En este caso, el lector no encontrará las habituales
repreguntas del entrevistador, quien pide disculpas: su admiración por el único
ex presidente que puede caminar por la calle recibiendo aplausos y el recuerdo
y solidaridad mutuos durante la dictadura impidieron la natural distancia
periodística.
—Este año cumplió 80 años, ¿se es más sabio políticamente a esa edad?
—Sí, el 12 de marzo. Creo que la mejor edad en el hombre es
de los 40 a
los 60. Uno quiere tener las mismas fuerzas que antes para seguir haciendo todo
lo que hacía pero se cansa más.
—En algunas
disciplinas intelectuales, algunos pensadores logran su máximo esplendor a los
70 años y no a los 40 o a los 50.
—Lo cierto es que he tenido oportunidad de leer más, leí
mucho cuando era muy joven, y luego he tenido oportunidad de leer más cuando
dejé de ser presidente.
—¿Y qué cambio
produjo esa mayor lectura?
—Enriquece mucho. Pero es notable que a uno lo afirma en sus
convicciones de siempre, algunos dicen que uno lee siempre lo que le resulta
agradable para sí mismo, que coincide con su propio pensamiento, pero lo cierto
es que, por ejemplo en el caso del radicalismo, aunque estemos en crisis, yo
observo que de acuerdo al pensamiento de importantes politólogos y filósofos
del Derecho, nuestros principios, nuestras ideas, no quiero hablar de
ideologías pero sí de nuestra doctrina, están muy actualizados.
—¿Las nuevas
generaciones están menos preocupadas con la política?
—No sé si menos, creo que se están empezando a preocupar.
Observo los últimos actos a los que voy, hay mayor cantidad de jóvenes, he
estado en diversos actos, incluso uno en la Facultad de Derecho donde había una
cantidad enorme de muchachos jóvenes ansiosos por conocer qué era el
radicalismo. Creo que lo que hay es una desorientación y una búsqueda
consecuente.
—¿Los nuevos
políticos son menos cultos que los de la generaciones precedentes?
—En líneas generales, se puede dar una respuesta positiva.
—¿A qué lo atribuye?
—A otros tiempos, otras urgencias, otros problemas, por lo
menos antes redactaban mejor porque para venir de Mendoza a Buenos Aires
tardaban dos meses. Hoy, tal vez la avidez por lograr objetivos impide la
lectura, yo lo que les recomiendo a todos los muchachos es que se formen, que
lean mucho.
—¿Se acabó la época
de los políticos oradores clásicos de las reuniones y la radio para dar paso al
político que no habla y es todo imagen, lo típico de la TV?
—Creo que no. Desde luego, hay una importancia fundamental
en la televisión.
—¿Y en la imagen?
—Sí. Realizo actos a los que va mucha gente y me siento muy
acompañado, ya que es muy importante dejar el mensaje y recibir el mensaje a
través del aplauso o a través de los silencios, eso hay que seguir haciéndolo.
—¿Macri podría haber
sido un político exitoso hace cuarenta años atrás?
—Creo que los medios hoy lo hacen mucho más fácil para él o
para cualquiera, antes hubiera sido más difícil.
—¿Néstor Kirchner
podría haber sido un político exitoso hace 40 años?
—Tiene una personalidad bastante distinta, da la impresión
de tener objetivos muy claros y definidos, aunque uno no coincida con muchos de
ellos, y sabe a qué atenerse para llevarlos a la práctica sin importale mucho
los medios.
—¿No tiene
escrúpulos?
—Es una forma de decir, tal vez un poco más gruesa de lo que
yo suelo hablar.
—¿Cristina Kirchner
es una política más clásica al hacer oratoria?
—Es una política inteligente, activa, pero creo que tiene un
déficit muy grande, que es su iracundia. Ella dice que se siente firme,
identificada con Evita, y la gente, lo que recuerda es a la Evita buena,
incluso a la Evita bella, la Evita que se ocupaba de los problemas de los que
menos tenían.
—¿A qué atribuye esa
iracundia?
—Es la personalidad de ella.
—¿Leyó sobre medicina
y política y las enfermedades de los presidentes, por ejemplo que Churchill que
era bipolar?
—Sí, el libro de Nelson Castro. No sé hasta dónde pueden
afirmarse cosas, la bipolaridad está más allá de los problemas psicológicos.
—El psiquiatra de
Cristina lo confirmó a “Noticias”.
—Claro: (los bipolares) tienen épocas de mucha exaltación y
épocas de mucha depresión. Yo no he notado en Cristina ninguna época de
depresión.
—¿Tiene tendencia a
la exaltación?
—Cayó muy mal en el Senado el discurso donde apareció muy
crispada. Cuando uno se mete en el hogar por la televisión, tiene que ser más
grato, y ella apareció mal, yo creo que perdió puntos. Entonces le habrán
pedido que no actúe demasiado.
—¿La Cristina Kirchner
que recuerda fue siempre igual?
—Siempre la recuerdo como una mujer enérgica y muy
inteligente pero muy así con estas características.
—¿Qué cree que
pensaría Perón de Néstor Kirchner?
—Si Perón hubiera visto a Menem en su momento habría dicho que
estaba bien y si lo viera ahora a Kirchner, también habría dicho que estaba
bien.
—¿Si a Kirchner le
hubiera tocado gobernar en los 90, habría hecho lo de Menem? ¿Y si a Menem si
le hubiera tocado gobernar en el siglo XXI, habría hecho lo de Kirchner?
—Creo que sí, aunque Menem fue un poquito más allá y se ha
declarado hombre de derecha.
—¿Le resultó patético
el intento de Menem de pretender ser elegido gobernador y salir último?
—No sé si la palabra es patético, pero da un poco de
tristeza.
—¿Que Menem haya sido
el candidato más votado a presidente hace cuatro años y hoy salga último en su
propia provincia revela que la construcción del discurso de Kirchner
demonizando los 90 funcionó?
—Eso funcionó y en todos los partidos políticos; creo que la
sociedad argentina, en general, considera que en los 90 se llevaron adelante
políticas neoliberales que permitieron la privatización a precio vil de muchas
empresas; en fin, todo lo que conocemos. Pero creo que lo que ocurre es que el
peronismo se alinea detrás del poder más fácilmente.
—¿Lo mismo que hizo
Kirchner con los 90, Menem lo hizo con usted y los 80?
—En mi caso, la oposición pretendía el fracaso del gobierno
para reemplazarlo, sin darse cuenta de que fracasaban la Nación y el pueblo.
Por eso, nosotros, a pesar de que somos tan opositores al actual gobierno, no
deseamos su fracaso, deseamos que le vaya muy bien y que en buena hora sigan
estos precios internacionales que son los que favorecen la mejoría económica.
Deseamos también que se respeten las instituciones, por una parte, y por otra
parte, que se produzca una distribución más equitativa de los ingresos y
disminuya la brecha social, así es como podríamos explicar muchas otras cosas,
el problema energético y demás. Lo que lamento es que parecería que hubiera
acabado la discusión política con estos escándalos que se han producido, creo
que es absolutamente necesario que se produzcan las denuncias correspondientes,
pero esto no puede ocultar todo lo que pasa en un país ni podía ocultarlo en la
época de Menem tampoco, es decir toda la discusión política que debe darse en
una sociedad es mucho más profunda que la que puede ser simplemente la denuncia
de episodios escandalosos.
—¿Hubo algo positivo
en los años 90?
—Hay una cosa importante, Menem, me parece a mí, respetó la
libertad y no persiguió demasiado a la prensa. Supongo que esto hay que
reconocérselo. A este gobierno le reconozco cosas positivas también. Resistió
la presión de Estados Unidos para enviar tropas a Irak. También la designación
de los ministros de la Corte fue buena, claro que necesitaba el gobierno los
dos tercios y no los tenía, teníamos que apoyarlo nosotros pero nosotros
votamos a todos los miembros de la Corte. Canjes de la deuda que hizo Lavagna,
que creo que es el candidato que el país necesita para presidente de la Nación,
fue también espectacular, pero ha cometido otros desaguisados desde el punto de
vista republicano, como la falta de respeto a la división de los poderes: en lo
legislativo, los decretos de necesidad y urgencia que no cumplen las
disposiciones institucionales; y en orden judicial, con la modificación a la
ley del Consejo de la Magistratura.
—¿Qué otra cosa
rescata de Menem y de los 90?
—Seguramente hay cosas. Fue muy malo lo de la Justicia en la
época de Menem.
—¿Y las
privatizaciones?
—Lo que nosotros quisimos fue incorporar capital y asociarse
con SAS (la aerolínea escandinava). Parecía que era una locura pero era la
línea complementaria ideal. Y además quisimos también asociarnos con Telefónica
a condición de guardarnos un porcentaje importante. Pero lo que ha sido una
enormidad es la privatización de YPF a un precio que al final resultó vil, lo
habremos vendido a 17 dólares el barril, no recuerdo bien, y hoy lo tenemos a
70.
—¿Se podía prever que
el petróleo aumentaría tanto?
—Era la única fuente genuina de recursos que teníamos y
estábamos realizando la exploración, que se ha frenado; aquí esta señora va a
tener problemas si llega a ganar. Con la tarifas de las empresas, ¿qué va
hacer?, ¿qué es lo que nos dice que va hacer?
—¿Usted cree, como
Lavagna, que va a haber algunas tormentas económicas en el futuro?
—Creo que se van a salvar en el 2008 o 2009: tenemos el
problema energético, tenemos el problema de la necesidad de un superávit que
hoy se utiliza para romper el federalismo. Este gobierno ha roto el
federalismo, es un cascarón.
—¿Usted le recomendó
a Duhalde a Lavagna como ministro de Economía?
—Cuando me dijo que lo pensaba nombrar, ya lo había
decidido.
—¿Cómo es su relación
con Duhalde?
—Lo que debo decir con respecto a Duhalde es que ha hecho un
esfuerzo grande para salvar las instituciones. He salido del país muchas veces
y nadie creía que podíamos superar lo que nos pasó en la época de Menem.
—Dicen que Duhalde
volverá a la política abiertamente. Conociéndolo como usted lo conoce, ¿piensa
que será así?
—Puede ser. Me dijo: “A mí no me abandonaron, yo los
abandoné”. Y tiene algo de verdad.
—¿Es cierto que usted
y Duhalde se llevan mejor entre sí que cada uno de ustedes con la mayoría de
sus respectivos partidarios?
—Tratamos de ayudar lo que podíamos para salir adelante.
—Ese gobierno de 2001
se basó en un acuerdo entre usted y Duhalde.
—Fue una coincidencia en el radicalismo que supuso
debidamente que debía apoyar la acción del gobierno con el propósito de que se
salvaran las instituciones. Lo que vivimos nosotros la gente se ha olvidado.
Ayer, todo lo que nos pasó, el “que se vayan todos”, por ejemplo... Y si se
iban todos, ¿qué pasa? Que vengan los militares, que venga la anarquía, que
vengan los movimientos difusos, que venga ¿qué cosa?
—¿Scioli va ganar
holgadamente?
—Una cosa es lo que llaman los sociólogos o los
encuestadores “intención de voto” y otra cosa es la intención de voto real.
—¿Le ve a Scioli
posibilidades presidenciales a largo plazo?
—No quisiera decir nada negativo, pero pienso que él va a
tener problemas, no me explico cuál fue la razón de la jugada del Gobierno de sacarlo
de candidato de Capital porque él tenía muchas posibilidades, y llevarlo a la
provincia, no hay muchas explicaciones, pero lo cierto es que en la Capital
tenía autonomía. En la provincia, si no tiene el apoyo de la Nación, no puede
funcionar porque aporta una proporción importante a nivel nacional y no recibe
casi nada.
—¿Pasaron a Scioli a
la provincia de Buenos Aires no para potenciarlo sino para controlarlo?
—A mí me hace suponer eso.
—¿No será que
Duhalde, en este volver a la política pasado el luto de cuatro años, está
pensando en Scioli como su delfín?
—No sé, habrá que ver. Es muy impredecible la Argentina para
hablar de aquí a cuatro años.
—¿Qué pensaría Evita
de Cristina Kirchner?
—Evita le diría que se ocupara por limitar la brecha social,
que se ocupara de los humildes.
—¿Lavagna es más
radical que peronista o al revés?
—Lavagna es peronista. Padre radical y madre peronista.
Espero que haya influido más el padre.
—¿E influyó más el
padre radical?
—Veo una construcción que se ha hecho ahí muy positiva
porque primero que nada arrancamos sobre la base de un conjunto de ideas que
formaron algo así como la plataforma política, y la hicimos entre radicales y
lavagnistas. Primero vino esto y después la candidatura, nosotros creíamos que
era imprescindible que se hubiera lanzado inmediatamente después de la
Convención de Rosario, que hubiéramos tenido vicepresidente, poder elegirlo en
la Convención de Avellaneda, nos ha puesto en problemas todo esto, él tiene
otros tiempos que los tiempos nuestros, pero reitero que es un hombre claro,
sereno, previsible y capaz para dar respuesta a los problemas del país. Ha
servido desde muy distintos sitios a la Argentina.
—Lavagna nunca fue
político, ¿está aprendiendo?
—Creo que sí, cada vez más.
—¿Está más suelto?
—Es una forma de decir.
—¿Por qué el
radicalismo se fraccionó tanto?
—Creo que hubo diversos problemas pero está muy claro que
durante la gestión de la Alianza, no quiero hacer leña del árbol caído, porque
también tenemos que reconocer cosas positivas en ese gobierno como la libertad
absoluta, creo que ese gobierno de la Alianza perdió la referencia, mucha
gente, siendo radical, dejó de votar a los radicales, no hubo buena oferta en
algunos distritos.
—Específicamente,
hábleme de Cobos.
—Cobos es un apolítico. Cobos se había afiliado hasta el
’82. Es un ingeniero que tuvo una tarea importante.
—En el ’82... él
tiene cuarenta y pico de años, en el ’82 tenía veintipico.
—La semillita empieza antes.
—¿Nunca dudó de que
los radicales K podrían estar haciéndole un servicio al partido al sobrevivir
disfrazados de transversales para que cuando cambien los vientos puedan
potenciar la UCR?
—No, nunca. Hemos pasado por esto también anteriormente.
Todos los radicales que se fueron con el justicialismo no volvieron.
—¿Terragno perdió las
internas en la Ciudad de Buenos Aires porque todo lo que estuvo en la Alianza
quedó estigmatizado?
—No creo. Las internas en Buenos Aires son especiales,
tienen otros rasgos, dependen mucho de los dirigentes barriales.
—¿Cuál fue el error
de la Alianza?
—No haber cambiado la política económica.
—¿La Alianza tuvo su
error en la génesis?
—Se dice que se había preparado la Alianza desde un punto de
vista doctrinario y yo fui director del IPAM, del Instituto Programático de la
Alianza. Era maravilloso, trabajaban 600, 700, 800 técnicos de las más variadas
disciplinas, y hubo despacho de todos los problemas y una carta al país muy
importante que se envió a todo el mundo. Es decir, hicimos un desarrollo del
programa, pero luego, por razones que yo comprendo, porque eran tiempos muy
difíciles y se temía mucho al mercado, hubo temor a tomar cualquier decisión
sobre el tipo cambiario, porque podía producir un verdadero desastre.
—Por lo pronto no
habían acordado la política económica. En ese acuerdo programático había
opiniones muy diversas: usted quería cambiar la economía y el gobierno de la
Alianza no la cambió.
—La definición no, incluso nosotros sosteníamos que podía seguirse
la convertibilidad pero con otro cambio, no con el 1 a 1.
—¿Con los sindicatos
en contra no se puede gobernar y hay que tener quienes hagan el trabajo sucio
de negociar con ellos en la forma que sea?
—En mi caso fue el Partido Justicialista, yo sufrí trece
huelgas generales, más que nada eran reclamos siempre justificables, en época
de crisis en la década del 80 con los precios de nuestros commodities por el
suelo, evidentemente había crisis.
—¿Ese fue el error de
De la Rúa, tratar de comprar los dirigentes con la Banelco?
—No creo.
—¿A qué atribuye que
su principal colaborador, Enrique Nosiglia, tenga tan mala imagen publica?
¿Tiene que haber alguien que negocie, por ejemplo, con los sindicatos, de
cualquier forma?
—Bueno, usted se ha ocupado mucho de eso (se refiere a las
denuncias de la revista Noticias). Yo creo que es un hombre que ha ganado todos
los juicios que ha entablado por calumnias.
—¿Kirchner compra los
sindicatos con prebendas?
—No sé, juega muy duro y con oponerse levemente debe
resultar también fuerte no sólo para los sindicatos sino para muchos
empresarios también. El está tomando medidas de tipo electoral como hizo en
materia de jubilaciones.
—Imagine a Lavagna
ganando el ballottage, ¿cómo sería su relación con Moyano y los sindicatos? ¿No
le harían la vida imposible?
—No, se alinearían también porque Lavagna es peronista.
—¿Por qué Duhalde no
apoya la candidatura de Lavagna?
—No sé, no puedo decirlo. La esposa lo apoya, se dice que
apoya a Scioli en la provincia pero no he conversado con Duhalde acerca de
esto.
—¿Cuándo fue la
última vez que habló con Duhalde?
—Cuando sacó su libro, me lo mandó.
—Hace tres meses. ¿Y
nunca más volvió a hablar con él?
—No.
—¿El populismo es la
nueva plaga de Sudamérica?
—El populismo es una plaga en cualquier parte. Yo pienso que
directamente es algo sin doctrina, puja de poder, no respeta, crea su propia
institucionalidad. En Venezuela es evidente que se ha producido un avance
importante en la disminución de los niveles de pobreza. Se ha actuado bien en
el campo educativo y en el campo médico, sanitario, pero hay populismo también,
la pretensión de elecciones indefinidas, todas estas cosas que no se compadecen
para nada con la democracia.
—¿Kirchner es
autoritario? ¿Y populista?
—Es una personalidad autoritaria con su propia gente y es
hegemónico en cuanto a su acción de gobierno.
—La hegemonía es peor
que el autoritarismo.
—La hegemonía es buscar manejar todo.
—¿Es un carácter de
época que se den presidentes hegemónicos que busquen reelección continua o se
trata de hechos aislados?
—La hegemonía Chávez a un lado, Lula no es así, Tabaré
Vázquez no es así, Bachelet no es así, en Perú no es así, Colombia no es así
aunque han tenido la reelección. En Ecuador, vamos a ver.
—¿Chávez, Kirchner y
Evo Morales no alcanzan para marcar una tendencia?
—Lo cierto es que son situaciones internacionales que han
creado la posibilidad de que Chávez tenga unos superávits impresionantes en
Venezuela y esto le permite realizar tareas que son muy importantes para la
sociedad venezolana y que incluso apoya a algunos otros países, a nosotros nos
ha apoyado Chávez.
—¿El peronismo hizo a
la Argentina distinta de América latina?
—Creo que fue una impronta muy fuerte que no hubo en otros
países. Es mayor que la de Vargas en Brasil. Marcó más que Yrigoyen, e Yrigoyen
marcó mucho toda la tendencia krausista de la armonía y austeridad absoluta.
—¿Las clases bajas
del resto de los países latinoamericanos son más resignadas?
—Yo creo que en el caso de Chile se puede decir eso, de
Brasil se puede decir eso, en el caso de Uruguay yo diría que son más austeras,
hay una austeridad muy linda en el Uruguay.
—¿El peronismo
promovió el sentimiento de no resignación de las clases más bajas?
—Es la demagogia propia de los populismos lo que más que
nada generó un problema a la patria, los vendepatrias, la oligarquía o los
trabajadores, aunque no estaba en la intención del propio Perón hacerlo; en
definitiva, porque él al mismo tiempo organizó los sindicatos pero para una
lucha total contra los comunistas.
—¿Lo atribuye sólo al
peronismo o también a otros caracteres de la Argentina?
—Nosotros tenemos la suerte de tener esas dos corrientes
extraordinarias que han venido a la Argentina, que son la italiana y la
española, que han brindado tanto a nuestra sociedad, además de que tenemos dos
millones de descendientes de árabes y una buena proporción de judíos que han
venido de distintas partes del mundo, principalmente de Rusia, de Polonia, de
Ucrania.
—¿Usted dice que es
el resultado del eclecticismo étnico de la Argentina, del que carecen el resto
de los países vecinos, cuyo origen es más español e indígena?
—No, Uruguay es muy parecido a la provincia de Buenos Aires
y a Entre Ríos. En el resto de América latina hay un elemento aborigen muy
grande, tanto en Perú como en Ecuador o Bolivia. En Bolivia se podría decir que
casi vivían en una apartheid hasta que llega Evo Morales, por eso yo espero que
se mantengan en los límites democráticos. Con mucha ansiedad a Evo Morales,
porque sería muy bueno para Bolivia.
—Alguna vez le
escuché decir que en el término medio entre el “menefrega” italiano y el “me
opongo” español está el argentino, ¿por qué?
—Yo digo que la influencia negativa de esas dos culturas
extraordinarias se da con el “menefrega” italiano y el “me opongo español”;
entonces entre uno que dice: ¿qué tengo que ver yo?, ¿qué me importa?, y otro
que dice me opongo a todo... bueno, esto no funciona así.
—¿El peronismo es el
resultado de esa influencia italiana?
—No, es la influencia italiana fascista.
—Por tanto, el
peronismo no es la causa de que la Argentina sea políticamente diferente sino
una de las tantas consecuencias.
—Nosotros somos un país con una historia casi trágica.
Tardamos, desde 1810, 50 años hasta organizarnos en 1860, cuando se incorpora
la provincia de Buenos Aires a la Confederación Argentina, matándonos entre nosotros
cuando otros países se enriquecían, cuando los Estados Unidos por las buenas o
por las malas hacían la Conquista del Oeste y se anexaba territorio mexicano.
Después, otros 50 años para que se cumpliera la Constitución, desde el 1860
hasta 1916, un interregno del ’16 a 1930 y después de esto, otros 50 años hasta
el 1983, para que volviéramos a la democracia en el marco del golpismo y
gobiernos que no aceptaban el peronismo, que tuvo mucha importancia en cuanto a
que afianzó en buena medida a una política igualitaria que no existía en el
país después de la época del fraude, trabajó por la igualdad de la gente, pero
se olvidó de la libertad, cosa que hasta reconoció Perón.
—¿Cree que el
peronismo termina con Kirchner como aspiran sus ideólogos?
—Algunos opinan eso, yo creo que no, que de alguna manera va
a trascender a Kirchner.
—Hablemos de
economía, ¿el dólar alto y el modelo industrialista es fundamental para el
crecimiento de la Argentina?
—Creo que por ahora sí, no sé qué podrá suceder más adelante.
Por ahora un dólar alto resulta importante para un crecimiento industrial y
para el desarrollo agropecuario y para la industria también, resulta importante
también para las finanzas públicas, imagínese que a través de las retenciones
en virtud de un dólar alto es como ingresamos nosotros miles de millones de
dólares al fisco nacional. Hoy ese impuesto a las retenciones más el impuesto
al cheque son fundamentales.
—Al mismo tiempo son
los que destruyen el federalismo.
—Claro.
—¿Cómo ve a la
economía argentina?
—Tenemos problemas, vamos a tener problemas con la
inflación, espero que no sean demasiado importantes; vamos a tener problemas
energéticos, por allí parece que detrás de la decisión que sea tomada de ayudar
a Bolivia está el gas, y acelerar el gasoducto del Norte que es vital para
nosotros porque estamos construyendo dos fábricas, dos usinas térmicas a gas y
no tenemos gas, de modo que eso es fundamental para nosotros, puede haber
problemas en ese sentido. Va a haber problemas también cuando se empiecen a
modificar los criterios de las tarifas de las empresas privatizadas, para que
en el caso del petróleo exploren e inviertan en todo sentido todas, va a haber
problemas en cuanto a los subsidios que hoy se cobran por miles de millones por
todas partes. En fin, creo que vamos a tener problemas pero que el año que
viene no creo que se destapen, va a ser en 2009, me parece a mí.
—¿Cuáles eran los
fundamentos de lo que enseñaba en su cátedra de Teoría del Estado en la
Universidad de Buenos Aires?
—En el posgrado en la Facultad de Derecho de la UBA. Teoría
del Estado es todo, el libro se llama Fundamentos de la república democrática.
Yo analizo primero lo qué es el Estado, diferencio lo que es el gobierno,
analizo los elementos del Estado, hago una diferencia entre república y
democracia, que se usan como sinónimos pero para mí no lo son. La república
tiene un origen monárquico y las primeras repúblicas son repúblicas de
elitistas, como la república de Venecia, a la que ponderó tanto Rousseau, es
notable. La república se basa en elecciones periódicas, división de los poderes
y diálogo, esos son los tres elementos. La democracia les agrega a esas
libertades esenciales aquellas que hacen a la dignidad del hombre, lo que se ha
mal llamado a mi criterio derechos humanos de segundo grado, y después analizo
también un poco la filosofía del derecho.
—¿La igualdad de
oportunidades?
—Más que igualdad de oportunidades, eso es lo mínimo, porque
si vamos a una igualdad de oportunidades en serio, es mucho. Fíjese que
nosotros tenemos desigualdades de cuna, de formación, de familia y tenemos
además desigualdades naturales, la inteligencia, en fin, muchas cosas. Poner a
la gente en la línea de largada por la igualdad de oportunidades sería extraordinario,
pero por lo general igualdad de oportunidades le decimos a que pueda ir un 10%
de la clase obrera a la universidad, esto es lo que comúnmente suponemos, y no
es así. Pero lo que importa es la igualdad en todo sentido, terminar con la
brecha social.
—¿No le gusta el
postmodernismo?
—No, no me gusta para nada. Me parece una escuela de sí
mismo, un escepticismo llevado a tal grado que se vuelve en sí mismo.
—¿Relativiza todo
demasiado?
—Hay un falta de fe y credibilidad de establecer una palabra.
No se cree en nada, no hay valores.
—¿El anarquismo era
un anticipo del postmodernismo?
—No, porque el anarquismo tenía valores importantes. El
ácrata tenía valores importantes, era un hombre que estaba contra el Estado
pero en defensa de valores muy importantes del hombre.
—¿Qué reflexión le
merece el ‘valijagate’?
—Extrañeza, necesidad de que se investigue, no entiendo qué
es eso. Debe ser algún dinero que venía de Venezuela para apoyar algún sector,
no sé.
—¿Y de la bolsa de
dinero en el baño de la ministra de Economía?
—Del Caso Skanska, del caso de la señora Miceli, el caso de
la valija, el caso del INDEC, son todas cosas que perturban y que es necesario
transparentar.
—¿La suma construye
suficiente cantidad de sospechas sobre un estado de alta corrupción?
—No sé si llega a ser una evidencia de que estamos frente a
una alta corrupción, lo que sí demuestra es la necesidad absoluta de que los
controles del Estado funcionen, y demuestra además la necesidad de que tiene
que haber prensa independiente y además de que debe darse la importancia que se
debe a la división de los poderes.
—¿Este gobierno es
más corrupto que el anterior?
—No podría decirlo.
—¿Estos hechos
podrían haber pasado en su gobierno?
—Yo me acuerdo el caso de la Aduana y del caso de los pollos
de Mazorín, que es un hombre decente, lo que pasa es que quisimos intervenir en
el mercado para que no subieran los pollos y nos salió mal el negocio porque
trajimos pollos muy flacos.
—¿Pero usted no
imagina que estos hechos pudieran haber ocurrido en su gobierno?
—No. Los radicales hacemos una macana en ese sentido y nos
matan porque nuestra fuerza es la fuerza ética. Pero a los peronistas les
perdonan todo.
—¿Qué siente al ver a
su hijo seguir sus pasos siendo ahora candidato a gobernador por la provincia
de Buenos Aires?
—Orgullo. Mucho orgullo. Porque pudo ser seguro candidato a
diputado nacional, pero eligió esta pelea durísima... Es un gran caminador de
la provincia, va con la gente. Al mismo tiempo que vive actualizándose, es un
gran lector, estudioso.
—A su esposa, María
Lorenza, nunca le gustó la política, ¿qué dice ella acerca de que también su
hijo se dedica a esa actividad?
—A ella no le gusta la política porque dice que separa a la
familia... sólo desde ese punto de vista. En el caso del hijo, como lleva años
ya de testigo de mi idas y venidas, lo acepta, y cuando escucha que está en
algún medio, no se lo pierde. Pero no deja de decir “pobre familia”... por la
familia de su hijo.
—¿Luis Brandoni, su
compañero de fórmula, fue una amistad que su hijo Ricardo heredó de usted?
—Luis Brandoni es un gran amigo, pero ante todo es un gran
militante, con mayúsculas, que está siempre listo para poner el hombro.
—El “look” de su
hijo, con una sonrisa enmarcada por un bigote, es muy parecido al suyo hace 25
años, ¿percibe usted ese parecido y qué cree que significa?
—Sí, lo percibo, claro, y creo que los genes no mienten...
—¿Qué es de la vida
de sus otros cinco hijos?
—Todos son muy solidarios, de tiempo completo.
—Usted dijo en este
reportaje que Lavagna estaba en mejores condiciones para hacer las correcciones
necesarias. Muchos piensan que la carencia de Cristina Kirchner es no haber
tenido experiencia ejecutiva. Usted, que asumió la presidencia también sin
experiencia ejecutiva y habiendo pasado sólo por el Congreso, ¿considera
importante la experiencia ejecutiva?
—Yo llegué a presidente de la Nación sin tener cargo
ejecutivo. Y creo, en primer lugar, que el temperamento de ella no es positivo
en una sociedad que vive crispada, y en segundo lugar, digámoslo, vamos a vivir
una copresidencia, y eso puede traernos malestares que no podemos suponer ahora.
—¿Es un hecho inédito
en la política?
—Hubo algo parecido. Evita renunció, ¿se acuerda del Día de
Renunciamiento? Luego Isabelita lo sucedió a Perón por muerte... Nosotros nos
equivocamos en la Constitución Nacional en no prever esto, porque habría que
haberlo prohibido y a ningún loco se le ocurrió hacerlo. Tendríamos que haber
prohibido situaciones como éstas, varias provincias las tienen prohibidas y no
lo advertimos, lamentablemente, en su momento.
—¿Se arrepiente hoy
de eso?
—Desde luego, no sabemos los problemas que puede producir la
discusión de esa suerte de copresidencia que va a haber.
—¿Cómo se lo imagina
a Néstor Kirchner con Cristina Kirchner como presidenta?
—Eso es lo que debemos procurar imaginarnos todos. ¿Va a
aceptar un segundo lugar o no lo va a aceptar?
—¿Usted qué cree?
—Conociendo a las dos personas, de temperamento importante,
decidido, que les gusta mandar, que les gusta hacer... Esto es una cosa que le
puede traer muchos inconvenientes al país para el futuro.
—¿Está preparado el
país para una presidenta?
—Eso sí, no es para nada un problema de género.
—¿Lo que usted ve
como dificultoso es la posible existencia de un sistema bicéfalo?
—Claro.
—¿Lo que está
sucediendo en Santa Cruz hoy es una foto de lo que va a suceder en la Argentina
del futuro?
—Esperemos que no. Es interesante la pregunta porque yo me
equivoqué, supuse y discutí que de ninguna manera podía explicarse lo que había
sucedido en Santa Cruz durante el gobierno de Kirchner: que se había comprado a
todos los intendentes radicales. Y se hizo, pero usted se refiere a otro hecho.
No, no creo.
—Se dice que quien
siembra vientos cosecha tempestades. ¿Lo que hoy está sucediendo en Santa Cruz
es el resultado de 10 años de un estilo agresivo de conducción que genera
heridas y resentimientos?
—Coincido. Esperemos que no suceda en el país, vamos a ver.
Si esta señora llega a ganar, nos vamos a ver en problemas con toda certeza,
eso no cabe ninguna duda, yo tengo la esperanza de que gane Lavagna.
—¿Usted está
convencido de que Lavagna va a ser el segundo más votado y que va a superar a
Elisa Carrió?
—Sí. Yo creo que el pueblo argentino no va a sentirse cómodo
con una candidatura de la doctora Carrió.
—¿Cree que no hay
ningún riesgo de que Lavagna no salga segundo?
-—No, estoy realmente convencido de que sale segundo.
—¿Y está convencido
de que Cristina no alcanza el 40%?
—No estoy convencido, pero pienso que es probable que no lo
alcance.
—En un eventual
ballottage, ¿habría posibilidades de que Lavagna gane, aun con 15 o 20 puntos
de diferencia?
—No, vamos a ver si tiene menos, de todos modos habrá que
galopar fuerte.
—¿Cuánto menos: 38%,
39%?
—38% es lo que sacó.
—¿Usted imagina a
Lavagna con 25%?
—25% de base.
—¿O sea que habría 13
puntos de diferencia y así tendría posibilidades en na segunda vuelta de ganar?
—Creo que sí. Cómo no.
—¿Recuerda cuando en
1982, al terminar la Guerra de Malvinas, usted vino a la Editorial Perfil para
convencerme de que no publicara una nota sobre Astiz?
—Recuerdo que le dije: “Hijo, no lo haga, lo necesitamos
vivo en la democracia que viene”.
—Y tuvo razón,
después de esa nota clausuraron la revista “La Semana”, y meses después, el
presidente de entonces firmó mi orden de arresto. Al año siguiente, ya siendo
candidato a presidente, usted fue testigo del habeas corpus que finalmente me
permitió regresar a la Argentina del exilio: esos juicios, cuando la Corte
Suprema ordenó dejar sin efecto la clausura de la revista “La Semana” en 1982 y
luego en 1983 el Juzgado Federal N° 1, lo mismo con mi detención, fueron las
primeras señales de enfrentamiento entre el Poder Judicial y la dictadura
militar.
—Sí, claro... me acuerdo perfectamente.
—¿Se imaginaba en
1982, e incluso en 1983, antes de ser electo, que la Justicia argentina podría
juzgar y condenar a los comandantes?
—Sí, era nuestro proyecto más anunciado y preparado, nuestra
base de campaña. Lo que cumplimos.
—¿Recuerda que cuando
fue columnista de la revista “Noticias”, en los primeros años de los 90, usted
me decía que yo era medio loco como usted?
—Usted me dio un rinconcito allí. Fue en un momento, que
muchos no lo entendían.
—¿Y usted sigue
siendo medio loco como hace 15 años?
—Tal vez la locura mía sea la del hiperquinético. Soy
demasiado activo. Esto lo lleva al hiperquinético a ser un poco soñador. La
democracia, cuando logra un objetivo, lo redefine.
—¿Hace un “Elogio a
la locura” como Erasmo?
—Y si ahora también se hace elogio de la pereza…
—Los principales
actores de la actual política se definen como setentistas; siendo usted de una
generación anterior, ¿cómo entiende, descodifica y se explica ese espíritu
setentista?
—El setentismo es la subversión, simplemente, hay que
decirlo con todas las palabras. A mí me han dicho “setentista” también y no me
gustó. Es querer hacer una revolución por medios violentos. Desde luego que en
esa época todos queríamos que terminara la dictadura, estábamos contra el
neoliberalismo, estábamos a favor de la igualdad, creíamos y creemos que la
democracia no sólo es libertad sino también lucha y búsqueda de la igualdad,
por lo menos de una igualdad de oportunidades; en fin, no hablemos de lo que
significa ir a la democracia social en serio y mucho menos ir a la democracia
económica.
—¿El espíritu
setentista fue cambiar la sociedad a través de una revolución mediante las
armas?
—Sí.
—¿Ideales correctos
con métodos incorrectos?
—Absolutamente.
—¿Qué otra vez la
política estuvo sesgada por fenómenos generacionales?
—En política siempre hubo algún problema de tipo
generacional. Lebensohn decía que la forma de defender al radicalismo era
movilizar y organizar a la juventud, pero también, al mismo tiempo y para
evitar las rupturas, decía que había viejos sin arrugas en el alma que eran los
que tenían que empujar y decidir las cosas. Creo que siempre hay un problema
generacional en la política y no sólo en nuestro país sino también en otras
partes del mundo, aunque en los Estados Unidos, los senadores parecen
perpetuos.
—¿Qué piensa de la
política de derechos humanos de Kirchner?
—Estoy encantado con algunos juicios que se realizan, el de
Echetcolatz, por ejemplo, creo que fue mal puesto en libertad por la Corte, porque
la Ley de Obediencia Debida tenía una cláusula que excluía a los que tenían
capacidad de decisión.
—¿Usted le encuentra
un justificativo moral a la Obediencia Debida?
—Absolutamente. La ética de los principios y de la
racionalidad que hay que poner adelante para encontrar soluciones, creo que se
perdía la democracia sino se ponía la Obediencia Debida.
—Pero más allá de la
necesidad práctica.
—Hay dos escuelas en ese sentido, una dice que hay que
seguir hasta las últimas consecuencias a quien haya cometido un crimen, y otra,
que hay que perseguir en tanto y en cuanto sea un beneficio social.
—Algunos escritos
hebreos sostienen que verdadero es lo útil. ¿Se debe aceptar aquello que es
beneficioso aunque no sea verdadero?
—No. Por ejemplo: nosotros hubiéramos seguido adelante con
todos los juicios que teníamos. Pero todos los militares se metían en un
regimiento y en vez de ir a la citación judicial que tenían, se movilizan los
regimientos y las fuerzas para defenderlo. Y veía que estaban clamando y me lo
dicen los jefes del Estado Mayor, que fueron leales, ellos dicen que no pueden
aguantar más a su propia tropa abajo. ¿Yo tengo que hacerme el distraído y
seguir adelante para que de aquí a 50 años, perdida la democracia durante tanto
tiempo, para cuando se recupere tenga una estatua en cada plaza o tengo que
decir lo que pienso y hacer lo que corresponde para el país?
—Hace dos semanas me
decía el presidente de la Corte Suprema, Lorenzetti, que el derecho no busca la
verdad, sino que busca resolver el conflicto, que la filosofía busca la verdad.
¿En los 80, no había otra forma de resolver el conflicto que a través de la ley
de Obediencia Debida?
—Yo pienso que no teníamos posibilidad de defender la
democracia si no con esa ley de Obediencia Debida. Ahora hay otra gente que
piensa que sí, eso será juzgado posteriormente. Yo estoy convencido de que
además tenía todos los elementos de juicio en mi mano, no era que los leyera en
los diarios.
—¿Los delitos de lesa
humanidad e imprescriptibles son sólo para el terrorismo de Estado y no para el
otro terrorismo?
—Creo que actualmente existe un tratado internacional que
establece que también el terrorismo es un delito de lesa humanidad.
—Pero se tienen que
dar situaciones muy particulares.
—Muy particulares. El terrorismo de Estado es mucho más
grave que el otro terrorismo.
—¿Qué siente hoy
cuando ve a las Madres de Plaza de Mayo?
—Yo las acompaño en su dolor permanentemente. Ellas
rompieron conmigo cuando yo procesé también a los principales dirigentes de la
subversión.
—¿Cuando usted las ve
hoy, en su actuación política, le produce alguna sensación encontrada?
—La frustración que me da es que en vez de estar los
partidos políticos allí, están por una parte dirigentes sindicales, dirigentes
empresarios y las Madres de Plaza de Mayo. Yo no veo a los partidos políticos
en ningún acto del Gobierno.
—¿Cree que ellas
están sustituyendo...?
—Dice que son corporaciones el presidente de la Nación. No,
ellas no sustituyen a los partidos.
—¿Están cumpliendo un
rol que no deberían cumplir?
—Si fueron invitadas no lo veo mal, pero está excluyéndose a
los partidos políticos, lo que considero que es absolutamente negativo.
Fuente: "Reportaje a Raúl Alfonsin" por Jorge Fontevecchia, Con esta entrevista se completa la serie de
reportajes a todos los ex presidentes democráticos que viene realizando el
director de PERFIL, 2 de septiembre de 2007.
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