Buenos Aires, 3 de
abril de 1961.
Mí estimado Presidente:
He estudiado con profunda atención el discurso pronunciado
por Vuestra Excelencia el 13 de marzo último, ante los embajadores
latinoamericanos en Washington.
Deseo expresar a Vuestra Excelencia que el anuncio de la
"'Alianza para el Progreso" en el formulado abre una nueva perspectiva
histórica a la tarea común de las repúblicas americanas.
Nuestros países constituyen una comunidad ligada por lazos geográficos,
históricos y sobre todo espirituales, de carácter indisoluble.
Somos un brote dentro del Mundo Occidental. El Mundo
Occidental se irradio desde las épocas de los grandes descubrimientos hacia
todos los rumbos del globo. Hacia todos ellos transmitió la vitalidad de su
cultura y de su espíritu de progreso. Tomó así contacto con otras antiguas
culturas y con pueblos primitivos. En algunos de ellos penetro y conjugo los
viejos y los nuevos valores. En otros tuvo presencia activa pero no logro una fusión
permanente.
America creció como parte del mundo occidental. Nuestros
pueblos aborígenes se incorporaron a su religión y a su cultura. Los pueblos
europeos que llegaron a nuestras playas se incorporaron para siempre a nuestra geografía.
Nuestra independencia política, que alcanzamos casi contemporáneamente,
fue la primera expresión de la vitalidad y madurez de la cultura recibida, que así
adquiría ya su existencia autónoma.
Desde entonces iniciamos el largo esfuerzo para desarrollar
nuestras nacionalidades, para institucionalizar una vida democrática basada en
el respeto a la dignidad humana y para promover el progreso y el bienestar de
nuestros pueblos.
La evolución de nuestras republicas tuvo la variedad y la
diversidad propia de los destinos humanos aunque nuestros ideales y nuestros
objetivos fueran semejantes.
Todas sufrimos problemas y conflictos en nuestra evolución
hacia la democracia y la libertad: luchas intestinas, conflictos locales, tiranías.
En Europa, en plena madurez, esos conflictos alcanzaron las proporciones catastróficas
que llevaron al mundo a la última guerra.
En esa ocasión los Estados Unidos fueron la reserva moral y
material a la que cupo la acción decisiva para salvar los valores permanentes
en su coyuntura definitiva.
Luego, en una decisión sin precedentes, volcaron un gran
esfuerzo económico y técnico en el Plan Marshall para hacer posible la rápida reconstrucción
de un mundo económicamente paralizado por la devastación y al borde de una
grave crisis de desintegración, cuyo estallido habría sido fatal para nuestra civilización.
Hoy America Latina atraviesa también una etapa en la que están
en juego valores fundamentales.
Muchos de nuestros pueblos han logrado restablecer las
instituciones democráticas esenciales para el respeto de nuestros valores
tradicionales, de la libertad humana y de un régimen económico basado en la
justicia social, la: iniciativa individual y el respeto a la propiedad privada.
Sin embargo, los pueblos latinoamericanos estamos afectados
por un grave factor perturbador, que obstaculiza nuestro progreso, hace difícil
a los gobernantes satisfacer las aspiraciones cada vez mas vigorosas de los
pueblos y en tales condiciones, amenaza nuestra estabilidad social frente a la acción
deletérea de la demagogia y la predica disolvente: ese factor negativo, como
muy bien lo ha percibido Vuestra Excelencia es el subdesarrollo.
Las condiciones de subdesarrollo imperantes en América
Latina perturban e interfieren todo el esfuerzo nacional para promover el
mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros pueblos.
El producto nacional de los países de América Latina en muy
pocos casos crece a un ritmo equivalente o superior al del aumento de su población;
las exportaciones, compuestas principalmente de productos básicos, han
aumentado menos que la población y proporcionan por lo tanto recursos muy
inferiores a los necesarios para adquirir los equipos y manufacturas indispensables
para el desarrollo.
Como depositarios de una concepción de la vida fundada en el
cristianismo y la tradición occidental, sostenemos la categoría suprema de los
valores espirituales que hacen a la dignidad del hombre. En horas criticas para
el mundo y para nuestros países, no vacilamos en abandonar todo apego a los
bienes materiales en defensa de lo que es esencial para el hombre.
Pero, en la crisis actual de America Latina, esos valores estará
amenazados por las perturbaciones y frustraciones causadas en nuestros pueblos
por sus ingresos insuficientes, que determinan la inseguridad económica y para
muchas comunidades la desnutrición, la enfermedad v la ignorancia.
En reiteradas ocasiones tuve oportunidad de destacar que el círculo
vicioso de la pobreza y el subdesarrollo requiere soluciones vigorosas. En las
condiciones actuales del mundo, tanto políticas como económicas, ningún pueblo
subdesarrollado puede concretar esas soluciones, dentro de un régimen democrático,
sin la cooperación de los países desarrollados.
Además, desearía destacar a Vuestra Excelencia que el problema
del subdesarrollo no es solamente una cuestión grave en las situaciones
extremas de miseria. No se trata solamente de superar los problemas del hambre,
las enfermedades contagiosas o el analfabetismo.
Los pueblos en la mitad del siglo XX aspiran a niveles de
bienestar propios de esta época y no simplemente a superar la subsistencia física.
Las aspiraciones no se limitan a las necesidades biológicas sino a lo que -en
este momento de la civilización y el progreso mundial es una vida digna en el
orden material y cultural, en el orden físico y espiritual: el campesino aspira
a poder informarse y a ser escuchado, democráticamente, en la adopción de las
decisiones nacionales cuyos efectos le alcanzaran: ello significa facilidades
educativas, de transportes y comunicaciones, electrificación y saneamiento
rural, trato comercial equitativo; los trabajadores industriales que han
adquirido destreza para manejar las complejas maquinarias en las plantas
productoras, aspiran a mayores niveles culturales, a una mas alta consideración
social, a un bienestar relacionado con el nivel de productividad que permite la
tecnología moderna.
También los profesionales y los técnicos y los intelectuales
aspiran a ser respetados en sus actividades, y a lograr una responsabilidad en
las comunidades a que pertenecen conmensurada con su capacidad. Esto implica no
solo niveles adecuados de ingresos sino facilidades de laboratorios, de estudio
y sobre todo reconocimiento de sus aptitudes y posibilidades en la vida colectiva.
La historia de este siglo indica que este tipo de tensiones
ofrece un campo tal vez mas fértil aun que las que crea la miseria extrema,
para la germinación de movimiento nihilistas que pueden abrir las compuertas a
la irrupción del totalitarismo comunista.
En el mensaje al Congreso relativo a los programas de cooperación
internacional de los Estados Unidos, Vuestra Excelencia señalo con gran lucidez
que el objetivo de dichos programas no tiene la limitación de una lucha pasiva
de mera oposición al comunismo, sino el sentido dinámico de demostrar históricamente
que en el siglo XX puede lograrse un rápido crecimiento economico dentro de
nuestras instituciones democráticas.
Fuera del Plan Marshall para Europa, en los años posteriores
a la última guerra mundial se ha venido cumpliendo una vasta tarea de cooperación
internacional en los campos económicos y técnicos, en la cual ha correspondido
a los Estados Unidos la actividad más importante e incluso un verdadero
liderazgo. Sin embargo, pese al notable volumen absoluto del esfuerzo y a los
positivos resultados obtenidos, si ese esfuerzo se mide en relación a la
magnitud de las necesidades de los países subdesarrollados, su significación es
insuficiente frente a la urgencia de los problemas y tensiones existentes.
En un excepcional gesto de estadista, inmediatamente después
de haber asumido la alta responsabilidad nacional y mundial de la Presidencia
de los Estados Unidos, Vuestra Excelencia ha revivido las mejores tradiciones
de una gran nación al tomar una iniciativa proporcionada a la significación y
la urgencia del problema.
Por eso no he podido limitarme a la sola expresion de congratulación
por calurosa que esta pueda ser.
En esta cuestión se juega nuestro destino de naciones libres
y nuestra responsabilidad de gobernantes.
En nombre de esa responsabilidad quiero decir hoy a Vuestra
Excelencia que mi gobierno se compromete sin reservas al común esfuerzo de la
'Alianza para el Progreso" que habéis abierto a la cooperación de todos
los pueblos americanos.
Es esta una decisión dictada por el camino irreversible que elegí
para mi país al hacerme cargo del gobierno hace tres años.
Sin vacilaciones encaramos entonces la difícil tarea de consolidar
la vida institucional, el libre ejercicio de los derechos garantizados por
nuestra Constitución y la paz social, a la vez que iniciábamos una política económica
tendiente a sanear y estabilizar nuestras finanzas y a impulsar sobre esas
bases un proceso de rápido desarrollo nacional.
En las condiciones mas difíciles, nuestra fe en los ideales
tradicionales de Occidente nos llevó a dar con el apoyo del pueblo un
testimonio decisivo de que dentro de la democracia y la libertad se puede
construir el camino mas digno y directo hacia el bienestar y el progreso económico,
para afirmar el ejercicio de las mas altas cualidades espirituales del hombre.
Fueron removidos los instrumentos de intervención estatal
que hasta ese momento habían interferido en la vida económica nacional; dimos solución
amplia y definitiva a los múltiples problemas que en el orden nacional e internacional
nuestro país arrastraba desde hacia varios lustros; reclamamos al pueblo un
fuerte sacrificio de austeridad para contener el disgregante proceso inflacionario
y rehabilitar nuestra situación financiera y pusimos en marcha un programa de sólido
desarrollo.
Por cierto que este esfuerzo hubiera sido de imposible realización
si no hubiese contado con la valiosa cooperación de las naciones de Europa
Occidental a las que nos unen vínculos tradicionales y sobre todo de los
Estados Unidos, vuestro gran país, que mostró una gran comprensión desde un
primer momento para la importancia critica de la tarea que iniciábamos.
Esta cooperación ha estrechado los vínculos que unen nuestros
dos países en una forma práctica y concreta sin precedentes en nuestra
historia.
La tarea llevada a cabo por mi gobierno ha dado importantes
frutos favorables, pero ha encontrado también fuertes obstáculos que han
determinado igualmente resultados negativos. Pero seguimos en ella porque
sabemos que es un esfuerzo de largo aliento que deberá prolongarse en quienes
nos sucedan.
Por eso, señor Presidente, os manifiesto hoy que como Presidente
de los argentinos me siento irrevocablemente participe de la "Alianza para
el Progreso", consciente de los nuevos esfuerzos que ella demandara de
vuestro país, del mío y de todos los restantes miembros de la comunidad
americana, pero seguro también de que solo mediante ese esfuerzo podremos
realizar el destino histórico de America en este siglo cargado de ansiedades y
de promesas.
La "Alianza para el Progreso" es una empresa
conjunta que implica responsabilidades para todos como condición para el logro
de objetivos que a todos habrán de beneficiar.
Como Vuestra Excelencia lo ha señalado, se trata de promover
en esta década un esfuerzo decisivo que encamine a los pueblos americanos a un rápido
desarrollo económico, que permita elevar sus niveles de vida y superar las
tensiones sociales que ellos determinan.
Este programa ha de requerir su adecuado ordenamiento y orientación
a fin de que los recursos forzosamente limitados, puedan utilizarse de la
manera mas eficiente; sumada la gran capacidad de cooperación anticipada por
Vuestra Excelencia y la magnitud de la contribución concretada por el propio
esfuerzo de toaos nuestros países, siempre será limitado frente a la vastedad
de los objetivos a alcanzar.
Por ello creo que es necesario concentrar el impulso inicial
en el establecimiento y expansión estratégica de las industrias y servicios básicos
que permitirán, a su vez, acelerar la industrialización, tecnificar la
agricultura y de este modo elevar rápidamente la productividad de nuestras economías.'
La magnitud de esta empresa actualiza además una cuestión
que mi gobierno planteara desde hace más de un año en reiteradas ocasiones y
que es también objeto de la atención de Vuestra Excelencia: se trata de la participación
de los países de Europa Occidental, ligados por estrechos vínculos
tradicionales. America Latina, en este esfuerzo de cooperación para su desarrollo.
El desarrollo del programa planteado por Vuestra Excelencia requerirá
un estrecho contacto e intercambio de ideas e iniciativas entre todos los países
participantes. Será necesario igualmente utilizar en todas sus posibilidades a
las instituciones existentes, especialmente al flamante Banco Interamericano de
Desarrollo. Asimismo, resultaran de gran utilidad los estudios que ha venido
llevando a cabo la CEPAL y las tareas cumplidas por la OEA que culminaron en la
Conferencia que sanciono el Acta de Bogota.
Sin embargo, deseo manifestar a Vuestra Excelencia que creo
que la magnitud de la empresa implícita en la "Alianza para el
Progreso", requerirá un mecanismo de cooperación que a la vez que permita
la mas eficiente utilización de las instituciones antes citadas tenga la
flexibilidad y eficiencia que permita, por ejemplo, una activa participación en
el programa de los países de Europa Occidental y que asegure la canalización
eficiente del esfuerzo de cooperación hacia los sectores básicos antes señalados.
Esta cuestión planteada por mi Gobierno mucho antes del anuncio del programa
formulado por Vuestra Excelencia adquiere ahora, a nuestro juicio, una actualidad
y una trascendencia mucho mayor.
Mis asesores y yo mismo estamos dispuestos para mantener y
desarrollar consultas con Vuestra Excelencia y todos los gobiernos americanos,
para arbitrar los medios necesarios para darle realidad dinámica a la
"Alianza para el Progreso".
Señor Presidente: reciba estas extensas apreciaciones que me
he permitido formular como mi homenaje mas directo al alto espíritu que ha
inspirado su trascendente gesto de estadista.
A través de ellas habrá podido constatar que ya considero a
la "Alianza para el Progreso" como una realidad en marcha, y estoy
seguro que esta es la misma apreciación en todos los gobiernos de America.
En esta marcha, al avanzar hacia la conquista de nuestro
futuro, se alejaran de America las sombras de todo intento de perturbation
exterior, y se afirmara definitivamente una prosperidad alcanzada dentro del
respeto a la libertad y al ejercicio de la justicia.
Salúdalo cordialmente,
Arturo Frondizi
Fuente: Carta al Presidente Kennedy, sobre la "Alianza para el Progreso" publicado en el libro La Politica Exterior Argentina de Arturo Frondizi con ordenacion y prólogo de Dardo Cúneo, 1962.
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