Cuando se pretende hacer la semblanza de una personalidad,
generalmente se recurre a un gran acopio de datos biográficos, plagados de
fechas y lugares comunes, que transmiten abrumadamente la imagen de una vida
intensa pero no su contenido profundo. Cuando se trata de una personalidad
política y más que eso, de un militante revolucionario, es deber de los
revolucionarios ser fieles custodios del contenido de sus ideas y divisores de
su pensamiento.
Es difícil calcular matemáticamente cuánto más de esfuerzo y
sacrificio se requiere para ser militante y permanecer en la sociedad que se
quiere mejorar, humanizar. Pero mucho más difícil es imaginar a un timorato
oportunista y entregado a vivir feliz y con la conciencia tranquila mientras la
Patria está sometida. De este simple razonamiento nace el compromiso de los
hombres de buena voluntad de los cuales este país, felizmente, tiene grandes
reservas.
Nuestro compañero Sergio Karakachoff desde siempre sintió
este compromiso y lo asumió totalmente. Para ello puso al servicio de la causa
de los desposeídos y la liberación de la Patria sus mejores armas: su aguda
inteligencia y una férrea voluntad militante. Quienes militamos a su lado
sabemos que con la palabra, el gesto o la sonrisa, tenía el don de llegar a lo
más profundo, de captar el contenido del pensamiento y de elaborar
vertiginosamente una respuesta.
En otra persona, quizás estas virtudes se hubiesen perdido o
agotado en la experiencia personal, pero en él sirvió para transmitirlos,
dejando permanentes enseñanzas a quiénes lo rodeábamos. Porque Sergio, al
entender cabalmente nuestra ideología, entendía perfectamente la necesidad de
nuestra organización, de la discusión colectiva, y aportaba todo de sí para
mejorarla y enriquecería.
Era un compañero orgánico y disciplinado que, a pesar de
estar en los niveles de dirección, mantenía la frescura de los primeros pasos.
Esta actitud le permitió ganarse el respeto de todos y poseer una capacidad
creativa indispensable para una organización como la nuestra. Como todo militante
cumplió distintas etapas que, en caso particular, están signadas por una nota
común: en todas ellas se destacó por su gran madurez de razonamiento.
En la universidad y en el radicalismo dejó huellas por las
cuales se puede transitar con claridad. Frecuentemente se mide a los hombres a
su muerte por el dolor que causa su desaparición entre los allegados, amigos y
familiares.
Queremos, en este caso, dejar de lado el profundo
sentimiento de quiénes lo conocieron o estuvieron a su lado con los suyos -lo
que es obvio- y mantener la imagen que nos da la verdadera talla de nuestro
compañero: el respeto de sus adversarios y el temor de sus enemigos.
Una vida comprometida necesariamente implica la permanente
toma de posiciones: o se lucha por una educación al servicio del pueblo y sus
necesidades o se avala la educación, supuestamente neutra, elitista y
aristocratizante, o se trabaja por un radicalismo militante que de respuestas a
las aspiraciones del pueblo o se lo deja morir lentamente sabiendo que con él se
muere una posibilidad real de aportar en la lucha por la liberación de la
Patria.
En la Universidad o en el Partido estas definiciones
tuvieron en Sergio a un abanderado, no a un crítico meramente reflexivo sino a
una voz sonora, clara y arriesgada, que impone respeto entre sus adversarios y
temor entre sus enemigos..... los enemigos del pueblo.
En su vida privada y profesional también fue un ejemplo -
como no podía ser de otra manera - porque los revolucionarios no dividen su
vida en partes. Fue un fiel defensor de los derechos humanos en cada ocasión
que le tocó actuar como ahogado, prefiriendo arriesgar su seguridad personal
antes que violentar su conciencia.
Compañeros: para un militante no hay nada que produzca mayor
satisfacción que tener conciencia de por qué y para qué se lucha. Esta
conciencia es la que renueva las fuerzas y da voluntad para seguir. Sergio
Karakachoff sabía para qué vivía y también sabía para qué moría. Este no es un
simple consuelo; es la reafirmación de que vale la pena correr el riesgo cuando
hay un profundo convencimiento.
Su vida ejemplar como militante del radicalismo es la que
debe perdurar en nuestra memoria. Su voz en las asambleas, su palabra en las
reuniones es la que seguirá oyendo mientras viva un militante de la Juventud
Radical. Ya hemos asumido un compromiso militante; la muerte de Sergio lo
fortalece y renueva.
Si él viviera nos diría como el poeta:
“... ten el tesón del
clavo enmohecido que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo, no la cobarde
intrepidez del pavo que amaina su plumaje al primer ruido”
Compañeros: se ha producido el primer "ruido", no debemos bajar los brazos.
Fuente: Federico Storani "Sergio Karakachoff, Semblanza de un militante" en Diario "La Causa" o "En Lucha" (septiembre de 1976) reproducido en http://www.franjamorada.org.ar/sergio-karakachoff-semblanza-de-un-militante/ y http://lacantera.blogia.com/2004/080602-el-ruso-karakachoff-1939-1976-semblanza-de-un-militante.php.
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