El marco electoral de 1973, estuvo condicionado al impacto
del regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina. Y también tuvo mucha fuerza,
casi hasta el último momento, el hecho de que, estando Perón imposibilitado de
presentarse como candidato, finalmente el justicialismo no concurriera con
fórmula propia.
Esta situación instaló en la sociedad una alternativa
posible: se señalaba que el electorado justicialista, estaría atento a los
gestos del reencuentro de los argentinos, del llamado a la unión y a la vida en
paz. De esa búsqueda que fue realmente cierta; y quizá fueron dos visionarios, Perón
y Balbín. Al desaparecer el nombre de Perón y descartada una fórmula oficial
justicialista, la opción bien podía ser entre Balbín y Francisco Manrique, que
era el otro postulante fuerte.
No se produjo esto, Perón se fue de la Argentina y desde
Asunción del Paraguay instaló la fórmula Cámpora-Solano Lima; y se produjo una victoria
aplastante, arrolladora. Los triunfos son los que escriben la historia.
Pero nadie esperaba una victoria por casi el 50 por ciento,
que fue lo que obtuvo la fórmula justicialista.
En la Capital la derrota fue mucho más grande
espiritualmente para los hombres de la Unión Cívica Radical, porque se había
integrado un poder legislativo mixto, un sistema bastante interesante, por el
cual, la Legislatura de la Ciudad estaba conformada por 32 legisladores por
listas de distrito y 28 por barrios. Muchas veces se cree que haciendo
elecciones por barrio se puede facilitar la inserción de sectores políticos
aislados. Y ante un triunfo aplastante, ¿qué sucedió? Ganaron en los 28 barrios
los representantes del justicialismo y algunos aliados. O sea que la avalancha que
se desató hizo que desaparecieran hasta las opciones personales.
Ganaron, en algunos, dirigentes a los que no voy a nombrar,
que habían dado cambio de domicilio y eran ilustres desconocidos.
El radicalismo perdió en lugares que, desde la instalación
en 1916 de la Ley Sáenz Peña, nunca había perdido una elección. Por lo tanto,
hasta desde el punto de vista personal, dirigentes radicales con una larguísima
trayectoria que trabajaban en sus parroquias desde hacía mucho tiempo, que
habían tomado la decisión de ir por determinada zona de Buenos Aires, por tener
contacto con la gente y por ser conocidos, sufrieron la derrota y quedamos
absolutamente muertos, desde el punto de vista anímico, pues tenía amigos como
Aníbal Diez, Roberto Maratea, José Pereiro, entre otros que tanta fe se tenían,
que cedieron sus posibilidades de pelear en la lista general para ir en la
barrial.
Eso fue el domingo 11 de marzo. El martes, en nombre de De
la Rúa, empieza a haber algunas llamadas convocando a una reunión para trabajar
para la campaña del 15 de abril, como correspondía, pues la lista de senadores del Partido Justicialista no
había sacado el 50% y había segunda vuelta. Estábamos hablando de una reunión
para el miércoles 14, en la Casa Radical. Por supuesto concurrí, además con De
la Rúa yo tenía trato personal, lo conocía de antes. Pero nunca habíamos estado
en ningún grupo político interno, al contrario, nos encontrábamos en distintos sectores,
y hasta en el barrio, habíamos integrado listas distintas.
Éramos 18 radicales que estábamos en la reunión, algunos
todavía actúan y andan en el Partido, entre ellos, Tito Lapadú, Pedro Querido, Pablo
Palomeque, Quique Benedetti, son los que me acuerdo ahora, sobre los demás,
algunos ya han fallecido o desaparecido de la vida política. Y esos 18
empezamos a motorizar la campaña a Senador del 15 de abril. No por
responsabilidad, sino porque no había otra cosa.
La paliza electoral había dejado groggy a la Unión Cívica
Radical y, quizá marcando una impronta mantenida durante muchos años por Fernando
de la Rúa, la consigna era la de no improvisar. Pero apareció alguien que se
ofreció a armar un acto en una sociedad intermedia. Gustó la idea de
realizarlo, se trataba de un día viernes pero nadie conocía quién era esta
gente.
Nos citaron en la calle Paso, partimos todos el viernes para
el acto y la casa estaba cerrada. Así empezó esa campaña, a los tropezones,
donde pusimos un tremendo esfuerzo, hicimos todo a pulmón y donde se dio un triunfo
excepcional que, después, como yo digo, los chamuyetas de la política
argentina, lo quisieron devaluar.
Porque instalaron que De la Rúa le había ganado a un mal candidato,
que era Marcelo Sánchez Sorondo, cuando este último postulante sacó en la
Capital Federal, 120 mil votos más que Cámpora, cosa que es casi inédita.
Porque quien va en la lista con la fórmula presidencial y obtiene más votos,
luego en una elección posterior a la presidencial, muestra que no es ningún
candidato catástrofe, 120 mil, eran muchos votos. Significaban el 20 por ciento
más de lo que había logrado Cámpora.
De la Rúa tuvo la necesaria habilidad para juntar todo lo
que quedó afuera. Porque tuvo el voto desde el Partido Comunista ortodoxo hasta
el de sectores de centroderecha.
Con tranquilidad, serenidad, con ese estilo de
no-confrontación, juntó todo e hizo una elección que, evidentemente, ha tenido
una enorme gravitación en las tres
décadas de la vida política, tanto en la interna del radicalismo como en la
nacional.
Fuente: Politica y Hechos: “Ser radical sirve para hacer” de José
María García Arecha, Editorial Losada, 2001.
No hay comentarios:
Publicar un comentario