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sábado, 3 de diciembre de 2016

Juan Carlos Pugliese: "Impuesto a las Ganancias" (21 de diciembre de 1973)

Sr. Presidente (Allende). - Tiene la palabra el señor senador por Buenos Aires.
Sr. Pugliese. - Señor presidente: confieso que antes de tomar la decisión de participar en este debate vacilé, pensando si ello era necesario, sobre todo después de la brillante y apasionada exposición que hizo el señor senador León, representante de nuestro sector en la Comisión de Presupuesto y Hacienda. Pero leía un párrafo de un trabajo del doctor Enrique García Vázquez, distinguido economista que honrara la función pública en el cargo de vicepresidente del Banco Central durante el gobierno del presidente Illia, y ello me decidió a participar para hacer algunas apreciaciones sobre la política económica y la incidencia que sobre ella tiene la reforma tributaria, inserta en el conjunto de leyes sometidas a la consideración del Congreso de la Nación.

Decía el doctor García Vázquez:

«Generalmente, no se da al impuesto la importancia que tiene; no se observan en profundidad sus malos y buenos efectos para la economía globalmente considerada, sino que la atención se centra en la desagradable acción que principalmente algunos gravámenes directos ejercen sobre el individuo o la empresa.»

Sin embargo, él cava profundamente en la tierra de la economía, daña raíces vitales, actúa como fértil abono otras veces y siempre su acción silenciosa, para bien o para mal, tiene efectos extraordinariamente importantes para el producto económico. En la reforma que esperamos, el impuesto debe rendir lo suficiente como para financiar genuinamente el gasto público, cuya orientación y no su monto debe ser profundamente revisada. No es posible que por falta de comprensión del problema o por desorganización se siga alentando la inflación mediante la emisión monetaria sin control. Esto conduce a la injusticia social, a la inversión improductiva y al estancamiento económico.

De esta manera, sobre talas conceptos, la importancia de la política impositiva como un instrumento de la política económica global obliga a señalar, en primer término, que la dificultad de este debate radica en la ausencia de tres condiciones que debieron darse hoy en este recinto: primero, conocer el monto estimado de lo que el Poder Ejecutivo piensa recaudar mediante estas reformas impositiva'+; segundo, conocer el Plan Trienal; y tercero, conocer el presupuesto.

Yo agregaría todavía un cuarto requisito más, que es la presencia de los señores ministros responsables en este recinto, porque de lo contrario, en este último caso, estamos en la misma situación que durante el gobierno militar del general Onganía, quien decía que realizaba conferencias de prensa porque éstas le brindaban el medio de comunicación directa con el pueblo debido a la ausencia del Parlamento. La conducción económica sigue manejándose a través de conferencias de prensa en lugar del diálogo ante los representantes del pueblo, que han dado más de una muestra de que están imbuidos del más alto espíritu de colaboración, a pesar de que muchas veces no encuentra reciprocidad en una conducción económica que se jacta de mandar estas leyes, en virtud de coincidencias realizadas con nosotros, pero, hasta llegar aquí, somos convidados de piedra.

Nuestra responsabilidad ante el país no está determinada por la conducta de un sector o de todos los sectores del Poder Ejecutivo. Nuestra responsabilidad ante el país parte de nuestra propia convicción acerca de cómo debe ser la conducta de las fuerzas políticas argentinas para salir de esta situación y conducir a la Nación por el camino de la institucionalización definitiva.

Por ello, estos agravios no los computamos, porque no son ellos los que nos determinan sino que nos guía una concepción razonada y orientada a obtener logros definidos para el conjunto de la Nación.

Por esa razón también atenuamos nuestra crítica a algunas medidas de la política económica porque tenemos conciencia cabal de la pesada herencia recibida. No me refiero, como se dice muy ligeramente, a los últimos dieciocho años, porque es necesario que se diga con las cifras, y no con los discursos fáciles, que en 1966 el aumento del costo de la vida había llegado en el primer semestre al 4,6 por ciento. En consecuencia, cuando se habla de la pesada herencia recibida, ello debe ser imputado a los períodos que fueron responsables de esta desorganización económica y financiera del Estado y del abultado déficit de tres billones que heredó este gobierno.

Esto nos lleva a decir también que en 1966 estaba en marcha un plan nacional de desarrollo que merecía el nombre de plan y era el primero que se hacía en el país, que contenía una diagnosis que fue elogiada por todos los sectores y que determinaba, en su capítulo especial, compatibilizando recursos con necesidades, lo que podía hacerse en un período determinado de tiempo. No era la mera creación de intelectuales, sino un trabajo razonado, sin antecedentes, que se hizo en muy poco tiempo. Todavía este plan trienal tiene que pasar por el examen de nuestra lectura para saber si el paraíso que se ofrece es el de un inventario de necesidades o si los recursos que se establecen están compatibilizados con las posibilidades del país y con las necesidades prioritarias que éste requiere. De tal manera que vamos a dejar estos aspectos negativos del tratamiento a fuerzas políticas que cooperan con la consolidación del frente interno, como decía esta mañana el señor presidente de nuestro bloque, y vamos a dejar también esas ligerezas que se cometen porque atentan no sólo contra una fuerza política que puede exhibir orgullosamente su paso por el gobierno, sino contra el más elemental sentido de la veracidad de los hechos.

Pero nuestra condescendencia a considerar las dificultades de la conducción económica no llega a tanto como para impedirnos realizar algunas críticas.

Podemos señalar, y conviene que empecemos por los aciertos de la conducción económica para que los desaciertos que les imputamos puedan ser considerados en forma de balance comparativo y no con un afán exclusivamente crítico. Señalamos, en la conducción económica, aciertos vitales en cuanto a la decisión y el coraje con que enfrentó una inflación que se iba haciendo galopante en el país. Con una tasa del 80 por ciento no podía realizarse ni pensarse en ningún tipo de política económica. Es cierto que nos decidimos y somos los inventores del gradualismo y que algunas veces a tal sistema en los foros internacionales se lo llamó la teoría argentina. No estamos de acuerdo con el tratamiento de shock para resolver el problema de la inflación. Es cierto que se ha obtenido ese éxito, no por supuesto en la jactanciosa afirmación de que ahora la inflación es «cero., porque sabemos que no es así. Sabemos cuáles son los resquicios por los que se escapan algunos precios oficiales, que no son los que en realidad se pagan. Advertimos en algunos productos cierto desabastecimiento y escasear. Pero, de cualquier manera, esto no sería suficiente para disminuir el reconocimiento que debemos hacer del éxito global en la lucha contra la inflación.

Sí creemos, en cambio, que han faltado políticas, especialmente en el sector agropecuario.

Hemos dejado de exportar una cantidad importante de toneladas de carne, y si podemos exhibir un aumento en el monto total de la exportación es porque hemos aprovechado las condiciones excepcionales del mercado internacional; pero, en volumen, la disminución ha llegado al 45 por ciento.

Hemos señalado antes de ahora, cuando tratábamos las leyes que determinaban la organicidad de la Junta de Carnes y de la Junta de Granos, estos aspectos, y hemos reclamado estas políticas globales. En el área agraria hemos destacado la necesidad del seguro agrícola, que no es un asunto de poca importancia, como parece dársele. Porque el seguro agrícola, lleva de suyo la posibilidad de una política crediticia que se asiente sobre el mismo para modificar la estructura comercializadora, que hasta aquí no fue ventajosa ni conveniente para lo: agricultores, sobre todo para los pequeños y medianos, que, como decimos reiteradamente, en los que queremos proteger.

Ya se ha señalado aquí que luego de nuestros reclamos se hizo rápidamente la llamada «Acta de compromiso con el agro», en la que se fijaron una serie de pautas establecidas en este recinto, ninguna de las cuales ha sido cumplida.

Además, este tema está incluido en el período de sesiones extraordinarias del congreso; y, sin embargo, los funcionan s del gobierno han dicho que la comisión que allí se menciona es simplemente asesora. Cuando llegue el momento de discutir este asunto tendremos que determinar cuál es la característica de dicha comisión, porque si es simplemente asesora nos negaremos a su consideración en el Congreso, ya que el Poder Ejecutivo tiene facultades para hacerse asesorar por tantas comisiones como crea conveniente y sobre todo si, como ésta, son honorarias.

De modo que no quiero extenderme en lo que han expresado otros señores senadores con respecto a estas fallas de la política.

Nosotros hemos tenido contacto durante mucho tiempo en el país con los hombres que tienen la responsabilidad de la conducción económica y hemos coincidido muchas veces, yo diría muchas más que las que hemos divergido. En la consideración de los problemas que alertan al país.

De modo que esta crítica que realizamos no es algo que nos complazca. La formulo, primero porque es un deber expresar con limpieza el pensamiento sobre una situación que nos afecta a todos; y en segundo lugar, es un llamado de atención para que se ponga más el acento en las políticas de fondo, así como señalo el acierto de la conducción en la organización del Estado, que quiere convertirse en una empresa más eficiente. Y así hemos votado corporaciones de la pequeña y mediana empresa y de empresas nacionales, oportunidad en la que hemos indicado que todo ello constituye sólo la infraestructura de una política que debe realizarse en el país. Pero no hemos visto que podamos considerar políticas, en el sentido lato de la palabra, y pasado el período de la coyuntura, referidas al mediano y largo plazo.

Lo que expreso para el sector agropecuario va también referido para otros sectores tan importantes del país como el de la petroquímica, en el que luego de anunciarse en un diario que por el plan petroquímico quedaba la producción en manos del Estado, posteriormente leímos anuncios referidos a la posibilidad de la construcción de una gran planta petroquímica por parte de una empresa italiana, a lo que, por supuesto, no me opongo a priori. El problema es conocer exactamente cuáles son los planes del gobierno y determinar las políticas en esta materia.

Seguramente, si hubiéramos tenido el plan trienal, siguiendo el orden lógico en la consideración de estos asuntos, podríamos haber determinado este aspecto. A mí no me preocupa lo que se ha dicho de que las leyes impositivas tienden a desalentar la inversión privada para favorecer la pública, siempre que en el plan esté reflejado el monto de las inversiones tanto públicas como privadas determinando las reglas de juego de cada sector.

De ese modo la crítica resulta subjetiva porque la respuesta tiene que estar dada por parámetros objetivos de realización gubernativa, que son los que no conocemos nosotros en este momento.

El Poder Ejecutivo envió una reforma tributaria a la que luego me voy a referir en sus principios generales, descontando, al enviar el proyecto de presupuesto al Congreso, que esta reforma sería aprobada en primer término; cosa que teóricamente no puede pensar el Poder Ejecutivo sino una vez que tenga la ley.

En segundo término determina, sin que nosotros lo sepamos, cuánto es lo que producirá la serie de impuestos fijados en esta reforma y luego anuncia un plan trienal que será de conocimiento del Congreso. Todos estos elementos hubieran sido vitales y necesarios para que este debate mereciera el nombre de tal y pudiéramos nosotros hacer el análisis de esta reforma y responder, si es posible, cuál es la parte del sector público, cuál es la parte del sector privado y si estas leyes no desalientan tanto al sector privado que le impida cumplir la cuota parte que el plan trienal le ha determinado para los próximos años.

De manera que este criterio de la falta de políticas concretas y de conocimientos que no tenemos con respecto a la utilización y al monto que cada uno de estos impuestos va a producir, es lo que nos obliga a realizar una advertencia y una especie de requerimiento para que se abandone cierto elitismo excluyente de la conducción económica a pesar de que para defenderse se apoya en las coincidencias programáticas subscritas por los partidos políticos.

Por otra parte, en cuanto a la reforma en sí y como lo ha dicho ya de una manera muy clara el señor senador León, nos cuesta poco trabajo apoyarla como filosofía, porque esos principios son, precisamente, los que hemos sustentado en este mismo recinto del Senado cuando tuvimos el honor de desempeñar el cargo de ministro de Economía de la Nación haca 8 ó 9 años lo mismo que en la Cámara de Diputados cuando considerábamos y discutíamos un presupuesto durante tres largos meses en comisión -porque el presupuesto lo habíamos presentado el 31 de agosto, como manda la ley.

Allí se discutían también las leyes impositivas y no voy a recordar todo lo que se dijo en aquel debate que tal vez sea objeto y motivo de ilustración para señalar las contradicciones con palabras que se dijeron entonces y que no se repiten hoy. Lo digo para destacar una política coherente en esta materia que nadie nos puede negar porque está asentada, felizmente, en los Diarios de Sesiones de este Honorable Congreso.

O sea, que la reforma impositiva era de todo punto de vista absolutamente necesaria. Nosotros hemos dicho antes que el sistema impositivo argentino estaba desquiciado; que era necesario establecer el principio de la progresividad porque había llegado a un grado tal de regresividad en que los impuestos indirectos superaban a los directos y la recaudación de estos últimos disminuía año a año.

El fenómeno de la evasión impositiva que aquí se ha referido obedece tal vez a algunas causas que se han señalado, como la inequidad del sistema impositivo por la falta de una política, por ejemplo; los vastos generales del Estado, en los que hay una conciencia en que al no ser útiles no se paga el impuesto, etcétera.

Esto puede ser cierto. Pero tampoco hay que olvidarse que la evasión se ha producido sobre la base de establecer dentro de las leyes una serie anárquica de desgravaciones y exenciones sin ningún sentido ni orientación, que prácticamente desquiciaron todo el sistema impositivo.

La frecuente costumbre de dar blanqueos o regularizaciones impositivas, o como quiera llamárselos, desalienta a los pocos contribuyentes leales que quedan, que cumplen con su obligación con el fisco.

La negativa a que el fisco tenga medidas fuertes y coactivas para poder actuar, también es otra causa, como el caso del secreto bancario, que aquí ha sido defendido a muerte, mientras que no es defendido dicho secreto cuando se trata de relaciones de banco a banco, porque éstos, que defienden el secreto bancario por una cuestión ética de la libertad del individuo que deposita allí en su banco, se olvidan de la ética de ese cliente que dicen defender cuando piden sus informes a otra institución para no sufrir un quebranto económico. Es decir que al fisco, que en definitiva es la Nación, le negamos lo que le acordamos a los bancos entre sí, como si estas instituciones fueran una entidad mayor que la Nación, lo que demuestra hasta qué punto estaba desquiciada la concepción del poder y de los grupos de poder que se consideraban dueños del mismo.

Por eso, cuando el Poder Ejecutivo -en parte recogido por el señor miembro informante a lo largo de toda su exposición- se refiere al agrupo de intereses», a los «intereses que van a reaccionara, parecería que hubiese una especie de fantasmas, que no los hay pero que existen.

Yo diría que tendríamos que ir más allá y señalar concretamente quiénes son estos fantasmas.

También lo hemos dicho aquí, hace diez años, casi preanunciando que estos fantasmas se iban a corporizar para desalojarnos del gobierno, y sabíamos que estaban radicados en las veinte manzanas del puerto de Buenos Aires, que todos los señores senadores señalan cada vez que sus provincias sufren por esta centralización porteña.

Pero si nosotros lo que hacemos con estas veinte manzanas es atacarlas en las personas, creo que nos equivocamos. Considero que hay que atacar al sistema, con gran respeto por las personas, porque en esas veinte manzanas puede haber, y yo lo reconozco, quienes pensando distinto consideren que de esa manera obtendrán los mismos objetivos que nosotros queremos.

Pero lo que importa es que nosotros -y ahí sí estamos en las coincidencias programáticas-, como objetivo fundamental, deseamos conseguir un cambio revolucionario en paz. No nos olvidemos que este cambio lo tenemos que hacer, porque sino no tendremos autoridad moral para rechazar la violencia como medio. Entonces, lo que hace falta es que este grupo de intereses no se nos meta por los resquicios, por ninguna parte, ni maneje ningún sector o aparato del gobierno donde pueden hacer imposible lo que se pretende con una reforma que teóricamente es correcta. Es decir, que tenemos que señalar no al enemigo, porque yo también creo que todos somos argentinos, sino al adversario de una concepción mayoritaria que el país ha votado y que debe imponerla con la fuerza que es el respaldo popular.

Se ha hecho un mundo en algunos sectores con respecto a las leyes impositivas enviadas por el Poder Ejecutivo. Ustedes me perdonarán –o me agradecerán- que no entre in extenso al análisis de esas normas, pero no lo hago sólo en beneficio del tiempo de mis colegas, sino porque realmente no soy un técnico en la materia.

Pero he visto y leído las cuatro o cinco objeciones fundamentales que se le hacen a la reforma tributaria, con la que he dicho que nosotros estamos de acuerdo, porque es prácticamente lo que se ha sostenido en todos los congresos de derecho fiscal, lo que han dicho los partidos políticos y casi todos los sectores, en cuanto a nominatividad de acciones, la estructura de la escala del impuesto a las ganancias y el valor agregado, que ha sido muy duramente censurado, y por nosotros en cuanto a la tasa, no en cuanto al sistema.

Quiero referirme por ahora al problema de la nominatividad, a pesar de ser algo que ya no puede defenderse excesivamente. Se Habla de que la nominatividad en otros países ha prosperado porque es endosable, mientras que en el nuestro no. Yo no sé si la nominatividad debe ser o no endosable o si es suficiente la caja de valores: lo que se, en cuanto al espíritu que nosotros buscamos o buscaríamos de ser autores de la reforma, es pretender cambiar una situación por otra, en la que todos queden individualizados. La falta de individualización es la que ha provocado la falta de progresividad, porque al no tenerse la posibilidad de conocer los ingresos totales de todas las personas, es imposible realizar escalas progresivas del impuesto.

Como no existía esa posibilidad y el Fisco no tenía recursos que necesitaba cada vez más, además de recurrir a la emisión monetaria. Aumentaba la tasa con lo cual crecía la progresividad porque ésta se distribuye entre los pocos que pagan. En consecuencia, yo creo que la nominatividad no puede ser la causante única de que en la bolsa no se activen las acciones, porque el régimen de nominatividad que todavía no hemos establecido, no ha estado vigente y, por lo tanto, no es el responsable de una situación que hace mucho tiempo se mantiene y que obedece a otras causas que deberían tratar de corregir estos sectores, porque en su. Manos está hacerlo. Cuando un país no se desarrolla en forma general nadie puede pretenda que se desarrolle en forma sectorial De manera tal que esto no tiene absolutamente nada que ver.

Yo quería señalar este punto, porque he leído, como todos los señores senadores, una presentación hecha al Honorable Senado por la Cámara de Sociedades Anónimas que e: la que, en forma más ilustrada y detallada, miramos, hace la crítica del sistema de nominatividad expresando los perjuicios que ocurrirían en el caso de que este Senado le prestara aprobación.

Señala en la nota -a pesar de haber manejado números nunca he sido muy fiel a ella no que existen alrededor de trescientas sociedades que cotizan en bolsa, mientras que en el país hay cuarenta mil que no cotizan.

En el memorial se señala -y de paso se quejan de no haber recibido respuesta- que esto puede ser sostenido únicamente por quienes nos llevan insensiblemente al marxismo, es decir, que para esta manera de pensar, existen dos formas de conducir la economía de un país: el marxismo o el sistema que ellos proponen. O sea, no existe más, ni en la teoría ni en la acción política, que recurrir al marxismo -al cual confunden con estatización marxista-, o establecer las ventajas que tiene la moderna sociedad anónima en cuanto es una sociedad ágil para captar dineros del pueblo haciéndolo participar en las decisiones y en la capitalización del país.

Y yo pregunto: ¿cuarenta mil sociedades anónimas en la República Argentina? No conozco que existan 40 mil pedidos de subscripción de dinero público para realizar obras importantes que un empresario particular no puede hacer.

Me decía un distinguido comercialista que en nuestro país existen más sociedades anónimas que en Francia, Alemania e Italia juntos.

Entonces queda la duda de que la mayoría de estas 40 mil sociedades anónimas -y esto no implica un agravio total- pueden haberse constituido con el propósito de va, r o defraudar, porque esto ha ocurrido en el país.

Lo que manifiesto puede aparecer como una imputación gratuita, pero no la hago a una determinada persona sino que en última instancia respondería al agravio gratuito que se le ha hecho a todos los que defienden la reforma tributaria, computándoles ser marxistas.

Lo que me preocupa es que busquemos ordenar definitivamente al país. No hasta con que algunos sectores acepten el veredicto y se ubiquen dentro del mismo porque no queda otro camino. Es preciso promover el cambio mental para que se comprenda que el país necesita el apoyo de estos hombres de empresa, pero ubicados dentro de una mayor comprensión del pensamiento mayoritario y dispuestos al esfuerzo sacrificado que ya realiza la clase obrera.

De modo que cuando formulo la crítica a la conducción económica, también hago la correspondiente defensa de principios. Nosotros estamos de acuerdo con esta reforma, con su fundamentación filosófica, y consideramos que es importante, con las lógicas reservas formuladas por nuestros representantes en la Honorable Cámara de Diputados, y las que ha hecho en este recinto el señor senador León, particularmente señalando que nuestra diferencia fundamental está referida al impuesto al valor agregado.

Y en tal sentido quiero agregar que comparto otra crítica que se ha formulado precedentemente, al manifestarse que resultaba innecesario establecer en este momento la tasa, ya que el impuesto tendrá vigencia en 1975. Así mismo, en cuanto al sistema de aplicación de dicha tasa, consideramos que debiera ser de reducción de las alícuotas en las distintas etapas.

De ese modo, si se quisiera desalentar un determinado tipo de consumo, en la última etapa se aumentaría dicha tasa para lograr el propósito perseguido. De esa manera se atenuaría el efecto piramidal, al que se ha hecho referencia.

Supongo que este asunto lo vamos a conversar en el transcurso del año próximo, porque si el impuesto va a aplicarse a partir del 19 de enero de 1975, tendremos oportunidad de conocer los efectos prácticos de la aplicación de este sistema y volver sobre la cuestión.

Con respecto a la inversión privada en beneficio de la pública, la crítica está dirigida en este momento al hecho de saber cuál será la política monetaria y la participación de uno u otro sector. Pero en líneas generales voy a aceptar la crítica de que no deberían estar exceptuados los valores públicos. Incluso los que adquieren valores públicos, cuyas rentas están exceptuadas, son individuos iguales a los que adquieren valores privados. Por lo tanto, con respecto a ellos tampoco podernos aplicar la progresividad.

Inclusive se podría hablar de esto con respecto a todos los patrimonios de propiedad del Estado, porque es necesario que sepamos cuál es el costo. Con respecto a estas excepciones, yo creo que toda empresa tiene que pagar un impuesto y si no le alcanza para hacerlo, el Estado debe dárselo, pero el costo tiene que ser conocido si es que realmente queremos ordenarla economía.

Con respecto a la práctica, yo debo formular una crítica que no apunta a la reforma tributaria sino a la política económica. Me refiero a la falta de una política agropecuaria que tienda a la modificación de la estructura agraria, ya que puede ser que esta reforma no dé los resultados apetecidos, en la medida en que una reforma tributaria no se hace solamente con sentido fiscalista, sino para obtener un objetivo político.

Pero el mantenimiento de la actual estructura puede hacer que ella se fortalezca, si no realizamos fundamentalmente una política que tienda al aumento de la producción.

Esto último no lo digo solamente por lo que afirmaba el señor senador Frugoli con respecto a las palabras del presidente de la Nación, en cuanto al futuro que espera a nuestros países como reservas de alimentos frente a otros países hambrientos. Yo creo que esto no es nuevo y ha sido dicho muchas veces. Pero ocurre que este país, que alguna vez fue llamado el granero del mundo y que tenía ventajas relativas para obtener una importante producción agropecuaria, se encontraba muchas veces con que el hambre se localizaba en naciones que no tenían con qué pagarnos. Nosotros nos manejábamos el comercio porque queríamos, sino porque nos lo imponían dentro de un área determinada que en un momento dado se empezó a autoabastecer, creando la crisis de nuestro sector externo. Esta crisis fue señalada en el diagnóstico de nuestro importante Plan Nacional de Desarrollo como la causa responsa, le de las crisis periódicas argentinas.

Lo que es nuevo y debe decirse, es que ha habido en el mundo un proceso de liberación que ha incorporado millones de personas que antes no comían y ahora tienen economías desarrolladas que les permiten comerciar y pagar.

Entonces es importante que desarrollemos una política, ya que tenemos asegurados los mercados. No hace muchos años, creo que en 1960, una misión comercial de China Continental nos visitó y se fue con las manos vacías por no haber podido conseguir siquiera las visas para manejarse dentro del país. De aquí se trasladó a Canadá, donde compró 400 mil toneladas de trigo y otra cantidad de productos que hubiese podido comprar en la Argentina, sobre todo en la Patagonia, a la que no pudo viajar por dificultades que tuvo en sus visas.

Pero los sectores que impiden que se den visas a las misiones comerciales extranjeras señalan a Canadá como un ejemplo demostrativo del crecimiento que no ira alcanzado la Argentina.

Ahora estamos conociendo el concepto de empresa multinacional, y seguramente los intereses de esas empresas que manejan las economías imponían entonces su sistema a nuestro país alegando que se trataba de materiales críticos que no podíamos vender al presunto enemigo.

Pero sus propios aliados podían hacerlo y mantener relaciones que les eran fructíferas y provechosas.

Si no tenemos la conciencia de la independencia y si creemos que la liberación es una mera palabra que nos basta pronunciarla para sentirnos satisfechos, no vamos a encontrar solución a los problemas. Es cierto que es necesario mejorar la eficiencia de los organismos del Estado, pero también que, simultáneamente, debe haber una política que tienda a este aumento de la producción, no manteniendo el status quo de la actual tendencia sino multiplicando la posibilidad productiva de los pequeños y medianos productores para convertirnos realmente en un país, como quiere el Presidente, que  tenga cantidades suficientes de productos para un mundo cada vez más hambriento. Pero cuando esta posibilidad existe, tengamos la valentía de decirle al país, con confianza en el pueblo que al no existir suficiente carne roja o vacuna para exportación y consumo, en un momento de emergencia es necesario obtener divisas de nuestra propia producción para fundar en ello un proceso de liberación y de independencia.

Si se explica claramente. con la confianza con que se apoyan otras medidas, estoy seguro de que nuestro pueblo respondería inmediatamente, y se evitaría todo este mercadeo con el cual no se resuelve el problema del consumo popular, no se soluciona el problema de la producción ni se pueden obtener las divisas necesarias para fundar en ellas un plan de desarrollo independiente. Esto es lo que estamos reclamando y no vemos: políticas que podamos discutir. Estamos votando medios, y hasta aquí vamos bien. Es el primer año, es la infraestructura. Se asientan los principios de la reforma tributaria, pero aquí hacen falta políticas que no se ven y tienen que ser dadas con bastante tiempo Porque el país está esperando y el mundo esta esperando a la Argentina.

Todo esto que se dice es cierto teóricamente, pero en la medida en que el país asuma la responsabilidad de hacer lo que estas buenas perspectivas le están ofreciendo.

Si realizamos una política de este tipo, si nos sinceramos frente al país y nos dejamos de hablar simplemente de liberación, hallaremos el camino.

Si hablamos de liberación porque en lugar de 62 kilos de carne per cápita estamos consumiendo 85, y no hacemos el cálculo de estos 23 kilos per cápita, que son 466 mil toneladas de carne que representan 600 millones de dólares para nuestras reservas de divisas, no estamos haciendo liberación, la estamos retardando con un populismo que tiene características similares al de la dictadura militar, que no tuvo política económica y a través de ese populismo provocó el desastre que heredó este gobierno.

Debemos tener cuidado y ser suficientemente responsables y valientes como para afrontar esta situación. No es popular el que le dice al pueblo que come mucho más que antes porque paga más barato, sino el que estableciendo una política de mediano y largo plazo crea la posibilidad de que éste sea realmente un país independiente y liberado y que todo el poder de decisión esté en manos argentinas. Ese día nos reiremos de las leyes de inversiones extranjeras, no; reiremos de los discursos, y tal vez nos tengamos que reír de la pretensión que tenemos de reprimir la violencia mediante leyes penales.

Estas sí son coincidencias programáticas, señor presidente, y con respecto a éstas, reos gustaría que algún día se nos llegue a decir cómo las podremos implementar y qué precio estamos dispuestos a pagar.

El precio de estas coincidencias ni puede estar solamente en manos de la oposición, que yo no llamaría constructiva sino realista. No es oposición realista o constructiva porque haya participado de todo lo que el gobierno hace o la mayoría dispone; hacemos oposición realista porque tenemos un compromiso fundamental con el país, al que hemos visto de arriba y de abajo

Por eso hemos podido señalar en nuestra plataforma y en nuestro programa los principios que nos costó muy poco tiempo inscribir en las coincidencias programáticas.

De manera tal que mi intervención, señor presidente, que se ha alejado un poco el análisis de las leyes impositivas, está destinada a formular esta advertencia y a señalar estos Puntos, para que se determine cuál es la línea de nuestro pensamiento. No va contra nadie, no persigue fantasmas ni busca adversarios, pero tiene la firmeza suficiente de querer barrer todo obstáculo que impida un proceso auténtico de liberación, no declamado pero sí realizado en el más breve lapso posible.




Fuente: Honorable Cámara de Senadores de la Nación Argentina.

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