Muy honrado me siento con su pedido de mi retrato que se
propone colocarlo en su salita particular junto con el de del Valle. Witcomb me
hizo un buen retrato del que no conservo copia, pero el tiene el negativo y le
he pedido algunos; muy pronto le haré el envío.
A propósito de del Valle, habrá leído ya el articulo de
Amadeo aparecido en La Nación de ayer. Es bueno y también es típico de la
manera da Amadeo; tiene emoción, verdad y buen gusto, pero faltan algunos
aspectos que eran esenciales y lo atribuyo a que Amadeo es mas hombre de letras
que hombre de Estado. EI ministerio de del Valle, en la hora del choque de las
dos tendencias que dominaban la política argentina, la revolución y la reacción,
no esta tratado, o por lo menos, no tiene el relieve que debería tener, y
tampoco pudo pasar desapercibido el famoso debate con Pizarro en el Senado. Con
todo es un hermoso y justiciero homenaje, impregnado de respeto hacia la noble
y luminosa figura de uno de los primeros argentinos.
Mucho me ha emocionado la parte de su carta en la que
destaca el destino paralelo que hemos cumplido en nuestra vida pública, del
Valle y yo. Hay mucha verdad en sus observaciones; y aun cuando es difícil ser
uno mismo juez imparcial de sus defectos, no me causa violencia pecar contra la
modestia y admitir que han inclinado la balanza en contra mía, razones mas
decisivas que mis defectos. Del Valle no tenía esos defectos, y sin embargo, le
cerraron el paso los bajos intereses de la politiquería.
Me sorprende, sin embargo, la mala memoria de Guillermo. Mi
actitud no solo no contrasta con la de del Valle, sino que en buena parte se ha
inspirado en Io que el hizo, cuando al dividirse la Unión Cívica el 21 de junio
de 1891 quedo el país nuevamente a merced de Roca y Pellegrini. Renuncio su
banca de senador y se retiro a su casa entristecido" (textual).
La renuncia de del Valle fue aceptada sobre tablas en la sesión
del Senado del 27 de junio por 11 votos contra 4. La mía lo fue por 14 votos
contra 4, también sobre tablas. En uno y otro caso la mayoría gubernista sintió
un placer inmenso. Del Valle no dejo de pensar que su ausencia del Senado
beneficiaria al gobierno que había combatido tan reciamente, pero el móvil de
sus actos no había sido el de destruir por destruir y cuando vio que en
adelante haría esfuerzos inútiles, por haberse dividido la fuerza política que
representaba, abandono a otros la tarea de nacer oposición sistemática.
Abundaron en aquel momento los que lo censuraron, pero yo encontré
un gran decoro y un gran desinterés en su actitud.
Hay pues un olvido material al decir que del Valle luchó
solo contra el unicato y nunca tuvo un desfallecimiento.
Luchó solo en el Senado contra el unicato teniendo a su
espalda el apoyo de la gran prensa de entonces y un inmenso partido que preparaba
la revolución y la hizo. ¡Como iba a desfallecer en esa situación! Pero, cuando
las circunstancias cambiaron y la fuerza de que había sido animador incomparable
se disloco sin remedio, sintió la inutilidad de sus esfuerzos y devolvió al
pueblo la banca que le habían dado. ¿Puede llamarse a eso un desfallecimiento? No lo creo.
Yo he soportado una situación más ingrata. Yo he luchado
solo en el Senado durante cinco años, sin tener a mi espalda a la Unión Cívica,
ni a los grandes diarios. Yo he luchado fieramente, abordando todos los asuntos
graves que se presentaban, a despecho de la conspiración del silencio de los
grandes diarios y a despecho de la absoluta falta de solidaridad de los partidos
opositores, radical y socialista, y solo ante la entrega radical al adversario
y ante la división profunda del Partido Socialista resolví retirarme a la vida
privada.
¡Hubiera tenido a mi espalda las fuerzas necesarias para hacer
algo útil y grande y otra seria mi actitud!
Fuente: De La Torre, Lisandro, Cartas Intimas, Advertencia y
Notas de Raúl Larra, Buenos Aires, Futuro, 1952.
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