Finalmente, considero necesario una breve reflexión sobre los
programas del movimiento nacional. La Alianza Liberal del Brasil de 1930 tenía
un buen programa. Yrigoyen no tenía ninguno, y el radicalismo no lo tuvo hasta
1937, elaborado por Anastasi, pero pocos dirigentes radicales, me consta, lo
conocían.
Perón tampoco tenía programa, y el primer Plan Quinquenal es
de octubre de 1946, ya en el poder. No lo tenía Cárdenas, pues el Plan Sexenal
fue presentado después que asumió la presidencia de México.
El movimiento nacional no suele traducir en conceptos
programáticos, en puntos claramente establecidos sus aspiraciones sus
aspiraciones. La difusión, la heterogeneidad de intereses que confluyen al
movimiento le impiden concretarlos en programa: prefiere, entonces mantenerse en
el terreno de los enunciados generales, en las grandes consignas. El
pensamiento de Yrigoyen se concretaba en un concepto bastante abstruso y
abstracto: la reparación-, su movimiento era el de la causa, el enemigo, el,
'régimen. Las tres_-banderas del—-peronismo fueron definidas mucho después que
llegara al poder. Las tres de Frondizi fueron enunciadas en el transcurso de la
campaña electoral: legalidad, desarrollo, paz social. Pero ¿cambia, acaso, la
esencia del movimiento por la ausencia o la presencia de programas formalmente expuestos
en puntos concretos? No hacemos la apología de la difusión ideológica del
movimiento nacional, tratamos de explicárnosla, objetivamente. Quien quiera
calar en el sentido del movimiento nacional, que vaya a la esencia y a la
tendencia general del movimiento.
La Unión Democrática, en cambio, tenía su programa. Programa
que se ha esgrimido mucho —por uno solo de los integrantes de la U. D., preciso
es subrayarlo— para demostrar su contenido democrático y avanzado. Pero ese
programa, o no fue conocido por el pueblo o fue simplemente archivado durante la campaña
electoral Y era lógico; era, bien difícil que el doctor Mosca fuera a las
provincias del interior a agitar la reforma agraria.
Una particularidad sorprendente es digna dé ser señalada el programa
de la U.D. era más. “avanzado” que el del Partido Comunista. El primero no mencionaba
el capital extranjero, mientras que el segundo decía textualmente:
“Atracción a los capitales extranjeros que respeten las leyes del país y contribuyan al desarrollo de la economía nacional.”
El de la U. D. decía:
“12. Política de nacionalización de los servicios públicos y de las fuentes de energía.”
“Atracción a los capitales extranjeros que respeten las leyes del país y contribuyan al desarrollo de la economía nacional.”
El de la U. D. decía:
“12. Política de nacionalización de los servicios públicos y de las fuentes de energía.”
El del P. C. atenuaba la demanda:
“Nacionalización progresiva de las empresa de los servicios públicos y de las fuentes de materias primas y de los combustibles de utilidad nacional.”
“Nacionalización progresiva de las empresa de los servicios públicos y de las fuentes de materias primas y de los combustibles de utilidad nacional.”
Esta reivindicación atenuada (“progresiva”) de la
nacionalización de las empresas estaba dictada por una concepción acerca del
papel del capitalismo:
“Mientras nos oponemos tenazmente a la existencia de trusts y monopolios extranjeros y nacionales, que estrangulan la economía nacional, no nos oponemos, en cambio, a que venga capital extranjero a nuestro país para contribuir —sóbre la base de un interés razonable— al desarrollo de nuestra industria y de nuestros medios de transporte. Nos proponemos desarrollar la economía de nuestro país de modo uniforme y progresista. Para acelerar este proceso se necesitan capitales. Sabemos que ninguna nación de relativamente corta existencia, deseosa de desarrollar rápidamente su industria y explotar racionalmente sus riquezas, ha podido prescindir de los capitales extranjeros. Pero, queda entendido que éstos deberán respetar las leyes del país y no oponerse a las mejoras que reclaman los trabajadores” (Aplausos)
“Mientras nos oponemos tenazmente a la existencia de trusts y monopolios extranjeros y nacionales, que estrangulan la economía nacional, no nos oponemos, en cambio, a que venga capital extranjero a nuestro país para contribuir —sóbre la base de un interés razonable— al desarrollo de nuestra industria y de nuestros medios de transporte. Nos proponemos desarrollar la economía de nuestro país de modo uniforme y progresista. Para acelerar este proceso se necesitan capitales. Sabemos que ninguna nación de relativamente corta existencia, deseosa de desarrollar rápidamente su industria y explotar racionalmente sus riquezas, ha podido prescindir de los capitales extranjeros. Pero, queda entendido que éstos deberán respetar las leyes del país y no oponerse a las mejoras que reclaman los trabajadores” (Aplausos)
Publicado en ‘'Orientación”, año X, N9 324, 30 de enero de 1946, pág. 5. En un
folleto de la Comisión Nacional de Propaganda del P. C. se decía más
explícitamente:
“Libre entrada de capitales extranjeros que respondan a las necesidades del país.”
“Libre entrada de capitales extranjeros que respondan a las necesidades del país.”
(Partido Comunista, Qué es, qué quiere, qué propone.
Buenos. Aires, 1946.)
También en el problema agrario llevaba la mano izquierda el
programa de la U. D. decía:
“Reforma agraria; subdivisión de la tierra;
estabilidad del colono; amparo del trabajo rural.”
El del P. C, decía:
“Expropiación de los
latifundios sometidos al régimen de arriendos, sin explotar o explotados en
forma deficiente.”
Se salvaban así todos los latifundios, que no dieran tierras
en arriendo, que fueran bien explotados o trabajados en forma eficiente valga
la redundancia. Pero donde se marcaba más la diferencia era en que, mientras el
de la -U. D. no establecía si la reforma se haría con o sin indemnización, el
programa del P. C. si lo establecía:
“Indemnización a los
propietario que las tierras confiscadas y con derecho a ella, mediante la
entrega de bonos de la Reforma Agraria emitidos al efecto, con bajo interés,
amortización mínima y a largo plazo”
Otra ventaja aún para el programa de la U. D. Este fue publicado
el 12 de diciembre de 1945; el del Partido Comunista el 30 de enero de 1946, a sólo 23 días del
comicio.
Fuente: Treinta Años de Historia Argentina (Acción Política
y Experiencia Histórica) por Juan José Real, Buenos Aires, Actualidad, 1962.
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