“Susana era hija de
una familia de ideas católicas. Recorrimos juntos (éramos muy jóvenes cuando
nos fuimos a vivir en común) un camino de izquierda heterodoxa, que la llevó,
por ejemplo, a escribir una serie de artículos sobre los fusilamientos de obreros
durante el gobierno de Yrigoyen en el propio órgano que publicábamos en nombre
del radicalismo (Política). Redescubrió así un hecho que había desaparecido de
la memoria pública, y que luego retomó Bayer en sus libros (aunque no cita el
antecedente y tampoco que la mayoría de las fotografías usadas por él se las
presté yo, y habían sido tomadas por mi padre)”
Ismael Viñas “Una historia de Contorno” en Contorno Edición Fascimilar, Biblioteca Nacional, 2013.
Ismael Viñas “Una historia de Contorno” en Contorno Edición Fascimilar, Biblioteca Nacional, 2013.
EL PUNTO DE PARTIDA
Este es el relato de una parte olvidada de la historia
argentina: en la primavera de 1921 centenares de peones y obreros fueron
torturados y asesinados en el Territorio de Santa Cruz. La historia se puede
reducir a cifras —valor de la lana y la carne de oveja, de los sueldos y el
pan— y a hechos —nombramientos o destituciones de gobernadores, encuentros
armados, fusilamientos...
Pero hechos y cifras no son más que la imagen seca de la
historia: la historia está hecha y vivida por hombres. Mil muertes son mil
veces una, mil agonías intransferibles, mil vidas diferentes, únicas. Lo que
vamos a conocer en este relato son las luchas, las esperanzas y la muerte de
centenares de hombres unidos por una condición y un destino común, que los enlaza
entre ellos, que los trasciende y que llega a nosotros, modificando nuestras
vidas. Los protagonistas anónimos de esta historia son los peones que con 18°
bajo cero arrean las majadas de un potrero a otro, los esquiladores que
terminan jornadas de 16 horas con los brazos agarrotados, los obreros que
trabajan en las cámaras frigoríficas 12 horas por día, 27 días por mes.
Mientras ellos pasaban la noche apilados sobre cueros de capón, sin estufa ni
agua para lavarse, los universitarios de Buenos Aires discutían el surrealismo.
En esos años del 20, las vigas de acero que sostienen el Teatro Cervantes, y
los aparatos que utiliza Bernardo Houssay para sus investigaciones sobre la
hipófisis, se compran con las libras esterlinas producidas por la lana y el cordero
congelado: la cultura y el progreso del país están apoyados sobre el
agotamiento y las privaciones de miles de hombres.
En 1921 centenares de esos hombres se levantaron para pedir
condiciones de vida humanas: perdieron una huelga y dejaron la vida en el
intento. Pero su lucha fue un eslabón de la larga cadena que arranca en las
rebeliones de los esclavos, que se extiende a través de los siglos empapada en
la sangre de los siervos del feudalismo oriental y occidental, que entra en el
mundo moderno soldada con los huesos de los tejedores masacrados en Inglaterra.
Una cadena que se extinguirá sólo con la construcción de un nuevo mundo hecho a
la medida del hombre, donde la vida (el saber, la comodidad, el arte) no se
nutra del hambre, el frío, la miseria: de la muerte. Mientras tanto nosotros
somos, objetivamente, cómplices de la historia. Por el hecho de ser parte de
esta sociedad, somos también responsables por la existencia de la ignorancia,
el dolor, la pobreza, la soledad de todos los que —hoy como entonces— producen
los bienes materiales sobre los que se desarrolla la vida de la humanidad.
Más: este relato está escrito con los datos, las noticias y
las estadísticas que da la sociedad: sus fuentes son los expedientes
judiciales, las presentaciones de las sociedades empresarias, los grandes
diarios. También, en mucho menor medida, los panfletos que escribieron los
peones, algunos informes de las organizaciones anarquistas y sindicalistas.
Todos los hechos narrados son rigurosamente ciertos, en la medida en que pueden
ser verificados y controlados a 50 años de distancia. Pero, ¿cómo evitar la
trampa que transforma este acto de conocer la historia, en otro acto más de
complicidad con la historia? Aún a partir de los datos que ofrece la sociedad
es posible ponerse "del otro lado": es posible vivir la historia como
la vivían esos centenares de hombres, sumergidos en el cansancio, sin dinero ni
familia, sin porvenir, condenados a embrutecerse en el trabajo día tras día,
año tras año. Dándose cuenta de repente de que hasta el trabajo les era negado,
y que una inmensa maquinaria —que los había exprimido siempre— estaba dispuesta
ahora a aplastarlos: los patrones no pagaban los sueldos, la policía los
desalojaba y luego los apresaba y apaleaba por "vagancia", los comercios
les negaban el aprovisionamiento. La sociedad humana que conocían los rechazó.
Y cuando clamaron por una sociedad más justa, que les diera lugar para vivir,
el Ejército los masacró como alimañas dañinas.
Existe la objetividad de los perseguidos y la objetividad de
los verdugos: también para la muerte de Cristo hay la objetividad de Pilatos y
de Caifás, la objetividad de Judas, y la de los soldados romanos. El lector es
libre para elegir su propia perspectiva en esta historia, mucho más cercana a nosotros:
ocurrió en la Patagonia argentina, hace cincuenta años.
LA PATAGONIA EN EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO
Tierra arrebatada al indio en las campañas del desierto, el
Ejército la incorporó al Estado entre 1850 y 1880, y luego se procedió al
reparto. La historia de la propiedad tiene dos signos en el Sur argentino: la
sangre y la libra esterlina. Las expediciones militares y comerciales —un
permanente flujo de barcos que venían a recoger "frutos del país"—
acabaron con el guanaco y diezmaron los lobos y focas que eran el alimento
natural de los indios; la Patagonia empezó a poblarse de ovejas, cuya cría era
necesaria para proveer a la industria textil inglesa; pero los indios no fueron
incorporados a la vida civilizada, y empezaron a carnear ovejas para comer y
vestirse, causando perjuicios a los ganaderos. Inmediatamente comenzó su
eliminación por todos los medios: cazados a tiros, intoxicados con alcohol
puro, envenenados directamente con estricnina introducida en carne de ballena
que era dejada sobre la costa. En menos de 20 años, la civilización había
terminado con el "problema del indio". En el caso de los
"cristianos" la lucha por la propiedad adquiere otras modalidades:
los comerciantes se quedan con los campos en pago de deudas de almacén, las
viudas y los hijos de los primeros pobladores son atemorizados con atentados
hasta obligarlos a abandonar sus tierras, y así van creciendo los latifundios
de las grandes Sociedades Anónimas. Para los débiles no hay protección de
ninguna clase: una familia de 4 ó 5 miembros, con otros tantos peones, tiene su
vecino más próximo a 40 ó 50
kilómetros . Y la policía es escasísima, integrada por
delincuentes, y a sueldo de los grandes establecimientos ganaderos y
comerciales. Esa lucha da como resultado una altísima concentración de la
propiedad. Son comunes los establecimientos de 20.000 has. (diez veces la
unidad económica), y hay muchos entre las 50 y 100 mil has. Un solo grupo de
sociedades anónimas (Menéndez Behety y Braun) posee 1.565.850 has. distribuidas
en 68 establecimientos —sólo en Santa Cruz—, sin que pueda determinarse en
cuántos otros tiene participación. Sus propiedades directas representan cerca
de la tercera parte de la tierra privada del Territorio. En 1920 la producción
fundamental de Santa Cruz —y de toda la Patagonia— era la cría de oveja, para
la exportación de carne y lana. La faena se realizaba en la costa, entre enero
y junio, en los frigoríficos Swift de Río Gallegos y de San Julián, y Armour de
Pto. Santa Cruz. Prácticamente todo el resto del Territorio hasta las primeras
estribaciones de la cordillera, estaba dedicado a la cría de ovejas. La esquila
(zafra de lana, la llaman) se realiza desde fines de setiembre hasta bien
entrado el verano, aprovechándose los rodeos para la marcación, baño y aparte
para el frigorífico. Es entonces que se utiliza totalmente la mano de obra,
porque en el otoño e invierno las ovejas pastan a campo abierto y requieren muy
poco cuidado.
En esas enormes extensiones, todo el comercio pasa a través
del almacén de ramos generales, que al mismo tiempo es "hotel",
estafeta de correo, estación policial. Allí se vende y se compra absolutamente
todo: desde un alfiler hasta un Ford T.
Y en 1920 casi todos los almacenes, desde el río Colorado
hacia el Sur, pertenecían a la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la
Patagonia, fundada en 1908 por la fusión de las sociedades "José
Menéndez" y "Braun y Blanchard". "La Anónima", como se
la llama todavía en el Sur, fija los precios y las condiciones de compra y
venta. En todo el interior del Territorio no tiene competencia. A través de
"La Anónima" llegan las provisiones, la ropa, los remedios, los
alambrados, la nafta, los repuestos, los periódicos, la correspondencia. A
través de "La Anónima" se van la lana, las pieles, las plumas, los
grandes arreos para los frigoríficos. Los caminos naturales de ripio y las
largas distancias hicieron de la Patagonia el gran mercado para los Ford. Su
uso se generalizó rápidamente, y fueron un elemento importantísimo para el
rápido desarrollo que se produce entre los años 10 y 20, ya que no hay más
ferrocarril que el ramal de Pto. Deseado a Colonia Las Heras. Hacia afuera,
sólo los transatlánticos a Europa y a Chile, y la línea de cabotaje a Buenos
Aires, servida principalmente por los barcos de "La Anónima". El
estanciero, pues, no sólo está obligado a comprar y vender al precio que ésta
le fija, sino a transportar, aún a costa de fletes más altos, en los barcos de
la misma Compañía.
17.000 habitantes tenía Santa Cruz en 1920, diseminados en
sus 240 mil km2 (alrededor de 1 habitante por cada 14 km2). Cuatro puertos, los
pueblos más importantes, de entre 2 y 3 mil habitantes: Deseado, San Julián,
Puerto Santa Cruz y Río Gallegos. Paso Ibáñez, la población más importante del
interior, anda alrededor de los mil. El resto son caseríos y cascos de
estancias. Gallegos, la capital, tiene 3 mil habitantes y todas las
características del Far West: 2 cines, 1 teatro, café concert, prostitutas de
gran lujo. En la matrícula hay 11 abogados, más de 10 procuradores, 4 ó 5
contadores. Hasta 1919 el dinero corría a raudales entre las manos de los
grandes estancieros y sus gerentes y mayordomos. La libra esterlina es la
moneda corriente: marca la cotización de la lana y la carne de oveja, se usa
como tejo para jugar al sapo en los burdeles de la costa. Médicos, abogados,
funcionarios públicos, cuya única relación social posible es con los ricos,
entran en el juego de los grandes gastos: whisky, conservas y telas importadas,
porcelanas, cristales, cuadros, reuniones de naipes y dados por sumas
altísimas. Para mantener ese tren deben entrar en el juego de las grandes
ganancias, o resignarse al trato con los peones o con rudos pioneros
acorralados por la soledad y la ignorancia, cuyo único horizonte es esquilar
cada año más ovejas.
Y, dentro de todo, en los puertos hay un esbozo de nación y
de sociedad: periódicos, correo, hasta bibliotecas y escuelas. En el interior,
la Argentina no existe: como Chile está más cerca, los nacimientos y las
muertes se anotan en los registros chilenos. Como Inglaterra domina, las
escuelas, donde se enseña inglés, izan la bandera británica.
LAS AUTORIDADES DEL TERRITORIO EN 1920
Desde marzo de 1919 estaba "a cargo del despacho de la
Gobernación" (una especie de interinato que se va a prolongar hasta
febrero de 1921) EDELMIRO CORREA FALCON. El ejercicio de la Gobernación no
impide que la Sociedad Rural le ofrezca en octubre de 1919 el cargo de
secretario, y que Correa Falcón, sin aceptar oficialmente hasta el 4 de octubre
de 1920, conceda audiencia y despache los asuntos de la Gobernación durante más
de un año, sentado en el escritorio del local de la S. R. En febrero de 1921
será relevado por ÁNGEL GUZMAN IZA.
El Juzgado Federal está desde 1919 a cargo de un porteño,
el Dr. ISMAEL P. VIÑAS.
DIEGO RITCHIE es Jefe de Policía, y una descripción de esta
policía puede llenar un libro entero. Limitémonos a transcribir el título de
una serie de notas que aparecen en La Unión, a partir del 1º de julio de 1920:
"la policía como elemento disolvente, pernicioso y amoral"... En
Santa Cruz —y en toda la Patagonia— a diferencia de lo que ocurre en las
películas del Far West, no hay heroicos sheriffs: acá los villanos visten
uniforme de policía.
LAS DEMANDAS DEL PRIMER PLIEGO
1. En cada pieza
de 4x4 metros no dormirán más de 3 hombres, debiendo hacerlo en camas,
aboliendo los camarotes. La pieza será bien ventilada y desinfectada cada 8
días. En cada pieza habrá un lavatorio y agua abundante, donde se puedan
higienizar los trabajadores después de la tarea.
2. La luz será
por cuenta (de los patrones), debiendo entregar a cada trabajador un paquete de
velas semanalmente; en cada galpón de dormitorios
deberá haber una estufa; en una pieza, que será exclusivamente para punto de
reunión de los trabajadores, habrá una lámpara y bancos por cuenta del patrón.
3. El sábado a la
tarde será única y exclusivamente para lavar la ropa los peones, o en caso de
excepción será otro día de la semana.
4. La comida se
compondrá de la forma siguiente: 3 platos en cada comida, contando la sopa,
postre, con té, café o mate.
5. El colchón y
cama serán por cuenta del patrón y la ropa por cuenta del obrero.
6. En caso de
fuerte ventarrón o lluvia no se trabajará a la intemperie.
7. Cada puesto o
estancia debe tener un botiquín de auxilio con instrucciones en castellano.
8. El patrón
queda obligado a devolver al destino al trabajador que despida o no necesite.
EL PAÍS Y EL MUNDO EN 1920
Aunque estos hechos no ocurran en el resto del país, la
Argentina es, económicamente, una dependencia del imperio británico. La
producción está orientada de acuerdo a las necesidades y conveniencias del
Reino Unido, que es el principal comprador de nuestros productos agropecuarios
y el proveedor inevitable de carbón, tejidos, maquinarias, etc. La guerra
mundial termina en noviembre de 1918. La primera revolución proletaria lucha
por afirmarse en el poder que acaba de arrebatar a la débil burguesía rusa. Más
de 10 millones de muertos abonan los campos de Europa, el hambre es una
realidad cotidiana en Rusia, en Alemania, en Austria. Inglaterra mantiene sus
fábricas en pie, pero en el Continente hay que comprar máquinas y levantar
edificios para recomenzar la producción industrial. Mientras los aliados
rehacen el mapa político, barriendo fronteras e inventando países bajo las
arañas de cristal de Versailles, muchos hombres, corridos por el hambre y por
los recuerdos de la guerra, buscan en América una vida mejor.
Pero el fin de la guerra ha traído también la crisis al
país. El trabajo escasea en Buenos Aires, la baja en el precio del ganado y la
mecanización de las cosechas cierran el camino hacia la pampa húmeda. Los
chacareros, que no pueden cumplir con los altos arriendos, son desalojados y
deambulan por los caminos. En la ciudad, el costo de la vida sube casi el 100
por 100 entre 1916 y 1919.
La primera presidencia de Yrigoyen, iniciada en 1916, se ve
sacudida por grandes huelgas: las del campo en Santa Fe y Entre Ríos, las
ferroviarias, las portuarias. Los conflictos duran meses sin solución, los
ánimos se caldean, la desesperación se hace violencia.
Es que el país debe "contribuir" a levantar la
nueva prosperidad europea: bajan los precios de los productos agropecuarios que
la Argentina vende, suben los de las manufacturas que compramos en el exterior.
La diferencia queda en Europa. Y como ese dinero sale de las cajas de los
estancieros, los banqueros y los industriales argentinos, serán los peones, los
empleados y los obreros los que en realidad "contribuirán" a
reponerlo: suben los precios internos, se estancan los salarios, crece la
desocupación. En las familias obreras del campo y la ciudad, los ocupados deben
mantener a los desocupados. La burguesía mediana, ganadera y comercial, está
apretada entre la gran burguesía y el Imperio por un lado, y la clase obrera
por el otro. El radicalismo cumple el papel político de la clase que lo llevó
al gobierno: enfrenta débilmente a la gran burguesía sin tocar sus fuentes de
poder, y, en los momentos de crisis, descarga la represión sobre las clases populares:
en 1917, 26 obreros muertos y más de 100 heridos son el resultado de los
sucesos de Firmat y del asalto policial del 10 de junio contra una
manifestación anarquista en Plaza Once. En 1919, la semana trágica de enero
deja cerca de un millar de muertos. En 1921, a la masacre de Gualeguaychú, el 19 de
mayo, los sucesos del 25 del mismo mes en Buenos Aires, las sangrientas huelgas
de La Forestal, se agregan las deportaciones incesantes de militantes y
dirigentes obreros.
LA SITUACIÓN EN SANTA CRUZ
Los precios de la lana y de la carne de oveja se duplicaron
entre 1914 y 1919. El dinero corría en abundancia en Santa Cruz, pero muchos
productores, especulando con una suba continuada, se limitaron a vender lo
indispensable y a acumular stock, obteniendo (y gastando) créditos sobre ese
stock sobrevaluado.
La prosperidad trajo brazos que no encontraban ocupación en
el centro y norte del país, y en las estancias y los frigoríficos recalaron
hombres de trabajo recién venidos de Europa. Muchos de ellos habían sido
soldados y suboficiales durante la guerra, y traían la experiencia del
movimiento obrero organizado en el momento de su mayor auge: en 1917 la
revolución social parecía una realidad cercana para la clase europea.
La zafra del verano de 1918 es la última que alcanza altos
precios. Todavía 1919 mantiene las esperanzas de los productores, que siguen
especulando con la elevación de precios y acumulando stock. Pero en 1920 la
caída es vertical. La Unión, el periódico de los estancieros de Gallegos,
titula a todo lo ancho de la página, el 19 de agosto de 1919: "Augurios
desesperantes para los criadores de ovejunos. Enorme stock existente en los
mercados de frutos, cuya cifra alcanza a varios millones de kgs. Precios
irrisorios. Falta absoluta de demanda en los países extranjeros". A esto
se agrega la caída del precio de la libra, que se cotizaba en 1918 a 470 pesos las 100 libras , y en 1920 a 400. Es decir, los
productores recibían 70 pesos menos por cada 100 libras . Además, la
implantación en 1918 de los derechos de Aduana —que hasta ese momento no regían
en la Patagonia— produce una brusca elevación del costo de la vida, y el
incremento del contrabando, con su secuela de complicidades y corrupción.
LA PRIMERA HUELGA: PRIMAVERA DE 1920
En setiembre de 1920 se produce un conflicto en Gallegos. El
gobernador interino Correa Falcón prohibe un acto de homenaje a Francisco
Ferrer programado por la Sociedad Obrera. Paros, boicot de la Liga de
Comerciantes e Industriales a La Gaceta del Sur (que había defendido el derecho
de los obreros a realizar el acto), boicot obrero a los comercios de la Liga,
ocupan todo el mes de octubre. Allanamientos policiales al local de la Sociedad
Obrera, 40 activistas presos, una huelga general, clausura de una imprenta
obrera en medio de un tiroteo, culminan con un fallo favorable para los
obreros, emitido por el Juez Federal, seguramente respaldado por el Ministerio
del Interior.
Pero en el curso del proceso, la S. O. de Gallegos había
convocado a representantes de los peones, dando cima así a un trabajo de
organización en la campaña iniciado en el otoño anterior. Los delegados del
campo, citados entonces para pedirles su apoyo al movimiento de Gallegos,
expusieron ante la S.O. las condiciones en que se realizaba el trabajo en las
estancias. Esas condiciones, según un informe oficial del Gobernador Iza, eran
las siguientes:
"1) Los obreros dormían en número de 8 o
más, en cuartuchos de 4x4 y sin calefacción; sin considerar que la temperatura
media en invierno es de 18° bajo cero.
"2) Por lecho, cueros de oveja, de los
más inservibles.
"3) No se les pasaba
luz.
"4) Comida pésima;
por lo general, carne cocida con algunas cebollas.
"5) Botiquín no
existía.
"6) Pagos con vales;
moneda argentina y chilena. Cheques a plazos, obligándolos a vender crédito.
"7) No tenían sábado
inglés.
"8) Desde o para
cualquier punto de su contrato, no se les daba pasajes.
"9) Nadie se
responsabilizaba de sus accidentes en el trabajo.
"10) Los víveres que
necesitaban los arreaban haciendas, debían pagárselos.
"11) En cada puesto,
segregados del mundo durante las largas nevadas, se destinaba un solo hombre,
el que debía costearse los víveres."
Hasta aquí el gobernador. Nosotros podemos agregar que los
famosos cuartuchos de 4 por 4 tenían ventanas. Que para que cupieran 8 y más
peones, se hacían estantes o tarimas superpuestas, por lo que se los llamaba
camarotes. Y que por la noche se acostumbraba a encerrar a los peones,
asegurando la puerta desde afuera... Esas condiciones de trabajo se sentían en cada
establecimiento como un infierno particular e inconmovible. Pero en la reunión
del 21 de octubre de 1920 los delegados del campo tomaron por primera vez
conciencia de la existencia de esas condiciones como un sistema que los
abarcaba a todos, y de la posibilidad de sumar la fuerza de todos para
modificarlo. Así, se redactó un pliego de condiciones, llevado por cada
delegado a la estancia donde trabajaba, y que la S. O. de Río Gallegos presentó
a la Sociedad Rural. Se planteaba su vigencia a partir del 1° de noviembre, y
se declaraba la huelga desde ya en caso de su rechazo por los estancieros, dado
que las distancias hacían imposible una nueva reunión.
Antes de la fecha fijada, la Sociedad Rural rechaza el
pliego, y la huelga se hace efectiva en todo el Territorio. La Sociedad Rural
presenta el 17 de noviembre una contrapropuesta que es más bien una burla: al
pie de fórmulas vagas como "mejorar paulatinamente las condiciones de
comodidad (¡!) e higiene", faculta a la S. O. a visitar las estancias una
vez por mes para entrevistarse con los patrones y tomar nota de las quejas de
éstos respecto del personal. Sin embargo, la S. O. presenta un nuevo pliego,
reduciendo las condiciones del primero, que también es rechazado. El 28 de
noviembre La Prensa de Buenos Aires califica el 2° pliego obrero de
"antojadizo e imposible de cumplir", y empieza así una campaña de
"noticias", presentando la situación del Territorio como caótica, y
las pretensiones de los obreros como fantásticas. Mientras tanto, muchos
estancieros pequeños habían firmado el primer pliego. En esos casos, el trabajo
se reanudaba. En cambio, los estancieros que se negaban a firmar empezaron a
desalojar a los peones en huelga, clausurando los dormitorios y comedores y
dejándolos a campo abierto. Así, la peonada se concentra en las estancias que
habían firmado o en los hoteles de campo. Al poco tiempo, la policía allana
estos refugios, y expulsa a los hoteleros. Empujados por los desalojos —en
algunos casos acompañados de palizas, como en toda la zona del Lago Argentino—
los peones empiezan a juntarse en grandes grupos que acampan a la intemperie. Y
luego, cuando la situación se hace insostenible, se presentan en los
establecimientos que no han firmado, y requisan caballos y provisiones, dando
en todos los casos vales u órdenes de compra en nombre de la Sociedad Obrera de
Oficios Varios de Río Gallegos. Así, van trasladándose constantemente de lugar,
alejándose de los pueblos y de los puestos policiales. En Gallegos, la S. O.
sigue buscando formas de arreglo —en cada caso rechazadas por la Rural— y apela
a la FORA llamada sindicalista o del Xº Congreso pidiendo el bloqueo de la
costa. Sebastián Marotta, entonces Secretario General, alude a "enérgicas
reclamaciones", y se desentiende del bloqueo. A medida que transcurre
diciembre, aumenta la represión policial y los asaltos de la Guardia Blanca
(particulares armados que toman por su cuenta la "preservación del
orden").
VARELA INFORMA SOBRE LAS "DEPREDACIONES"
"Puedo asegurar que las notas que en ésa se reciben
—aun las que pueda transmitir esta gobernación— son exageradas. Regreso de
visitar numerosas estancias de la parte sur del territorio que, según
comunicaciones recibidas en ese Ministerio, fueron asaltadas. Ninguna de ellas
tiene desperfectos en sus edificios ni en sus materiales de trabajo, excepto la
del Sr. Ibón Noya, a quien le fue quemado un galpón de esquila. Las estancias
están todas abandonadas por sus administradores y dueños, y muchas de ellas sin
personas que las cuiden, no obstante lo cual ninguna ha sido saqueada."
Fragmento de un telegrama del teniente coronel Varela
aparecido en "La Prensa", noviembre 21 de 1921, página 8, columna 6,
en una información titulada:
"Santa Cruz. El
Bandolerismo en el territorio. Las fuerzas de línea en acción. Informaciones
del jefe militar. Combate en Punta Alta".
EL BANDO DEL TENIENTE CORONEL VARELA
"Si ustedes
aceptan someterse incondicionalmente en este momento, haciéndome entrega de los
prisioneros, de todas las caballadas que tengan en su poder, presentándoseme
con sus armas, les daré toda clase de garantías para ustedes y sus familias,
comprometiéndome a hacerles justicia en las reclamaciones que tuvieran que
hacer contra las autoridades, como asimismo arreglar su situación de vida para
en adelante, de todos los trabajadores en general.
"Si dentro de 24
horas de recibida por ustedes la presente comunicación no recibo contestación
de que ustedes aceptan el sometimiento incondicional de todos los huelguistas
levantados en armas en el territorio de Santa Cruz, procederé:
"Primero: A someterlos por la fuerza,
ordenando a los oficiales del ejército que mandan las tropas a mis órdenes que
los consideren como enemigos del país en que viven;
"Segundo: A hacerlos responsables de la
vida de cada una de las personas que en este momento mantienen ustedes por la
fuerza en forma de prisioneros, así como también de las desgracias que pudieran
ocurrir en la población que ustedes ocupan o que ocuparen en lo sucesivo.
"Tercero: Toda persona que se encuentre
con armas en la mano y no cuente con autorización escrita y firmada por el
suscrito, será castigado con toda severidad.
"Cuarto: El que dispare un tiro contra
la tropa será juzgado donde se lo encuentre.
"Quinto: Si para someterlos se hace
necesario el empleo de las armas por parte de la tropa, prevéngoles que una vez
iniciado el combate no habrá parlamento ni suspensión de hostilidades."
Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, año 1921, tomo
V, sesiones extraordinarias, enero 30 abril 6 de 1922. Sesión de febrero 8 de
1922, páginas 91/92.
EL VERANO: INTRIGAS Y VIOLENCIA
El primero de enero de 1921 la policía, que pretendió tomar
entre dos fuegos a un grupo de obreros en el hotel de El Cerrito, fracasa en el
intento porque los obreros, avisados desde Gallegos, la rechazan a tiros.
Quedan 2 peones y 3 policías muertos, y dos heridos en manos de los peones: el
subcomisario Micheri y el agente Pérez Millán Temperley. Sin embargo, los
peones no buscan guerra. Terminada la acción, desalojan el hotel objeto de la
"encerrona" y empiezan una vida trashumante, agregando a partir de
ese hecho una modalidad nueva a las requisas: toman como rehenes a los
mayordomos o dueños solteros, para protegerse ante posibles ataques. En Buenos
Aires los grandes diarios informan sobre supuestas conspiraciones, terror,
saqueos, depredaciones, éxodo de pobladores, incendios. Se llega a relatar con
lujo de detalles asesinatos, cuyas "víctimas" los desmienten
paseándose por las calles. En realidad el Territorio está paralizado, pero en
completa paz.
El gobierno nacional envía a Santa Cruz medio escuadrón de
caballería, al mando del Capitán Narciso F. Laprida, media compañía de
infantería de marina (Alférez de Navío Luis Malerba), y una dotación de
marineros (Tte. de Fragata Jorge Godoy). Este queda en Deseado, Laprida se
instala a medio camino entre Gallegos y Lago Argentino (donde queda
inmovilizado por falta de caballos) y Malerba entra en Gallegos, donde detiene
al procurador Cabral (intermediario en las negociaciones), allana y destruye
una imprenta, y encarcela a todos los activistas obreros que puede encontrar.
Durante 4 días Malerba y el gobernador interino Correa Falcón aumentan la
presión —hasta plantear una acusación de sedición—, y el 21 de enero, la S. O.,
acorralada, sin respuesta de Buenos Aires, con sus asesores presos y el Juez
impotente para hacer cumplir sus resoluciones (se enfrentó con Malerba
exigiendo la libertad de los presos, y fue desacatado) , publica un manifiesto
levantando la huelga. "Vencidos hoy", dicen, "tenemos fe en la
justicia de nuestra causa...". Pero el levantamiento de la huelga tiene
lugar sólo en el pueblo: aparte de lo difícil que es comunicarse con los
campamentos trashumantes, los dirigentes no tienen mucho interés en poner la
organización al servicio de la derrota, ni están demasiado seguros de que la
orden de volver al trabajo va a ser acatada en el campo.
UNA SOLUCIÓN RÁPIDA
El 29 de enero llega a Gallegos el gobernador titular Ángel
Guzmán Iza y al día siguiente los estancieros lo nombran arbitro del conflicto.
En Pto. Santa Cruz desembarca el 10º Regimiento de Caballería al mando del
Coronel Héctor B. Várela, con el Capitán Elbio C. Anaya como segundo. Las
tropas quedan en Cerro Fortaleza, mientras Varela se larga solo a Gallegos, a
hablar con el gobernador.
Evidentemente hay un acuerdo pleno entre ellos, porque a
partir de allí el proceso toma una línea clara. El 22 de febrero se llega a un
pliego que cuenta con el acuerdo de estancieros y peones, salvo en lo referente
al pago de los días de huelga. El gobernador obtiene nombramiento de arbitro, y
lauda el 24: se pagará medio jornal por cada día de huelga.
El convenio aceptado es prácticamente el 2º pliego
presentado por los obreros, con algunas relativizaciones, cuya importancia
mayor es que permitirán cualquier clase de discrepancias por vía de
interpretación, y, por lo tanto, el convenio puede transformarse en un
semillero de conflictos. Pero sus contenidos contemplan todas las
reivindicaciones planteadas desde el principio por los peones. La S. O. saluda
jubilosa lo que considera un triunfo total del movimiento. La Unión se muestra
cautelosa y fría. Atribuye al Ejército todos los méritos que pudieran existir
en el arreglo (sin decir cuáles son), desestimando la acción de las "autoridades
administrativas".
EL INVIERNO DE 1921
Apenas 3 semanas después del laudo de Iza, el 10 de marzo,
aparece francamente la primera reacción patronal en Gallegos. La Unión inicia
la publicación de una serie de artículos que saldrán regularmente hasta octubre.
Acusa a las autoridades de una complicidad "relajante y bochornosa"
con los "malhechores" (los obreros), y de violar los "principios
sagrados" de la Nación. Remarca que la "parte financiera" del
arreglo ha perjudicado al capital. Defiende el trabajo "ordenado y
espontáneo", considerando al sindicalismo un delito. Declara que existe
una "situación de tirantez insostenible entre el capital y el
obrero", por culpa de las autoridades, advierte que el conflicto no ha
terminado y que deben esperarse sucesos desagradables. Por fin, se pregunta si
en estas condiciones es posible la existencia de la industria, el comercio y la
producción. Esta tónica se exacerba a medida que pasan los meses, ocupando en
sus páginas tanto lugar como la crisis económica del Territorio: no hay mercado
para la lana.
Al mismo tiempo, en todo el Sur la carestía se vuelve
"insoportable" (según La Prensa, de Buenos Aires), y los comestibles
llegan a costar el doble que en la Capital. Para julio ya no queda ninguna
autoridad en el territorio: han viajado a Buenos Aires el gobernador, el juez y
los oficiales del Ejército y la Marina. El Territorio queda bajo la
responsabilidad formal de un secretario, y bajo el poder real de la policía y
la Sociedad Rural.
En el campo, la situación obrera es difícil: si bien la
mayoría de los estancieros han readmitido personal, los meses pasan sin que en
ninguna parte se paguen los sueldos. En los pueblos, además, se multiplican las
negativas a retomar el personal, lo que provoca el inmediato boicot de los federados.
A pesar de esta situación no hay incidentes violentos. Y, sin embargo, el
estanciero Norberto Cobo se dirige al M. del Interior en junio, pidiendo el
envío de tropas para agosto; y en ese mes de agosto Carlos Menéndez Behety se
entrevista con Yrigoyen para avisarle que en la época de la marca (octubre y
noviembre) se producirán disturbios en el Territorio.
OTRA PRIMAVERA: EL NUEVO CONFLICTO
En setiembre los acontecimientos se precipitan: el convenio
Iza no se cumplía, pero la inquietud de los peones, que además no cobraban
desde marzo, era frenada por la S. O. con instrucciones de no precipitarse a
una huelga general, aconsejando parar sólo en los establecimientos donde el
convenio no se cumpliera, y negociar en todas partes.
Pero, a mediados de mes, comienzan en todos los pueblos y
Comisarías procesos a los dirigentes de la huelga anterior, instruidos por la
policía, que encarcela y deporta por sí a todos los sindicados como activistas.
A medida que esto ocurre, los peones se declaran en huelga, y los estancieros
los desalojan sin pagarles lo adeudado. El 30 de octubre la huelga abarca todo
el Territorio, incluso Gallegos, y los trabajadores vuelven a reunirse en
grandes grupos en el campo. Había por entonces 1.760 federados, que arrastraron
tras de sí a casi todos los peones. Ya desde el 18 de setiembre (días antes de
que se produjera el primer incidente en el Territorio, incluso antes de que la
policía instruyera los primeros sumarios) comienzan a llegar a Buenos Aires —La
Nación— "telegramas" denunciando la existencia de bandas armadas,
asaltos, robos, y un plan subversivo con vistas a la revolución social. En 15
días los telegramas se multiplican. El 3 de noviembre parte para Santa Cruz una
expedición militar al mando del Tte. Coronel Varela.
LA CAMPAÑA MILITAR
Los preparativos:
Varela desembarca el 11 de noviembre en Punta Loyola y sigue con la tropa por
tierra hasta Gallegos. En los pueblos no hay nada que hacer: los huelguistas
que no están presos o deportados han huido al campo. El Tte. Coronel unifica la
policía bajo su mando, forma 3 columnas bajo el mando del Tte. 1º Schweizer, el
Capitán Viñas Ibarra y el Capitán Campos, y, según se informa mucho después,
los provee de un ultimátum dirigido a los obreros, cuyos dos últimos puntos
significan el establecimiento de la ley marcial, y la declaración de guerra sin
conservación de prisioneros: la muerte, aun para el que se rinda.
Las matanzas en el
campo: Las 3 columnas se dirigen hacia el interior del Territorio,
cumpliendo concienzudamente una tarea de "limpieza" en la que van a
ser reforzados por el Capitán Anaya (que desembarca el 26 de noviembre en San
Julián). Varela se reserva una parte de la tropa (la más numerosa) para hacerse
cargo personalmente de la tarea más pesada. El método de trabajo es similar en
todos los casos. La columna militar se acerca a un "campamento" o
grupo de obreros, les da el alto, y les exige depositar sus armas en el suelo.
Luego los rodea y los diezma al azar, o, ayudándose por las indicaciones de algún
estanciero o mayordomo, mata a los activistas y dirigentes. Las más de las
veces se usa el máuser, pero tampoco se desdeña la bayoneta; en algunos casos,
cuando se divisa desde lejos algún individuo solitario se tira al blanco sobre
él, sin siquiera averiguar su identidad; o se lo apresa y se lo deja estaqueado
en medio del campo, para que muera lentamente. A los que quedan con vida, se
los despoja de todas sus pilchas y se los arrea hacia las cárceles de los
puertos, a las que llegan siempre muchos menos que los que fueron apresados...
Recordemos algunos jalones de esta campaña: En Punta Alta,
el 15 de noviembre, la columna de Viñas Ibarra rodea a un grupo de 100 peones,
de los cuales llegan prisioneros a Fuentes de Coyle sólo 20. Allí murieron los
dirigentes Pintos, Juan Alvares, Oscar Mansilla, José Lagos.
En la estancia de Américo Berrondo, al NE. de Paso Ibáñez,
Varela liquida al grupo de Avendaño, entre el 27 y 28 de noviembre. Camino a
Cañadón León encuentra a Outerello y lo mata con 5 compañeros. Sigue viaje y
rodea al grueso del grupo en la estancia Bella Vista, de Hospitaleche:
secundado por Anaya, que llegaba desde el Norte, toma el 1º de diciembre 420
prisioneros, de los cuales llegan al pueblo presos sólo 87.
Desde el 8 al 13 de diciembre, Viñas Ibarra liquida al grupo
de 400 obreros que, bajo la dirección de Antonio Soto se había refugiado en la
estancia La Anita, de Menéndez Behety. Y si en lo de Hospitaleche se quemaron
los cadáveres con mata negra para ahorrarse el trabajo de sepultarlos, aquí, en
La Anita, se proveyó a los prisioneros de palas para que cavaran sus propias
fosas. Al año siguiente se desenterraron 130 cadáveres de una sola zanja cerca
del casco de la estancia. Allí fue donde mister Bond, estanciero respetable en
1921 —el mismo que en los alrededores de 1900 se ganaba la vida cazando indios
a libra esterlina por cabeza— hizo fusilar 37 peones, porque le habían
confiscado 37 caballos...
Para fin de diciembre, Varela carga un destacamento en dos
vagones del ferrocarril que sale de Deseado, liquida un grupo de 40 hombres en
estación Jaramillo, y sigue adelante. Al entrar en estación Tehuelches, se
acerca al tren un grupo de peones dirigido por José Font (llamado Facón grande)
sin advertir que el vagón estaba cargado de tropa. Varela los deja acercar, y
luego abre fuego. Font reacciona rápidamente, dispersa a su gente y contesta
durante una hora al tiroteo, mientras va retirando al grueso de los huelguistas
con los heridos y los muertos que le costó la sorpresa. Este es el único
combate que hubo en toda la campaña, y acá se producen las dos únicas bajas del
ejército: muere el conscripto Fischer (una bala en la cabeza) y es herido en la
pierna el conscripto Salvi (según parece, por un tiro que se le escapa a un
cabo). Al día siguiente se presentan a Varela enviados de Font, que aconsejado
por comerciantes de la zona ofrece rendirse, pidiendo garantías para la vida de
su gente, que le son aseguradas. El grupo entero deja las armas en el suelo y
se entrega con Font a la cabeza. Todos los presos quedan sin vida en el lugar.
Font es fusilado frente a unos bretes. Antes se le ha quitado hasta la rastra,
y muere sosteniendo con las manos las anchas bombachas, de cara al pelotón,
según lo muestra la única fotografía de los fusilamientos que se conserva. A su
vez Anaya toma en Tata Tapera (¿estancia Mata Grande?) 193 prisioneros, que va
liquidando allí mismo y en camino a la estancia San José: se conservan algunos
nombres de los muertos, como Albino Arguelles, el paraguayo Jara, Alfredo
Vázquez, Francisco Depan, Alba, Latif, Estanislao... El español Martense es
estaqueado toda la noche a la intemperie, con una piedra puntiaguda bajo la
cabeza, para ser fusilado al día siguiente. Y luego, Anaya sigue, deshaciendo
los grupos huelguistas que encuentra en Osamenta, La Alianza, Tapera de
Casterán, Vega del Zaino, Tres Cerros, estancia Martinovich... Así mueren
Alfredo Del Giúdice, Juárez, Prieto, Fraco, y tantos otros, de los que no queda
siquiera un nombre para invocar. Tantos, de los que sólo sabemos que querían
medio día por semana para lavarse la ropa, velas, aire y una estufa en los
dormitorios. Tantos, de los que se negaron a trabajar hasta conseguir la
libertad de sus compañeros.
Pero no murieron solamente obreros, en ese diciembre de
1921: Anaya recuerda a dos estancieros, Daniel Ramírez y Antonio López, y a un
administrador de estancia, Alfredo Núñez, a quienes se dio una "sanción
ejemplarizadora" (textual) por colaborar con los obreros. Crítica del 3 de
febrero de 1922 describe la "sanción" a Ramírez: preso, lo apaleaban
todas las noches a la misma hora, y gritaba pidiendo por Dios que lo mataran, a
lo que se accedió luego de una semana, llevándolo —con palas y picos— en un
automóvil al campo, de donde nunca volvió. Lo ven partir su mujer y los principales
comerciantes de Pto. Santa Cruz, que infructuosamente interceden por él.
Las matanzas en los
pueblos: Mientras el Ejército "limpiaba" los campos, la policía
se encargaba de los pueblos. En todos encontramos episodios de horror, que
llegan al máximo en Pto. Santa Cruz, donde el Comisario Sotuyo, con la
complicidad del escribano Sicardi (organizador de la Liga Patriótica) une las
exacciones a las torturas y los asesinatos. Allí mismo muere fusilado, después
de 6 días de torturas, el albañil Santiago González Diez, conocido dirigente
anarquista, que también es obligado a cavar su propia tumba.
EL TERRITORIO PACIFICADO
Anaya termina el 13 de enero su tarea de limpieza, y Varela
comunica a Buenos Aires que, pacificado el Territorio, comienza la sustitución
del Ejército por la gendarmería y la policía. Como elemento coadyuvante para la
normalización, el Dr. Manuel Carlés realiza una extensa gira por Santa Cruz,
exponiendo el programa de la Liga Patriótica Argentina (conocida por el pueblo
como Liga Patriótica Asesina). El único dirigente obrero que queda vivo es
Antonio Soto, que se negó a esperar a Viñas Ibarra en La Anita, y escapó por
los pasos a Chile. En las cárceles del Territorio quedan más de 600 presos,
acusados de sedición armada, hasta la llegada del Juez Federal Viñas, en la
Pascua de 1922, que los pone en libertad "por falta de méritos". La
organización obrera está deshecha. Pero la Sociedad Rural, que en 1920 sólo
tenía unos pocos afiliados en Gallegos y Deseado, aparece con Comisiones
adheridas en todo el Territorio. Y se multiplican las brigadas de la Liga
Patriótica. Hasta después de 1946 no vuelve a firmarse un convenio colectivo de
trabajo en el campo patagónico. El Territorio se despuebla: de los 17.000
habitantes de 1920, quedan 10.000 en 1928. En medio de tanta paz, el viento se
lleva las carnes de centenares de muertos, mal tapados por las piedras.
EL SIGNIFICADO DE LOS HECHOS
Los estancieros, especulando con el alza, habían vendido lo
menos posible durante los últimos años, no buscaron otros mercados, y
descontaron créditos sobre un stock artificialmente valuado. Su única salida,
en esas condiciones, y ante la falta total de demanda, era disminuir la
producción y reducir los costos. Como para producir lana el único costo
suprimible es la mano de obra (los pastos son naturales, la reproducción
también), una larga huelga, y la eliminación de obreros traen indudables
ventajas.
Por otra parte, los enormes latifundios, las largas
distancias, el aislamiento y la pequeñez de los grupos de trabajadores, el
monopolio del comercio y el transporte, la ausencia de organización sindical,
hacían que hasta 1920 la fijación de los sueldos, la forma de pago, la
contratación y despido de personal, se realizaran de acuerdo exclusivamente a
la conveniencia y voluntad de los estancieros.
La organización de la Sociedad Obrera, con la afiliación de
más de 1.700 peones, (el 10 % de la población total del Territorio), vino a
romper este esquema en cuanto a los obreros del campo. Por lo tanto, desde la
perspectiva patronal, la destrucción de la S. O. y la eliminación de dirigentes
que, pese a las enormes dificultades, habían logrado organizar el Territorio,
era sumamente conveniente.
El hecho de que el primer pliego fuera firmado rápidamente
por 25 estancieros chicos, que algunos protegieran a los obreros, y que fueran
apresados, golpeados y perseguidos junto con ellos, muestra otra faceta
característica de la lucha económica en la Patagonia: la represión y las
exacciones sirvieron también para desocupar algunos campos más, para acrecentar
la tendencia hacia la concentración latifundista. Por todas estas razones, el
primer conflicto se arrastró 4 meses, y no tuvo solución mientras las
tratativas estuvieron bajo el control de Correa Falcón, al mismo tiempo
representante de la Sociedad Rural y autoridad máxima del Territorio.
En cuanto llegan Varela e Iza, no vinculados por entonces a
los grandes estancieros, el conflicto se soluciona. En realidad, bastan 12 días
de tratativas reales para llegar a un arreglo que se firma en pleno campamento
obrero, en una ceremonia a la que las autoridades no tuvieron la menor
inquietud en concurrir, a pesar de encontrarse rodeados de centenares de
hombres armados. Esto nos obliga a recordar que, en aquella época, nadie andaba
desarmado en la Patagonia. Y que la concentración de obreros en grandes grupos
fue la consecuencia directa de los desalojos en las estancias y los hoteles y
de las persecuciones en los pueblos, donde la policía apresaba y deportaba a
los huelguistas.
Los pedidos anticipados de tropas, y la gran campaña de
prensa en Buenos Aires con sus fantasías sobre bandolerismo, saqueos,
maximalismo, etc., responden a dos razones: por un lado, los estancieros no
querían pagar los sueldos adeudados en todo el invierno, ni cumplir con las
condiciones del convenio, y, además, tenían un gran interés en terminar con la
organización obrera, como se ha dicho antes. Por otro, la Policía del
Territorio era totalmente ineficaz para disolver y diezmar los grandes
campamentos obreros, por escasa, por incapaz, y porque su corrupción y sus
abusos daban pie a que los obreros se sintieran libres de enfrentarla por la
fuerza, si los atacaba. Recurriendo al Ejército, todos estos problemas se
resolvían automáticamente.
¿Cómo menos de 300 hombres de tropa pudieron dominar a más
de 3.000 obreros concentrados y acostumbrados al uso de las armas? ¿Por qué el
Ejército tuvo una sola baja, mientras que murieron más de 1.500 obreros? Es que
no hubo combates. En el primer conflicto, los obreros recibieron al Ejército
como protector ante los abusos policiales y árbitro ante la intransigente
posición patronal. Y como el Ejército había cumplido tal papel, la intimación a
someterse hecha por las patrullas en el segundo conflicto era acatada en el
acto, salvo la momentánea resistencia de Font en Tehuelches. Es indudable que
los muertos fueron entonces baleados a mansalva, fusilados y degollados. Y el
hecho de que no sobreviviera ningún dirigente ni activista prueba que éstos
fueron especialmente señalados, buscados y eliminados. Esa actitud, repetida,
de rendirse sin disparar un solo tiro, y el que nadie (salvo Soto en La Anita)
huyera por los pasos a Chile, prueba que los huelguistas no conocían el bando o
ultimátum de Varela. De hecho, yo no he encontrado ninguna constancia —ni en
los diarios de Santa Cruz, ni en los testimonios personales que pude obtener,
ni en los periódicos obreros de Buenos Aires, ni en la gran prensa— de la
existencia de dicho bando antes de la vuelta de Varela a Buenos Aires: la
primera transcripción del bando aparece en Crítica el 20 de enero de 1922, 7
días después del anuncio de la terminación de la campaña militar.
Es posible imaginar dos hipótesis respecto del bando: 1) que fuera efectivamente redactado en
Gallegos en noviembre de 1921, sin dárselo a publicidad, como una orden interna
para respaldo de los oficiales que debían llevar a cabo las "operaciones
de limpieza". 2) Que fuera
redactado en Buenos Aires, a la vuelta de la expedición, ante el escándalo
periodístico y los cargos planteados por la izquierda parlamentaria (el Partido
Socialista tenía representantes en el Congreso). Es necesario tener muy en
cuenta que el bando, con su muy dudosa autenticidad, es, sin embargo, el único
documento "oficial" que "legalizaría" las matanzas. Por
cierto que ningún oficial del Ejército tenía, ni tiene actualmente,
atribuciones para emitir una declaración de guerra semejante, y, aunque hubiera
sido emitida antes de las matanzas, sería ilegal en sí misma. Pero, de todas
maneras, este bando es, hasta ahora, la única parodia de documento oficial en
la que pueden apoyarse las matanzas. Durante los cincuenta años transcurridos
ninguna autoridad se ha hecho responsable de la orden de matar: ni el
Presidente Yrigoyen, ni el Ministro del Interior, Gómez, ni el de Guerra, Julio
Moreno, han respondido a las interpelaciones públicas. El Ejército no permitió
investigaciones, y, si las hizo por su cuenta, no publicó las conclusiones.
Varela mismo, si bien no rechazó la paternidad del bando (que se le atribuyó en
plena Cámara de Diputados de la Nación), tampoco se hizo públicamente
responsable de él. En realidad, importa poco qué persona u organismo del Estado
es responsable formal de las muertes en Santa Cruz. Tampoco importa si Varela y
el gobierno de Buenos Aires creyeron realmente en la leyenda del bandolerismo y
la revolución maximalista, o la utilizaron como excusa, conociendo la mala fe
de la acusación de los estancieros. Lo que importa concretamente es que la
"campaña de Santa Cruz" benefició directamente a los latifundistas, y
la tortura y la muerte de centenares de obreros que no habían cometido delito
alguno sirvió para compensar las pérdidas que la crisis lanera había ocasionado
a los grandes productores patagónicos. El Estado y el Ejército se mostraron,
una vez más, el instrumento de la clase dominante.
LA CLAVE DE LA TRAGEDIA
Desde la perspectiva de la clase obrera, la gran derrota del
movimiento de Santa Cruz merece algunas reflexiones. Todos los volantes que
hemos visto, y el texto mismo de los pliegos presentados son de neto corte
reformista. La última cláusula del 2° pliego, es el mejor ejemplo: "La S.
O. se compromete a dictar con la urgencia del caso los reglamentos e
instrucciones a que sus afederados deberán sujetarse, tendientes a la mejor armonía
del capital y el trabajo, bases fundamentales de la sociedad actual, inculcando
por medio de folletos, conferencias y conversaciones, en el espíritu de sus
asociados, las ideas de orden, laboriosidad y respeto mutuo que nadie debe
olvidar".
Este movimiento masivo, organizado pues a partir de
reivindicaciones inmediatas, pasa luego a la acción directa, saltando
prácticamente fuera de la sociedad: de hecho se constituye una
"sociedad" de peones y obreros, fuera de los poblados, que se provee
directamente para satisfacer sus necesidades. Es también un ejército armado,
dicta sus propias leyes, e instituye un nuevo régimen "político": la
democracia obrera de las Asambleas.
Pero, al mismo tiempo, firma vales por las provisiones que
toma, sujetándose así al sistema de intercambio de la sociedad que
aparentemente abandonó, y reconoce la autoridad del Ejército argentino cuando
éste intima, a pesar de encontrarse en abrumadora superioridad numérica. Esta
contradicción fundamental, insoluble en el marco de un planteo reformista,
constituye la clave principal de la tragedia.
Si los objetivos que se buscan son una mejora en las
condiciones de vida y trabajo —una reforma— la lucha debe tener en cuenta las
reglas de juego de la sociedad, y los contendientes deben moverse dentro de sus
estructuras. El salto fuera del sistema productivo y de sus formas
"políticas", aunque —como en este caso— sea involuntario, pone en
cuestión a la sociedad constituida y determina en los hechos un enfrentamiento
radical. Este enfrentamiento, que no fue buscado por los dirigentes de la
huelga, ni siquiera fue advertido por ellos cuando se les impuso. Y, como
resultado, el movimiento fue aplastado sin la más mínima resistencia.
Con esto no queremos decir que un planteo revolucionario (y
no reformista) y la conciencia sobre la necesidad de destruir la actual
sociedad para edificar otra, sean garantía para el triunfo del movimiento
proletario. Desde la Comuna francesa de 1871 hasta nuestros días, centenares de
movimientos revolucionarios han fracasado, pero la clase obrera ha aprendido de
esas derrotas, porque éstas fueron precedidas por bravos combates.
En Santa Cruz, sofocada por el reformismo, muere la primera
gran oleada de luchas del movimiento obrero argentino, iniciada con el siglo.
El anarquismo ha dado ya lo mejor de sí, se estrella contra sus propios
límites, y demuestra su impotencia para dirigir la siguiente etapa. 47 años
después, el cordobazo inicia un nuevo auge. El proletariado, en pie de guerra
otra vez, necesita forjarse una dirección de clase que lo lleve a la victoria.
Fuentes
Diarios de Buenos Aires: La Prensa, La Nación, Critica, La
Montaña y La Vanguardia.
Periódicos de Río Gallegos: La Unión y La Verdad.
La Protesta. Suplemento quincenal. Año VIII, Nº 299, enero
31 de 1929.
La Patagonia Argentina. F. Obrera L. Bonaerense. Talleres
Gráficos La Protesta, Buenos Aires, junio 3 de 1922.
Cámara de Diputados: Diario de Sesiones 1921. Tomo V.
Sesiones extraordinarias. Págs. 54 (sesión del 19 de febrero de 1922) y 89
(sesión del 8/2/1922).
Comisión de Justicia de la Cámara de Diputados: Expediente
relativo al juicio político al doctor Ismael P. Viñas.
Departamento Nacional del Trabajo: Crónica Mensual. Año IV,
Nº 38, febrero de 1921, y Nº 45, setiembre de 1921.
Bibliografía
Borrero, José M.: La Patagonia trágica. Primera parte.
Asesinatos, piratería y esclavitud.
Bayer, Osvaldo: Los vengadores de la Patagonia trágica. En
Todo es Historia, Nº 14 y 15, junio y julio de 1968.
Correa Falcón, Edelmiro: Los sucesos de Santa Cruz 1919 a 1921, 1958.
Fiorito, Susana: Las matanzas de la Patagonia (en prensa).
Fuente: Susana Fiorito: "Un drama olvidado: las huelgas patagónicas de 1920-1921", Colección Polémica, del Centro Editor de América
Latina Nº 54, mayo de 1971 digitalizado por Mágicas Ruinas.
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