Como consecuencia de las políticas implementadas desde 1860
y la gestión inspirada por la generación del 80, se produjeron en la Argentina
cambios importantes. Crecimos significativamente en lo económico. Para
comienzos del siglo, los inmigrantes ya habían consolidado socialmente sus
familias en el país y sus hijos argentinos participaban activamente en todas
las actividades productivas, profesionales y de servicios. Esas
transformaciones determinaron una nueva estructura social que generó demandas
hasta entonces desconocidas: mayor participación política, mejoras en las
condiciones laborales y una más equitativa distribución de la riqueza.
El presidente Roque Sáenz Peña, que asumió el gobierno en
octubre de 1910, cumplió con el compromiso de asegurar elecciones libres y
pidió la sanción de una nueva ley electoral que estableció el voto universal,
secreto y obligatorio, sobre un padrón electoral confeccionado sobre el
registro militar y otorgando representación a las minorías.
De allí en más, no puede entenderse el proceso político
argentino sin conocer la concepción que Hipólito Yrigoyen dio a la UCR. Para él
no se trataba de un partido político tradicional, sino de un movimiento cívico
de reparación ética, destinado a instaurar la plena vigencia de la democracia
constitucional. Esa nueva concepción suscitó adhesiones que arraigaron con
fuerza en la sociedad, sobre todo en los sectores medios, mientras resultaba
incomprensible para los sectores tradicionales que consideraban natural la
exclusividad que se arrogaban en el ejercicio del poder.
En las elecciones presidenciales de 1916 participó la UCR e
Hipólito Yrigoyen fue consagrado presidente de la Nación. Comenzaba así una
nueva etapa en la vida política argentina: la consolidación de la democracia
desde el poder.
El radicalismo gobernó el país desde 1916 hasta 1930 y, con
una administración austera y honesta, obtuvo una evidente mejora social que
reconocía como base de funcionamiento la solidaridad y la igualdad de
oportunidades. A partir de la crisis mundial de 1929, que afectó gravemente
nuestra economía, y de fallas en la gestión final del radicalismo, que no se
había renovado en su clase dirigente ni en sus ideas, fue desplazado del poder
por un golpe de Estado, en 1930.
A partir de entonces y con distintas suertes, se
convirtió en la principal y muchas veces única fuerza opositora. Combatió al
régimen fascista que lo había derrocado del gobierno y se opuso al sistema
conservador fraudulento. Fue la única oposición permanente al populismo militar
y enfrentó con firmeza la falta de libertad durante el gobierno peronista. Sin
suerte, intentó, a la caída del peronismo, revertir la situación durante los
cortos períodos en la presidencia de Frondizi e Illia, pero éstos también
fueron desplazados del gobierno por antidemocráticos golpes militares.
La sangrienta y autocrática dictadura militar de 1976 a 1983 comenzó a
desmoronarse en 1982 como consecuencia de la locura que significó la guerra de
las Malvinas. Después de la derrota, el país quedó aislado del mundo y
frustrado como comunidad. Las fuerzas políticas, ante el vacío de poder,
procuraron recomponer sus estructuras y lograr acuerdos que permitieran una
rápida convocatoria a elecciones generales y lo lograron.
En las elecciones de 1983 triunfó el candidato de la UCR,
Raúl Alfonsín, con más del 50% de los votos emitidos. Quedó así en claro que la
sociedad argentina consideraba la democracia y su marco constitucional uno de
los elementos básicos para comenzar con la dura tarea de la recuperación
nacional. Una vez más, cada vez que había que restaurar la democracia los
argentinos elegíamos a la UCR, partido que era el símbolo de la república
democrática, la libertad, la igualdad y el Estado de derecho.
La gestión presidencial del doctor Alfonsín, en lo
institucional, estuvo de acuerdo con las expectativas que había despertado en
la sociedad argentina. A pesar de las dificultades y las trabas que existieron
se enjuició ante los tribunales de la Constitución a los máximos responsables
de la guerrilla y del terrorismo de Estado, los que fueron condenados según sus
responsabilidades. Se reinstalaron todas las instituciones de la República; se
recuperó el Estado de derecho en un clima de total libertad y nos reinsertamos
en el mundo con una clara conducta internacional.
Se mejoró en lo social y se dieron los primeros pasos para
la recuperación de la desquiciada economía. Lamentablemente, los ataques
despiadados de los enemigos de la democracia y la acción de una oposición que
no cumplió con la misión que les correspondía, obligaron al Presidente a dejar
su cargo tan pronto se habían realizado las elecciones para la elección de un nuevo
presidente, en las que había triunfado el candidato opositor. De todos modos,
el objetivo central había sido cumplido y un presidente civil, elegido por el
pueblo en elecciones libres, transfería el poder a otro candidato también
civil, y de distinto signo político.
La gestión del nuevo presidente, Carlos Saúl Menem, se
caracterizó por cambios importantes, aunque todo estuvo signado por la
prebenda, la corrupción y el ejercicio hegemónico del poder. Contra esa
situación, que iba agravándose día tras día, una vez más el radicalismo marcó
una dura línea opositora que lo llevó a conformar un frente cívico para
oponerse a su reelección en las elecciones de 1999. Una vez más, el pueblo
confió en la UCR y consagró presidente al candidato de la Alianza, Fernando de
la Rúa. Lamentablemente, el abandono de la política que inspiraba la Alianza y
su reemplazo por una línea económica similar a la seguida por el ex presidente
Menem agotó el gobierno del presidente De la Rúa a los dos años y obligó a la
renuncia de éste, lo que dio comienzo a una crisis política, económica y social
de características desconocidas hasta entonces.
A partir de entonces, la UCR perdió la condición de
protagonista que tuvo durante todo el siglo XX. Sólo una profunda
reestructuración del partido, una renovación auténtica de sus dirigentes y una
revisión de las ideas, sin perder su concepción de movimiento cívico de
reparación ética, como lo hizo en 1945, posibilitará revitalizar a esta fuerza
que hoy aparece como al borde de la extinción.
Fuente: La Unión Cívica Radical en el siglo XX por Alfredo Vitolo
(h) para La Nación del 23 de noviembre de 2004.
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