En enero de 1956 (¡hace ya más de treinta años!) nos
conocimos con Arturo Frondizi.
Desde el primer encuentro, que se produjo en la casa de
Delia Machinandiarena de Jaramillo, empezamos a trabajar en forma compartida.
La constante ha sido el análisis de los problemas nacionales a la luz de la metodología
que la ciencia nos ofrece y que es aplicable al estudio de la realidad social y
política.
Una de las primeras decisiones que tomamos fue la de
utilizar la revista Que como instrumento para exponer en forma sistemática los
principales problemas que debía entonces enfrentar el país. Un investigador que
no puede ser sospechado de simpatía por el desarrollismo, como Alain Rouquie ha
dejado vividamente expuesta esa etapa de gestación de nuestro Movimiento.
Frondizi provenía de un partido que se había caracterizado
por alimentar sentimientos nacionales y populares que no habían tenido traducción
a propuestas eficaces para el país. Esa confusión enfrentó al radicalismo con
el peronismo y fragmentó lo que hubiese debido estar unido sobre la base de un
programa nacional. Nos propusimos modificar ese desencuentro con una nueva
propuesta.
En Que congregamos el equipo: hombres de diversas
extracciones. Del peronismo vinieron, entre otros, Scalabrini Ortiz y
Jauretche. Del socialismo, Merchensky y Odena. Del nacionalismo, Montemayor y
Camilion. Más tarde se sumaria Juan José Real, expulsado anos antes del Partido
Comunista por proponer una revisión de la posición antiperonista.
La base de una convergencia tan amplia no podía ser la ideología
sino propuestas profundamente innovadoras que levantamos: definimos el papel
del capital extranjero sobre la base de su destino (liberador si contribuye a
integrar la estructura productiva, esclavizante si permanece en el circuito
financiero o en actividades ligadas al esquema agro importador, demostramos la
caducidad teórica de la reforma agraria para expandir la producción rural,
determinamos las prioridades de la inversión para lanzar el país a su
desarrollo (acero, petróleo, carbón, petroquímica, fabricación de maquinaria, tecnificación
agraria, transportes y comunicaciones), explicamos la necesidad de la libertad
de enseñanza para abrir las compuertas de la educación a todos en un país que
debla formar numerosas camadas de técnicos y profesionales, sostuvimos
firmemente la necesidad de un movimiento obrero unido y fuerte, y de una profunda
pacificación sobre la base del respeto a la legalidad.
Todas estas propuestas fueron la base del programa de gobierno
aplicado -parcialmente es cierto, pero con éxito- entre 1958 y 1962. Comprobar
que esos siguen siendo los objetivos de 30 millones de argentinos nos obliga a
seguir trabajando con ahínco.
Fuente: Rogelio Frigerio autor de diversas obras sobre economía y política. Ha sido vicepresidente del Movimiento de Integracion y Desarrollo y
candidato a la presidencia de la Nación.
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