Cuando decidimos, junto con el Dr. Edgardo Cardone, encarar
la publicación de esta tercera edición de la historia de parte de la vida política
de José María Guido, mi padre, pensamos que -como justo homenaje, aunque algo tardío-
era conveniente cambiar el titulo del libro.
Para reflejar, en cierta forma, algo de lo que debió sentir
durante los tiempos de la etapa política que decidió afrontar para evitar males
mayores para la Republica.
Mi padre era una persona que valoraba enormemente la lealtad
y la amistad, aunque estas no vinieran siempre acompañadas del entendimiento y
la comprensión.
Cuando tuvo que predecir su futuro político allá por Marzo
de 1962 (hace ahora 50 años), debió haber mirado todo el esfuerzo y la sincera dedicación
que le habían insumido hasta entonces sus ideales de un país mas justo para
todos.
Fue así que, antes de contestar el pedido que le habían
hecho sus amigos más íntimos y, luego, las autoridades de la Corte Suprema,
quiso consultar con el entonces Presidente, el Dr. Arturo Frondizi.
Mi padre no estaba dispuesto a asumir la Presidencia sin tener
el entendimiento y apoyo de su amigo de tantas ilusiones políticas. Fue el
propio Dr. Frondizi quien le contesto:
"Usted, Guido,
asuma la Presidencia para evitar males mayores para el país.
“Estoy seguro que usted
sacrificara su carrera política. Que muchos de, los hasta hoy, sus amigos no lo
entenderán y hasta dirán que es un traidor. Yo, le prometo que, mas adelante,
me encargare de limpiar su nombre."
Y, sin contarle siquiera a su familia (estuvo oculto durante
varios días teniéndonos en vilo sin saber su suerte, sin que supiéramos que era
de su vida), decidió cumplir con el mandato que entendió la Patria y el destino
le habían encomendado.
Recuerdo que el siempre me decía, que su idea había sido
siempre la de continuar trabajando en su estudio jurídico de Viedma, estando en
compañía de sus buenos amigos y que nunca había aspirado a ocupar un cargo
publico.
Pero había sido Frondizi, quien le había pedido especialmente
que lo acompañara en su gobierno, ya que mi padre conocía a sus colaboradores y
su función iba a ser importante en la gestión parlamentaria, por sus dotes
innegables de negociación y conciliación.
José María Guido estuvo solo durante su gestión. Acompañado
solamente por su familia cercana, sus amigos de siempre y aquellos pocos que lo
acompañaron en la presidencia (y luego fueron actores decisivos en la Comisión
de Homenaje a su memoria).
A1 retirarse de la presidencia, habiendo cumplido con el objetivo
que se había fijado, de llamar a elecciones y entregar el cargo a alguien
elegido por su pueblo, salio teniendo el mismo patrimonio con el que había
iniciado su gestión.
Para poder comprar el departamento de la calle Arenales
donde fuimos a vivir, debió pedir un préstamo bancario garantizado so1o por su
nombre y reputación. Debió seguir trabajando como abogado en su querida Viedma
hasta el fin de sus días.
Estuvo solo, y hasta fue incomprendido (aun hoy lo es) por
la mayoría de la gente, que quizás no llego a entender el riesgo cierto e
inminente de un conflicto fratricida que, con su paso por la vida publica,
ayudo a evitar.
Seguirá estando solo hasta que la historia entienda, valore
y comprenda su gestión.
Este libro trata de ser, humildemente, un póstumo homenaje a
su memoria.
RODOLFO L. GUIDO
BUENOS AIRES, MARZO DE
2012.
Fuente: “José María Guido: El presidente está solo”. de Edgardo H. Cardone, Editorial
Eder 2012 Bs. As.
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