Compatriotas:
Pocas veces como en los momentos actuales se vio en este país
tanto divorcio entra las promesas oficiales y los actos de los gobernantes; lo
que ha inducido a un escritor nuestro a decir que “Vivimos en plena falencia de la palabra”. Para probar esa ausencia
de la concordancia entre las ideas que se pregonan y los hechos que se
realizan, voy a ocuparme concretamente de un solo aspecto de la obra de
gobierno revolucionario, que considero sin embargo indispensable destacar,
sobre todo por la preponderancia y gravitación que dicho problema tendrá
necesariamente en el desenlace de esta contienda electoral, ya histórica por
muchos motivos. Me refiero a la política seguida en procura de la liberación económica
del país, problemas fundamental al que todavía no se le ha dado en el debate político
la importancia que realmente tiene, y que será no obstante, preponderante en un
futuro muy próximo, que mientras tanto ha sido solo mentida bandera de un
sector insignificante que lo ha desnaturalizado en la practica.
Durante la primera etapa del periodo revolucionario
inmediatamente después de apoderarse del poder, sus hombres mas representativos
no ocultaron sus simpatías nacionalistas, mejor dicho con los minúsculos
partidos ultrarreaccionarios que hicieron su aparición en el país enseguida del
golpe militar del 6 de septiembre, grupos que sobrevivieron por la política de
desprestigio de la democracia realizada por el gobierno de Justo mediante el
fraude sistemático, que fueron luego alentados por el ex gobernador Fresco, que
enamorado del fascismo en su viaje a Italia quiso trasplantar aquí el
experimento musoliniano y en fin animados también desde arriba por el gobierno
de Castillo, con quien coincidieron nuestros nazis en su postura neutralista de
tan funestos resultados para la Republica.
Se desató entonces una ola de antisemitismo, de racismo, de
odio a las grandes democracias, de elogio a los regimenes totalitarios,
especialmente del de Franco tal vez por nuestras afinidades étnicas e históricas
con la madre patria, y como lógico corolario de todo ello una manifiesta mala
voluntad para el capitalismo sobre todo extranjero. Se habló entonces mucho de
nacionalizar los servicios públicos que estaban en manos foráneas y de
independencia económica de la Nación.
Todo ese programa aparentemente sincero de los hombres de la
revolución, que en determinado momento concitó la expectativa publica y hasta
despertó un estado de animo favorable en muchos espíritus de una buena parte de
la ciudadanía argentina –no podamos dejarlo de reconocer honestamente- se ha
visto en los hechos que era leal, que en realidad era falso y solo un
instrumento mas de engaño colectivo.
En los últimos tiempos especialmente una serie de medidas de
gobierno ha constituido en sus resultados la negación de esas ideas de liberación
económica nacional y particularmente anticapitalista.
Podría detenerme a analizar la política contraria a los
intereses del país, seguida en el problema del petróleo cuyas fuentes de
producción pudieron reconquistarse totalmente para la Republica. Podría hablar
largo rato de los frigoríficos y de los ferrocarriles, dos grandes rubros de la
economía argentina que pudieron también nacionalizarse, sin que se intentara
siquiera, y así seguir hablando sobre muchos otros tópicos análogos.
Pero me voy a limitar a un solo asunto, al más reciente acto
de gobierno, si que ha traído una profunda perturbación en la vida económica,
tanto publica como privada del país: el ya famoso decreto 33302, más conocido
por el de los aguinaldos y aumentos de salarios. A los empleados y obreros a
quienes aparentemente se quiso beneficiar, en los hechos no se los ha
favorecido, sino al contrario perjudicado. Es público que muchos patrones, que
antes voluntariamente otorgaban esos beneficios a sus subalternos, se han
negado a hacerlo esta vez ante la imposición de la fuerza. Además se ha
producido enseguida de la vigencia del decreto un aumento en los precios de los
artículos de primera necesidad y la consiguiente elevación en el costo de la
vida que ha sobrepasado en todos los casos el aumento de los salarios,
castigando como es lógico a los hogares mas humildes, es decir, a los de los
trabajadores y empleados modestos a quienes en apariencia se quiso mejorar.
Pero el decreto 33302 ha tenido una repercusión mas seria
todavía para la economía del país.
Ha venido a castigar,
no al gran capital, al mayorista, al fabricante, sino en realidad, además
del consumidor, al minorista, al pequeño comerciante, al industrial de poco
capital, al artesanado en general. A muchos de estos últimos los ha llevado al
borde de la bancarrota. En cambio a los poderosos especialmente al gran
industrial no lo ha dañado porque este encontró enseguida una solución en el
aumento del precio de sus productos. Y sobre todo, ha venido a beneficiar
indirectamente al monopolio, con grandes reservas y recursos y en particular al
capital financiero, al ocasionar la ruina del comercio minorista. Y como ese
capitalismo grande, no es nacional, argentino ni criollo, sino extranjero, ha
resultado en conclusión el decreto 33302 un instrumento contrario a la
independencia económica nacional y por tanto, la mejor defensa del capitalismo
extranjero. Esa es la obra del peronismo, que al final y a la postre como todo
totalitarismo, ha sido el mejor aliado del imperialismo económico que ha traído
una mayor pobreza de los pueblos agropecuarios como el nuestro, que ha visto
alejarse así, quien sabe por cuanto tiempo mas, la posibilidad de la industrialización
intensa del país, es decir, de la alcanzar por ese medio la verdadera soberanía
nacional, sacudiendo el vasallaje foráneo que nos mantiene como pueblo pastoril
y agricultor exclusivamente.
Frente al fracaso del movimiento revolucionario en ese
terreno y a la seguridad del incumplimiento del programa liberador por parte
del candidato que representa la continuidad del régimen, si llegara a ser
elegido presidente constitucional, la solución de este candente problema de la
independencia económica nacional solo puede darla el radicalismo, que en las históricas
presidencias de Hipólito Yrigoyen inició el camino efectivo de la reparación
nacional, truncado en su trayectoria por el golpe militar del año 1930,
financiado como es sabido por ciertos consorcios petrolíferos que querían a
toda costa impedir que el Senado de 1931, en el que por primera vez el
radicalismo tendría la mayoría necesaria, pudiera convertir en ley el proyecto
aprobado en Diputados en 1927, disponiendo la nacionalización de todo el
subsuelo argentino, promesa de sanción que fuera principal punto de la
plataforma electoral de la campaña de 1928. Hoy 18 años después nuestro Partido
reedita ese programa en el punto segundo del capitulo tercero de la actual
plataforma, al propugnar “la nacionalización
paulatina, progresiva por el Estado de los servicios públicos, minas y
yacimientos petrolíferos, estimulando la inversiones del capitalismo nacional
para conseguir el contralor de las empresas privadas encargadas de su explotación,
o adoptando un sistema de carácter mixto o recurriendo a la gestión directa o
exclusiva por el Estado”
A votar ciudadanos por los candidatos del radicalismo, si queréis
ver pronto convertida en realidad esa promisoria aspiración realmente patriótica,
y nacionalista en el buen sentido de esta palabra, anhelo que afirmo jamás ha
sido sinceramente sustentado por nuestros nazis criollos, ya que ellos, en los
hechos, han estado siempre, y lo están hoy mas que nunca al servicio de los
intereses de cierto capitalismo que es el que en verdad nos agobia y asfixia, manteniéndonos
en el estado de servidumbre económica actual y combatiendo en cambio a aquel
capital que quiere industrializarnos y por tanto independizarnos económicamente
de toda tutela extraña.
Nada más.
Fuente: Disertación sobre “El Radicalismo y la Independencia Económica Nacional” por el Dr. Enrique A. Candioti en L. T. 9 Radio Santa Fe, 21 de febrero de 1945.
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