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viernes, 16 de septiembre de 2016

Lisandro de la Torre: "Reminiscencias sobre Aristobulo del Valle" (1937)

Muy honrado me siento con su pedido de mi retrato que se propone colocarlo en su salita particular junto con el de del Valle. Witcomb me hizo un buen retrato del que no conservo copia, pero el tiene el negativo y le he pedido algunos; muy pronto le haré el envío.

A propósito de del Valle, habrá leído ya el articulo de Amadeo aparecido en La Nación de ayer. Es bueno y también es típico de la manera da Amadeo; tiene emoción, verdad y buen gusto, pero faltan algunos aspectos que eran esenciales y lo atribuyo a que Amadeo es mas hombre de letras que hombre de Estado. EI ministerio de del Valle, en la hora del choque de las dos tendencias que dominaban la política argentina, la revolución y la reacción, no esta tratado, o por lo menos, no tiene el relieve que debería tener, y tampoco pudo pasar desapercibido el famoso debate con Pizarro en el Senado. Con todo es un hermoso y justiciero homenaje, impregnado de respeto hacia la noble y luminosa figura de uno de los primeros argentinos.

Mucho me ha emocionado la parte de su carta en la que destaca el destino paralelo que hemos cumplido en nuestra vida pública, del Valle y yo. Hay mucha verdad en sus observaciones; y aun cuando es difícil ser uno mismo juez imparcial de sus defectos, no me causa violencia pecar contra la modestia y admitir que han inclinado la balanza en contra mía, razones mas decisivas que mis defectos. Del Valle no tenía esos defectos, y sin embargo, le cerraron el paso los bajos intereses de la politiquería.

Me sorprende, sin embargo, la mala memoria de Guillermo. Mi actitud no solo no contrasta con la de del Valle, sino que en buena parte se ha inspirado en Io que el hizo, cuando al dividirse la Unión Cívica el 21 de junio de 1891 quedo el país nuevamente a merced de Roca y Pellegrini. Renuncio su banca de senador y se retiro a su casa entristecido" (textual).

La renuncia de del Valle fue aceptada sobre tablas en la sesión del Senado del 27 de junio por 11 votos contra 4. La mía lo fue por 14 votos contra 4, también sobre tablas. En uno y otro caso la mayoría gubernista sintió un placer inmenso. Del Valle no dejo de pensar que su ausencia del Senado beneficiaria al gobierno que había combatido tan reciamente, pero el móvil de sus actos no había sido el de destruir por destruir y cuando vio que en adelante haría esfuerzos inútiles, por haberse dividido la fuerza política que representaba, abandono a otros la tarea de nacer oposición sistemática.

Abundaron en aquel momento los que lo censuraron, pero yo encontré un gran decoro y un gran desinterés en su actitud.

Hay pues un olvido material al decir que del Valle luchó solo contra el unicato y nunca tuvo un desfallecimiento.

Luchó solo en el Senado contra el unicato teniendo a su espalda el apoyo de la gran prensa de entonces y un inmenso partido que preparaba la revolución y la hizo. ¡Como iba a desfallecer en esa situación! Pero, cuando las circunstancias cambiaron y la fuerza de que había sido animador incomparable se disloco sin remedio, sintió la inutilidad de sus esfuerzos y devolvió al pueblo la banca que le habían dado. ¿Puede llamarse a eso un desfallecimiento? No lo creo.

Yo he soportado una situación más ingrata. Yo he luchado solo en el Senado durante cinco años, sin tener a mi espalda a la Unión Cívica, ni a los grandes diarios. Yo he luchado fieramente, abordando todos los asuntos graves que se presentaban, a despecho de la conspiración del silencio de los grandes diarios y a despecho de la absoluta falta de solidaridad de los partidos opositores, radical y socialista, y solo ante la entrega radical al adversario y ante la división profunda del Partido Socialista resolví retirarme a la vida privada.

¡Hubiera tenido a mi espalda las fuerzas necesarias para hacer algo útil y grande y otra seria mi actitud!



Fuente: De La Torre, Lisandro, Cartas Intimas, Advertencia y Notas de Raúl Larra, Buenos Aires, Futuro, 1952.

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