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lunes, 28 de noviembre de 2016

Martin Dip: "Embajador Hidalgo Solá: Un Radical en el Vientre Militar" (2014)

Cual si fuere una consigna, la Unión Cívica Radical sostuvo siempre un canal activo de relaciones con los gobiernos militares, circunstancia que puede constatarse en el accionar de la Revolución Libertadora de 1955, en el derrocamiento de Frondizi de 1962, y en el golpe contra la Presidenta Isabel de Perón en 1975.

Pero también se constata durante la dictadura de Lanusse 1971/73, cuando el importante dirigente radical Arturo Mor Roig ocupa el cargo de Ministro del Interior.

Ya durante la dictadura militar encabezada por Videla en 1976, esa relación se hace presente al aceptar su representación como embajador en Venezuela otro importante dirigente radical, el doctor Hidalgo Solá, aunque con un matiz de audacia política que, a la postre, terminaría pagándolo con su propia vida, como se vera.

Me encontraba yo en Caracas cumpliendo un programa de actividades propuesto por mi amigo, el Presidente Luis Herrera Campins, cuando me sorprendió un llamado del Embajador argentino que, muy solicito, me invitaba a un almuerzo en la embajada, donde me haría conocer un tema de "gran importancia política".

El halo de misterio que creo con ello me empujo a aceptar de inmediato el convite, así que al mediodía siguiente ya estaba subiéndome al coche que me buscaba para trasladarme hasta la sede diplomática.

Hidalgo Solá me recibió en persona y enseguida ya estaba haciéndome conocer las dependencias que, ubicadas en una céntrica urbanización, estaban envueltas en bellas plantas con flores multicolores. El diseño moderno y funcional, contrastaba con la amplitud de sus ambientes.

Me llamó la atención la ubicación que tenia la mesa tendida del almuerzo. No era un comedor propiamente dicho, si no en un ala del edificio resguardada por la arboleda y que lindaba con propiedades vecinas.

Unos vinos de bodegas argentinas sobresalían en la cristalería de copas talladas, que enseguida se proveyeron acompañados de agua cristalina.

El menú de pollo y pescado defendió el buen gusto, rematado por un par de dulces caribeños.

A una señal discreta del Embajador, los mozos se retiraron del comedor. Y allí comenzó a gastar su primer misterio.

"¿Ve aquella terraza que aparece entre palmitos y trepadoras? Bueno esa es la Embajada de la Unión Soviética", preguntó y respondió el mismo sin pausa.

Yo mire con curioso interés, pues me llamaba la atención la cercanía existente entre ambas sedes diplomáticas, algo que le hice notar.
"Y si, pero eso no es nada. Si se fija bien, esta allí emplazado un aparato con forma de megáfono, disimulado entre las plantas", me alerto, con voz recogida.

Yo agudice la vista y, en efecto, pude distinguir el equipo.

"Bueno Dip, si nos quedamos aquí, vamos a tener que direccionar la voz y el rostro en sentido contrario, porque ese aparato tiene el poder de captar a la distancia cualquier conversación que se realice."

Hizo una pausa mientras me miraba un tanto divertido frente a mi asombro.

“Y créame que lo hacen, eh? Es mas, no les importa el fastidio que provocan"

Ante tan extraña situación, me pareció conveniente trasladarnos al interior de la casa, a lo que accedió de inmediato.

Ya instalados en cómodos sillones, comenzó a darme explicaciones sobre la razón de haber aceptado su cargo en una dictadura como la de Videla, fundándola en la posibilidad que se le abría de poder influir en el ánimo y la decisión de los militares.

Destaco que esa probabilidad era mas cierta en los miembros del Ejercito, con quienes había buenos canales de dialogo, aunque también existían interesantes contactos con la Fuerza Aérea.

Desde esa posición, ya estaba trabajando en un plan de alcanzar coincidencias para un acuerdo cívico- militar que haga posible el más rápido retorno a la vigencia de las instituciones, o sea, la restauración de la democracia.

Ante mi extrañeza de que no hubiere hecho referencia alguna a la Marina, me contesto que una vez lograda la aquiescencia de las otras dos armas, los marinos no tendrían otra alternativa que acordar también.

"Eso si, Dip, para que este plan pueda progresar es fundamental contar con el apoyo de la mayoría de los partidos y de algunas instituciones como la Iglesia".

Ante mi pregunta sobre la probable actitud que asumirían tanto el Justicialismo como el Radicalismo, me contesto:

"Tengo la seguridad que, llegado el momento y con un cuadro de situación favorable, ambos tendrán una respuesta favorable. No olvide Dip que son políticos ávidos de poder, aunque no lo demuestren, y necesitan sacarse de encima esta especie de humillación por haberlo perdido tan ingenuamente"

Aunque algunos comentarios que había recogido en mi país ya daban cuenta de que Hidalgo Solá estaba embarcado en un intento parecido al que había escuchado, debo confesar que su entusiasmo y convicción sobre la campaña que se había propuesto, mucho mas si contaba con un guiño de los radicales, me había parecido honesta y hasta justificada.

Sin embargo, por natural precaución fui mas bien parco en mis frases de aliento a su patriada, lo que le bastó para tomar nuevo impulso y proponerme mantener el dialogo para seguir avanzando en el análisis y la búsqueda de coincidencias.

Ante mi aceptación, saco una tarjeta y escribió numerosos teléfonos, diciéndome:

"Estos son mi números directos en Buenos Aires, para el contacto entre nosotros. Yo tengo que estar pronto allí para atender un evento familiar, y lo llamare para que nos juntemos".
                            
Me despidió en la puerta, accediendo a mi pedido de prescindir del auto para poder caminar rumbo a mi hotel.

Su rostro exhibía una clara expresión de contenida alegría.

Al tiempo, ya establecido en el tormentoso escenario argentino, agitado por el atropello sin fin de la dictadura, me anoticio por los medios que el Embajador Hidalgo Solá había sido victima de un secuestro violento mientras transitaba por un camino de Palermo. Y ya no apareció.

Nadie del gobierno, ningún militar se hizo cargo del hecho, ni siquiera hubo una explicación, a la familia, a los argentinos. Solo había conjeturas, nada más.






Fuente: Entre Dos Fuegos “Grandezas y Miserias en la Politica Argentina de Martin Dip, Editorial Dunken, 2014.

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