El radicalismo tiene que volver a ocupar el lugar que le
corresponde a los partidos populares en la expresión de la voluntad de las
grandes mayorías.
Para ello debemos reconstruir nuestra vinculación con los
intereses y deseos de la gente, mostrando claramente que repudiamos la
frivolidad, la injusticia, el autoritarismo y la sed ilimitada de poder de
quienes hoy nos gobiernan.
Respetamos y reconocemos a todos los correligionarios que
han tratado de encontrar las mejores soluciones para nuestro pueblo, pero la
experiencia de estos últimos años nos demuestra que ha llegado la hora de
revisar profundamente nuestra forma de hacer política y de buscar hombres y
mujeres que sean capaces de instrumentar nuevos modos para transformar nuestro país,
ya que la decadencia del radicalismo significará la decadencia de la democracia
argentina.
Planteamos como base de nuestro proyecto político la búsqueda
de coincidencias con otros sectores económicos, sociales y políticos. Para
romper el esquema tradicional de la política, ejecutada por un grupo cerrado de
ciudadanos a espaldas de lo que esta viviendo la sociedad, nutriendo de nuevos
contenido a nuestra actividad y reencontrándonos con todos quienes estén
dispuestos a romper los condicionamientos que impone la concentración económica
a cualquier proyecto de poder popular.
El radicalismo necesita ser una opción clara al modelo
menemista, con propuestas concretas y sin complicidades. En nuestro partido se
perfilan hoy dos concepciones bien distintas de hacer política. Una, que ha
perdido vocación de partido mayoritario. Se resigna a vivir a la sombra del
poder, anhela constituirse en un socio mayor del gobierno y para ello invoca el
nuevo marco institucional como una pretensión justificación, sin analizar ni
los contenidos, ni los proyectos, ni el estilo de hacer política de Menem, todo
lo cual lleva a concebir el poder con un estilo hegemónico.
A tanto llega la complicidad que no se ha escuchado a
ninguno de sus candidatos, ni a los dirigentes nacionales que los apoyan, condenar
estas últimas declaraciones de Menem apoyando al terrorismo de Estado de la última
dictadura militar. Semejante “distracción”, que se suma para quienes tenemos
memoria al apoyo a los indultos a los genocidas, telegramas de felicitación por
las privatizaciones, reclamos de paternidad del plan económico, etc., nos lleva
a preguntarnos: ¿Qué es lo que le deben a Menem nuestros adversarios internos?
La otra concepción, la nuestra, intenta recuperar la vocación
mayoritaria, construir poder desde abajo y disputar el gobierno en las
elecciones del año que viene. Queremos un radicalismo opositor, independiente
del gobierno, que condene la corrupción, la desocupación, los salarios y
jubilaciones de hambre, la decadencia de la salud, y la salud publica.
Por ello, necesitamos un radicalismo transformado y
adecuado, en sus hombres e ideas, a la altura de las responsabilidades
actuales, porque tenemos que recuperar la dignidad de la Unión Cívica Radical.
A lo que es posible lograr, hay que agregarle imaginación,
creatividad, ensueño, originalidad, decisión y coraje, que son esenciales al espíritu
militante e imprescindible para el éxito de cualquier proyecto político. Vencer
el desencanto, derrotar a los profetas de posibilismo y de la “única opción”,
frenar el proyecto hegemónico, indagar en el idealismo, recobrar la convicción
de que hay modificaciones sustanciales que dependen de la voluntad política de
hacerlas, recuperar la iniciativa, no son superficialidades.
Es ni más ni menos la gran tarea que tenemos ante nosotros.
Este es el desafío que tenemos el 27 de noviembre, los radicales.
Pertenezco orgullosamente a la Unión Cívica Radical, me hago
cargo de toda su historia, con sus aciertos y con sus errores. También
pertenezco a una generación que nació durante una de las luchas mas profundas
que vivió el país: peronismo – radicalismo. La historia nos enseñó que la división
de los argentinos solo produjo violencia y mas subdesarrollo, injusticia y
persecuciones.
Hoy más que nunca no hay referencias. Hay entonces que
preguntarse que representa cada uno. Hay que apelar a nuestro pueblo para poner
en marcha el proceso de cambio que el país requiere.
No enfrentamos a un partido político. Enfrentamos a una
alianza social y económica que desarrolla un modelo que no es nuevo. Se nos
pretende presentar como moderno, pero es el viejo proyecto reciclado de los
grupos de concentración económica, del privilegio.
Cambiaron la fachada, ya no se denominan conservadores, se
autotitulan neoliberales. Pero en la esencia y en la práctica tendrán para los
argentinos las mismas nefastas consecuencias que aquel conservadurismo
fraudulento que conculcó nuestros derechos para su propio beneficio.
No se puede perder más tiempo. Hay que asumir las
responsabilidades. Vamos a confrontar dentro del radicalismo para luego buscar
afinidades con otros sectores para derrotar al menemismo.
Hay hombres de otros partidos y organizaciones sociales con
quienes hemos luchado juntos en muchas oportunidades. Con quienes tenemos
coincidencias respecto al país en el que queremos vivir.
También conforman con nosotros una misma generación; las
mismas preocupaciones e intenciones políticas. Somos conscientes de que al
menemismo no puede derrotarlo un solo partido. Entonces será necesaria una acción
conjunta.
Tenemos que colocar al radicalismo al servicio de esta idea.
Para la cual habrá que recuperarlo de esta tendencia derrotista que lo ha
ganado por la indolencia y la falta de coraje. Tenemos que cambiar el presente
para asegurar un futuro mejor.
Por eso tenemos el firme compromiso de no tolerar el regreso
de la intolerancia que nos llevo al autoritarismo que enterramos en 1983.
Los mas humildes, los que no tienen trabajo, los que no
ganan lo suficiente para sobrevivir dignamente, los estudiantes, los productores
agropecuarios, los empresarios industriales, los docentes, los jubilados, están
esperando algo de nosotros. Debemos abandonar la resignación y, entre todos,
encontrar y analizar las mejoras políticas de desarrollo, de educación e
investigación científica, de salud, de protección social, de cultura, de
relaciones exteriores, de defensa.
Debemos procurar el bien común que hoy se nos quiere mostrar
como algo imposible.
Un proyecto político se conforma con ideas, pero también con
hombres que lo lleven adelante y logren consenso y respaldo en la sociedad.
Para ello deben contar con determinados valores: honestidad, coherencia,
credibilidad. No son creíbles quienes tienen conductas y mensajes ambiguos, y
hasta trasunta cierta complicidad, como cuando hablan de pacto de
gobernabilidad sin definir su contenido, comprometiendo así la independencia y
la dignidad del radicalismo.
La Unión Cívica Radical debe tener y difundir ideas claras y
contundentes frente a la perversión del plan que nos agobia. Debe recuperar un
discurso progresista que dé respuestas a las necesidades de la gente, y desde
allí salir a pelear para recuperar el poder y transformar la Argentina.
La crisis a la que asistimos es una de las peores de los últimos
tiempos. Es una crisis moral y política. Ya no hay solidaridad, y eso es lo
peor que puede ocurrirle a una Nación.
Tenemos que recrear una esperanza, para poner de pie a la Unión
Cívica Radical, pero también al país entero. Ya es hora de recuperar la
confianza en nosotros mismos. Porque ya es hora que alguien haga algo por una
Argentina en crecimiento.
No es sencillo el tiempo que nos ha tocado vivir. Pasamos
años trágicos, de violencia demencial. Luchamos mucho, pero recuperamos la
democracia. Ahora, a once años de aquella gesta no es fácil hablar del futuro
sin que suene ingenuo.
Sin embargo, como muchos millones de argentinos, los que
transitamos este camino de defender a la libertad y la justicia, seguiremos
buscando respuestas a los nuevos y graves desafíos que debemos enfrentar.
Seguiremos peleando contra la frivolidad, la corrupción, la falta de
solidaridad.
Siempre son buenas las utopías. Creer que los sueños no
forman parte de la realidad es algo tan absurdo como pensar en el fin de la
historia, o en la resignación como virtud. Hay que romper las barreras de este
individualismo feroz que pretenden imponernos y, que atenta contra los valores
fundamentales, como la solidaridad y la justicia. Lo imposible es posible si
rescatamos los valores esenciales.
Ese debe ser nuestro compromiso.
Tenemos que recuperar la dignidad y la independencia del
radicalismo. Vale la pena el esfuerzo que haya que hacer para lograrlo.
FEDERICO STORANI
UN FUERTE ABRAZO
MILITANTE
Fuente: Por un Radicalismo Independiente y Digno por
Federico Storani, 1994.
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