Creo que el radicalismo en las próximas luchas electorales,
afirmará rotundamente su triunfo, una vez más, sobre sus adversarios
tradicionales, para bien del país y para honra de sus instituciones democráticas.
Tengo la firme convicción de que definirá la victoria en su
favor en Córdoba, Tucumán, Entre Ríos, Salta, Santa Fe y Buenos Aires.
La mayoría del pueblo responde a su llamamiento y a sus
invocaciones patrióticas, porque el radicalismo es la única fuerza verdaderamente
democrática, es decir, popular, que actúa hoy en el país. Las otras no son sino
agrupaciones azarosa o conglomerados accidentales y anárquicos, que, si a veces
coinciden o armonizan en un esfuerzo, es solo ante la visión del inmediato botín.
El régimen esta totalmente aniquilado y si logra sobrevivir aun es merced a que
el radicalismo ha vitalizado de modo considerable el ambiente democrático y
ensanchado los horizontes de las libertades políticas a términos nunca
presentidos. Para que el radicalismo fuese derrotado, según mi modo de
comprender, seria necesario que se interpusiese en su camino una fuerza
invisible, que dándonos la sensación de avanzar, hiciese retroceder al partido
en sus históricos impulsos.
Cuando empeño mi palabra la cumplo siempre, cueste lo que
cueste, como hombre que me respeto, porque en ello reposa la lealtad y la
dignidad de las personas. En los años que llevo vividos, acostumbrado al trafico
de las ambiciones y egoísmos políticos he sabido mantenerme fiel a los
principios que han modelado y regido mi acción publica, sin un solo desmayo ni
una claudicación, inspirándome desde esos políticos o mejor dicho, aventureros
de la política que cambian de un día para el otro de credo y de moral, y si
pudieran o tuviesen ventaja, cambiarían también de nombre… pero mi intuición es
superior a esa mezquindad política y oprobio democrático. Yo no soy un buscador
de altas posiciones, sino un hombre de partido a quien ha colocado en sus
eminencia de primera fila el mismo pueblo que lo sostiene y fomenta los
principios de la gran causa nacional del radicalismo, hasta investir, con
derechos auténticos, el puesto de jefe único e indiscutido, al que no logran ni
lograran disminuir en su propio relieve, ni amenguar el sólido pedestal sobre
el que se erige su figura histórica, ni el egoísmo, ni la perfidia, ni la
injusticia. Yo no hago sino servir los elevados fines de la democracia
argentina, haciendo honor a la posición que ocupo como ciudadano en el país, en
America y en el mundo.
No he podido llegar a explicarme la política que contra el
radicalismo tradicional que lo encumbró al Poder, ha tolerado, sino fomentando,
el Dr. Alvear, de quien he sido y sigo siendo amigo, al extremo de que gran
parte de las resistencias que he tenido que afrontar en el seno del partido, se
debieron por entero, precisamente, a su elección para la primera magistratura
del país, que contó con mi auspicio incondicional contra otras personalidades
que se vieron postergadas en sus aspiraciones y en la recompensa a sus meritos.
Hemos perdido la reciente elección de Entre Ríos por obra de
la naturaleza, que se interpuso a los anhelos de la democracia radical. Nunca ha
llovido como en ocasión de esa campaña electoral, lo que dificultó la labor de
propaganda que nos habíamos impuesto, pues toda la provincia se inundó bajo un
verdadero diluvio.
Pero la fibra cívica del radicalismo quedo bien templada y
en una ocasión próxima demostrara su fuerza y entereza.
El Orden ha interpretado cabalmente la importancia del
ferrocarril de Huaytiquina, destinado a asegurar la independencia económica del
Norte argentino, abriendo a su comercio y a su producción una nueva ruta de
desahogo, de manera de promover más activamente su desarrollo y vitalizar su
prosperidad. Ese nuevo trasandino ha sido concebido y ejecutado con criterio de
seguro y previsor patriotismo. Grave error el no haberse impulsado su terminación
para librarlo al servicio público cuanto antes, fin de que llene finalidades
que determinaron su construcción.
Ha habido defecciones y traiciones en las filas del partido,
pero la contextura del partido –en lo que tiene de robustez y vitalidad- no ha
sido afectada en lo más mínimo por esas deserciones, que no han tenido otra
causa que la ambición y el egoísmo personal, en ningún caso finalidades
superiores o patrióticas. Pero mientras algunos, mal inspirados, las abandonan,
nos queda la gran satisfacción, a los que hacemos un culto de la lealtad
política, de permanecer fieles a los ideales y a la moral del radicalismo, que
son los mismos de la democracia argentina y del engrandecimiento nacional.
Fuente: Reportaje por el diario "EL ORDEN" al ex Presidente de la Republica Dr. Hipolito Yrigoyen en su visita por la provincia de Tucuman, 28 de septiembre de 1926.
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