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domingo, 4 de junio de 2017

Osvaldo Alvarez Guerrero: "Angel Gallardo, un caballero inactual" (15 de diciembre de 2003)

“Aprovechando la Semana Santa de 1918 -cuenta Angel Gallardo, por entonces presidente del Consejo Nacional de Educación-, resolví visitar las escuelas de Neuquén y Río Negro, pues me interesaba mucho conocer el estado de la enseñanza en los territorios y particularmente en las regiones limítrofes con Chile". (*) El 10 de abril de aquel año el alto funcionario de la Nación, que venía acompañado por sus hijos Guillermo y Beatriz, apenas adolescentes, y por el inspector general de Territorios Nacionales y el ingeniero Emilio Frey, pernoctó en Mencué "donde -recuerda- hay un hotel miserable con cuartos pequeñísimos y desmantelados, pero donde se puede dormir y comer". Al día siguiente, en un automóvil que se descompuso poco después, y por aquellas desérticas huellas que, sin embargo, no son hoy mejores, salió la comitiva muy temprano "con un frío intenso. Y cerca del mediodía visitamos la escuela Nº 28 de Comallo, cuyos alumnos son todos indiecitos e indiecitas" dice Gallardo. "Invité al maestro a comer con nosotros en el boliche de Bodriñana. El Sr. Garro, modesto director, tuvo, pues, el gusto de comer en compañía de sus dos jefes, el presidente del Consejo y el inspector general de Territorios. En el museo de la escuela encontré un escudo de coraza de un gliptodonte, lo que demuestra que por allí debe encontrarse la formación pampeana".

Ya en Bariloche, visitó la única escuela pública; creó una nueva en la península de San Pedro y proyectó otra, junto al ciprés del perito Moreno, que llevó el nombre del ilustre explorador y fundador de los Parques Nacionales. Asistió a un acto en la escuelita particular alemana. Gallardo escribió:

"El retrato del Káiser estaba en el aula, acompañando los de San Martín y Belgrano. Los niños cantaron el Himno Nacional acompañados al violín por el director, que así demostraba que cumplía con el deber de dar enseñanza nacionalista argentina".

Ángel Gallardo (1867-1934) es recordado en Bariloche con una calle y con el nombre del Colegio Nacional secundario más antiguo de la ciudad. Y lo recordé hace unos días, al encontrarme casualmente con mis antiguos alumnos, a quienes en ese gran colegio enseñé durante varios años Filosofía, en el intento de filtrar alguna luz de reflexión en los malos tiempos de opacidad y penumbra. Gallardo, deben saberlo los chicos que hoy allí se educan, estuvo varias veces en la Región de los Lagos, atraído por su imponente naturaleza y quería entrañablemente a las gentes patagónicas. Se lo conoció como naturalista, biólogo, académico e investigador. Tuvo en su tiempo fama internacional por su teoría de la interpretación de las leyes que gobiernan la división cariocinética de las células. Esa teoría está hoy superada y casi olvidada, tanto como su gestión de presidente del Consejo Nacional de Educación durante el primer gobierno de Yrigoyen. Fue luego embajador en Italia, designado por el mismo Yrigoyen, y ministro de Relaciones Exteriores en la presidencia de Marcelo T. de Alvear. Finalmente fue rector de la Universidad de Buenos Aires en 1932, elegido por los tres claustros, estudiantes, profesores y graduados por unanimidad, a pesar de que Gallardo consideraba que la Reforma Universitaria había sido una "malhadada experiencia".

Su vocación política fue tan profunda como la científica, y en ambos casos asombrosamente proficua y exitosa. Eso es algo poco frecuente. Había sido combatiente en la Revolución de 1890, pero no era ni radical ni yrigoyenista. Yrigoyen, según cuenta el propio Gallardo, le explicó que precisamente por eso, y por sus condiciones morales e intelectuales independientes de todo partidismo, debía conducir la enseñanza pública como un imperativo ético y patriótico. Gallardo fue un excelente funcionario. Durante su gestión se crearon en tres años más de 1.300 escuelas en todo e país, al que recorrió en los parajes más alejados. Fue la suya una política educativa formadora de conciencia nacional, con una importante expansión de la educación popular e igualitaria.

Católico, defendió el laicismo y la gratuidad. Como canciller, tramitó el largo conflicto con la Santa Sede, por la cuestión de la designación del arzobispo de Buenos Aires, en el que se llegó a declarar persona no grata al nuncio apostólico, por el rechazo del Papado al progresista monseñor De Andrea, quien había sido nombrado en ese cargo por el presidente Alvear.

Gallardo tuvo por Yrigoyen gran respeto, con reservas discretas, durante su primera presidencia. El caudillo radical nunca dejó de considerarlo con noble afecto y admiración, apoyándolo y defendiéndolo ante sus correligionarios, que consideraban que Gallardo era un conservador. Sin embargo, éste fue crítico del último Yrigoyen. Y alguna vez injusto. Siendo embajador en Italia conoció a Mussolini, recién llegado al gobierno. Gallardo desconfiaba de aquella seductora personalidad. Sin embargo su sentimiento respecto del dictador fascista fue ingenua y errónea: en 1927, en una entrevista personal, Mussolini le dijo, en un gesto de histrionismo tan propio del Duce, que había cometido algunos errores al principio de su carrera política. Gallardo comentó al respecto:

"Esta manifestación de modestia me llenó de asombro, demostrándome que Mussolini está lejos de creerse infalible, como los gobernantes megalómanos, estilo Yrigoyen".

Gallardo pertenecía a la clase alta porteña. Era un hombre de mundo, viajero curioso y fino observador del viejo continente. De sus memorias se desprende esa distinguida condición social, que no oculta. Buena parte del texto es la descripción de su agenda de recepciones sociales y diplomáticas. Relata los encuentros con las familias patricias y los estancieros que "llevaban la vaca atada a París", a veces con una discreta ironía; describe banquetes, condecoraciones, hoteles elegantes en los que paraba, actos académicos en casi todas las universidades del viejo mundo, museos y monumentos históricos, teatro lírico y actos de protocolo con la aristocracia europea y las élites académicas en cursos y conferencias, con detalle a menudo exasperante de horarios, sitios y asistentes. Amigo personal de Alvear, opuesto a las tendencias izquierdizantes que le adjudicaba a Yrigoyen, adhirió al antipersonalismo; fue un decidido anticomunista, pero defensor implacable de las libertades de expresión y del sufragio universal y secreto. Cumplió fielmente, con empeño y con desinterés personal, las políticas que le marcaron los gobiernos radicales. Rechazó explícitamente, en una declaración histórica, la doctrina Monroe que Estados Unidos pretendía utilizar para justificar sus intervenciones en la política interna de Latinoamérica. Era un hombre de acendrado nacionalismo, que armonizaba con un cierto aristocratismo cosmopolita y una vasta cultura humanista.

Esa rigurosa personalidad expresaba los atributos de una clase social, una élite política e intelectual hoy desaparecida o degradada. El amor a la ciencia y las artes, la convicción cívica y el deber sinceramente patriótico, el apego a la ley y la Constitución y el respeto a la voluntad soberana del ciudadano, son rasgos memorables de su pensamiento y de su conducta que merecen rescatarse en la descuidada memoria pluralista que bien le haría a la República.











Fuente:  "Angel Gallardo, un  caballero inactual" por el Dr. Osvaldo Alvarez Guerrero en el Diario Rio Negro del 15 de diciembre de 2003.

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