El Partido Radical es idealista y romántico. Leandro Alem,
Bautista del nuevo credo, le insuflo sus ideales: la libertad de sufragio, la
honradez administrativa, la igualdad de los hombres ante la urna. Es romántico
el Partido Radical porque se rige por sentimientos y no por ideas. Con su
llegada al poder, aquel programa queda realizado o en vías de realizarse. Basta
con que el gobierno radical cumpla y haga cumplir la perfecta ley de elecciones
en vigor y con que practique severamente la prometida honradez administrativa.
Partido únicamente político, el radical no ha tenido ideas.
Pero todos los partidos, a veces sin saberlo o sin quererlo., responden a un
sistema de ideas. Ya es una idea el espíritu romántico, que conduce al Partido
Radical, lógicamente, al antiintelectualismo. Es otra idea su carácter
democrático. Yrigoyen es absorbente e impone, en ciertos casos, su voluntad,
pero trata a sus correligionarios con sencillez y no domina con maneras
despóticas sino indirectas y suaves. Para él no hay ricos y pobres: todos son
iguales. En el partido fraternizan los hombres de los más diversos orígenes.
Los comités tienen vida propia, aunque a veces harto tumultuosa. Eligen sus
autoridades libremente y aun los candidatos a las diputaciones, senadurías y
gobernaciones. Yrigoyen, desde que es Presidente, sólo interviene para vetar o
recomendar algún nombre; pero lo hace por excepción y siempre por medio de sus
satélites, que aseguran en voz baja, y en tono misterioso, conocer sus
preferencias.
El Partido Radical, pues, ha llegado al poder sin un
programa concreto. Ha habido algo de Utopia en los sueños de Yrigoyen. Los
gobiernos perfectos no existen en ninguna parte. Caudillos y jefes de partido
prometen lo que no piensan cumplir, y lo prometen porque saben que no lo pueden
cumplir. No ha sido el caso de Yrigoyen. Introvertido y fanático, hombre de muy
pocas ideas, ha tenido el convencimiento de que el país no necesitaba otra cosa
que el voto libre para ser transformado en absoluto. Esto nos parece ingenuo,
pero no lo es tanto. Hay en la igualdad del voto un virus revolucionario. El
voto es un arma tan poderosa como el fusil. Acaso lo sea más. Por medio del
voto, sin disparar un tiro, se ha realizado la revolución hitlerista en
Alemania. Del principio de la igualdad de los hombres ante la urna se desprende
la consecuencia del gobierno, directo o indirecto, de las masas; y del gobierno
de las masas, la obra que realiza los intereses de las masas. El sufragio
universal y secreto implica, pues, un principio de revolución social.
Pero si el Partido Radical no tiene un programa de ideas,
Yrigoyen lo tiene, aunque mas en su intuición que en su voluntad, y, naturalmente,
todavía no definido. Ese programa tiene su origen en algunos principios, mitad
krausistas, mitad cristianos, en los cuales él cree. Ya sabemos cuales son: la
Igualdad entre loa hombres y la igualdad entre los pueblos, la fraternidad
humana, la paz, la austeridad en la vida. Su sentido de la igualdad humana y de
la fraternidad le conducirán a su política obrerista, que en nuestro ambiente y
en relación a la política social de los gobiernos anteriores, será
revolucionaria. Su sentido de la paz y el concepto de "nación" le conducirán
a su actitud neutralista durante la guerra. Su sentido de la igualdad de los pueblos
—principio krausista— lo conducirá a su actitud en la Liga de las Naciones.
Pero Yrigoyen —insistimos— no formula de antemano su programa ni lo tiene bien claro
en su inteligencia. Lo ira formulando y aplicando al ritmo de los
acontecimientos.
De esta manera, injertando en el Partido Radical sus sentimientos
y sus ideas, realiza Yrigoyen la mas importante, acaso, de sus obras maestras:
la construcción de ese partido, tal como será hasta poco después de su muerte.
La creación del radicalismo tiene dos partes: la creación del partido como
entidad, como agrupación; y la creación de la ideología radical. La antigua agrupación
nacida a raíz del movimiento del 90, sin mas propósito que el de combatir por
el voto libre y la pureza administrativa, llega a convertirse lentamente, por
obra de Yrigoyen, en un partido de ideas. No están las ideas en su plataforma
sino en la convicción y en el sentimiento de los afiliados. Han surgido del corazón,
más que del cerebro de Yrigoyen, de su instinto más que de su estudio, y han
penetrado en la masa radical. Muchos millares de afiliados modestos, sin mayor
cultura, saben en qua consisten esas ideas: el obrerismo, especie de socialismo
practico y sin Marx, y semejante, aunque de origen "infrarracional",
a las tendencias del Labour Party británico; el argentinismo — mejor que
nacionalismo, palabra aplicada a una orientación distinta—, que es entusiasta,
sentimental y un poco primario; el anticapitalismo, tímido, acaso, pero bien
señalado y definido; el antiimperialismo, mas real y mas decidido; el
pacifismo, tradición de nuestra política exterior, pero solo convertida en bandera
por el Partido Radical; el hispanoamericanismo, comprendido, no como tenia retórico,
sino como unión viviente y espiritual entre los pueblos de America; y la orientación
espiritualista y el respeto a las tradiciones religiosas, familiares y
sociales. Y aun hay que agregar dos sentimientos de los que el Partido Radical
no ha podido tener conciencia: su antiintelectualismo, visible en toda la historia
del partido y en el gobierno de Yrigoyen, y su antiliberalismo. Por algunas de
aquellas ideas y por este antiliberalismo de nuestras masas encarnado en el
Partido Radical, Hipólito Yrigoyen es un continuador de la obra de Rosas.
Construido con estas ideas y sentimientos, el radicalismo, a
pesar de su sentido revolucionario, es mas un partido de derecha que de
izquierda. Se preocupa del proletario, pero no acepta la lucha de clases, tiene
un fondo cristiano y espiritualista y respeta a la Iglesia y a la Familia. La mayoría
de los católicos son radicales y la mayoría de los radicales son católicos. Los
conservadores y los pseudo radicales que combaten a Yrigoyen pertenecen, en
cierto modo, a la izquierda, por su liberalismo, su europeismo y sus simpatías
hacia el viejo Partido Unitario. Entre ellos abundan los divorcistas y los
partidarios de la separación de la Iglesia y del Estado.
El Partido Radical llega a tener algunas semejanzas con el
fascismo, que surgido en Italia cuando ha terminado entre nosotros la
presidencia de Yrigoyen. El Partido Radical aspira, como el fascismo italiano,
a hacer obra para el pueblo dentro de un marco de orden, respetando las
tradiciones religiosas, familiares y sociales. Como en el fascismo, la doctrina
radical se va formando poco a poco, pero lo que en el fascismo es consciente y
racional, en el radicalismo es instintivo, "irracional" o
"infrarracional". Con Yrigoyen entran a actuar las grandes masas,
como en la Italia de Mussolini. Las masas argentinas, al igual de las italianas
y las alemanas, adoran fanáticamente al jefe único. Un ilustre escritor francés
que presencia dos grandes desfiles radicales, escribe que le recordaron a los
camisas negras, y, describiéndolos, llama a sus participantes "esos
fascistas". El radical practica un agresivo proselitismo y no desdeña la
violencia. Lo que le separa del fascista es la condición espiritual de su jefe.
Mientras Mussolini y Hitler son hombres de acción, Yrigoyen, introvertido casi
cien por ciento, carece de acción exterior. Las masas radicales, tal vez por
esa condición de su jefe, actúan algo pasivamente, de un modo que las asemeja a
las multitudes paraguayas que amaban al mariscal Francisco Solano López.
Yrigoyen tiene plena conciencia de que el advenimiento de la
Unión Cívica Radical al poder y de la obra realizada por ella, significan una revolución.
Recordemos su frase: "las magnas concepciones que fueron idealizadas por
el genio de la revolución". Por esto atribuye tan enorme importancia al
triunfo radical. Considera que en nuestra historia ha habido tres
acontecimientos fundamentales: la Independencia, la organización y el
advenimiento del radicalismo al poder. Este último periodo no consiste tan solo
en la conquista del gobierno, sino en la liberación del pueblo, que así se
emancipa de sus opresores —la oligarquía— y adquiere conciencia de su destino.
Y a esos acontecimientos corresponden tres revoluciones: contra España, por la
Independencia; contra la Tiranía, por la Libertad; y contra el Régimen, por la Soberanía
del pueblo.
El radicalismo tiene algo de místico. Del alma de las
grandes masas emana una fe y un sentimiento en cierto sentido religioso. El radicalismo
es proselitista, mesiánico y practica el culto de Yrigoyen, a quien llegara a
convertir en Mito. En las grandes masas radicales hay no poco de
"irracional", y esta "irracionalidad" crea, no solo
entusiasmo y heroísmo, sino también fe, sentimiento y hasta un concepto de la
vida. El radicalismo —o Yrigoyen, porque entre nosotros todo adquiere carácter
personal— llega a ser un Mito nuevo, relacionado con la verdad íntima de los
anhelos de las masas.
Fuente: Vida de Hipólito Yrigoyen de Manuel Gálvez, El
Ateneo, 1939.
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