Buenos Aires, 27 de
marzo de 1962
Señor Presidente:
S. E. ha requerido mi intervención en la crisis política que
el país atraviesa, estimando, sin duda, que las circunstancias asumen gravedad
inusitada.
Al aceptar el desempeño de esa tarea, no se me ocultaban sus
dificultades y si obstante ellas, me decidí a actuar, lo que en la convicción
de que nadie tiene derecho a eludir deberes de esta naturaleza y en la
confianza de que en momentos difíciles como estos, la reservas morales de la Nación
saben encontrar aun con los sacrificios, la salvación buscada.
Desde el primer momento pude verificar que la situación a la que el país ha llegado en el plano político
es realmente extrema, y no cumpliría con mi deber si en este momento no
presentara a Ud. los hechos en términos absolutamente claros.
Esta efectivamente en peligro la continuidad institucional.
Las consultas que he verificado han mostrado, con un acuerdo poco común entre
nosotros en el plano político, un juicio decididamente adverso a la permanencia
de S.E. en el poder. Una actitud igualmente coincidente y firme he podido
verificar en las Fuerzas Armadas.
Cúmpleme destacar que, al mismo tiempo, todo los sectores
muestran la mas firme adhesión a las instituciones republicanas y empeño
decidido por salvar la continuidad constitucional, tan directamente vinculada
con el prestigio del país.
Los intereses supremos de la Republica entran directamente a
gravitar sobre las decisiones que debemos tomar en estos momentos. Y no resultaría
cierto ni posible suponer que la continuidad constitucional solamente se salva
con el mantenimiento del poder por parte de S.E. Antes al contrario, me es
forzoso manifestarle que esta en manos suyas, y solamente en ellas, la salvación
institucional, pero exclusivamente sobre la base de su voluntario alejamiento.
Una negativa y hasta una vacilación de su parte, puede precipitar al país por vías
inciertas.
Estoy seguro de que el señor presidente no incurrirá en la
equivocada debilidad de identificar la salvación del orden jurídico con la
permanencia de su persona al frente de él. La Constitución esta por encima de
todos y, por fortuna, el orden republicano que ella instituye, objetivo e
impersonal, si bien depende el conjunto y a el nos debemos no pertenece a
ciudadano alguno en particular como ocurre en las dictaduras.
En nombre de ese orden, la Nación pide a Ud. un noble
renunciamiento. Lo pide y lo espera de su reconocido patriotismo.
Dejo así cumplido la tarea que asumiera hace unos días, y
ruego al excelentísimo señor Presidente de la Nación, quiera recibir mis
manifestaciones como el cumplimiento de un penoso deber de mi parte que en nada
altera el respeto y la alta consideración que guardo para su persona.
Que Dios lo inspire para el bien de la Patria.
Firma: Pedro Eugenio Aramburu
Luego de entregar la carta a Frondizi se preguntó a
Aramburu:
-¿Qué puede suceder ahora?
-Esto escapa a mí, contestó Aramburu.
Fuente: Nota del Gral. Pedro Eugenio Aramburu al Sr.
Presidente de la Nación Dr. Arturo Frondizi, 27 de marzo de 1962.
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