con la condena, la pérdida de la honra y de la honorabilidad es definitiva y no
hay para el acusado absolución tardía que pueda reintegrárselas.
POR ALGO HA DE SER
La Argentina tiene una penosa tradición de no respetar la
presunción de inocencia. En los largos períodos de autoritarismo de su
historia, ningún perseguido era inocente. Aunque no hubiera contra él acusación
ante la Justicia, lo que le hubiera permitido, al menos, defenderse de las
imputaciones, siempre hubo agentes o servicios de informaciones que se
encargaban de difundir las supuestas culpas de los disidentes. En décadas
despóticas recientes, cuando se ponía a alguien a disposición del Poder
Ejecutivo siempre era a causa de una falsa peligrosidad que se le atribuía.
Nunca deberíamos olvidar que aquel oprobio de "por algo ha de ser",
que estaba en boca de tantos, sirvió para cubrir sin protesta ni reacción los
peores y más aberrantes crímenes.
La Argentina, después de muchos sacrificios y luchas,
recuperó la democracia y su sistema constitucional el 10 de diciembre de 1983.
Hubo un cambio notable desde entonces en materia de derechos humanos y de
libertades fundamentales. Pero siempre debemos estar vigilantes para que se
respeten todos, absolutamente todos, los derechos humanos. No podemos aceptar
que unos se resguarden y otros se vulneren. Los derechos humanos son
indivisibles.
EL FIN Y LOS MEDIOS
El desconocimiento de la presunción de inocencia está tan
fuertemente arraigado en amplios sectores de nuestra sociedad, que hasta el
simple recuerdo de su existencia suele generar rechazo y su reivindicación
puede colocar en un clima de sospecha a quien la haga, porque quienes violan
este derecho olvidan que el fin no justifica los medios.
En la Argentina, violar el derecho humano de la presunción
de inocencia significa también transgredir la Constitución Nacional, que en su
artículo 75, inciso 22, ha
incorporado los siguientes instrumentos que lo consagran:
- Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (artículo 26).
- Declaración
Universal de Derechos Humanos (artículo 11).
- Convención
Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8, inciso 2).
- Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14, inciso 2).
La lucha por los derechos humanos nunca ha sido fácil y exige
que quienes creen en ella hagan todos los esfuerzos necesarios para velar por
el reconocimiento y la vigencia plena de la presunción de inocencia de los
acusados mientras no se pruebe la culpabilidad en juicio público con garantías
de defensa.
Fuente: “La presunción de inocencia” por Hipólito Solari Yrigoyen ex
senador de la Nación por Chubut (UCR), preside Nuevos Derechos del Hombre,
organización no gubernamental con estado consultivo ante las Naciones Unidas. Publicado
en el Diario La Nación en la edición del 15 de junio de 1998.
La página es interesante, pero le han puesto un Script para no copiar partes del texto, lo que dificulta algunas cosas e impide poder difundir ideas, principios y doctrina, una verdadera lástima, ya que no es Solari Yrigoyen el que lo niega, y lo que se difunde es de él, no propio del autor de la página
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