Respondiendo al clamor del pueblo y con el patriótico apoyo
del ejército y de la Armada, hemos asumido el Gobierno de la Nación.
Exponentes de orden y educados en el respeto de las leyes y
de las Instituciones, hemos asistido atónitos al proceso de desquiciamiento que
ha sufrido el país en los últimos años.
Hemos aguardado serenamente con la esperanza de una reacción
salvadora, pero ante la angustiosa realidad que presenta al país al borde del
caos y de la ruina, asumimos ante él la responsabilidad de evitar su derrumbe
definitivo.
La inercia y la corrupción administrativa, la ausencia de
justicia, la anarquía universitaria, la improvisación y el despilfarro en
materia económica y financiera, el favoritismo deprimente como sistema
burocrático, la politiquería como tarea primordial de gobierno, la acción
destructora y denigrante en el Ejército y en la Armada, el descrédito internacional
logrado por la jactancia en el desprecio
por las leyes y por las actitudes y las expresiones reveladoras de una
incultura agresiva, la exaltación de lo subalterno, el abuso, el atropello, el
fraude, el latrocinio y el crimen, son apenas un pálido reflejo de lo que ha
tenido que soportar el país.
Al apelar a la fuerza para libertar a la nación de este
régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y generoso ideal. Los hechos,
por otra parte, demostrarán que no nos guía otro propósito que el bien de la
Nación.
La participación en el gobierno de eminentes ciudadanos cuya
colaboración hemos requerido atendiendo exclusivamente a sus méritos y virtudes evidencia en primer
término que las fuerzas armadas, con el
apoyo moral de la masa de la opinión, después de haber liberado a la Nación de
la ignominia, ocupan de nuevo su lugar sin ambiciones de predominio.
Debe entenderse, sin embargo, bien claramente que, para
asegurar el orden y la normalidad, el gobierno provisorio procederá con
prudencia pero con una inquebrantable energía, porque el país ha sufrido
demasiado para que el sacrificio sea estéril.
Ajeno en absoluto a todo sentimiento de encono o de
venganza, tratará el gobierno provisorio de respetar todas las libertades, pero
reprimirá sin contemplación cualquier intento que tenga por fin estimular,
insinuar o incitar a la regresión.
La medida de la libertad queda, pues, librada al espíritu
patriótico de los ciudadanos y al buen sentido de los habitantes del país.
No nos anima ni nos mueve ningún interés político, no hemos
contraído compromisos con partidos o tendencias. Estamos por lo tanto colocados
en un plano superior y por encima de toda finalidad subalterna y dispuestos a
trabajar con todos los hombres de buena voluntad que aspiren al engrandecimiento
de la patria. Tenemos fundadas razones para admitir que el desengaño de los que
se han dejado tentar con promesas de dádivas personales (que ha sido la forma
de corromper las conciencias para obtener sanciones plebiscitarias) es
definitivo.
El gobierno provisorio, inspirado en el bien público y
evidenciando los patrióticos sentimientos que lo animan, proclama su respeto a
la Constitución y a las leyes fundamentales vigentes y su anhelo de volver
cuanto antes a la normalidad, ofreciendo a la opinión pública las garantías
absolutas, a fin de que a la brevedad posible pueda la Nación, en comicios
libres, elegir sus nuevos y legítimos representantes. Además los miembros del
gobierno provisorio contraen ante el país el compromiso de honor de no presentar
ni aceptar el auspicio de su candidatura a la presidencia de la República.
Será también aspiración del gobierno provisorio devolver la
tranquilidad a la sociedad argentina, hondamente perturbada por la política de
odios, favoritismos y exclusiones, fomentada tenazmente por el régimen
depuesto, de modo que en las próximas contiendas electorales predomine el
elevado espíritu de concordia y de respeto por las ideas del adversario que son
tradicionales a la cultura y a la hidalguía argentinas.
El gobierno provisorio interpreta el sentimiento unánime de
la masa de opinión que le acompaña al agradecer en esta emergencia a la prensa
seria del país el servicio que ha prestado a la causa de la República, al
mantener latente por una propaganda patriótica y bien inspirada, el espíritu
cívico de la Nación y provocar la reacción popular contra los desmanes de sus
gobernantes. Confía que con el mismo acierto, sabrá interpretar en el futuro el
papel esencial que le deparen los acontecimientos, a fin de encauzar hacia los
mismos elevados objetivos los esfuerzos cívicos de la opinión nacional.
La indispensable disolución del actual Parlamento obedece a razones demasiado
notorias para que sea necesario explicarlas. La acción de una mayoría sumisa y
servil ha esterilizado la labor del Congreso y ha rebajado la dignidad de esa
elevada representación pública. Las voces de la oposición que se han alzado en
defensa de los principios de orden y de altivez en una y otra Cámara han sido impotentes para levantar
a la mayoría de su postración moral y para devolver al cuerpo de que formaban
parte el decoro y el respeto definitivamente perdidos ante la opinión.
Invocamos, pues, en esta hora solemne, el nombre de la
Patria y la memoria de los próceres que
impusieron a las futuras generaciones el sagrado deber de engrandecerla; y en
alto la bandera, hacemos un llamado a todos los corazones argentinos, para que
nos ayuden a cumplir este mandato con honor.
Ante vosotros soldados de nuestra patria y ante el pueblo soberano
voy a prestar juramento:
Juro por Dios y la Patria desempeñar con honor el cargo de
Presidente del Gobierno Provisorio que he asumido por vuestra voluntad.
Juro mantenerme solidario con el Pueblo, con el Ejército y
con la Armada y bregar por el restablecimiento de las instituciones, por el imperio
de la Constitución y por la concordia y unión de todos los argentinos.
Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden.
A mi vez voy a recibir vuestro juramento.
¡Soldados!:
¿Juráis por Dios y por la Patria ser fieles a las
autoridades que habéis impuesto por voluntad del pueblo; juráis manteneros
solidarios y unidos para apoyar al Gobierno en la tarea de reconstrucción que
le toca emprender; juráis, como yo, bregar
por la concordia y la disciplina para que en el ejército y en la armada
no haya más que un solo ideal, una sola voluntad: el engrandecimiento de la Nación
por el orden y por el trabajo?
-¡Si, juramos!
Si así no lo hiciere, que Dios y la Patria se los demande.
Fuente: Quinientos Treinta y Tres días de Historia Argentina
“6 de septiembre de 1930, 20 de febrero de 1932” , 1932.
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